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La foto cambia. Los neandertales, aquellos seres tan parecidos a nosotros, y tan distintos, eran más humanos, inteligentes y agraciados de lo que siempre creímos. Recientes hallazgos descubren cosas insólitas, de ¿los otros? y su mundo. Las incógnitas comienzan a desvelarse.
Vía: MALÉN AZNÁREZ / El País. 13/04/2008
Sólo hay dos especies que, miles o millones de años después de extinguirse en la Tierra, siguen provocando auténticas pasiones entre los humanos: los neandertales y los dinosaurios. Por qué los terroríficos monstruos de crestas punkeras, enormes corpachones y largas colas siguen fascinando parece claro. Eran unos bichos impresionantes y atractivos en su poderío, que dominaron la Tierra durante millones de años, y ¡zas!, de repente desaparecieron. Pero ¿por qué nos siguen cautivando e intrigando los neandertales?, aquellos seres chaparros y fortachones, de enorme nariz, arcos supraorbitarios prominentes y mentón huidizo que habitaron Europa hace entre 200.000 y alrededor de 27.000 años. ¿Por qué queremos averiguar a toda costa cómo eran, si se cruzaron o no con el hombre moderno, y saber cómo y por qué se extinguieron?
Quizá la fascinación por aquellos robustos seres tan parecidos a nosotros, y a la vez tan distintos, no obedece a otra cosa, como dice Antonio Rosas, paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), que a querer saber más de nosotros mismos. "Porque son un enigma, son como nuestro espejo un poco deformado, nos reconocemos pero al mismo tiempo no somos. Y los miramos de continuo para ver si entendemos algo más de nosotros mismos".
O puede que, como mantiene el premio Príncipe de Asturias y codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, sólo sea "porque es una historia apasionante, una gran historia, y a los humanos nos gustan las historias". Para el autor del exitoso El collar del neandertal, que confiesa que nada le haría más ilusión que tener una gota de sangre neandertal que le conectase con esos poderosos europeos, el cerebro humano, esencialmente, produce y consume historias. "Y la de los neandertales es una de las más increíbles, pone a nuestra especie junto a otra misteriosa y desaparecida: los otros. Tiene un componente de intriga y misterio, es imposible que no nos atraiga".
Niño neandertal. - Ph. Plailly y Atelier Daynes - 13-04-2008
Hasta hace muy poco, los neandertales eran considerados unos seres rotundamente arcaicos y brutales -durante muchos años se les tuvo como una subespecie de Homo sapiens-, poco avanzados en tecnología y con escasa capacidad para resistir la competencia del hombre moderno, más inteligente y rico en recursos, con el que coexistió en Europa unos 10.000 años antes de su extinción.
Pero el paradigma está empezando a cambiar. Ni tan brutales de aspecto, ni tan atrasados tecnológicamente, ni tan diferentes en su inteligencia del Homo sapiens. ¿Qué está pasando? Pues que los últimos estudios genéticos y hallazgos de fósiles neandertales, entre ellos, los del yacimiento asturiano de El Sidrón, están aportando datos que empiezan a replantear el modelo tradicional. "Son cosas increíbles las que estamos conociendo, elementos de su aspecto físico o cognitivo que nunca hubiéramos pensado saber", dice el biólogo del equipo de El Sidrón, Carles Lalueza, que ha descubierto dos importantes genes neandertales. Uno está relacionado con la pigmentación y nos permite saber que eran rubianco-pelirrojos; el otro, con la capacidad para el habla, y nos deja deducir que podían hablar como los cromañones. "El Sidrón está abriendo un universo muy llamativo. Es la mejor colección de neandertales de la Península y ahora, sin duda, el yacimiento activo más relevante del mundo. Podemos decirlo sin ningún rubor", asegura Rosas, responsable de la paleoantropología del yacimiento y profesor investigador del CSIC.
Tanto Arsuaga como Rosas, que durante 23 años formó parte del equipo de Atapuerca, se remontan al ancestro común de neandertales y el hombre moderno, el Homo ergaster africano, que salió de África hace unos dos millones de años, para explicar cómo su diferente evolución dio lugar en Europa al neandertal, la especie genuinamente europea, y en África, al Homo sapiens, que llegaría a Europa, por Asia, hace unos 40.000 años. Dos especies diferentes con un antepasado homínido compartido.
"¿Cuándo se data el origen de los neandertales?", se pregunta Arsuaga, actual director del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (UCM-ISCIII). "No hay contestación, porque fue una evolución gradual. Podemos decir que los primeros neandertales tenían medio millón de años. La gente de la sima de los Huesos de Atapuerca es una población europea de hace medio millón de años, contemporánea de una población africana, y ambas proceden de la misma especie biológica, pero empiezan a diferenciarse localmente. En Europa hay un avance, un esbozo de algo que con el tiempo terminarían siendo los neandertales, pero que todavía son antepasados de neandertales, el Homo heildelbergensis. Pero si vamos más hacia atrás, a los 800.000 años, o todavía más atrás, con el reciente hallazgo de la nueva mandíbula de 1,3 millones de antigüedad, nos encontramos con el Homo antecessor de Atapuerca, que no tiene rasgos neandertales. Tanto la paleontología como la genética indican que la separación de las dos líneas se produjo en algún momento entre 500.000 y 1.000.000 de años".
¿Qué entendemos hoy por neandertales? Si hablamos de los que antes se llamaban neandertales clásicos -conocidos toda la vida como neandertales-, su origen está entre los 250.000-200.000 años atrás; ésa sería una fecha frontera. "A partir de ese momento son neandertales en el sentido anatómico, y los anteriores, los de Atapuerca, son sus antepasados directos", afirma Rosas, quien añade que los fósiles de El Sidrón (nueve individuos de distintas edades identificados, un maxilar prácticamente completo con todos sus dientes, además de otros miles de huesos, restos líticos transformados en útiles y herramientas) ponen en la palestra la guinda que faltaba: el final de los neandertales claramente constituidos. "Y no hay que olvidar que es la primera vez que se ha podido sacar un gen completo de un fósil de neandertal".
Las aportaciones genéticas de El Sidrón, tanto del ADN mitocondrial (sólo de herencia materna) como del nuclear (de ambos progenitores) de neandertales, que vivieron en la cornisa cantábrica hace 43.000 años, están siendo esenciales para hablar de un nuevo paradigma. No sólo se han sumado al macroproyecto del Genoma Neandertal que lidera el experto mundial Svante Pääbo, sino que son objeto de diferentes estudios genéticos en colaboración con el instituto alemán Max Planck. "Hasta ahora, para entendernos, la explicación en la teoría de la evolución era entre el chimpancé y nosotros, ya que compartimos un antepasado y es la especie viva más próxima. Era nuestro modelo de referencia. Pero la cantidad de información llamativa de los neandertales que estamos sacando nos permite empezar a sustituir el modelo chimpancé por el modelo neandertal. Con una diferencia: que la distancia de separación es mucho más corta en el tiempo evolutivo", explica Rosas.
¿Cuáles son estas novedades neandertales que tanto entusiasman a los científicos? Para empezar, los datos sobre su aspecto físico, y, lo que parece intrigarnos más, sobre si se cruzaron o no con el hombre moderno, siguiendo por derroteros como su ecosistema y forma de vida, tecnología, diferencias que podía haber entre los del norte y del sur. Y, finalmente, una de las cuestiones esenciales: las causas de su extinción.
El pescador de genes Carles Lalueza puede decir mucho de los hallazgos genéticos. Descubridor del gen FOXP2, relacionado con la posibilidad del habla, y del MCR1, de la pigmentación, y a punto de publicar un nuevo descubrimiento del que todavía prefiere no hablar, aunque insinúa que cualquier otro gen "que esté relacionado con la inmunidad, la fisiología del metabolismo o los aspectos externos llamará la atención porque representa un cambio conceptual grande", asegura que, a la larga, "esta información no sólo representará un cambio de paradigma sobre ellos, sino sobre nuestra especie". Porque, una vez que tengamos el genoma completo del neandertal y veamos los genes que compartimos, podremos saber, aunque sea por eliminación, cuáles son los cambios exclusivos de nuestra especie. "Ahora estudiamos sus características propias, pero, en el fondo, estamos estudiando las nuestras", asegura este investigador de la Universidad de Barcelona.
Así que, gracias a la genética y al ADN de los fósiles de El Sidrón, podemos saber, entre otras cosas, que el físico de los neandertales era mucho más parecido al del hombre moderno de lo que hemos pintado e ilustrado durante más de un siglo. "A mí no me importaría que se hubieran cruzado con nosotros. Soy un defensor de los neandertales y estoy en contra del paradigma, que ha cuajado incluso a nivel popular, de que era una subespecie brutal y atrasada?", dice Lalueza, que añade que con el hallazgo del gen de la pigmentación asistimos a una paradoja divertida: en el fondo, ellos, que podían ser rubios o pelirrojos y de piel clara, se parecían más físicamente al hombre actual que nuestros antepasados los cromañones. "Éstos, hacía poco que habían salido de África y tenían una pigmentación más oscura".
Con el físico hemos topado. Y si no eran tan primitivos, ¿cómo eran realmente? ¿Podrían, vestidos en vaqueros, pasar hoy desapercibidos en el metro de Nueva York, como mantiene el famoso y ya clásico modelo? Porque las últimas recreaciones que han incorporado algunos grandes museos del mundo, como las realizadas por el taller Daynés, de la artista francesa Elisabeth Daynés -que ilustran este reportaje-, suponen una auténtica revolución en la imagen neandertal tradicional. Y no son fantasías, ya que están hechas sobre moldes de fósiles neandertales y con el asesoramiento científico de conocidos expertos. "Son parecidos a nosotros y diferentes en todo el esqueleto. La pelvis es totalmente distinta, las mandíbulas, el cráneo, los dientes, los huesos largos... Morfológicamente son distintos; no son simios, pero tampoco son sapiens: son diferentes", dice Arsuaga.
Lalueza tiene claro que hoy un rostro neandertal nos sorprendería mucho. "No creo que haya un equivalente en el hombre actual. Su frente estaba inclinada hacia atrás, los arcos supraorbitarios sitúan una mirada muy profunda, tenían la cara proyectada hacia delante y la nariz era enorme, tan grande como la de un europeo que la tuviera muy grande, pero ancha como la de un africano. Realmente creo que llamaría la atención en el metro de Nueva York...".
Pero Antonio Rosas, que con su equipo del Museo Nacional de Ciencias Naturales reconstruye, con el maxilar encontrado en El Sidrón, una cara de neandertal utilizando avanzadas técnicas de computación, mantiene que, en esencia, lo que está cambiando es que se empiezan a apreciar diferencias entre grupos neandertales del norte y del sur. "Una peculiaridad de los de El Sidrón es que eran muy robustos; dentro de su arquitectura ancha, eran más anchos todavía. Los individuos masculinos podían, en caso extremo, superar 1,70 metros de altura, y las mujeres bordeaban el 1,60. No eran pigmeos. Y murieron jóvenes. Sabemos que su longevidad máxima estaba entre los 40 y 50 años, pero éstos no llegaron...".
Otro de los mitos que ha caído con la genética es el de que los neandertales no podían hablar como nosotros y se entendían con gruñidos o gestos. Podían. Y así lo ha demostrado el gen encontrado por Lalueza, que implica que neandertales y cromañones tenían la misma estructura implicada en el gen que posibilita un lenguaje articulado. "Su lenguaje debió de ser más limitado que el nuestro, pero no porque pudieran emitir menos fonemas. La razón principal la tenemos en que nuestro lenguaje requiere, de manera constante, una memoria operativa de gran capacidad", mantiene el psicobiólogo Manuel Martín-Loeches, autor de La mente del Homo sapiens, que ha estudiado también la del neandertal y su capacidad para la memoria o el habla. Director de la sección de Neurociencia Cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos, Martín-Loeches dice que la memoria operativa de los neandertales, mucho más limitada que la del sapiens, fue también la causa de su escasa capacidad creativa y, curiosamente, de su valentía, ya que su menor facultad para anticipar acontecimientos futuros les hacía más osados.
Arsuaga opina que el lenguaje neandertal sonaría como el nuestro si lo oyéramos a través de una puerta. "En el antiguo paradigma siempre se decía que los neandertales no podían producir los sonidos del lenguaje del Homo sapiens, pero ellos tenían el hueso hioides -situado encima de la laringe- como el nuestro y el del chimpancé es muy diferente. Si oyéramos hablar a los neandertales, sonarían igual que un hombre moderno y no como un chimpancé. Y si oyéramos hablar a un austrolopiteco, seguramente diríamos que es un chimpancé...".
En lo que están de acuerdo los investigadores es en que, fundamentalmente, lo que ha cambiado es nuestra percepción de los neandertales, quizá porque ya no tenemos tanta necesidad de considerarlos tan inferiores para vernos superiores. "Hemos dejado de creernos el epicentro de la evolución humana. Dicho de otra forma, ya no se perciben como una especie inferior, sino como una igual. Distinta pero igual", opina Rosas. Y Arsuaga menciona otra novedad. "De entrada, son los europeos de verdad, ellos sí que son auténticos europeos... Y eso es un cambio de paradigma. Ha pasado un poco como con los aborígenes de Australia o Nueva Zelanda, que ahora todo el mundo presume de tener un antepasado maorí...".
Pero hay más cosas que empiezan a contemplarse en este nuevo modelo neandertal. Por ejemplo, algo que nunca se había cuestionado era su escasa capacidad tecnológica. Todas las herramientas y utensilios de aspecto moderno que tenían -en torno a los 40.000 años de antigüedad- se habían atribuido siempre a los cromañones, pero hallazgos como los de la cueva del Conde (Asturias) o El Sidrón permiten dudarlo. Arsuaga, que codirige los trabajos de la cueva del Conde, asegura que éste y otros yacimientos de parecidas características del País Vasco o Cantabria plantean que es una tecnología neandertal: "Tenemos unas industrias de transición que hasta ahora atribuíamos a los cromañones, que se suponía eran los creativos. Y nos preguntamos: ¿por qué de los cromañones? Todo apunta a que lo han hecho los neandertales". "En Barcelona hay un yacimiento maravilloso donde se ve que los neandertales tenían un dominio extraordinario del fuego, con talleres que utilizaban casi de forma industrial. Vamos conociendo y matizando", apunta Rosas.
La coexistencia de los últimos neandertales y cromañones en Europa, durante unos 10.000 años, pone sobre el tapete otra de las cuestiones más debatidas: ¿se cruzaron ambas especies? Lalueza lo niega rotundamente y asegura que las especies divergieron hace unos 900.000 años. "Además del gen de la pigmentación- una variante que no se encuentra en los humanos modernos-, en el gen FOXP2 encontramos variantes que tenían los neandertales que eran ancestrales a todos los humanos modernos y que no han llegado hasta nosotros. Coexistieron, pero no se mezclaron".
Pero Arsuaga tiene serias dudas y asegura que no le sorprendería que hubiera habido algún intercambio genético. Lo que para él, en cualquier caso, carece de importancia. "Pudo haber alguna vez cruces entre neandertales y sapiens, pero es irrelevante, es intrascendente a efectos evolutivos, porque sucede que esos híbridos no encuentran pareja o son absorbidos, y los genes raros acaban perdiéndose. Los neandertales se extinguieron y no contribuyeron nada a las poblaciones modernas, pero no me parece realista decir que es imposible que se hubieran cruzado, porque en la naturaleza no hay límites netos".
Y llegamos a otra de las grandes cuestiones del universo neandertal: ¿por qué se extinguieron? Pregunta que, como las cerezas de un cesto, se enreda con otras: ¿fue el Homo sapiens el causante de su extinción?; ¿acaso no pudieron competir con la mayor capacidad tecnológica de éste?; o, como también se plantea ahora, ¿fue un cambio climático lo que les arrastró a su final?
El paleobotánico José Carrión, de la Universidad de Murcia, especialista en palinología, ha estudiado los registros de cambios de paisaje asociados a áreas regionales neandertales, a través del polen fósil de distintos yacimientos, entre ellos, los de los últimos neandertales de la península Ibérica (Gorahn, en Gibraltar, y Carihuela, en Granada). Carrión, que ha reconstruido la vegetación, paisaje y fauna de la época, aporta dos conclusiones. Una: la extinción no fue de golpe, sino un largo proceso. Dos: se debió sobre todo a un proceso endogámico. Pero suma otros datos. Para empezar, los neandertales eran seres de bosque y un cambio climático vino a acelerar su extinción.
Al parecer, aquellos bosquimanos fueron reduciendo su área de distribución en el continente europeo, por lo menos desde hace 35.000 años hasta unos 26.000 años antes del presente. "Los últimos 10.000 años fueron de declive, con una población fragmentada y cada vez menos numerosa. Cuando haces un mapa del Musteriense, las poblaciones están cada día más distantes, con más endogamia y menos intercambio génico entre las poblaciones del norte y del sur. Eso, a largo plazo, es un problema en todas las especies de mamíferos. Los genetistas lo llaman 'depresión por endogamia'", explica Carrión. "Los últimos neandertales están en el sur de la península Ibérica y, cuando se extinguen, no hay evidencia alguna de que el hombre moderno estuviera allí. No coexisten. Así que la competencia de una especie con la otra no existe, no hay por qué estudiarla".
Para este paleobotánico, hay otras causas que contribuyeron a la desaparición de la especie, como el cambio de paisaje. "El neandertal es un animal meridional, de bosque abierto o sabana (árboles grandes, arbolitos sueltos y hierba), no es un hombre de estepa. Siempre los han pintado en el norte de Europa, pero ellos se iban al norte cuando hacía calor; en los periodos glaciales estaban en el sur de España, el sur de Italia y la península grecobalcánica.
Por su tecnología, posiblemente cazaban en grupos pequeños y al acecho, escondiéndose detrás de árboles y arbustos. Y ocurre algo inesperado: el paisaje se hace entonces muy abierto, muy estepario, con pocos arbustos, y el tipo de animales cambia. Pasa de una gran diversidad de fauna a otra menor pero muy grande: mamuts, bisontes, renos... Animales que hay que cazar de otra manera, con proyectil o lanzando piedras a distancia. Y sus herramientas de caza son más pequeñas y lanzables, no pesan. La mejor tecnología para esa caza la tiene nuestra especie, los sapiens que vienen de la estepa asiática perfectamente adaptados. Pero todavía sobrevivió miles de años...".
Así que los cambios climáticos dieron al neandertal el golpe de gracia. Para Carrión, la gran pregunta no es por qué se extinguieron, sino ¿por qué sobrevivieron tanto? Y tiene una respuesta. "Durante 30.000 años, el sur de la península Ibérica era un jardín botánico, un auténtico paraíso. Vivían cerca del mar, y pescaban y comían de todo, incluso piñones... Comían focas monje, cazaban delfines, ánades, patos, codornices, perdices, cabras montesas... Tenían una dieta muy variada, la misma del hombre de hoy". Rosas, por su parte, asegura que la extinción de los neandertales es tan natural como el origen y el nacimiento de cualquier especie. "Nos preguntamos por qué se extinguieron y es un planteamiento falso. Es interesante saber por qué, pero está envuelto en un halo de falso misterio. Cuando llevamos la misma cuestión a otras especies de mamíferos, vemos que unos se extinguen y otros no. Y ellos tienen medio millón de años de historia de evolución, que nosotros no tenemos...".
Pero el codirector de Atapuerca aporta su personal teoría para explicar la extinción: la gran capacidad simbólica de los cromañones les daba ventaja:
"Los neandertales no tenían bandera, y cuando llega aquí el Homo sapiens tiene bandera... Porque la bandera es la capacidad de representar a una comunidad por medio de un objeto, de reagruparse en torno a símbolos, lo que permite aumentar el tamaño del grupo sin basarse en el parentesco, un grupo que trasciende lo biológico. Así, el número de miembros de una tribu puede ser ilimitado; creo que ésa es la diferencia. Los cromañones tenían un sistema de alianzas, de solidaridad, basado en creencias, historias o mitos que les daban una unidad que sobrepasaba lo puramente biológico. Somos la única especie que forma comunidades no biológicas, unidas por lazos de tipo simbólico, lingüístico, religioso... Los neandertales se conocerían entre ellos, familias, grupos grandes, y, de pronto, eso se pone en competencia con una especie de comunidades que pueden ocupar toda la península Ibérica, con una capacidad enorme de alianza".
Eso, dice divertido Arsuaga, significa que los neandertales eran mucho más realistas que los cromañones. "Qué es más inteligente, ¿creer en lo inexistente o no creer. Yo no creo en los espíritus, no es nada realista ni inteligente; en eso estoy con los neandertales, que eran los realistas... Pero, a la larga, la gente que cree en mitos simbólicos tiene más fuerza de comunidad y supervivencia".
Queda sólo un último misterio neandertal por aclarar: si fueron o no creadores, si hicieron arte. Hasta el momento, siempre se ha mantenido que no, y los vestigios encontrados de arte fronterizo (entre 32.000-35.000 años) se han atribuido a los cromañones. "Si los cromañones llegaron hace unos 40.000 años", dice Arsuaga, "algunos neandertales tuvieron tiempo de aprender de ellos, pero ahora parece que los objetos de adorno y colgantes que tenemos de esa fecha, lo más antiguos, son de neandertales, así que nos vamos acercando a la frontera de lo simbólico".
Los huesos encontrados en la cueva de El Sidrón plantean una cuestión que enlaza con la hipotética capacidad simbólica de la especie extinguida: ¿eran enterramientos? El catedrático de prehistoria de la Universidad de Oviedo, Javier Fortea, director del yacimiento, no lo cree así. "En este depósito no se había producido ningún acondicionamiento del espacio por parte del hombre. Parece que procede del exterior, que es una zona de dolina; posiblemente esa dolina se colapsó y por alguna chimenea cayó al interior. Lo que estamos encontrando abajo nos plantea cómo llegaron aquí esos huesos, y si los neandertales enterraban o no a sus muertos hace 43.000 años. Algunos de los huesos tienen marcas de cortes descarnados, y eso indica una práctica de tipo alimentario antropófaga, incluso caníbal, aunque prefiero no utilizar palabras de ritual mientras no sepamos lo que ocurrió. Fuera hubo una acumulación de individuos, y algunos de ellos, no todos, fueron desmembrados por sus congéneres de forma rápida, porque no muestran presencia de felinos carroñeros".
Son señales que pueden percibirse en los huesos, aunque no resulta fácil verlas, salvo cuando quien las muestra es el paleoantropólogo Antonio Rosas, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. "Mire las rayas horizontales de esa mandíbula, se aprecian las marcas del corte, de la descarnación, el individuo fue cortado para descarnar el músculo. Ese otro hueso tiene un desconchón de lasca, de cuando se hace un corte al hueso; eso significa que los huesos largos fueron machacados para extraer la médula y comerla. Si es un canibalismo, alimenticio o ritual, continúa en discusión, pero lo que sí está claro es que El Sidrón aporta un magnífico ejemplo de canibalismo; tenemos señales de libro".
En los diferentes yacimientos neandertales, comenta Arsuaga, hay muchísimos niños enterrados. "Se puede discutir si son rituales o no, pero son enterramientos. Y eso es muy humano, es un comportamiento simbólico, porque un individuo no entierra; es un grupo el que entierra. Y a nivel sentimental nos los aproxima, no los vemos ya como monstruos, sino como gente que entierra a sus niños, que los quiere, y eso es muy tierno".
El yacimiento de El Sidrón no sólo aporta información novedosa, sino que, por primera vez en el mundo, está aplicando un protocolo en la extracción de fósiles para evitar las contaminaciones genéticas que, con frecuencia, se producen en las manipulaciones de los investigadores. Así que no es raro ver dentro de la cueva a una especie de astronauta cogiendo huesos con mucho cuidado. "A todos los excavadores nos han hecho el perfil genético, estamos retratados... Pero cuando afloran huesos potentes, compactos y duros, no esponjosos, como un fémur o una tibia, y creemos que pueden reunir las condiciones adecuadas para extraer material genético, se interrumpe la excavación, y todo el material que se está utilizando se desinfecta. El excavador se pone un traje de astronauta, un mono con escafandra, zapatos y guantes estériles, levanta el hueso con su tierra y lo mete en una bolsa estéril. Luego se guarda en una nevera a dos grados de temperatura hasta llegar al congelador del campo base, que está a 30 grados bajo cero", explica Fortea. Más tarde viajarán a Oviedo, Alemania y Madrid.
Primero fue Atapuerca y ahora los neandertales, hallazgos que, a decir de los expertos, están convirtiendo a España en una potencia paleontológica mundial. "El Sidrón significa a los neandertales lo que Atapuerca a la evolución general", confiesa Rosas sin poder disimular su entusiasmo. Y se aproximan nuevos descubrimientos.
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