Dos dientes de hace 41.000 años, hallados en Italia, revelan la llegada de los humanos modernos a Europa

Modelos digitales en tres dimensiones del incisivo inferior de Riparo Bombrini (izquierda) y del incisivo superior de la Cueva de Fumane / Daniele Panetta, Instituto de Fisiología Clínica, Pisa (Italia).

Fuente: SINC | 23 de abril de 2015

Saber si la cultura protoauriñaciense pertenecía a los neandertales o a los humanos modernos, y si dio lugar a la posterior auriñaciense, era hasta ahora motivo de debate científico. Los restos de dentaduras de dos yacimientos diferentes en Italia sugieren que fueron los humanos modernos sus responsables. Los artefactos de esta cultura se asocian con la llegada del Homo sapiens al oeste de Europa.

La cultura protoauriñaciense apareció en la región sudoeste y centro de Europa hace aproximadamente 42.000 años, y coincidió con la desaparición de los neandertales en la zona.

Los investigadores se habían preguntado si dicha cultura, conocida por sus piedras cortadas en forma de cuchillas (derecha) y ornamentos simples, fue una industria neandertal o si, por el contrario, perteneció a los humanos modernos y dio lugar a la cultura Auriñaciense del sur de Francia.

Un equipo de científicos, liderado por Stefano Benazzi  (izquierda), de la Universidad de Bolonia (Italia), ha estudiado dos dientes incisivos de 41.000 años de edad provenientes de yacimientos asociados a la cultura protoauriñacienses en Italia –de Riparo Bombrini y Grotta di Fumane–, así como el esmalte dental que conservaban.

“La llegada de los humanos modernos provocó la extinción de los neandertales, y los creadores de la cultura protoauriñaciense son parte de esta historia. Además, las investigaciones de la última década indican que las diferencias entre el protoauriñaciense y el auriñaciense no son tan pronunciadas como se indicaba anteriormente”, explica a Sinc Michael Bolus (derecha), de la Universidad Tübingen (Alemania), autor de otro estudio que analiza en detalle el artículo publicado por Benazzi y su grupo.

Uno de los dientes contenía ADN mitocondrial, lo que les permitió compararlo con el de los seres humanos actuales, los neandertales, los denisovanos, un homínido de Atapuerca (España) y un chimpancé.

Los investigadores confirmaron que los incisivos protoauriñacienses pertenecían a seres humanos modernos, por lo que se consideran los restos humanos más antiguos asociados con la arqueología auriñaciense.

Ver vídeo en el enlace de SINC

“Los primeros conjuntos auriñacienses (Geissenklösterle en Alemania y Willendorf II en Austria) y los primeros protoauriñacienses son casi contemporáneos. Es por eso que, sin negar las diferencias entre ambos, cuestionamos el concepto de que la cultura protoauriñaciense sea una especie de raíz para la industria auriñaciense posterior. Más bien, parecen ser las dos caras de una misma moneda”, apunta Bolus.

Por último, y dado que los neandertales habían desaparecido del oeste de Europa hace aproximadamente 39.260 años, Benazzi y sus colegas sugieren que la cultura protoauriñaciense pudo haber provocado el descenso de los mismos.

“Esto no significa que, como tal, hubieran desencadenado la caída de los neandertales. Lo que es obvio es que aunque estos eran seres humanos competentes e inteligentes, diferían anatómicamente de los humanos modernos. Creemos que la creatividad y tecnologías sofisticadas les daban anatómicamente ventajas demográficas a estos últimos, y que con su llegada a Europa, los neandertales se extinguieron finalmente”, concluye.

Referencias bibliográficas:

S. Benazzi et al. "The makers of the Protoaurignacian and implications for Neandertal extinction", Science 23 abril de 2015.

Nicholas J. Conard y Michael Bolus. “Chronicling modern human’s arrival in Europe”, Science 23 abril de 2015.

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Comentario por María Jesús el abril 30, 2015 a las 8:28pm

Fuente: QuoRevista

Reflexiones de un primate

José Mª Bermúdez de Castro

A vueltas con la extinción de los Neandertales

30 abril, 2015

La semana pasada se publicó en la revista Science la enésima entrega de una cuestión, que tal vez nunca llegaremos a resolver de manera satisfactoria y consensuada. En cualquier caso, el ingenio de los investigadores que han realizado este trabajo merece un aplauso. La arqueología, la paleoantropología y la paleogenética se han dado la mano para llegar juntas a buen puerto.

Vista de la Grotta di Fumane (Italia), que contiene sedimentos de buena parte del Pleistoceno Superior.

Dos dientes de leche, encontrados hace años en la Grotta di Fumane y en Riparo Bombrini, en Italia, habían pasado casi inadvertidos entre multitud de hallazgos relevantes. Pero estos dientes han cobrado un protagonismo inesperado, gracias a que conservaron restos de ADN mitocondrial. Sospecho que se trata solo del comienzo de una avalancha de datos sobre la dotación genética de muchos ejemplares, que llevan años olvidados y cogiendo polvo en los armarios de muchas instituciones. Por el momento, el investigador italiano Stefano Benazzi (Universidad de Bologna) ha dado un paso adelante, liderando la investigación publicada en Science.

Los dos dientes estaban asociados a restos arqueológicos considerados como pertenecientes bien a los últimos neandertales europeos bien a los primeros “sapiens” de nuestro continente. Estas dudas nos dan una buena idea sobre el hecho de que unos y otros tenían un nivel cultural muy similar hace unos 40.000 años, cuando los miembros de nuestra especie consiguieron romper la barrera demográfica de los neandertales en Próximo Oriente y penetrar en tierra europeas.

La posible antigüedad de los yacimientos de Grotta di Fumane y de Riparo Bombrini fue un aliciente para expertos como Mathias Meyer y Svante Pääbo, que han logrado secuenciar el ADN mitocondrial de los incisivos de leche de estos yacimientos. Sus resultados han confirmado que pertenecieron a individuos de nuestra especie. Al mismo tiempo, la geocronología ha ofrecido una fecha en torno a los 41.000 años para los jóvenes propietarios de estos dientes. Puesto que la fecha para la extinción de los neandertales se estima entre 39.000 y 41.000 años, los autores de la investigación publicada en Science se muestran partidarios de la desaparición de Homo neanderthalensis en la península Itálica, coincidiendo con la llegada de nuestra especie.

Dientes de leche de los yacimientos de la Grotta di Fumane y de Riparo Bombrini. Fuente, revista Science.

Por experiencia conozco la dificultad que entraña distinguir si un diente de leche de este período perteneció a tal o cual especie. La falta de información sobre la dentición decídua es un hándicap. Pero la paleogenética puede llegar en ayuda de los expertos en morfología dental, cuando realmente merece la pena el esfuerzo y el dinero que se invierte en la investigación.

Con esta información al menos podemos conjeturar que los miembros de Homo sapiens no se encontraron con una Europa despoblada. Cuando finalmente accedimos al continente europeo los neandertales seguían aquí, donde habían vivido durante 400.000 años. La hipótesis de una extinción anterior a nuestra llegada pierde fuerza y, en cambio, tenemos que seguir apostando por la competencia de dos especies que, por cierto, todavía no habían perdido la posibilidad de hibridar.

Es posible que el intercambio genético entre Homo neanderthalensis y Homo sapiens, detectado hace tan solo unos pocos años por la paleogenética, tuviera lugar solo en lugares muy concretos, de manera esporádica y durante las primeras décadas de la expansión de nuestra especie fuera de África. Pero será difícil averiguar qué características físicas y/o cognitivas nos capacitaran para eliminar a nuestros competidores en unos pocos cientos de años de los territorios de Europa aptos para la vida de los cazadores y recolectores.

Puesto que las capacidades artísticas y simbólicas de Homo sapiens tardaron en socializarse varios miles de años después de nuestra arribada a tierras europeas, las hipotéticas ventajas cognitivas serán difíciles de detectar en el registro arqueológico. Siempre he pensado que tuvimos alguna mejora selectiva para conseguir un crecimiento demográfico superior al de nuestros competidores. Solo con esta ventaja habríamos sido capaces de desplazar a los neandertales de sus refugios, durante una época muy dura previa a la última gran glaciación del hemisferio norte.

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