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Dejaron su huella en una piedra, relatando que se celebraba el cumpleaños de su creación en aquel año 68. Por eso, León conmemora durante estos días el 1.945 aniversario de la creación de aquella Legio VII que se estableció en León sobre el año 75 y que, a buen seguro, “murió de inanición” al trasladar desde aquí soldados a otros frentes, que nunca se repusieron. El asentamiento militar situado en la parte trasera de la Catedral de León, no obstante, fue utilizado por la población civil que, a finales del siglo III, se trasladó del asentamiento romano que estaría ubicado ahora en las cercanías de la plaza de Santo Domingo, así como del vicus Ad Legionem de Puente Castro, cuyos restos han sido recientemente tapados para su conservación.
Ese es el origen de cómo aquel campamento, siglos después de que fuera creado por la legión antecesora, la Legio VI, se convirtiera en la ciudad que, al ir creciendo con el paso de la historia, se convirtió en la capital de León. “Es posible que entrara en el campamento una parte de la población civil. A finales del siglo III hay un abandono importante en Ad Legionem, que se está yendo al campamento”, explica el arqueólogo del Ayuntamiento de León, Victorino García que, sin embargo, asegura que “el paso entre campamento y ciudad no está muy claro”.
Foto: Tegula procedente del castra legionis de la Legio VII Geminaen la ciudad de León, conservado en el Museo de León, en el que aparece el sello de la unidad como L(egio) VII G(emina) GORD(iana) P(ia) F(idelis) (238.244)
Una legión a la que se la “tragó la Historia”
Tras la desaparición final de la Legio VII, por cuestiones que no se conocen, la población civil dio vida a aquella ciudad, que vio pasar las etapas posteriores hasta la época medieval. “No sabemos cómo fue el final de sus días en León, fue como si se los hubiera tragado la Historia. De pronto, se empieza a tener cada vez menos noticias de la Legio VII hasta que ya no hubo más noticias”, comenta por su parte Emilio Campomanes, responsable de la empresa de arqueología Talactor e impulso de la celebración del Natalicio de las Águilas, el nombre que toma la ceremonia de constitución de las legiones romanas. No obstante, afirma que esa ‘misteriosa’ desaparición de los escuadrones militares fue habitual en todo el Imperio.
No se conoce cómo desapareció, pero sí cómo surgió, aunque sin muchos más detalles. Las legiones romanas se constituían con un acto denominado el Natalicio del Águila, de la traducción literal del latín, aunque finalmente ha adoptado el nombre en plural, Natalicio de las Águilas. La Legio VII fue creada, sin embargo, en la ciudad romana de Clunia, en la provincia de Burgos. “No hay referencias exactas. El gobernador era Galba, que se levanta en armas y reúne a parte del ejército de la Legio VI Vitrix, que se había asentado en León entre los años 15 y 20 antes de Cristo, a quienes entrega un estandarte con un águila que, simbólicamente, se acababan de convertir en una legión romana”, explica Campomanes
El Natalicio de las Águilas
No hay datos sobre los elementos en los que consistía aquella ceremonia porque son “acontecimientos muy raros” ya que “las legiones se formaban y después duraban siglos”. Por eso se celebraba sus cumpleaños y es raro encontrar documentos sobre la creación de nuevas legiones, aunque la Legio VII fuera una excepción. “Quizá fuera porque los escritores romanos no lo vieron interesante, sencillamente”. No obstante, los expertos consideran que aquella ceremonia contaría con sacrificios de animales y “parafernalias y boatos” típicos de la cultura romana.
Foto: La ruina montium fue el principal método de extracción de oro en la zona de El Bierzo, colaborando en su compleja realización los soldados de la VII Gemina.
Sin embargo, esta Legio VII no era una unidad de combatientes al uso, sino un ejército de ingenieros que fueron capaces de controlar las minas, sobre todo las auríferas, del noroeste de Hispania y crear canales de agua para su perforación, muchos de ellos todavía visibles hoy en día. “Si observas un mapa de Imperio romano, todas las legiones estaban repartidas en las fronteras, hasta Oriente y el norte de África. La única que está en interior es la Legio VII, no porque tuviera que luchar con los Astures, porque en aquella estaban integrados e incluso eran soldados del ejército romano. La razón es el beneficio de los recursos mineros, especialmente de oro, que en la economía del Imperio era fundamental”, relata el arqueólogo municipal.
La Legio VII toma el ‘apodo’ de Gémina
No obstante, la Legio VII, desde su creación, sí participó en algunas batallas, y fueron trasladadas unidades al centro de Europa e Italia hasta que entorno al año 75 se establece definitiva en la Península, donde permanece hasta la caída del Imperio. “El oro financiaba también los intentos de golpe de estado y soldados de la Legio VII eran trasladados a la zona del Danubio, en la actual Austria, o a la actual Cremona, en Italia. El emperador Tito Flavio Vespasiano hace una reorganización general, que logra estabilizar a la legión para evitar tentaciones de nuevas revueltas y la devuelve a Hispania, donde se quedaron hasta el final de sus días”, afirma Emilio Campomanes, que explica que, tras esa reconversión, la Legio VII cuenta, a partir de entonces, con el ‘apodo’ de Gémina.
Esa es la historia que ahora se conmemora, el origen de todo aquello. La creación de una Legio VII sobre la Legio VI Vitrix, su custodia de los recursos auríferos de la provincia de León, su presencia en la capital en el asentamiento militar hasta su indocumentada desaparición, que sentó las bases para que la población civil tomara las riendas de una ciudad creada con fines estratégicos. Pero lo más importante es que León es ejemplo de cómo “el ejército constituyó una fórmula muy eficaz de romanización”. La moneda, que antes en León no existía; la escritura, ya que no había ni archivos ni burocracia; pero, sobre todo, el idioma, el latín vulgar que una persona podía hablar y entender en cualquier punto del Imperio, desde Hispania hasta Turquía.
“Si León hubiera quedado en manos de los Astures, hubieran tardado siglos en darle la vuelta a esa situación. El ejército reclutaba gente que volvía a la sociedad civil, en una forma de difusión de su cultura espectacular”, ha comentado Emilio Campomanes, que comparte opinión con Victorino García. “Está claro que la cultura grecorromana es, indiscutiblemente, uno de los pilares de la cultura occidental. La lengua, las leyes… Gracias a Roma, el aire del Mediterráneo llegó a estas zonas frías de la Península”.
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