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Foto: arqueólogos inspeccionan el montículo de Tell Brak, en el noreste de Siria. Con 8 millones de metros cúbicos, el montículo es totalmente artificial, acumulando material durante más de 6.000 años, a medida que los residentes construían encima de los viejos edificios de ladrillos de barro.
Dos científicos de EE UU utilizan las fotos tomadas por antiguos satélites espía y observatorios modernos para localizar la huella de la actividad humana en el noreste de Siria
"El País" 20/3/2012 - Alicia Rivera
La construcción con bloques de adobe es una tradición milenaria en Oriente Próximo y, cuando se destruyen esos adobes, los restos se distinguen del suelo menos alterado porque tienen una textura más fina y un color más claro. Se llaman anthrosoles. Además, están mezclados con niveles altos de materia orgánica, componiendo una especie de firma de los asentamientos humanos que se puede distinguir desde satélite.
Con la pista de los anthrosoles, dos científicos de EE UU han levantado un mapa de unos 14.000 asentamientos de los últimos 8.000 años en el noreste de Siria, en un área de 23.00 kilómetros cuadrados, desarrollando así un nuevo método para cartografiar patrones de las zonas habitadas. Además, combinan la identificación de anthrosoles con un levantamiento tridimensional del terreno, de manera que han visto que 9.500 de esos 14.000 asentamientos están notablemente elevados sobre el suelo. Esto se debe a que las construcciones se van acumulando siglo tras siglo, las unas sobre las ruinas de las anteriores.
Bjoern H. Menze y Jason A. Ur, antropólogo de la Universidad de Harvard, el primero, y experto en computación del Instituto de Tecnología de Massachusetts, el segundo, dan a conocer su investigación en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (EE UU). El acceso al agua y la ubicación respecto a la red de intercambios en la región destacan como los dos criterios fundamentales que determinaron dónde vivía la gente.
“La arqueología tradicional va directamente a las cosas grandes, los palacios o las ciudades, y tendemos a ignorar los asentamientos del otro extremo del espectro social”, comenta Ur en la revista Science. “La gente que emigraba a las ciudades procedía de algún sitio y nosotros la hemos puesto en el mapa”.
Esa información sobre pequeños asentamientos y el patrón general que se obtiene con esta metodología puede aportar información importante sobre las civilizaciones del pasado y facilitar el trabajo arqueológico no sólo abarcando extensas regiones, sino también recabando información que es difícil obtener directamente en los lugares remotos y de difícil acceso por guerras y conflictos.
Menze y Ur han trabajado con las imágenes, ahora públicas, de antiguos satélites espía del programa Corona, del Pentágono, y con registros de satélites de observación de la Tierra posteriores. Además, para el mapa de elevaciones, han recurrido a los datos de una misión de topografía por barrido con radar que se hizo en 2000 con el transbordador espacial Endeavour, de la NASA.
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