Foto: Calavera de cristal de roca que se expone en el Museo de Antropología de México D.F.

Existen fotos que prueban la falsificación de este monolito valorado en 20 mdd, exhibido en Europa y adquirido por un coleccionista alemán.


Vía: Julio Aguilar | Yancuic/El Universal, 12 de mayo de 2008

La arqueología ha descubierto a la fecha 17 cabezas olmecas. Sin embargo, hay una más, pero conservada muy lejos de México, en algún lugar de Alemania o Suiza.

El monolito mide 97 centímetros de altura, 78 centímetros de frente por 67 de profundidad; está tallado en piedra basáltica, fue exhibido en Europa en 1997; en 1999 fue valuado en 20 millones de dólares por una consultoría de Florida y luego fue comprado por un coleccionista alemán en varios millones de euros. Sólo que, esa cabeza es falsa.

Arthur Brand, investigador que colabora con cuerpos policíacos en varias partes del mundo, fue contactado por EL UNIVERSAL en Holanda para conocer la historia de este fraude a costa del patrimonio cultural mexicano y detrás del cual también se encuentra el traficante costarricense Leonardo Patterson.

“En los años 90 la policía alemana encontró durante una búsqueda en el almacén de Patterson, en Múnich, fotos muy interesantes. ¡En las fotos se ve a un falsificador construyendo una cabeza olmeca!”, recuerda Brand, quien cedió a este diario copias de ese material incautado y hasta ahora inédito.

En las fotografías se aprecia a un hombre cincelando una piedra basáltica, dándole forma de una cabeza olmeca con detalles que recuerdan las características de la cabeza monumental número 1, hallada en el Cerro de Cintepec en 1945.

En las fotos incautadas por la policía alemana, la cabeza ya terminada aparece exhibida como parte de las más de 1.800 piezas de la muestra El Espíritu de América Prehispánica: 3000 años de cultura, que Patterson montó en 1997 en Santiago de Compostela, España.

Para verificar si las imágenes de la escultura concluida y de la piedra en bruto corresponden al mismo objeto en diferentes etapas, se consultó a editores de fotografía, arqueólogos y artesanos que reproducen piezas arqueológicas con autorización del INAH. Después de un análisis visual no quedó duda: la piedra que cincela el falsificador es la misma que aparece con forma de cabeza olmeca en dicha muestra, entre otras cosas “porque el entramado del basalto vesicular es idéntico”, concluyó la arqueóloga Ann Cyphers.

Más allá de las evidencias a la vista, Brand ha acopiado documentos que no sólo prueban la falsedad de la cabeza, sino que además ilustran el camino del fraude para legitimar una pieza falsa con el fin de ofrecerla en el mercado internacional en millones de dólares.

Al parecer, el comprador de la falsificación es el empresario peletero y coleccionista alemán Anton Roeckl, quien no respondió a los mensajes de este diario para confirmar o desmentir la información.

Complicidad en Costa Rica

De acuerdo con esos documentos, una vez lista la cabeza falsa, a finales de 1992 el estadounidense Frederick J. Dockstader extendió en Manhattan un certificado de autenticidad en el que afirmaba: “He examinado la superficie del tallado y no he hallado rastros de ninguna herramienta moderna […] En mi opinión ésta es una representación genuina del periodo olmeca del México precolombino…”.

Dockstader, acusado por el estado de Nueva York de haber saqueado el Museo del Indio Americano cuando lo dirigía, durante sus últimos años de vida trabajó para Patterson como su autentificador de cabecera, según fuentes consultadas en Estados Unidos.

En septiembre de 1999, Russell B. Hicken, de la consultoría Fine Art Ltd de Florida, evaluó la cabeza en 20 millones de dólares por ser un “objeto artístico de clase mundial”, comparable con “antigüedades mediterráneas, vestigios de mobiliario europeo y americano, maestros impresionistas franceses…”

Con esos avales, Patterson aseguró la cabeza como si fuera una pieza genuina. En 2002 la aseguradora AON Re Iberia extendió una póliza por 15 millones de dólares para trasladar el objeto desde Santiago de Compostela a Suiza. La copia de la póliza serviría al traficante para dar mayor confianza a un comprador.

Entre todas las pruebas destaca un acta notarial firmada en la ciudad de México el 26 de septiembre de 1993, el falsificador identificado como Luis Ernesto Bianchi Salbitano declara: “Hago constar que las fotografías que proporcioné al señor Alejandro Burger y que por conducto de él llegaron a manos de los señores Jerg Bronner y Holger Brock, todos ellos residentes en la ciudad de Múnich, Alemania, no son más que fotos de una reproducción que elaboré para una casa particular en Cuernavaca, Morelos. Las bases del modelo fueron tomadas del original que está en poder del Sr. Leonardo Patterson”.

El notario, un costarricense con sede en San José que se trasladó al DF para extender el documento, se llama Fernando Berrocal Soto, quien fue embajador de su país en la Unión Soviética (1974-1978), en la ONU (1994-1998) y fue ministro de Gobernación y de Seguridad Pública en el gobierno de Óscar Arias hasta finales de marzo de este año.

A propósito del escándalo por el decomiso de la colección de arte prehispánico en España, Berrocal comentó en agosto pasado al diario tico La Nación que conoció a Patterson cuado se desempeñaba como embajador en la ONU. Mintió. Hay evidencias que desde antes era su notario de cabecera para avalar sus cuantiosos negocios fraudulentos.

¿Quién es el falsificador?

El Universal rastreó a Luis Ernersto Bianchi Salbitano y sólo encontró una tumba. Según los cazatraficantes internacionales holandeses Michel van Rijn y Arthur Brand, inundó de piezas falsas colecciones privadas y de museos.

Bianchi falleció hace aproximadamente cinco años en San Andrés Tuxtla, Veracruz. Este mexicano de ascendencia argentina ofrecía sus esculturas a traficantes, galerías y museos de todo el mundo, diciendo que los había encontrado él mismo.

Foto: La calavera de cristal. LucasFilm Ltd.Inspira mito mexicano cinta de Indiana Jones

Vía: MARK STEVENSON / PALENQUE, México / AP, 13 de mayo de 2008

La leyenda dice que los mayas tenían 13 calaveras de cristal que, si eran unidas, podían salvar la Tierra. El mito, tan extraño como fantástico, inspiró la nueva cinta de la serie de Indiana Jones.

Muchos expertos aseguran que las calaveras son un cuento probablemente elaborado por comerciantes de antigüedades en el siglo XIX. Pero los sacerdotes mayas veneran las calaveras, incluso en la actualidad, y todavía hoy hay gente que busca los cráneos.

La historia de las calaveras abarca varios siglos y continentes, y es probablemente más extraordinaria que la que pinta la cuarta película de la serie de Indiana Jones.

No está claro qué versión de la leyenda se cuenta en “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”, a ser estrenada el 18 de mayo. La trama aparentemente gira en torno a la búsqueda de las calaveras por parte de Jones y de los soviéticos en la década de 1950.

Hay cientos de calaveras de cristal, pero pocas que daten de antes de 1860, cuando se pusieron de moda entre los europeos las reliquias prehispánicas. Eugene Boban, un colorido comerciante de antigüedades francés con un pasado medio turbio, se instaló en México tras la invasión de Francia y comenzó a exportar objetos. Sacó del país numerosas calaveras que terminaron en manos de coleccionistas privados de Nueva York, París y otras ciudades.

Foto: Una calavera se exhibe en el Museo Británico y es considera una curiosidad y señala que su origen data “probablemente de Europa, del siglo XIX”.


A los compradores se les decía que las calaveras habían sido hechas por los mayas, cuya civilización tuvo su apogeo entre el 300 y el 900 de la era cristiana. Pero no hay documentación que indique que en un sitio arqueológico oficial hayan sido halladas calaveras de cristal.


Hay quienes dicen que las calaveras pueden emitir luz y también concentrarla, proyectar visiones e incluso influenciar fuerzas terrestres.

Estas creencias siguen vivas en la selva del sur de México, entre los Lacandón, los únicos sobrevivientes mayas que no han sido asimilados y quienes veneran las calaveras.

A la sombra de las ruinas de Palenque, el sacerdote lacandón K'in García abanica incienso de copal y sostiene un pesado cráneo de cristal sobre su cabeza durante una ceremonia en honor de Hacha'kyum, la diosa maya de la creación.

García, hijo del anciano más respetado de Lacandón, Chan Kin, cree que la calavera tiene poderes especiales, incluida la capacidad de evitar enfermedades y la deforestación de la selva donde vive la tribu.

“Cuando estoy solo de noche, empieza a brillar y emite una luz. Permanece así un minuto aproximadamente”, dijo García.

Agregó que alguien de la zona le dio la calavera y que no sabe cuál es su origen, por más que mucha gente diga que es muy vieja.

A miles de kilómetros, en Washington, Jane MacLaren Walsh tiene una calavera en su oficina del Instituto Smithsoniano. Duda que los mayas de la antigüedad hayan tenido cráneos de este tipo.

La antropóloga pasó más de una década estudiando las calaveras más conocidas, como las que están en el Museo Británico y en el Museo Quai Branly de París, así como la del Smithsoniano.

Dice que tienen un estilo distinto al de las representaciones de cabezas de muertos de la era prehispana y que a menudo tienen marcas microscópicas de herramientas que no estaban disponibles en la era prehispana.

“Ninguna de estas calaveras es antigua”, afirmó.

En cuando a los poderes que se les atribuye, dice: “Estoy sentada bastante cerca de estas calaveras desde hace 16 años y no vi nada como lo que dice la gente”.

El Museo Británico considera la calavera una curiosidad y señala que su origen data “probablemente de Europa, del siglo XIX”.

Es posible que estén circulando numerosas imitaciones de dos calaveras de cristal reales exhibidas en el respetado Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México. Son más pequeñas e imperfectas que las calaveras de los museos europeos y forman parte de las colecciones de objetos aztecas y oaxacanos. El museo las describe como piezas del último período prehispano o de comienzos de la era colonial.

La leyenda de las calaveras tiene muchos creyentes.

Seguidores de la New Age relacionan las calaveras con la creencia de que el calendario maya dura hasta el 21 de diciembre del 2012, en que llega al fin de un ciclo de 5.126 años. Según esta teoría, hay que juntar y alinear las 13 calaveras para evitar que el mundo se salga de su eje.

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