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La exposición "Pinturas religiosas de artistas españoles en Roma (1852-1864)" en el Museo del Prado reúne cinco de los mejores lienzos de artistas como Luis de Madrazo, Eduardo Rosales, Alejo Vera y Domingo Valdivieso.
Un golpe de suerte convirtió a la pintura religiosa en arte para la Historia, y a los pintores de estampas devotas, en investigadores. El descubrimiento en las catacumbas de san Calixto del lugar exacto donde se habían enterrado a los principales mártires supuso una estampida de pintores hacia Roma. Artistas como Madrazo, Rosales, Alejo Vera y Domingo Valdivieso fueron a explorar estos templos de martirio para documentar sus obras y dotarlas de rigor histórico. El hallazgo de Giovanni Battista de Rossi, propietario de las tierras sagradas, supuso un espaldarazo definitivo para restaurar a la pintura religiosa como la reina consorte del siglo XIX, junto con la de conquistas y batallas legendarias.
A partir de 1852 y coincidiendo con el descubrimiento del enterramiento original de santa Cecilia y de la cripta de los Papas en las catacumbas de la vía Appia, comenzó una auténtica fiebre por los asuntos de la arqueología sagrada que deslumbró la sensibilidad de los artistas allí instalados. Ya que no era necesario inventar los lugares donde habían sido enterrados esos mártires, sino que se podían recrear de manera fidedigna. El lugar del martirio dejó de ser un fondo pintado con mayor o menor imaginación dantesca para convertirse en el protagonista del cuadro.
Las pinturas religiosas que representaban episodios con justificación arqueológica, especialmente las que narraban escenas protagonizadas por los primeros cristianos, se convirtieron en uno de los grandes intereses de los pintores españoles. Con ellas era ya posible satisfacer sus expectativas de erudición en los mismos términos de necesaria veracidad histórica exigida en los ejercicios académicos, pero al mismo tiempo trasmitían una experiencia llena de emoción religiosa, clave en la mentalidad europea de los años centrales del siglo XIX.
Milagros verosímiles
La pintura religiosa que llevaron a cabo los artistas españoles que estudiaban en Roma durante este periodo supuso un verdadero esplendor del género en todo el siglo XIX, que no se limitó sólo a los asuntos paleocristianos. La Historia Sagrada en su integridad, tanto el Antiguo Testamento, como los episodios evangélicos de la vida de Cristo o incluso la de los santos, comenzó a recibir ese nuevo tratamiento histórico y no solo devocional, para lo que se incorporaron toda clase de detalles arqueológicos, procedentes siempre de fuentes que se tomaban por canónicas y que permitían dotar de completa verosimilitud a las escenas religiosas. Fue durante la exploración de esa vía de realismo histórico, cuando tuvo lugar un cambio estilístico clave en los años centrales del siglo XIX, tanto en España como en el resto de Europa.
Roma fue, junto con Madrid y París, uno de los escenarios principales del arte español del siglo XIX. La Ciudad Eterna poseía un significado propio, fruto de su tradicional protagonismo en la formación de los artistas durante toda la Edad Moderna, pero en el siglo XIX la estancia en Italia se convirtió ya en el punto final de la etapa académica de cualquier artista y suponía el inicio de su madurez profesional.
Madrazo, el pionero
Foto: "Entierro de Santa Cecilia en las catacumbas de Roma", Luis de Madrazo y Kuntz, 1852. Museo del Prado
La selección de obras expuestas en el Museo del Prado, realizada por José Luis Díez, jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX del Museo, y Javier Barón, jefe de Departamento, muestra el triunfo del purismo académico en la obra de Luis de Madrazo, Entierro de Santa Cecilia en las Catacumbas de Roma, realizada tras famoso descubrimiento arqueológico y que se considerarse la primera dentro de este género.
"Entierro de san Lorenzo en las Catacumbas de Roma", de Alejo Vera. 1862. Museo Nacional del Prado
Este trabajo dio paso a obras cada vez más atentas a un realismo de cuño académico, como el cuadro de Alejo Vera, Entierro de san Lorenzo en las Catacumbas de Roma, que toma como punto de partida el lienzo de Madrazo para dotarlo de un mayor verismo y que culmina en la emocionante pintura de Domingo Valdivieso, El Descendimiento, en la que la influencia de las fuentes artísticas italianas es muy poderosa.
"El Descendimiento", Domingo Valdivieso, 1864. Museo Nacional del Prado
El maestro madrileño Eduardo Rosales, en sus dos obras religiosas de juventud, Tobías y el ángel (izquierda) y Estigmatización de Santa Catalina de Siena (derecha), copia de Il Sodoma, realizadas en Italia, encarna el final de la pintura purista y es la clave precisa para la penetración y el asentamiento del realismo de raíz velazqueña en España. En estos cuadros, Rosales ya rompe con los esquemas del dibujo preciso del romanticismo nazareno y apunta la modernidad de su pintura que culminará con Doña Isabel la católica dictando su testamento (abajo).
La pintura española de siglo XIX, que había sido considerada por la historiografía tradicional como un género menor, recupera de esta manera su esplendor. Esta selección de cuadros muestran que no es cierta aquella vieja creencia de finales del siglo XVIII según la cual, con la desaparición de los grandes clientes de esta pintura devocional -la gran aristocracia y la Iglesia- se había enterrado también la pintura religiosa. Habemus cuadros, restaurados para la ocasión.
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