EL TESORO

También es que  todos esos edificios con una finalidad más o menos pública o social como el desplegado en El Caramboio debieron contar ya hacia el año 1.000 y siglos posteriores a. n. e., con una cierta estructura económica, un cierto personal especializado, un cierto equipo de recipientes y utensilios y sobre todo alguien que los financiara, que respondiera con su dinero y riqueza de su funcionamiento y pervivencia.

Lugares como El Carambolo, además, por sus especiales característica no servirían para la gente de base, para la multitud de las gentes, sino sólo para alguna especie de gente de élite. Es decir, algo parecido a que no todo el mundo que lo pretendiese podría haber sido enterrado en las instalaciones funerarias de Malta, sino tan sólo alguna clase de lo mismo, la yet-set, digamos, de hace 4.500 años.

Sería por razones como esta por lo que su fin, su destrucción, "el acabose", quedaría decretado de antemano y la mayoría de las gentes buscarían su expresión de salud en los exvotos y santuarios naturales.

En este especial apartado de la financiación o sobre quienes serían los dueños de todo el complejo y acaso desde antiguo, de generación en generación, sería la manera más adecuada para intentar una correcta interpretación para el "tesoro del Carambolo". Precisar aquí, que sería a raíz del rescate de algunas piezas de ese tesoro en la superficie cuando se descubrió e investigó el resto del yacimiento, así que lo más antiguo del tema es el Tesoro.

Bien, 1.958 es el año del siglo pasado cuando aparecen las primeras piezas que, más tarde y después de la correspondiente investigación arqueológica, se asocian a otras piezas descubiertas en un estrato de observación y dentro de un recipiente cerámico. En la actualidad todas esas piezas  -pues puede ser que la panoplia no se encuentre completa- están depositadas en el Museo Arqueológico de Sevilla.

La potencia de estratos del Carambolo, es decir, hasta donde se encuentran restos en la excavación, no es mucha, se reduce  a nivel general a un escaso medio metro, acaso por la existencia de rocas hacia el interior.

En su totalidad el tesoro consta de 21 piezas fabricadas en oro de primera calidad y huecos en su interior. Su peso es de alrededor de 3 kilos y se cree obra de un tallar de joyería local, aunque de claro estilo orientalizante tartésico. Consta de un collar formado por una primorosa cadena con delicado broche posterior; esta cadena sujeta una pieza de aspecto romboidal y cilíndrico muy característica de la orfebrería de esos lugares -motivo muy usado también en representación escultórica de grandes señoras en el entorno íbero posterior- que, a su vez, sujeta otras ocho piezas de un raro aspecto de sellos o flores y decoración diversa (falta una de las piezas); 2 brazaletes, es decir, dos piezas cilíndricas para colocar en los brazos; 2 piezas planas rectangulares en forma de piel de toro con unas dobles terminales tubulares en sus esquinas, la anterior que serviría de pectoral con un enganche horizontal en su parte inferior para enganchar otras piezas y la posterior que iría a la espalda. Ambas piezas estas que debieron estar relacionadas, unidas por cordones de cuero desde sus dobles terminales tubulares; 8 plaquetas rectangulares muy decoradas con diminutas rosetas y otras 8 de menor tamaño con decoración de semi-esferas. Estas 8 y 8 piezas también debieron estar unidas ente sí por cadenitas de oro u otros materiales como seda o cuero y crearían el resto de la armadura en el centro del cuerpo.

El tesoro en sí, a simple vista, ofrece un poderoso aspecto, se trata sin duda de un conjunto de representación y su uso debió estar sujeto a cierto boato y ceremonia.

Son diversas las teorías que conjeturan sobre el uso de ese conjunto ornamental. La hipótesis más común es que todos esos aderezos de oro eran portados por una persona, acaso un hombre, una personalidad importante, rey o jefe de clanes. Otras teorías lo hacen uso y propiedad de los druidas o sacerdotes encargados de las ceremonias sacrificiales, que lo usarían en la práctica del rito. Modernas teorías aseguran que esas piezas habría que asociarlas al rito del sacrificio, pero usadas no por el personal humano, sino en uso y adorno de las víctimas sacrificiales, aderezo del cuerpo de grandes animales, vacas, bueyes, caballos, dispuestos para el sacrificio. Por último existen también teorías que buscan nuevas formas para la interpretación  -en mi opinión un uso más normal de esas piezas-  que lo relacionarían con el culto a la "diosa madre" y de uso y propiedad de alguna importante mujer o mujeres de aquel tiempo.

Son estas últimas teorías, muy minoritarias, lo que ahora nos interesa, aunque deslindadas con descaro de cualquier significado o apelación de dioses, diosas o religión, sino dentro de esa función práctica y pública del edificio y en busca de razones económicas y de organización para el mismo.

Si se concede un uso femenino para ese aderezo o panoplia por su aspecto, diseño e intención, se podría relacionar la existencia de ese tesoro con la certera existencia en el ambiente tartésico y la ciudad Spal de una clase de mujeres y señoras procedentes del Neolítico-Edad de los Metales que habría conseguido hacerse -debido a un avatar de prehistoria anterior- con un sinnúmero de títulos y riqueza, manejo del comercio, fábricas, edificios y aparatos.

En efecto, cada lugar del mundo, así, habría ido presentando diferentes recetarios de la presencia de esas mujeres, y de situaciones pertinentes sociales de matriarcado-patriarcado: China, Civilizaciones del Indo, Mesopotamia y Anatolia, Creta, Micenas y Tirinto, Etruria y península ibérica. Aquí, en la civilización desarrollada en torno al cauce del Guadalquivir, en relación con otras culturas más o menos cercanas o lejanas, la receta se llamaría Tartesos, y la realidad de lo mismo una propuesta que puede alejarse un poco o de manera radical de los diferentes modelos en la actualidad propuestos para su interpretación.

Para el comentario de las piezas del tesoro se puede comenzar por la más llamativa y emblemática de ellas como es el collar de extrañas piezas colgantes muy decoradas.

Al observar estos colgantes nos preguntamos por los símbolos precisos, sobre si son representaciones de flores, de objetos como sellos de comercio o si se refieren a sucesos cosmológicos. En este caso si son flores y desestimando cualquier otra propuesta se puede pensar en una flor singular como las amapolas, símbolo representado en esos colgantes. Amapolas como símbolo ejemplar representado, acaso recuerdo sutil de aquellas mujeres -sus dueñas y quienes se lo encargarían al joyero- de cuando cuidaran los campos de cebada y trigo, la impertinencia de esas plantas y esas flores en los campos. También acaso simbología de amapolas por el uso de la adormidera -una amapola- con finalidades terapéuticas. O quizás por el fuerte color rojo de esas flores silvestres. Mismamente, en el Museo del Ermitage en S. Petersburgo existe un retrato de la reina zarina Catalina que quema manojos de amapolas para significar que dejaría los asuntos de las mujeres en su país para preocuparse de la política del mismo.

Sería por este objeto concreto  -"el collar de las amapolas"-  y su precisa simbología por lo que en una cierta lógica y estética ese conjunto de piezas del tesoro tendría que ser propiedad y de uso de las mujeres, nunca de varones ni de animales sacrificiales.

En su totalidad el aderezo o panoplia iría sobre un vestido talar, sus piezas se usarían de una manera simple entorno al cuerpo y sería una sola persona quien lo portase y tan sólo en una cierta ceremonia o momento de representación o toma de decisiones. De cualquier forma sus tres kilos de peso ya dicen por sí mismos de su decisiva importancia.

El descubrimiento de ese conjunto en el entrono arqueológico del yacimiento del Carambolo supone una infinidad de cosas. En primer lugar la existencia de una relación entre ambas cosas, el tesoro y los edificios interpretados aquí como "nosocomio". Así, esa panoplia o aderezo pertenecería a la dueña o presidenta de honor, persona que subvencionaría la función realizada en el mismo. En segundo lugar, la evidencia de una organización, una especie de cofradía o reunión de mujeres en sus labores filantrópicas o de función social o política. Esta cofradía podría residir en el propio edifico o en los edificios cercanos al mismo -Acrópolis- o en la propia y cercana ciudad Spal. En tercer lugar, que el perentorio hecho de esconder el tesoro supondría en sí mismo una situación de "fin de época", la liquidación de unas antiguas formas para la instauración de un nuevo orden como lo demuestra el mismo hecho de esconder el tesoro, la evidencia de hechos de fuerza por parte de quienes protagonizaron ese cambio y la instauración en el propio lugar de una especie de factoría metalúrgica.

A esto es, entonces, a lo que podría referirse un "cambio de paradigma" en el entorno y la interpretación de la Cultura Tartesos y sin duda de muchos otros lugares en la Península y a este lado del año 1.000. La comprensión, auténtica propuesta de pensamiento, de la clase de sociedad singular que existiera de matriarcado-patriarcado en todos esos lugares y resto del mundo y procedente, sin duda, de una avatar anterior prehistórico y neolítico.

Sería necesario andar con pies de plomo, usar botas de siete leguas, calzarse un jubón de once varas o pasarse los siete pueblos para darse precisa cuenta del significado de todos los nuevos y no tan nuevos descubrimientos en el panorama nacional. Algo sincera y lógicamente alejado de los parámetros y concepciones científicas y arqueológicas de siempre.

En este sentido se podrían mentar de pasada otros lugares de reciente o actual investigación como Cancho Roano y el yacimiento del Turuñuelo, los dos en la provincia de Cáceres en el entorno Guadiana, Culturas del Guadiana. Cancho Roano sería un palacio de demostración harto típica de una sociedad de matriarcado-patriarcado en cuya realización tanto la mujer como el hombre tendrían sus funciones designadas sin poder saber cual de los dos prevalecería sobre el otro, el hombre funciones de seguridad, importancia o representación oficial, algo que sería suyo de "per se" y la mujer las meras funciones económicas y de posesión de riqueza, algo que así mismo habría sido suyo desde siempre. Tan sólo en su demostración habría que cambiar el significado del salón posterior de la vivienda, no como un santuario, lugar de sacrificios rituales, sino como un salón de negocios en el cual mandaría la mujer y dueña de la casa y adonde recibiría, en compañía de su marido, a los importantes personajes que se llegaban al palacio para tratar y hablar de negocios, algo que terminaría con un sacrifico, no ritual, sino para refrendar los acuerdos.

El Turuñuelo, sin embargo, y a medida que se descubren nuevas estructuras parece un lugar y palacio donde mandaba una escueta mujer, descendiente de mujeres, reina y señora de alguna especie de condado o región. Aquí en el palacio del Turuñuelo se han descubierto en sus alrededores un número importante de esqueletos de caballos, colocados de manera pertinente y que se han interpretado como "sacrificios rituales". Es muy posible que esa clase de sacrificios de aspecto grandioso poseyeran en sí mismo una función o significado, es decir, se sacrificaría un caballo todos los años, o cada tres o cuatro años, para refrendar los acuerdos cruciales entre el palacio  y las aldeas de ese condado o región. Algo, un acuerdo refrendado, y en relación con la producción de materiales artesanales, hortenses, agricultores y ganaderos de las gentes de las aldeas y la autoridad económica y comercial establecida desde el palacio. Por cierto, un lugar el Turuñuelo donde la historia terminaría mal al igual que en El Carambolo y otros egregios lugares como Creta. Final nefasto para la historia del Turuñuelo, pues la gente de los pueblos hartos de la fiesta  y el despotismo instaurado desde el palacio acabarían por anegar todo en el barro del río y procurarse el gran banquete a su costa.

Todos ellos lugares en los que se insiste en términos de "monarquías sacras", pero no se conoce ni mucho menos quienes serían los reyes, si las mujeres o los hombres. Es, pues, sin duda, esta cuestión simple genérica uno de los pilares que una vez dilucidado sustentará la verdad para una gran parte del primer milenio en la península ibérica a. n. e. .

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