Para acceder a lo alto del yacimiento en El Carambolo hay que subir por una cuesta llamada "del caracol", una vez arriba y dando alas a nuestra imaginación interpretativa, lo que nos encontraríamos sería un área o círculo alrededor de la valla y los edificios de un llamativo color rojo, tierra batida de ese color, acaso por el uso de arcillas o el uso de tintes (Cinabrio), que parece avisar de manera precisa sobre la superior función del edificio del interior, algo que se podría comparar con las explanadas de hierba y los carteles de "silencio hospital", que rodean ésta clase de edificios en la actualidad.

En el Mundo Antiguo paleolítico sería algo ejemplar el uso del color rojo en relación con las costumbres salutíferas. En efecto, ya entre los neanthertales se habría usado ese color, acaso procedente del uso del ocre y algunos otros pigmentos y los usaron para tintar los sudarios de los cadáveres, también ese color rojo amarillento sería usado en relación con el cuidado de enfermos y lisiados y para teñir alguna clase de pieles.

Esta manera de asociación de objetos y funciones habría continuado hacia tiempos más modernos, en concreto esa conjunción y uso del ocre y el color rojo con fines de salud en objetos, prendas y edificios. También ese mismo color y sus variantes, el púrpura, ocre o carmesí, habría sido síntoma de riqueza, poder y posición, incluso los mismos fenicios que ahora llegaron a la península eran conocidos en ambientes comerciales y políticos como "los púrpuras", los rojos, por el color de sus ropas, incluso los romanos en la corte de Roma y otros lugares europeos más modernos ese color y las ropas teñidas con el eran reservados a los príncipes y emperadores.

Pues bien eso es lo que había en El Carambolo, un círculo o rectángulo de tierra roja batida alrededor de los edificios del que aún no se conoce su amplitud pues siguen apareciendo muestras en los alrededores.

A continuación aparece una valla y una entrada , acaso muy parecida a esas vallas o muros que rodean las propiedades en Andalucía de hoy. Todo se construye en cada lugar en base a modelos anteriores.

En cuanto al pequeño atrio y los edificios construidos en el interior se les ofrece una interpretación práctica, de uso cotidiano correspondiente, lejos del encasille académico del templo o santuario, fuese esto en el marco de las religiones extranjeras (cultos fenicios) o de las posibles religiones o dioses autóctonos, como una especie de nosocomio u "hospital comarcal" de atención y sufragio de enfermos y convalecientes.

Ello podría apreciarse, sin más, en la zona de tierra batida de color rojo como aviso o prevención de enfermedades, en la decoración y disposición del exterior e interior de los edificios, el cuidado de algunas superficies, canto rodado y conchas marinas por la higiene y limpieza de los suelos y la presencia de unas gradas de diferentes colores. ¿Por qué unas gradas pintadas en damero rojo y negro y otras en bandas rojas y blancas alternas? Pues acaso por una preselección de las personas allí atendidas, o quizás más simple aún, por una separación genérica, en unas gradas se atenderían mujeres y en otras hombres.

Se encontraron dos mesas, una de ellas en forma de piel de toro, interpretadas como mesas rituales de sacrificios, pero estos objetos rituales  -los altares- en la antigüedad tenían forma escueta de columna cuadrangular, con una decoración precisa, como los que aparecen en los edificios funerarios en Malta o mismamente como el encontrado en el salón del palacio de Cancho Roano. Por eso es que esas dos mesas de regulares proporciones podrían haber servido para otras cosas, quema de detritus, mesas multifunción para dejar trastos, recipientes e instrumentos, incluso mesas de disección. Y en cuanto al carácter de los sacrificios, pues existen evidencias arqueológicas precisas de lo mismo, no puede saberse si aquí en El Carambolo estos guardaban relación con la existencia de dioses o religión o eran "sacrificios en sí mismos", al estilo de los realizados en Malta en honor de los muertos, que aquí se realizarían por una mera cuestión práctica, el conseguir la salud, el sanar en la enfermedad.

Antes de seguir, sin embargo, sería necesario referirse a la existencia en el Mundo Antiguo de una figura popular como es la del brujo, druida o chamán; curandero o médico hacia tiempos más modernos. Esta personalidad resultaría ser, de cualquier forma, de una proyección social algo más importante que la advertida en la investigación arqueológica, antropológica o histórica de nuestros días. Alguien que hacia nuestros tiempos, comienzo de la historia, se habría hecho a su alrededor de una serie de colegas y ayudantes, enfermeras y personas importantes que habrían financiado sus actividades. En el Museo de La Valetta, en Malta, existen unas increíbles estelas, auténticas razones de identidad, "carnet de colegiado", una especie de composiciones a modo de escudos heráldicos en forma pedunculada, de alguien  -un señor y su mujer- que presidirían la acción sobre los muertos y la función funeraria en los edificios malteses.

Las referencias hacia el pasado o el futuro que podrían avalar ese uso de nosocomio para El Carambolo habría que ir a buscarlas en la evidencia de símbolos, objetos o edificios con ese mismo carácter e interpretación en las diferentes culturas del Sur y en la Península Ibérica. Edificios como el que aparece en Garcinarro, Cuenca, y del que se hablará, pero sobre todo la existencia en esos lugares del Sur de una serie de objetos e ídolos que podrían ser interpretados como "objetos sanadores". Me refiero en concreto a la primera aparición de Ídolos Oculados.

Los Ídolos Oculados más antiguos que se conocen en la Península Ibérica son los datados a mediados del III milenio, 2.500 años antes de n.e., pero se podrían conseguir cronologías anteriores hacia el Neolítico. Se trata de unos objetos con aspecto de cilindro vertical y fabricados en diversos materiales  -hueso, piedra, alabastro, marfil, arcillas, pizarras-  que aparecen decorados con dos grandes ojos y otros motivos antropomorfos y técnicas de incisión. Este motivo de los dos grandes ojos es algo muy usado en el sur, aparece además de en ídolos, en recipientes de barro  -Los Millares-  y se refiere quizás a esa misma característica humana predominante en los luminosos espacios del Sur.

Habría que preguntarse sobre el "porqué" de la presencia de esos ídolos en la culturas del sur peninsular  y su uso consuetudinario. Su razón explicativa más lógica serías felizmente dada por su propia definición  "ídolo oculado", como unos objetos, algo que se puede usar con una intención determinada. Es de suponer que si esos ídolos se hubiesen compuesto y fabricado en el Norte se habrían hecho de otra manera.

En la región valenciana la aparición de esos ídolos sucede en cuevas y una proporción en chozas como ídolo doméstico, en otros lugares se asocia a enterramientos colectivos en dólmenes y en otros aparece en pequeñas colecciones sin un entorno preciso.

Pero acaso se podría conjeturar la novísima aparición de esos ídolos como objetos de un especial aspecto e impregnados de un afán genuino de conseguir condiciones de las fuerzas manifiestas de la naturaleza, humana o del medio ambiente, algo relacionado con los enterramientos, pero también con la suerte y salud, el progreso de la familia, el grupo o clan, y la resolución de algunos asuntos fuesen sociales o comerciales si se tiene muy presente la asimilación ancestral entre ídolos y sacrificios. Ídolos oculados que serían objetos de ubicación inmediata, prácticos, de tenerlos ahí en la hornacina de la vivienda, más tarde, el propietario o propietaria de los mismos se enterraría con ellos.

Bien, es cierto que en El Carambolo no se encontraron "ídolos oculados", aunque sí aparecen en lugares cercanos y dentro del ambiente Tartesos, pero a lo que vamos, se trata de mostrar esos ídolos con el fin de conseguir información sobre algún rasgo de carácter de aquellos ancestros antepasados de las gentes del Sur y Levante, sus afinidades y costumbres, el enfoque y valor de sus vidas. Esta clase de ídolos, de "dioses en objetos", acaso con un nombre específico, acaso sin el, acaso de aspecto femenino, acaso de aspecto masculino, son anteriores, incluso muy anteriores a la cultura más típica de Tartesos  -Guadalquivir-  de la que se habla. Conseguir información sobre la forma de ser, las costumbres, y las intenciones y manías salutíferas de aquellos antiguos que lo relacionasen de manera decisiva con el uso propuesto para el yacimiento del Carambolo.

Lo más alucinante, sin embargo, serían las manifestaciones hacia el futuro de los siglos venideros de aquellas gentes  -Turdetanos, Iberos-  en relación con las costumbres salutíferas y con ese posible uso de nosocomio u hospital comarcal en El Carambolo, puesto que aquí también habría que fijarse en un cierto carácter elitista y exclusivo del emplazamiento y la función de esos edificios, es decir, no todo el mundo tendría la posibilidad de ser atendido en El Carambolo o lugares parecidos. Algo, ese hecho concreto del elitismo, que con el paso de los siglos conduciría sin más a la popularización de las prácticas salutíferes al margen de los edificios y lugares más o menos oficiales. La rica manifestación íbera de una especie de "religión saludable", algo muy de base, aunque también tendría su miga o estatus y de uso común en la mayoría de los pueblos y ciudades. Lugares dedicados en exclusiva a la función de "santuarios" a donde cada cual podría llevar su ídolo o exvoto con las precisas propuestas a los dioses o fuerzas sincréticas de la naturaleza y en relación de cuál debería ser el miembro o la zona corporal precisa que debería ser curada, una pierna o un pie, una mano, la cabeza..., promover razones para algún negocio de salud, algo simple, en realidad el máximo intermediario entre cada cual y esas fuerzas naturales o dioses debió ser el artista del taller de bronce a quien se mostraban las dolencias.

En cuanto a los pequeños objetos de arte mueble encontrados en El Carambolo o relacionados con el, hay que traer a cuento dos de ellos, acaso los más importantes  -aparte del Tesoro, por supuesto- como son el pequeño barco de barro cocido  -una parte del mismo-  con la quilla en forma de cabeza de caballo, algo característico de las embarcaciones fenicias y en las costas de la península y la pequeña estatuilla de la diosa Astarté de típica confección fenicia. Pero acaso estos dos objetos también podrían servir para demostrar el uso singular de nosocomio para El Carambolo. Así, el pequeño barco de cerámica podría pertenecer a alguien que, llegado desde lejos, lo habría donado por haber sido curado de alguna enfermedad y la estatuilla de Astarté y la leyenda en fenicio también hablaría de lo mismo, una ofrenda o regalo  -costumbre que aún existe en la actualidad-  para la institución allí desplegada y en agradecimiento por algo en concreto, el haber sido  -su dueño o familia-  librados de algún mal o dolencia. Es de suponer que ya en aquel tiempo y en ese lugar El Carambolo, con el estuario del río a sus pies y las ricas brisas marinas, debieron atenderse una cierta gama de enfermedades infecciosas, tuberculosis y neumonía, síndromes gástricos y de la piel y las mucosas, lepra, incluso unas simples almorranas.  

Existe un edificio también estudiado en la actualidad que puede aportarnos luz en nuestro intento de catalogar lugares como El Carambolo. El yacimiento en cuestión se sitúa en el pueblo de Garcinarro dentro del término de Valle de Atormira en la provincia de Cuenca, lugar, La Celtiberia.

Casi en su totalidad excavado en la roca, ¡ciclópeo trabajo!, el edifico tiene tres estancias, tres especie de salones rectangulares, paralelos y relacionados entre sí en el exterior y está orientado de Este a Oeste y con la entrada principal hacia el poniente. La datación cronológica para este lugar arqueológico conquense es la Edad de Hierro o la última fase de la Edad de Bronce, hacia los 400 años antes de nuestra era.

La interpretación que se concediera para estos edificios se refiere a un templo o templos vinculados a las religiones ibéricas. De cierto en una de las naves, acaso la principal, aparece en la pared del fondo una preciosa hornacina de avanzado diseño en la cual podría haber habido alguna clase de figura o ídolo. Estas tres naves  -esto es algo muy importante-  aparecen dentro del considerado recinto de "la acrópolis", de un viejo poblado íbero.

Pero de cierto también en este caso sería posible deslindar las interpretación de los escabrosos caminos de la religión y pensar para ello una finalidad práctica, como si ese inmenso trabajo llevado a cabo en su construcción hubiera de servir para asuntos de real importancia, alguna utilidad pública, incluso esa misma de pequeño nosocomio de la comunidad para atención de enfermos y convalecientes y la hornacina del fondo de la estancia también relacionarla con lo mismo, la presencia allí de un ídolo  -¿oculado?-  relacionado con las costumbres salutíferas.

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