Conocemos las abstracciones más básicas y trascendentes en nuestro lenguaje, pensamiento y conducta. El lenguaje característico de los seres humanos actuales sería aquel que presente una base abstracta importante en sus vocablos o léxico, de tal forma que englobe toda su dinámica alrededor de las abstracciones que dan lugar a los conceptos de la individualidad personal y social, del tiempo y del espacio, todo ello articulado por un código gramatical igualmente abstracto. Tras el aprendizaje de la niñez, se llegaría a conducir la acción con independencia del aquí y ahora (desplazamiento temporo / espacial de la acción), centrándose toda la acción humana alrededor del concepto aprendido de nuestra independencia física y psíquica (el yo), en contrapunto con nuestra relación con los demás (Rivera, 2005, 2008).
Puesto que las capacidades que la evolución nos ha dado, sólo nos pueden ofrecer el medio de adquirir y procesar la información que existe en el medio ambiente en el cual vivimos, nuestro pensamiento sólo podrá funcionar basándose en los conceptos, hechos, ideas, palabras y cualquier elemento sensorial que haya sido vivido, memorizado y posteriormente recordado, para poder ser procesado y realizar acciones consecuentes. En este sentido, ya vimos cómo el lenguaje es la mejor forma de adquirir los elementos abstractos o simbólicos de una sociedad, produciendo una importante interacción entre el lenguaje y el pensamiento, que en el caso de los niños servirá como guía del desarrollo de su pensamiento y acción.
El lenguaje representa sólo la experiencia vivida, ya sea directamente o por procesos de combinación basados en anteriores vivencias. De la interacción social surge la necesidad de crear una forma de comunicación, que permita transmitir a los demás componentes del grupo las vivencias que cada individuo es capaz de crear en su relación con el mundo en el que vive (Bruner, 1984: 177; Marina, 1998: 41, 70; Vygotsky, 1920: 192). El lenguaje, como consecuencia del intento de comunicar las acciones humanas, es la simbolización de tales acciones. La acción es la base de la propia estructura inicial de lenguaje y de la universalidad de su sintaxis, pues es igual en todos los lugares. Por tanto, el lenguaje parece estar organizado alrededor de las circunstancias que rodean a la acción (verbo) (Bruner, 1988: 65; Marina, 1998: 75, 126), lo que puede referirse con la siguiente expresión básica:
Sujeto (quién hace la acción) - Verbo (acción) - Circunstancias de la acción.
Naturalmente, todas y cada una de las abstracciones que configuran nuestro pensamiento y lenguaje, no existen desde siempre, sino que ha sido preciso crearlas, mantenerlas y trasmitirlas a las generaciones siguientes, por medio del lenguaje que cada sociedad haya podido desarrollar. Tal proceso creativo y cultural es el que vamos a seguir en las sociedades paleolíticas, creadoras de todo nuestro acervo simbólico básico.
Así, queda perfectamente relacionado el lenguaje con nuestra conducta, pues el lenguaje no deja de ser una compleja conducta más. ¿Cómo se relacionan con nuestro pensamiento? Aunque las claves ya se han mencionado, lo trataré con mayor detalle en el próximo post.
* BRUNER, J. (1984): Acción, pensamiento y lenguaje. Alianza. Madrid.
* BRUNER, J. (1988): Desarrollo cognitivo y educación. Morata. Madrid.
* MARINA, J. A. (1998): La selva del lenguaje. Introducción a un diccionario de los sentimientos. Anagrama. Barcelona.
* RIVERA, A. (2003-2004): La conducta simbólica humana: Nueva orientación metodológica. Espacio, Tiempo y Forma, Serie I, Prehistoria y Arqueología, t. 16-17: 313-335.
* RIVERA, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Cuadernos de Historia. Arco Libros. Madrid.
* VYGOTSKY, L. S. (1920): El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica. 1979. Barcelona.
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