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El trozo de cerebro se conservó durante más de 2.600 años (York Archaeological Trust)
Las razones de su muerte siguen siendo un misterio. El hombre fue decapitado en Heslington, cerca de la actual ciudad de York, en el Reino Unido, y enterraron su cabeza en un terreno embarrado rico en arcilla. El asesinato ocurrió entre los años 673 y 482 a.C. Más de unos 2.600 años después, los arqueólogos encontraron los restos en 2008 y se sorprendieron cuando se dieron cuenta que había sobrevivido un trozo de cerebro en su interior.
La cuestión es que el tejido cerebral es un elemento que se disuelve rápidamente después de la muerte de un individuo debido a la autoproteolisis (degradación de proteínas) y la putrefacción. En el caso que nos ocupa, esa parte de cerebro humano no solo se había mantenido prácticamente intacta durante milenios, sino que además conservaba características como sus pliegues y surcos.
Según los expertos, dentro de las primeras 36–72 horas tras el fallecimiento, comienza la putrefacción y se completa la esqueletización en apenas 5–10 años. “En conclusión, la preservación de las proteínas del cerebro humano a temperatura ambiente no debería ser posible durante milenios en la naturaleza libre”, indican en la revista Journal of the Royal Society Interface.
Excavación arqueológica de la Universidad de York en Heslington East. Foto: James Gunn.
Un grupo internacional de neurólogos han estudiado el inesperado hallazgo utilizando varias técnicas moleculares y han llegado a la conclusión que dos proteínas estructurales, que actúan como los “esqueletos” de las neuronas y los astrocitos (células de soporte), estaban más apretadas en este antiguo cerebro.
En un experimento que ha durado un año, descubrieron que estas proteínas agregadas -un sello distintivo del envejecimiento y las enfermedades cerebrales como el Alzheimer- también eran más estables que las de los cerebros modernos. De hecho, los antiguos grupos de proteínas pueden haber ayudado a preservar la estructura de los tejidos blandos durante siglos.
La momificación permite la preservación a largo plazo de los tejidos blandos. Fue así como se mantuvo intactoel cerebro del hombre de hielo, Ötzi, que fue conservado en un glaciar. En el cráneo de Heslington, los investigadores vieron una masa marrón amarillenta a través del agujero magno e identificaron que era tejido cerebral tras separar los sedimentos que lo cubrían.
El cerebro de Heslington. (a) Todos los orificios del cráneo oscuro estaban cubiertos de barro; (b) muestra la base del cráneo con el agujero magno. La iluminación de la parte interna del cráneo como se ve a través del agujero magno se muestra en la incrustación; (c) después de abrir el cráneo, la estructura cubierta de sedimento permaneció intacta; (d) estas estructuras se asemejan a un cerebro encogido cubierto de sedimento fangoso; (e) la eliminación cuidadosa del sedimento descubre una superficie que se asemeja a la circunvolución de un cerebro humano.
“El cerebro antiguo parecía encogido y compacto en comparación con un cerebro moderno”, escriben los neurólogos. “A diferencia de las proteínas cerebrales, el ADN era de baja calidad y evitaba una secuenciación fiable. Los datos recabados demuestran que la formación de agregados permite la preservación de las proteínas cerebrales durante milenios.
Los científicos aún no están seguros de qué hizo que las proteínas se agregaran, pero sospechan que podría tener algo que ver con las condiciones del entierro, que parece que siguió algún tipo de ritual. Los nuevos hallazgos podrían ayudar a los investigadores a recopilar información de proteínas de otros tejidos antiguos de los cuales el ADN no puede recuperarse fácilmente”, añaden.
Fuente: lavanguardia.com | 8 de enero de 2019
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