El arqueólogo y filólogo alemán Adolf Schulten no se conformó con pasar a la historia como el descubridor de las ruinas de Numancia, también quiso hallar el rastro de la antigua y misteriosa Tartessos. En un tiempo donde mitos e historia se entremezclaban, el alemán persiguió a esta civilización más allá de las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar) y excavó con toda su alma por Doñana y su entorno, pero su búsqueda resultó infructuosa. Su obsesión ha sido retomada cada pocos años por la arqueología española, fascinada por los tesoros aúreos que se le atribuye a esta civilización, de la que el periodista Javier Ramos y el historiador Javier Martínez-Pinna acaban de publicar el estudio «El enigma Tartessos: La primera civilización de la Península Ibérica».

El libro aborda las características de esta civilización, lo que se sabe de ellos, sus rastros arqueológicos, sus peculiar tránsito al más allá y sus deidades, al mismo tiempo que hace las veces de guía de viajes por la geografía española, de Huelva a Gibraltar, de Portugal a Extremadura... Muchos son los misterios aún abiertos sobre Tartessos, como también es mucho lo que se sabe a base de juntar piezas sueltas en un enorme puzle que se remonta a hace miles de años. Así lo intentan Ramos y Martínez-Pinna en su obra.



¿Cómo surgió esta civilización?

Para contestar a esta pregunta debemos recurrir sin falta a las fuentes, tanto arqueológicas como documentales. El problema es que estas son relativamente escasas y muy contradictorias, lo que ha dado lugar a interpretar Tartessos desde un punto de vista legendario e incluso esotérico. Afortunadamente, los estudios arqueológicos han evolucionado y en la actualidad podemos definir esta civilización como el resultado de un proceso de aculturización que los pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo Oriental (sobre todo los fenicios) y otros de procedencia atlántica llevaron a cabo sobre las poblaciones del valle del Guadalquivir y la zona de Huelva a partir del Bronce Final.

Defendéis que la arqueología no ha sido capaz de desvelar muchos de los misterios, ¿qué nos falta por saber que sea insalvable para conocerlos de verdad?

Todo lo que envuelve a esta civilización parece estar relacionado con el misterio, empezando por la naturaleza de esto que conocemos con el vago nombre de Tartessos, ya que seguimos sin saber si esta fue una región más o menos extensa situada en el sur peninsular o también una gran ciudad ubicada más allá de las Columnas de Hércules, tal y como aparece reflejado en los textos de autores grecolatinos. Tampoco sabemos a ciencia cierta los motivos por los que esta civilización terminó desapareciendo de una forma, digamos, tan abrupta, aunque en «El enigma Tartessos» proponemos al lector las hipótesis con mayor fuerza por parte de los historiadores actuales. Además de esto, sigue siendo un gran misterio la posible relación de Tartessos con la Tarsis  bíblica y, sobre todo, el hallazgo de esta ciudad perdida que ha sido buscada durante más de cien años

¿Se ha podido demostrar que existieran realmente?

Si hacemos caso a las fuentes, sin lugar a dudas. Debemos de tener en cuenta que son muchas las ocasiones en las que los autores de la talla de Heródoto, Estrabón o Plinio el Viejo insisten en la existencia de una gran ciudad que sería una especie de capital de una civilización poderosa con reyes legendarios como Argantonio. En cuanto a Tarsis, es mencionada en diversas ocasiones en el Antiguo Testamento, pero en una y otra ocasión nos falta la prueba material.

¿Qué hay de cierto en la imagen de una especie de Edad de Oro protagonizada por los Tartessos como un pueblo avanzado a su tiempo?

Probablemente la imagen que tenemos de Tartessos como una especie de Edad de Oro se deba al hecho de que cuando los primeros autores empezaron a hablar sobre este pueblo, el recuerdo que se tenía sobre Tartessos ya era muy fragmentario. Esto tuvo que contribuir a la aparición de todo tipo de fabulaciones que hablaban sobre una civilización y un reino floreciente, repleto de riquezas, que se desarrolló en el sur de la península. Autores como Heródoto resaltaron en su obra la felicidad y la longevidad de los habitantes de esta especie de El Dorado, cuyo recuerdo había quedado difuminado como consecuencia del inexorable paso del tiempo. Además, debemos de tener en cuenta que cuando estas fuentes antiguas empezaron a ser estudiadas fue el momento en el que se produjeron, a nivel internacional, alguno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de toda la historia, como los protagonizados por Schliemann con la ciudad de Troya, y esto animó a los investigadores a emular los logros de estos grandes arqueólogos, descubriendo la ciudad perdida de Tartessos relacionada con la Tarsis bíblica e incluso con la Atlántida de Platón.


Fotografía de Javier Ramos

Una de las cosas más características de esta civilización, era su paso al más allá. ¿En qué consistían sus rituales funerarios?

En lo que se refiere al mundo tartésico, su creencia en el mundo del más allá está constatada desde el Bronce Final, en el tránsito entre el II y el I milenio antes de Cristo. De esta época son las famosas estelas de guerrero y los depósitos de armas en entornos acuáticos. Esta práctica la podemos identificar con la costumbre de abandonar los restos del difunto en el agua, acompañados por un ajuar de objetos de bronce, sobre todo de armas, que acompañarían al espíritu del fallecido hasta la otra vida. A partir del siglo VIII a.C. el panorama cambia de forma radical como consecuencia de la intensificación de las relaciones con los puebles de oriente. Es ahora cuando se generalizan las grandes necrópolis asociadas a poblados estables, con todo tipo de enterramientos, tanto de inhumación como de incineración, y en algunas ocasiones empezamos a detectar grandes tumbas principescas cubiertas por túmulos que nos informan sobre la consolidación de grupos privilegiados gracias al comercio con los fenicios.

Por el análisis de los restos materiales, sabemos que los tartesios practicaban complejos rituales tras la muerte de una persona en los que participaban todos los miembros de la comunidad. Para que el alma del difunto pudiese completar su viaje hacia el más allá debía asegurarse el favor de los dioses, por lo que se le ofrecían todo tipo de ofrendas, especialmente libaciones, al igual que se sacrificaban animales y se desarrollaban banquetes funerarios para congraciarse con los antepasados.

¿Por qué guardaban sus fabulosos tesoros?

Por dos motivos. En primer lugar, porque alguno de estos tesoros forma parte del ajuar funerario de los grupos más privilegiados desde el punto de vista económico y que se hicieron enterrar con parte de sus riquezas para poder disfrutarlas en la otra vida. El otro de tipo de tesoros que hemos encontrado aparece como consecuencia del ocultamiento de objetos de culto asociados a los santuarios tartésicos y fenicios justo en el momento en el que se produce el colapso de esta civilización, posiblemente debido a la graves crisis económica producida por la caída de Tiro (Líbano) y la paralización de las relaciones comerciales entre ambas orillas del Mediterráneo.

¿Por qué se les conoce más por el supuesto oro y plata que guardaban que por su cultura?

Porque era su principal fuente de riqueza, una riqueza abundante que sin duda atrajo el interés de los pueblos de Oriente (sobre todo fenicios y griegos) en entablar relaciones comerciales y asentamientos urbanos en el sureste peninsular. Las minas de la zona de Tartessos eran fecundas en la explotación de estaño, metal necesario para confeccionar las armas de bronce y que escaseaba en el Mediterráneo. Luego, a la vista está, con espléndidos tesoros como los del Carambolo o Aliseda, cómo trabajaban el oro y la plata para realizar ajuares de enorme belleza.

¿Qué relación existió entre los Tartessos y la Tarsis bíblica?

La relación entre Tartessos y Tarsis es uno de los grandes enigmas a los que nos referimos en el libro. Las fuentes veterotestamentarias nos informan sobre la existencia de Tartessos, pero en esta ocasión relacionándola con esta desconocida ciudad bíblica, con la que los reyes de la monarquía unificada de Israel establecieron importantes relaciones comerciales que les valieron, en el caso de Salomón, para construir el mítico templo de Jerusalén. El problema es que no todos los investigadores están de acuerdo en identificar Tartessos con Tarsis, ya que muchos piensan que estaría situada en Oriente, aunque, en los últimos años el estudio del registro arqueológico y las referencias bíblicas parece que está inclinando la balanza a favor de su ubicación aquí en la península Ibérica. En este sentido, las investigaciones arqueológicas han logrado identificar en el centro histórico de la ciudad de Huelva material de principios del primer milenio antes de Cristo que, casi sin lugar a dudas, parece corroborar la existencia de las relaciones comerciales de la que hablan las fuentes entre el mundo oriental y el sur peninsular.


Foto de Javier Martínez-Pinna

¿Por qué se ha querido ver en ella un recuerdo lejano de la mítica Atlántida?

Porque según los relatos antiguos, ambos fueron dos lugares geográficos caracterizados por una cultura muy desarrollada, muy avanzada para su tiempo. Una cultura madre del Bronce Final con conocimientos superiores de los que bebieron otros pueblos posteriores en el tiempo. Varios autores encuentran semejanzas entre ellas, como el hecho de situarse más allá de las Columnas de Hércules. También porque Platón, quien nos habló en el Timeo y en el Critias de la Atlántida, menciona una tal ciudad de nombre 'Gadeiros', que guarda muchas similitudes con la Gadir fenicia (Cádiz).

¿Qué quedó de la tradición de los tartesios en las civilizaciones ibéricas actuales?

Los turdetanos fueron, según el historiador Estrabón, «los más cultos de los iberos». Una tribu ibera asentada en el sur de la península Ibérica que recogió el legado de Tartessos en esta zona geográfica. Según las fuentes, los turdetanos desarrollaron leyes y textos históricos que heredaron de los tartesios. Nos hablan de los reyes míticos Gárgoris y Habis, así como del mítico Argantonio, el monarca que según dicen gobernó Tartessos 80 años y vivió 120 años.

Si los lectores quisieran conocer esta civilización a través de la arqueología y de lugares actuales, ¿qué les aconsejarías?

Pues el lector viajero puede realizar un estupendo viaje alrededor de Tartessos y su zona de influencia. Para empezar, en Extremadura, se recomienda la visita del santuario de Cancho Roano y cuando se abra al público, el Turuñuelo (Guareña), ambos en la provincia de Badajoz. Luego debe viajar al sur, a Huelva, el epicentro de Tartessos. En la capital está el Cerro de San Pedro, y por la provincia resultan de obligada visita Tejada la Vieja, Riotinto o Doñana. En Sevilla, su Museo Arqueológico o las zonas de Montemolín, Lora del Río... Y en Cádiz, los restos de la Gadir fenicia, el oppidum de Olvera o los yacimientos de Pocito Chico y Asta Regia. Sin olvidarnos de Gibraltar, el entorno del Guadalquivir y enclaves iberos de Jaén como Cástulo o Giribaile. Para más información, incluimos en el libro una completa guía de viajes por todos estos y muchos más lugares del suroeste peninsular que de alguna u otra forma están relacionados con la fascinante cultura tartésica.

Fuente: abc.es | 15 de enero de 2019

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