Hallan en Rumanía un humano moderno con casi un 10% de genes de neandertal

La mandíbula del humano hallado en Rumanía con casi un 10% de ADN neandertal© MPI f. Evolutionary Anthropology/ Pääbo

JOSÉ MANUEL NIEVES / ABC

Hace cerca de 40.000 años, los neandertales desaparecieron para siempre del continente europeo. Pero dejaron un legado. De hecho, una parte de su carga genética (entre el uno y el tres por ciento de sus genes) sigue aún presente en los europeos actuales.

Ahora, un grupo de investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leizpzig, Alemania (noticia), de la Escuela Médica de Harvard en Estados Unidos (noticia) y del Laboratorio de Evolución de Vertebrados y Orígenes del Hombre en Pekín, se acaban de llevar una gran sorpresa al analizar el ADN de una mandíbula de hace entre 37.000 y 42.000 años hallada en Rumanía y comprobar que entre el seis y el nueve por ciento del genoma de ese antiguo humano  procede del 'Hombre de Neanderthal'. Se trata del mayor porcentaje de genes heredados de la «otra especie inteligente» jamás hallado hasta la fecha en ningún otro humano moderno. El hallazgo se publica este lunes 22 de junio en Nature.

El tamaño de los segmentos neandertales en los cromosomas de este individuo es tal, que los investigadores creen que su ascendencia neandertal se remonta apenas a entre cuatro y seis generaciones atrás en su árbol genealógico. Lo cual es una prueba más que evidente de que los primeros humanos modernos (los que eran como nosotros) que llegaron a Europa se mezclaron con los neandertales que ya estaban allí.

Todos los humanos que tienen sus raíces fuera del Africa Subsahariana llevan en su ADN entre el uno y el tres por ciento de genes de neandertal. Y hasta ahora, los investigadores habían pensado que lo más probable es que los primeros humanos que llegaron al continente europeo se mezclaron con los neandertales en Oriente Medio hace entre 50.000 y 60.000 años, antes de dispersarse por Asia, Europa y el resto del mundo.

Para el análisis los investigadores han utilizado 35 miligramos de polvo de hueso de la mandíbula. / © MPI f. Evolutionary Anthropology/ Pääbo

Sin embargo, las dataciones por radiocarbono de restos de diferentes yacimientos europeos sugieren con fuerza que ambas especies, neandertales y humanos modernos,  convivieron en Europa por lo menos durante 5.000 años. Y que durante este largo tiempo se cruzaron genéticamente en numerosas ocasiones.

En el año 2002, se halló en la Cueva Oase, en Rumanía, la mandíbula de un humano moderno de hace unos 40.000 años, un tiempo en el que los neandertales aún no se habían extinguido. A partir de ese año, el lugar ha sido estudiado a fondo por un equipo internacional de investigadores, bajo la supervisión del Instituto de Espeleología Emil Racovita, de Rumanía. Y ahora los científicos han analizado el ADN de ese fósil, que perteneció a uno de los primeros hombres modernos que llegaron al Viejo Continente.

Los investigadores creen que entre el seis y el nueve por ciento del genoma preservado en la mandíbula de Oase procede de un antepasado neandertal, además de una serie excepcionalmente larga de segmentos de algunos de sus cromosomas. Y dado que la longitud del ADN heredado de un antepasado se acorta a cada generación que pasa, los investigadores creen que el propietario de la mandíbula tuvo que tener un antepasado neandertal muy cercano. No más allá, en efecto, de cuatro a seis generaciones atrás.

Qiaomei Fu y David Reich participantes del descubrimiento por la Universidad de Harvard / Jon Chase/Harvard Staff Photographer


«Los datos de la mandíbula implican que los humanos se mezclaron con los neandertales no solo en Oriente Medio, sino también en Europa», afirma Qiaomei Fu, uno de los firmantes del artículo de Nature.

«Sorprendentemente -añade David Reich, otro de los firmantes- el individuo de Oase no parece tener descendiente directo alguno en la Europa actual. Podría ser que formara parte de una de las primeras migraciones de humanos modernos a Europa, que interactuó fuertemente con los neandertales y que terminó por extinguirse».

Por su parte, Svante Paabo (izquierda), del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y director de la investigación, afirma que «es una suerte inesperada tener ADN de una persona que estuvo tan estrechamente relacionada con un neandertal. Apenas podía creerlo cuando vimos por primera vez los resultados».

Ahora, los científicos esperan que el ADN de otros fósiles humanos anteriores a la extinción de los neandertales les ayuden a reconstruir con más detalle cómo fueron las relaciones entre las dos especies cuando ambas se encontraron.

Se trata, desde luego, de un descubrimiento excepcional. Un hallazgo único y al que habrá que añadir más fósiles similares para terminar de aclarar uno de los mayores misterios de la ciencia de nuestros días.

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Comentario por Percha el junio 23, 2015 a las 11:49am

Uno de los primeros europeos era tataranieto de neandertales

Luis Creo / El País

Un equipo internacional de científicos, liderado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Alemania, ha realizado un estudio que publica hoy la revista Nature y que cambia el escenario propuesto para el encuentro entre dos especies, neandertales y Homo sapiens, y en especial la idea que se tenía de que ambos tipos de humanos nunca se cruzaron en Europa.

Para el análisis los investigadores usaron 35 miligramos de polvo de hueso de la mandíbula. / MPI f. Evolutionary Anthropology/Paabo (Nature)

Hace alrededor de 40.000 años los glaciares empezaron a retroceder hacia los polos, se unieron y separaron continentes, se extinguieron especies y surgieron nuevas. Fue entonces cuando el neandertal dejó paso al humano moderno. Solo entre un 1% y un 3% del ADN neandertal sigue vivo en aquellos que descendemos de los Homo sapiens que salieron de África y que, de manera puntual, hace entre 50.000 y 60.000 años se encontraron, relacionaron y aparearon con ellos en algún lugar de Oriente Próximo. O así lo contaba la ciencia hasta ahora. Allá por 2002 fue hallada una mandíbula humana prehistórica en una cueva de Oase, Rumanía. Su edad, entre 37.000 y 42.000 años de antigüedad según la datación por radiocarbono, la convierten en una de las pruebas más antiguas de la presencia de nuestra especie en Europa. El primer Homo sapiens europeo conocido. El análisis del ADN del mentón de aquel pionero reveló que entre un 6% y un 9% de su genoma es de neandertal (mucho más que cualquier otro humano que se haya secuenciado), al igual que grandes segmentos de sus cromosomas, lo cual solo se explicaría si hubiese tenido un antepasado neandertal a como mucho cuatro o seis generaciones, según el Instituto Max Planck.

“Hasta ahora se sabía que había habido un evento de hibridación cerca de la salida de África, hace unos 60.000 años, porque su huella se encuentra en todos los humanos modernos no africanos, desde Melanesia (una de las divisiones tradicionales de Oceanía) a Asia, Europa y América”, comenta Carles Lalueza-Fox, experto del Instituto de Biología Evolutiva del CSIC.

“No se entendía muy bien por qué más tarde, en Europa, hace 45.000 años, no habían vuelto a hibridarse (los genomas europeos no presentan esta huella aumentada). Algunas personas sugerían que quizás no habían llegado a encontrarse, porque las nuevas técnicas de radiocarbono empujaban hacia atrás algunos yacimientos neandertales”, cuenta. “El descubrimiento de Oase aporta evidencias de que sí que se hibridaron de nuevo hace unos 40.000 o 45.000 años. La explicación de por qué no se detecta en europeos actuales es simple: estos europeos del Paleolítico superior no son los que encontramos en Europa más tarde”, añade Lalueza-Fox, que no ha participado en este estudio.

El análisis del ADN del mentón de aquel pionero reveló que entre un 6% y un 9% de su genoma es de neandertal, mucho más que cualquier otro humano que se haya secuenciado.

David Reich, científico de la Universidad de Harvard (EE UU), quien ha sido el encargado de coordinar los análisis de genética poblacional del estudio, apunta que “curiosamente, el individuo de Oase no da muestras de tener ningún descendiente directo entre los europeos actuales. Puede que él formara parte de una migración temprana de humanos modernos a Europa que tuvo una interacción cercana con los neandertales pero que finalmente se extinguió”. De hecho, los análisis en este campo muestran que Oase 1, como es conocido el propietario original de la mandíbula, está más emparentado con los aborígenes siberianos y americanos que con los europeos actuales.

“Lo que sabemos de su genoma es que eran muy pocos, que formaban grupos pequeños y endogámicos, y que muestran en sus genes señales de esta endogamia a largo plazo, y, en algunos casos, señales de consanguinidad muy reciente. Es lo que ocurre cuando las especies o las poblaciones están camino de desaparecer”. Así resume Carles Lalueza-Fox la importancia de los nuevos conocimientos que aporta la genética a la hora de entender cómo desaparecieron estos fascinantes seres.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el junio 23, 2015 a las 12:41pm

                           Ocho apellidos neandertales

Fuente: Quo.es | 23 de junio de 2015

Asistimos a una nueva entrega en la revista Nature de la saga amorosa entre los neandertales y los humanos modernos. Como siempre, el genetista Svante Pääbo está detrás del nuevo capítulo, liderado esta vez por Qiaomei Fu, una colega de la Academia de Ciencias de Pekín.

El resto fósil que protagoniza la historia es una mandíbula humana, que ya estuvo en el candelero en 2003 de la mano del paleoantropólogo Erik Trinkaus (izquierda). Esta mandíbula apareció en 2002 en la cavidad de un sistema cárstico situado al suroeste de los Cárpatos, en Rumanía, junto a un conjunto de restos de mamíferos del Pleistoceno Superior. La cavidad recibe el nombre de Pestera cu Oase (la cueva de los huesos), en la que abundan restos de la especie de oso Ursus spelaeus. Curiosa coincidencia entre este yacimiento y el de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca, tanto por su denominación como por la asociación de restos de humanos y de osos. La diferencia está en la datación, de 430.000 años para la Sima de los Huesos y de 35.000-40.000 para Pestera cu Oase. El hecho de que en las dos cavidades se haya conseguido secuenciar ADN antiguo de los restos humanos es otra feliz coincidencia.

Erik Trinkaus ha defendido desde siempre la teoría multirregional, una escuela de pensamiento de la que forman parte otros investigadores. Para este científico las poblaciones del Pleistoceno evolucionaron de manera lineal, para desembocar finalmente en Homo sapiens. La hibridación frecuente entre todas las poblaciones africanas y eurasiáticas durante los últimos dos millones de años habría evitado que se formaran especies diferenciadas en el género Homo. En lo que concierne a Europa, Erik Trinkaus ha buscado desde siempre las pruebas de la continuidad evolutiva entre los neandertales y las poblaciones de Homo sapiens. En 2003, Erik Trinkaus publicó la descripción morfológica de la mandíbula de Pestera cu Oase como una prueba importante de la teoría multirregional.

La teoría alternativa al multirregionalismo ha sido apoyada mayoritariamente en las última décadas. Nuestra especie se formó en África y desde hace unos 100.000 años fue colonizando poco a poco todo el planeta. La teoría del Out of Africa” es proclive a apoyar la existencia de diferentes especies del género Homo durante los últimos dos millones de años en distintos lugares de África y Eurasia. Las últimas especies del género Homo (e.g., Homo neanderthalensis) habrían sido barridas literalmente de sus hábitats naturales con la expansión de Homo sapiens. La entrada en escena de la paleogenética ha resultado ser un apoyo importante para la teoría del “Out of Africa”, pero ha matizado su versión más extremista. Los miembros de nuestra especie hibridaron de manera puntual con las poblaciones autóctonas en su lento avance por África y Eurasia. Por el momento, las investigaciones sobre el ADN antiguo nada pueden decir sobre la posibilidad de que los miembros de nuestra especie tuvieran descendencia fértil con los grupos de Homo erectus, pero la pruebas de hibridación con los neandertales se multiplican.

La posibilidad de cruzamientos exitosos con híbridos fértiles disminuye a medida que aumenta la distancia genética entre las especies. Los neandertales y los humanos modernos compartimos un ancestro común, quizá no más antiguo de 600.000 años. Esta distancia temporal no es suficiente como para evitar que los posibles híbridos (no todos) sean fértiles y dejen descendencia. Las investigaciones sobre el ADN conservado en algunos restos neandertales llegó a la conclusión de que la poblaciones eurasiáticas tenemos entre un 1 y un 3 % de ADN procedente de la hibridación con los neandertales. Las consecuencias fenotípicas de este porcentaje no son reconocibles, de manera que cualquiera es capaz de distinguir con extrema facilidad el esqueleto de un neandertal y de un sapiens.

La línea de investigación sobre el ADN antiguo está siendo muy fructífera, aunque algunos especialistas no dejan de reconocer las dificultades de su trabajo. La presencia constante de microorganismos y del propio ADN de quienes han manipulado los fósiles es un hándicap importante. Hace falta mucho trabajo,  paciencia y no poca suerte, para reconocer el ADN mitocondrial y nuclear de los humanos del pasado. Las investigaciones dirigidas por Svante Pääbo parecen haber soslayado todas las dificultades metodológicas, lo que no deja de ser un mérito científico de primera división.

En el caso que nos ocupa, se practicaron dos perforaciones en la mandíbula de Pestera cu Oase para extraer 25 y 10 miligramos, respectivamente, de polvo de hueso. Si el proceso y los resultados referidos por los autores del nuevo artículo de la revista Nature son correctos, el propietario/a de la mandíbula perteneció a un descendiente de entre cuatro y seis generaciones posterior a la hibridación entre su tartarabuelo/a neandertal y su tartarabuelo/a sapiens. Este descendiente tiene entre un 6 y un 9 % de ADN heredado de los neandertales. Quizá no le faltaba razón a Erik Trinkaus cuando en 2003 nos contaba que la mandíbula de Pestera cu Oase tiene algunos rasgos morfológicos típicos de los neandertales. Sin embargo, este hecho no invalida la teoría del “Out of Africa”. Es más, los autores de este nuevo trabajo en Nature han comparado el ADN mitocondrial y nuclear de la mandíbula de la cueva rumana con la de numerosas poblaciones recientes de Eurasia. Sus conclusiones sugieren que el propietario/a de la mandíbula no dejó descendientes actuales en la poblaciones europeas y, con toda seguridad, tampoco dejó sus huellas genéticas en las poblaciones de Asia.

Nuestro genoma es el resultado de la evolución de millones de años. Compartimos ADN con todos nuestros antecesores, lo que podría representar una buena cura de humildad. No obstante, el genoma humano está organizado de manera específica y contiene la información exclusiva y necesaria  para que la cascada de acontecimientos que suceden durante nuestro desarrollo culminen en seres de la especie Homo sapiens. Los neandertales quedaron atrás, pero su ADN está en todas nuestras células. No cabe duda de que también tenemos ADN de otras especies del género Homo, aunque la paleogenética no haya podido (por el momento) descifrar cuáles forman parte de nuestra genealogía más directa.

Comentario por Juan Manuel Hernansanz Gozalo el junio 28, 2015 a las 11:41pm

Pero eso no debería ser motivo -causa-, para seguir afirmando la desaparición de los Neanthertales, sino todo lo contrario, razón paleontológica, arqueológica y antropológica para confirmar una vez más la no desaparición de la especie Neanthertal cavernaria, o sea, su genuina progresión evolutiva como especie que, al abandonar la caverna habría transformado sus estructuras oseas, musculares, viscerales y genéticas hacia modelos Sapiens.

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