"Luperca", la loba capitolina que representa el mito de Rómulo y Remo

 

Esta semana estrenan en televisión Ágora, la última de las creaciones de uno de los directores de cine españoles más versátiles: Alejandro Amenábar.

 

Cuando se estrenó en el cine, acudí con toda la expectación que se pueda esperar de un "amenabariano" declarado que soy. La película empezó y yo comencé a sumergirme en una Alejandría del siglo IV, en la que una mujer científica, Hipatia, intenta descubrir los más hondos secretos del Universo, al tiempo que cristianos, judíos y paganos luchan por conquistar Alejandría desde el punto de vista religioso. En la película aparecen escenas de música y cuál no sería mi sorpresa cuando pude comprobar, una vez más, que Amenábar es un genio y que no se dejó ni el más mínimo detalle a la hora de representar un par de escenas musicales del siglo IV d.C.


Mientras seguía embriagándome con Ágora, los teléfonos móviles de algunos de los allí presentes comenzaron a sonar. Yo fui a la primera sesión, a las 19.30, y sólo habría 20 personas en la sala... Y aún así, sonaron al menos cinco móviles. Ello provocó que mi descontento fuera in crescendo y ya no pararía hasta el final. Pero ojo, que los móviles dejaron ya de sonar (parece que tuvieron la decencia de silenciarlos); lo que ya me cabreó del todo es que cuando conseguí concentrarme de nuevo en la película descubrí al menos dos errores históricos garrafales.


Porque, ¿ninguno de los asesores históricos de Amenábar se dio cuenta de que, en griego, la letra H no era una "hache", sino una E larga? Parece que no, pues en la película la palabra HIΣTOPIA (o sea, "Historia") aparece en un friso de la antigua Biblioteca escrita con hache. No hace falta ser un docto en filología griega para saber que la grafía H griega es la η ("eta") mayúscula. Además, en griego la disciplina que se dedicaba a la "investigación" (traducción literal) era la ΣΤΟΡΙΑ. Es decir, delante de la "iota" se ponía un signo de aspiración llamado "espíritu", que sonaba como una "jota" suave, o bien como la "hache" en la voz inglesa House, por ejemplo.

Por otro lado, lo que ya me remató fue que en una escena se incluyese la estatua de Luperca, la Loba Capitolina, en uno de los aposentos del Pretor... ¡Pero si esa estatua, tal como aparece en la película, no existía en el siglo IV! Es decir, la loba aparece amamantando a Rómulo y a Remo (los míticos fundadores de Roma), representados por dos bebés que fueron añadidos a la estatua de Luperca durante el Renacimiento!! Además, la tradición dice que la figura de la loba es de procedencia etrusca, aunque las últimas investigaciones -según creo recordar- apuntan a que posiblemente pertenezca a la Edad Media.

 

Algunos críticos han defendido estas dos meteduras de pata (entre otras que ahora se me escapan), aduciendo que lo que Amenábar ha querido es "homenajear" aquellas películas de romanos antiguas en las que los extras aparecían en imagen con relojes...

Bien, pues si es por eso, digo yo que la próxima peli la haga sobre la vida Napoleón y ruede una escena en la que éste aparezca en un cine hablando por el móvil...

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Comentario por Carmen L. el mayo 19, 2011 a las 11:10pm

De lo que no cabe duda es de que nuestros gustos cinematográficos son muy quisquillosos. Rachel Weizs frente a Meryl Streep... ¡juas! Buscando la info que os dije de "Dirigido por" sobre el cine histórico -que me di cuenta que no existe: es apenas un artículo sobre el cine de aventuras "revisionista" de las versiones anteriores de la misma narración (Rob Roy)-. Bien, ahi mencionan que la dama Jessica Lange está mejor en el papel de recia esposa del héroe que lo habría estado cualquier monada de Hollywood. De todos modos yo sigo pensando que Liam Neeson es mu serio, a pesar de los cinco o seis metros de plaided kilt de lana-lana que lleva.

(Es que, por comparación, Braveheart llevaba minifalda. De ahi debió venir lo de apodarle "wonderbra" entre los fans del cinehistórico).

 

Comentario por Ángel Román Ramírez el mayo 19, 2011 a las 11:41pm

Buenas noches, contertulios!!

Qué interesantes los enlaces de historic connections, Salvador!!! Gracias por compartirlos. 

Servan, ya tengo el libro que me recomendaste. Tiene buena pinta...

 

Música, Historia, cine, literatura... ¿qué más se puede pedir?

 

Saludos a tod@s!!

Comentario por Horacio Atilio Fleitas el mayo 20, 2011 a las 4:14am
Bueno, estos ultimos comentarios son un poco parecidos a chismorroteos de Hollywood que otra cuestion pero me prendo pues a todo hay que ponerle el pecho decía mi padre. Streep es una actriz excelente ademas de mas o menos linda mujer, pero Lange es un mujeron que te corta el aliento y no es mal actriz acuerdense de su rol en El cartero llama dos veces, clasico si los hay. Pelis históricas he visto  pocas asi que no puedo hacer comentarios en el aire pero leyendo aqui uno se entera de todo hasta la cuestion esta de don Neeson, viva el cine y el foro Saludos a todos
Comentario por Horacio Atilio Fleitas el mayo 20, 2011 a las 4:25am
Me olvide de comentarles que he visto Agora y es bastante aceptable ademas de contar un historia irrepetible y de mostrarnos como el genero entre los griegos no era un problema si de inteligencias se trataba, ademas se recurre al manto de piedad contra la religion al mostrar que Hipatia no sufrio una muerte horrible pues ya estaba asi antes de sufrirla. Tengo entendido que no estaba muerta cuando la arrastraron por toda la ciudad. Saludos bis....
Comentario por Mercedes Millan Maynar el mayo 20, 2011 a las 7:48pm

Estoy de acuerdo con Salvador, las peliculas historicas aun con fallos pueden despertar la curiosidad por nuestro pasado, pero con el tiempo, tengo 52 años ya no puedo con algo como Hispania.

 

Comentario por Carmen L. el mayo 21, 2011 a las 11:09pm

Me cuentan que costó un montón de trabajo y dinero el aderezar esas ropas negruzcas y gastadas. ¿Existieron esos cristianos fanáticos? Me imagino que había cristianos fanáticos -seguro que muchos, con los milenarismos puestos-, pero me refiero a los "Amonitas" concretamente.

 

Comentario por Percha el mayo 22, 2011 a las 10:30am

Os pongo el artículo que publica hoy Jacinto Antón en El País, sobre la imagen de los romanos en el cine. Está claro que hay incorrecciones en estás películas que, según nuestros conocimientos y "manías", pueden molestar más o menos, pero también que, en general, suavizamos su realidad para hacerla más tolerable a nuestros ojos.

 

Están locos los romanos

Les debemos mucho, casi todo, a los romanos, vale. Recuerden las palabras de Reg, el líder del Frente Popular de Judea, sector oficial, en La vida de Brian -el discurso más celebrado del cine de sandalias después de la arenga del general Maximus (Gladiator) a los frates jinetes de sus turmae y el "¡arre!" de Ben Hur-: "Aparte del acueducto, el alcantarillado, las carreteras, la irrigación, la sanidad, la enseñanza, el vino (eso sí lo vamos a echar de menos), la ley y el orden, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?". Roma caput mundi, aeterna urbis, aurea Roma, civis Romanum sum, Romanus sedendo vincit... De acuerdo, de acuerdo. Pero tras la nueva invasión romana que vivimos, la enésima, manifestada en libros de toda clase, películas y series de televisión -hasta La Fura dels Baus se pone romana-, una sospecha empieza a aflorar en nuestros latinos corazones: ¿de verdad nos parecemos tanto?, ¿somos tan romanos realmente?, ¿ese mundo que aparece ante nuestros ojos en páginas, pantallas y escenarios es el nuestro?

Es difícil identificarse, aceptémoslo, con la hosca facilidad de Quintus Dias, el protagonista de la sangrienta película Centurión, para matar a punta de gladio pictos y brigantes; con el sexo morboso y cruel de las matronas de Spartacus -quien haya visto con su hija adolescente la escena de la serie en que las damas obligan a copular ante ellas a un gladiador y a una esclava tardará en olvidarlo ("pues vaya con la antigüedad, papi"), por no hablar de conseguir que la niña lea luego a Ovidio-. Cuesta, decía, sentir afinidad con la despiadada astucia del resucitado pretor Galba en la segunda temporada de Hispania o con platos como las vulvas de cerdo à la Lucio Vero (envenenadas). ¿Un espejo, Roma? Vae!, ¡ay!.

¿Qué es lo que más nos impactaría de la Roma clásica si pidieramos viajar hasta ella?, le pregunto a la gran y amena historiadora Mary Beard, autora de Pompeya o El triunfo romano (ambas en Crítica). "Oh, la suciedad y el olor pestilente, y la pobreza... detrás de la rutilante fachada de mármol".

Lindsey Davis es otra de las personas que más nos han acercado al mundo romano, ella desde las novelas del detective Falco, la XX de las cuales, Némesis, es novedad, como lo es la indispensable Marco Didio Falco, la guía oficial, una delicia enciclopédica para sus muchos seguidores (ambas en Edhasa). Al interrogar a la autora sobre esa extrañeza que nos provocan los romanos, contesta: "Yo he basado mis libros precisamente en la creencia de que los romanos eran como nosotros. Pero siempre digo que hay dos áreas en que su mundo difiere radicalmente del nuestro: la arena (los combates de gladiadores y con animales) y la esclavitud. Desde luego, hay también otra: la posición legal de la mujer, que tenía que ser representada en muchas ocasiones por el cabeza de familia. Muchas ocupaciones le estaban vetadas: ¡de haber vivido entonces yo no me podría ganar la vida como lo hago!",

Davis, noblesse oblige, aprovecha para criticar que en el filme La legión del águila -basada en la conmovedora novela de Rosemary Sutcliff-, el protagonista porta la espada en el lado izquierdo cuando lo preceptivo en el ejército romano era llevarla siempre en el derecho. Ahí queda el dato.

Aparte de que no existían en el mundo romano el café, el té, el chocolate, las patatas o los tomates, (¡un mundo sin todo eso no puede ser el nuestro!), nos choca mucho lo poco que valía la vida, sobre todo si eras un esclavo, "un animal con habla", como dice que los consideraban la arqueóloga Isabel Rodà, directora del Insituto catalán de Arqueología Clásica (ICAC): cuando uno de los suyos rompió sin querer una copa de cristal, Vedio Polión ordenó que lo echaran al estanque de las morenas, a las que había acostumbrado a comer carne humana (ya ven que la historia no se la inventó Robert Harris en Pompeya).

El gran historiador Paul Veyne dice en Sexe et pouvoir a Rome (Tallandier, 2005) que lo que más nos sorprendería de vernos súbitamente trasladados a la antigüedad romana es la violencia, "una brutalidad que corta el aliento". Violencia no solo en el anfiteatro sino en todas las facetas de la vida. No en balde, señala, en las fasces el símbolo de Roma era un hacha de decapitar rodeada de varas para azotar. La mayoría de los grandes líderes políticos romanos tenían experiencia militar de combate cuerpo a cuerpo y habían matado con su propia mano.

No había nada en aquel mundo similar a nuestro humanitarismo. El infanticidio era habitual. Y el abandono de los niños tan corriente que suponía el principal suministro de los mercaderes de esclavos, por encima de los prisioneros de guerra.

No entenderían los romanos que nos parecieran mal los combates de gladiadores, la atroz hemorragia de la arena (Beard calcula que el número habitual de gladiadores en el imperio ascendía a 16.000, ¡el equivalente a tres legiones!). Así que de prohibir los toros, ya ni hablemos. No exisitía algo que nos parece tan esencial como los derechos humanos, una conquista muy reciente, conque los derechos de los animales... Augusto envió al circo para su escabechina a 420 leopardos y 36 cocodrilos, según Plinio. César 20 elefantes y 600 leones. Cómodo mató él mismo en un espectáculo cinco hipopótamos, dos elefantes, un rinoceronte y una jirafa. "Nos sorprende de los romanos su prepotente sentido de dominio de la naturaleza", apunta Rodà.

El espectáculo de la violencia y la crueldad resultaba casi anodino en Roma, trivial. Cuando de niño Caracalla prorrumpió en sollozos en el Coliseo asustado por los alaridos de un condenado a las fieras -damnatio ad bestias- que estaba siendo despedazado por un tigre, la muchedumbre se conmovió... del llanto del futuro emperador, no del pobre tipo supliciado. Nunca hubo cosa tal como una campaña para la abolición de los shows de la arena. Ni siquiera protestas. A Marco Aurelio no le gustaban las luchas de gladiadores, pero porque las encontraba aburridas. "Las fronteras éticas de los romanos estaban situadas en lugares diferentes de las nuestras", recalca Beard.

Entre la gran cosecha reciente de libros de romanos -que incluye títulos como La prisionera de Roma (Planeta), en la que José Luis Corral novela la vida de Zenobia, la reina de Palmira; el imprescindible Manual del soldado romano (por fin en castellano, en Akal), de Matyszak o La cosecha por la libertad (Edhasa), con la que Simon Scarrow, el autor de la feroz saga sobre las legiones centrada en los centuriones Macro y Cato, abre una nueva serie ¡juvenil! protagonizada por un gladiador adolescente-, destaca Gabinete de curiosidades romanas (Crítica, 2011). Su autor, J. C. McKeown, profesor universitario de Clásicas en EE UU, ha recogido en un volumen fascinante "relatos extraños y hechos sorprendentes" del mundo romano. Su lectura resulta muy ilustrativa para ver hasta qué punto los romanos eran diferentes de nosotros.

¡Qué cosas creían! Que a las serpientes les gusta el vino, que las cabras respiran por las orejas... El propio Plinio, que se vanagloriaba de su espíritu científico, daba crédito a los prodigios más disparatados, como que cuando fue derrocado Nerón, un olivar del emperador cruzó la vía pública -también refiere la creencia de que si uno se pone una lengua de hiena entre la planta del pie y la suela del zapato no le ladran los perros-.

Hacían mucho caso los romanos, pueblo supersticioso donde los haya, a los presagios y sueños. "Era por falta de una religión intimista", señala Rodà, "la religión oficial era ceremonial y no podía satisfacer las necesidades más profundas, así que estaban pendientes de presagios y se cargaban de amuletos". Artemidoro de Daldis, autor de una Intepretación de los sueños, apunta que soñar que uno es crucificado anuncia al soltero que va a casarse (!). Dión Casio da cuenta del infausto augurio que pareció a César el que cuando perseguía al ejército de Pompeyo sus estandartes aparecieran infestados de arañas. Marco Aurelio, un tipo que parece tan cabal hizo arrojar al Danubio dos leones vivos para propiciar su guerra contra los marcomanos. Para Mary Beard la historia más estrafalaria del mundo romano es la del banquete ofrecido por Heliogábalo en el que la lluvia de pétalos de rosa lanzada sobre los comensales fue tan copiosa que los asfixió. "Es una historia fuerte, pero ofrece una gran advertencia acerca del emperador: ¡su generosidad puede matarte!".

Los romanos a los que tenemos por tan limpios, no usaban jabón para lavarse sino aceite de oliva. Los retretes domésticos eran una excentricidad (y estaban junto a las cocinas, y no tenían puertas). Lo habitual era usar las letrinas públicas, sin ninguna privacidad. Curioso. Incluso los insultos romanos nos suenan extraños: Domicio Corbulón llamó a Cornelio Fido en el Senado "struthocamelus depilatus", "avestruz pelado", vamos, ni el capitán Haddock. ¿El sexo? "Somos más mojigatos que ellos en relación con el placer y el cuerpo", opina Rodà. "Había menos tabúes. No tenían el concepto de pecado y culpa que es nuestra herencia judeocristiana". A ver quién colgaría hoy en su casa un tintinnabulum, una campanita, con forma de pene...

Hay muchas cosas que damos por sentado de los romanos, pero que no son ciertas. Por ejemplo, apunta Mary Beard, que usaran habitualmente togas. "La toga era una vestimenta formal, no algo para cada día". La historiadora detesta que le pregunten (como le ocurre siempre) qué llevaban debajo de la ropa los romanos. Ahí va la respuesta: subligaculum. Con lo fácil que es decir calzoncillos y bragas...

Eran, parece, los romanos, poco dados a la introspección o al análisis psicológico. La corrupción y la prevaricación reinaban a gran escala, eso nos sorprende menos, pero había un fenómeno que nos resulta estrambótico, el evergetismo: el mecenazgo sobre el dominio público. Los ricos ofrecían servicios a la comunidad -a cambio de clientelismo político-. Los anfiteatros, las termas, la mayoría de los monumentos públicos eran pagados y donados a la ciudad por los poderosos. Como si el metro o la red eléctrica los regalara un particular. No existía una verdadera policía (aunque siempre podías llamar a Falco) y la única manera de conseguir justicia era a menudo tener un buen patrón o una banda de amigos que te echaran una mano: sí, mafiosillo. La serie Roma, que ahora se repone, da una imagen ajustada de eso.

¿Qué decir de la forma en que hacían la guerra los romanos? Salvaje. La guerra total. Las legiones eran una verdadera picadora de carne. Se calcula que la conquista de la Galia por César costó un millón de vidas. El propio Julio anota que en una batalla "casi la totalidad de la tribu de los nervios fue exterminada y con ella su nombre". Como dice Tácito que dijo el cabecilla britano Calgatus, "crean un desierto y lo llaman paz".

"Odio et amo: nuestra visión de Roma puede ser muy ambivalente", resume Isabel Rodà. "Los romanos llevaron al mundo una modernidad y un confort, una calidad de vida, que no hemos recuperado luego hasta el siglo XX, por no hablar del derecho, pero no podemos idealizarlos. Estamos separados: nosotros somos producto de muchas fases intermedias, y del cristianismo". Acabamos con un testimonio de excepción: ¡el del mismísimo Galba! "Me siento bien con la coraza, da empaque", dice Lluís Homar que se ha metido con ganas una segunda temporada en la piel del pretor. Aunque eso no le hace perder la perspectiva: "Los romanos eran diferentes, no te quepa la menor duda; mientras nosotros debatimos sobre el boxeo o los toros, ellos no tenían ningún reparo en emplear la fuerza bruta, ni en convertir la violencia en espectáculo. Los devolvemos a la vida en la ficción, pero su tiempo ha pasado".

Sexus

- Se rumoreaba que la emperatriz Faustina había concebido a Cómodo de un gladiador. Y que Marco Aurelio, siguiendo el sabio consejo de los adivinos, lo había hecho matar, obligado a su mujer a bañarse en la sangre y luego la había tomado sexualmente. Eso no salía en Gladiator...

- Catón de Útica, modelo de virtud romana, prestó su mujer a un amigo (íntimo, este sí) y la volvió a desposar después.

- La homosexualidad pasiva era un delito en un ciudadano, pero en el esclavo era un deber si el amo lo exigía. Ostras y caracoles, ya se sabe.

- No se clasificaba a la gente por el género del partenaire sino en función de si al practicar el sexo se era la parte activa o pasiva. O se tomaba el placer virilmente o se daba servilmente.

- Hacer una felación era un acto vergonzoso. El cunnilingus aún más, infame. La homosexualidad femenina estaba categóricamente prohibida. Tampoco gustaba (socialmente) que la mujer cabalgara al hombre: le molestaba mucho a Séneca.

- El principal sistema anticonceptivo romano era el agua fría. hasta el punto de que una mujer que hacía el amor se denominaba una mujer lavada (puella lauta) y la que lo hacía mucho, una mujer húmeda (puella uda)

- Dión Casio explica el caso de una prostituta que hacía de leopardo para un senador.

Comentario por Horacio Atilio Fleitas el mayo 22, 2011 a las 4:08pm

Bueno, excelente nota que coloca bajo la lupa el mundo romano dando un amplio panorama. No creo que se pueda relacionar ambos mundos, pero sin embargo los seres humanos nos deberiamos preguntar mas alla de las "comodidades" de nuestra época (obvio que con las debidas pautas históricas etc...) ¿hemos cambiado tanto los seres humanos? Los dirigentes de hoy son tan crueles como aquellos? y no estoy hablando solo de los romanos, en toda la antiguedad existen pruebas de crueldad manifiesta con cristianismo y varios itsmos mas incluidos (ej:inquisición) y esta ultima en una época mas cercana historicamente. De todos modos muy bueno el articulo interesante e instructivo como los que siempre nos brindan en esta página para seguir aprendiendo sobre los tiempos antiguos.   Saludos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentario por Giorgio Di Francesco el mayo 22, 2011 a las 9:40pm

Querido senyor Roman,

la loba que amamanta es una rafiguracion del ciclo de la vida y de la muerte y se encuentra en muchas culturas diferentes.

En su Pais, puede encontrarla en la loba del Cerro de los Molinillos de Baena, donde amamanta un pequeno de lobo (siglo III-II a.C.).

 

Cuando la loba amamanta un ninyo, nosotros hablamos de "lupa amorevole" si su cabeza mira al mismo ninyo.

La primera "lupa amorevole" la encontramos en una estela villanoviana (n° 195 "sepolcreto della Certosa", Felsina, Bologna, Emilia, Italia): en esta estela el ninyo es uno solo y representa claramente al defunto.
(
Cfr. la imagen en:

-RACCESI L.,  I Greci in Adriatico, Roma 2004, Volume 2, p. 237, figura 6.

-Bologna, Museo Civico, inv. Ducati 195.


-DUCATI P., Una stele etrusca del Museo Civico Bolognese, in “Atti Mem. Bologna”, XXV, 1907, pp. 486-496;

-ID., Le pietre funerarie felsinee, in “Mon. Ant.”, XX, 1911, c. 358 ss., n. 195, fig. 24;

-C. DULIÈRE, cit., cat. n. 43, fig. 1;

-R. BIANCHI BANDINELLI, A. GIULIANO, Etruschi e Italici prima del dominio di Roma, Milano 1973, p. 209, fig. 243)


En epoca romana hay muchas imagenes de loba que amamanta Romulo y Remo se encuentra:

 

- en Pompeii: fresco de Marcus Fabrius Secundus

- en un mosaico hallado en Aldborough (North Yorkshire), aue se encuentra en el

 Leeds Museum (esta loba amamanta a Romulo y Remo, pero tiene la cabeza alzada y nosotros la llamamos "lupa vigile")

- habia una rafiguracion en Roma, en el Lupercal, atestigada por textos antiguos (posiblemente una lupa vigile)

- Virgilio describiò una loba amorevole en el escudo de Aeneas

 

Estos no son que ejemplos, por qué tenemos un monton de obras antiguas romanas que monstran la loba amamantante.

 

 

 

Una exposicion sobre las formas de la loba romana:

Le forme della lupa nel tempo

 

Si Ud. visiterà un dia la Ara Pacis en Roma encontrerà una magnifica imagen de la loba amamantante Romulo y Remo. Otra version ha sido encontrada en el Foro Boario y otra todavia en el puerto de Hostia.

 

OTRA COSA ES LA LOBA CAPITOLINA:

 Ahora, en Italia, se piensa que LA MISMA sea un falso medieval.

 

 

 

 

Comentario por Giorgio Di Francesco el mayo 22, 2011 a las 9:44pm

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