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Mesa de ofrendas de Malitabelito. Foto: Sedeinga Archaeological Mission
Piezas de arenisca decoradas, como estelas, dinteles y otros elementos, que rodeaban las puertas, han sido descubiertas en la necrópolis de Sedeinga, en el norte de Sudán, "proporcionando magníficos ejemplos de arte funerario meroítico", según reveló el lunes el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia, que dirige las excavaciones en el sitio arqueológico de Sedeinga junto con la Sorbonne Université.
Los espléndidos hallazgos realizados recientemente arrojan luz sobre la fascinante civilización meroítica, que nació del intercambio cultural entre Egipto y el África negra, y que sigue caracterizando a Sudán.
Los objetos funerarios hallados representan la colección más grande de textos meroíticos, el lenguaje más antiguo del África negra, escrito con unos caracteres que adoptaron del Antiguo Egipto. La necrópolis de Sedeinga abarca más de 25 hectáreas e incluye al menos 80 pirámides de ladrillos y más de 100 tumbas que datan de los reinos de Napata y Meroe, del siglo VII a.C. al siglo IV d.C.
Fotografía aérea de las excavaciones arqueológicas en diciembre de 2017. Foto: Vincent Francigny / Sedeinga Archaeological Mission.
Los pigmentos originales, principalmente el azul, se han conservado en una estela que estaba tumbada cuando fue hallada. Otro hallazgo excepcional: el dintel de una capilla en el que aparece representada Maat, la diosa egipcia del orden, la igualdad y la paz. Se trata de la primera representación existente de esta diosa con sus características africanas.
La capilla funeraria, representando a la diosa Maat. También data del siglo II d.C.
Durante la campaña de excavaciones de finales de 2017, los investigadores descubrieron, además, una estela con el nombre de la Dama Maliwarase, que describe su parentesco con los notables de Nubia, al norte del reino de Meroe; era la hermana de dos grandes sacerdotes de Amón y uno de sus hijos ejercía de gobernador de Faras, una importante ciudad de la Baja Nubia.
Dintel de una capilla funeraria. Las cuatro líneas de texto describen a su propietaria, la Dama Adatalabe. Foto: Vincent Francigny / Sedeinga Archaeological Mission
Excavación de una estela con el nombre de la Dama Maliwarase. Foto: Sedeinga Archaeological Mission.
Los arqueólogos también han excavado un dintel con cuatro líneas de texto inscritas que describe a la propietaria del sepulcro, otra gran dama, llamada Adatalabe.
Fuente: National Geographic 1 7 de marzo de 2018
En Sudán, a unos 100 kilómetros de la tercera catarata del Nilo, en la orilla oeste del río, se alza la ciudad de Sedeinga. Construida cerca del oasis de Selima, una de las etapas del Darb el Arbain, la larga ruta de caravanas que se extendía de norte a sur entre el Imperio Egipto y Nubia, esta localidad ganó importancia como espacio de intercambio entre la cultura egipcia y la del África negra.
Alberga, por ejemplo, los restos del templo egipcio de la reina Tiy, esposa principal de Amenhotep III, y también una gran necrópolis que reúne las tumbas de los reyes de Napata y Meroe, imperios que pervivieron entre los siglos VII a.C. y IV d.C. para gobernar la Nubia independizada de los faraones. Ambas civilizaciones mezclaban tradiciones locales con influencias egipcias, como atestiguan las tumbas, lápidas y dinteles que acaba de ser descubiertos por los arqueólogos de la Universidad de la Sorbona y el Centre national de la recherche scientifique (CNRS).
“Estos objetos funerarios representan una de las colecciones más grandes de inscripciones meroíticas, el idioma más antiguo del África negra conocido hasta la fecha, escrito con caracteres tomados del antiguo egipcio”, afirman los investigadores en un comunicado. Representan la hibridación cultural de esta zona de frontera, una característica que aún hoy pervive en Sudán.
La necrópolis de Sedeinga -ciudad que en egipcio antiguo se llamaba Hut Tidj (Hut Tiy), “La residencia de la Reina”- abarca más de 25 hectáreas y contiene los restos de al menos ochenta pirámides de ladrillo y más de un centenar de tumbas. Los hallazgos realizados desde que se inició el programa de excavaciones en 2009 han permitido afinar la cronología de la ciudad, un reto difícil “porque hay muy poca información histórica de esta civilización”.
De lo poco que se sabe es que, durante el Tercer periodo intermedio de Egipto (1085 -750 a.C.), Nubia recuperó su independencia tras dos milenios de dominio egipcio y se constituyó en parte del reino kushita. En el siglo VIII a.C., los nubios Shabako, Taharqo y Pianjy condujeron sus carros de guerra hasta Kemet para conseguir la Corona Doble del Alto y Bajo Egipto, fundando la dinastía XXV, conocida como la época de los Faraones Negros.
Estela con el nombre de la Dama Maliwarase. Foto: Claude Rilly / Sedeinga Archaeological Mission.
Permanecieron en el trono 67 años, hasta que fueron invitados a regresar a Nubia. De nuevo en casa, su líder Alara unificó todo Nubia Superior, desde Meroe hasta la tercera catarata del Nilo. En Napata formó un reino propio, síntesis de las influencias nubias y egipcias, que adoptó muchas prácticas egipcias, como su religión y las pirámides.
Siglos después, hacia el 270 a.C., el rey Ergamenes destruyó Napata y se trasladó a Meroe, situada en la ribera de una amplia curva del Nilo, entre las montañas etíopes, y que pasó a ser la capital. La cultura se africanizó y a partir del 150 a.C. se empezó a utilizar una lengua y escritura propias. La ciudad fue destruida en el 350 d.C. durante un conflicto con el reino de Axxum (en la actual Etiopía).
Los investigadores del CNRS han demostrado que la mayoría de las pirámides y las tumbas encontradas en Sedeinga son una remodelación hecha por los meroitas de estructuras que datan de la época del reino de Napata. También se han encontrado elementos decorados de arenisca (estelas, dinteles y postes de puerta), ejemplos de arte funerario meroítico.
Los arqueólogos sacan a la luz restos de pirámides hechas con ladrillos. Foto: Sedeinga Archaeological Mission.
“Cinco siglos después del primer edificio (napatiense), los habitantes de Meroe complementaron las edificaciones con nuevas capillas de ladrillo y bloques de piedra arenisca en el flanco oriental de las pirámides y que estaban dedicadas al culto de los difuntos”, explican los arqueólogos. “Esta práctica es una peculiaridad de esas culturas nubias que, a diferencia de sus vecinos egipcios, tenían una verdadera veneración por los monumentos del pasado”, añaden.
Pirámide con una cúpula interna. Foto: Sedeinga Archaeological Mission.
Mención especial requiere una estela que ha conservado todos sus pigmentos originales, especialmente el azul. “Es toda una rareza en este tipo de objetos, generalmente sujetos a los caprichos del tiempo”, apuntan los expertos.
A finales de 2017, los investigadores descubrieron una estela con el nombre de Dama Maliwarase, que era la hermana de dos grandes sacerdotes de Amón. Uno de sus hijos, además, sirvió como gobernador de Faras, una gran ciudad que bordea la segunda catarata del Nilo. Los arqueólogos también han descubierto un dintel en el que se habla de otra alta dama, Adatalae.
La antropóloga Agathe Chen junto a diferentes restos óseos de la necrópolis de Sedeinga. Foto: Sedeinga Archaeological Mission.
Esta noble formaba parte de una línea ilustre que incluye un príncipe real, miembro de la familia reinante de Meroe. Esta y la otra estela dedica a mujeres de alto rango no son elementos del todo excepcionales en Sedeinga. “En la sociedad meroítica, fueron las mujeres las que encarnaron el prestigio de la familia y transmitieron su legado”, concluyen los arqueólogos.
Fuente: lavanguardia.com | 7 de marzo de 2018
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