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Fuente: diariodejerez.es | Jesús Caballero | 26 de noviembre de 2013
JEREZ está lleno de restos romanos. Se trata fundamentalmente de restos de fustes de columnas, cimacios de mármol, molinos de piedra, marmolillos, etc. Se hallan colocados como guardacantones en las esquinas de las edificaciones para preservar sus muros de los daños que pudiesen infringir los antiguos carruajes o reforzando el interior de los viejos muros.
Entre estos destacamos dos fustes partidos colocados en la entrada de la calle Cordobeses, una columna de mármol en la esquina derecha de la puerta principal de San Lucas, un fuste de mármol con inscripciones en la esquina izquierda de la mencionada iglesia -quizá un miliario, cuya grafía está oculta por el encalado de toda la pieza-, restos de un molino romano con su muesca así como varias columnillas de mármol incrustadas en una edificación del siglo XVIII en la calle Cabezas, una gruesa columna de mármol al final de la calle Pescadería Vieja que sirve de barrera al tráfico rodado, etc. Quizá una gruesa columna de mármol rosa partida de gran diámetro en una esquina de la calle Doña Felipa sea también romana.
En realidad, las columnillas o basas de mármol están presentes por todo Jerez. Existen varias en la calle Cabezas y otras en el entorno de la iglesia de San Lucas. De forma dispersa hemos observado este tipo de restos en numerosas calles jerezanas: Almendrillo, Consolación, San Ildefonso, Balderramas, Plaza del Mercado, Justicia, Plaza Belén, Alcaidesa, Juana de Dios Lacoste, Benavente Alto, Plaza Melgarejo, Plaza Santos, Latorre, Consistorio, Cerrón, San Cristóbal, Judería, Plaza Rafael Rivero, Pavón, etc. La mayoría de ellas parecen ser de época romana.
Aunque estos elementos romanos dispersos podrían hacernos pensar en la existencia en Jerez de un municipio, tal vez un pagus o quizá un conjunto importante de villae, lo cierto es que la arqueología descarta con rotundidad una ciudad romana en la actual Jerez, al no encontrarse sólidas estructuras urbanas. Por ello, ha de pensarse que todas estas basas y columnas se trajeron de yacimientos cercanos, sin duda de Asta Regia, Gibalbín o de los asentamientos rurales de las ricas villae de la periferia jerezana, sobre todo de las existentes en el entorno de Sidueña.
Numerosos restos romanos son citados en la historiografía tradicional dispersos por todo Jerez. En Jerez ocurre un hecho diferente a lo que se observa en otras ciudades españolas. En algunas de estas, se traían restos de civilizaciones antiguas de otros lugares para reivindicar el pasado esplendoroso de una nueva ciudad, colocándose las columnas y capiteles en lugares públicos o embelleciendo los palacios de los nobles. Se traían los restos antiguos para que se viesen y así la ciudad aparentaba una antigüedad y un prestigio que en realidad no tenía. En Jerez, los restos romanos citados por los historiadores antiguos se hallan reforzando la muralla islámica, los muros de las casas o reutilizados como simples guardacantones. Por tanto, los restos romanos existentes en Jerez no se utilizaron para una reivindicación de antigüedad, sino como simples materiales reaprovechados por su utilidad. Es un caso similar a lo que se produce en Sevilla, donde numerosas columnas sirven de guardacantones esquineros, aunque en este caso se cree rotundamente que proceden de la antigua Híspalis, de las que tampoco se han encontrado apenas restos urbanos consistentes.
Parada y Barreto nos habla en el siglo XIX de la existencia de "alcarrazones" romanos o grandes cisternas de agua en la zona del Pozo del Rey, en las cercanías de la actual Plaza de Madre de Dios. Asimismo, numerosas fuentes nos hablan como en 1753 el ayuntamiento jerezano dispuso la recogida de restos romanos dispersos por la ciudad para trasladarlos a dependencias municipales. Entre ellas, varios pedazos de esculturas que aparecieron imbuidas en un muro en un edificio de la Plaza Quemada, dos esculturas togadas en la casa de D. Bruno de Villavicencio en la calle Ídolos y algunas inscripciones existentes en la calle de la Carne y en la Puerta de Santiago (Archivo Municipal de Jerez (AMJF), legajo 300, expediente 8.937). Las dos esculturas togadas de la calle Ídolos pasaron a utilizarse posteriormente como guardacantones en la Plaza Belén hasta que el arquitecto José Esteve y López las donó a la recién creada sección arqueológica de la Biblioteca Municipal. También se descubrieron restos romanos en el Alcázar (Laureano Aguilar, "Estudio de materiales arqueológicos procedentes del Alcázar de Jerez de la Frontera", 1998). Se encontraron, siguiendo al referido autor, "tégulas, ánforas, desechos de hornos de construcción y fragmentos de siguillata… junto a restos constructivos aprovechados en las edificaciones medievales…".
Fuente:diariode jerez.es | 10 de diciembre de 2013
POR otra parte, existieron otras inscripciones dispersas por la ciudad, que por ser de material resistente también fueron reutilizadas como refuerzos de muros. Destaca una columna conmemorativa de gran tamaño - Manuel Esteve la denomina columna miliaria- cuya inscripción hace alusión a un municipio republicano o de los primeros años del imperio que estaba colocada en la Puerta Real. En 1753 fue extraída de la mencionada puerta y enviada a dependencias municipales y hoy día se encuentra en el Museo Arqueológico de Jerez. Es razonable que dicha columna fuese reaprovechada por los musulmanes para reforzar la muralla, datada su construcción en los siglos XI-XII. Este hecho nos hace dudar que viniese en realidad de Asta Regia, como tradicionalmente se ha mantenido, pues Asta estuvo habitada hasta el siglo XIV. No parece lógico que la mencionada columna con su inscripción se trajese a Jerez y no fuese reaprovechada en la propia Asta, todavía habitada.
También se encontraron inscripciones romanas en una casa de la calle de la Carne y en una esquina de la calle San Marcos. Un cipo de mármol con inscripciones alusivas a un municipio romano estuvo en las huertas de Santo Domingo hasta finales del siglo XIX. Otra inscripción se halló en la Puerta de Santiago, otra en la calle Flores, etc. Lamentablemente, aunque de todas ellas existe una amplia documentación, han desaparecido.
Asimismo, también se encontraron en Jerez ánforas romanas completas, como la aparecida en 1937 en los cimientos del patio de la casa sita en calle Basantes n.º 6 y que fue donada a la sección arqueológica de la Biblioteca municipal por Francisco Siles. Otras 3 ánforas enteras aparecieron en el entorno de la iglesia de San Dionisio. Cuestión aparte es la aparición de monedas, de las que hay constancia de su aparición, incluso de la enigmática Cerit, apareciendo éstas entre los muros de una edificación en la Plaza del Mercado (así lo apunta Jerónimo de Estrada a finales del siglo XVIII) y en lugar indeterminado de la misma plaza (Agustín Muñoz y Gómez, siglo XIX).
Por otra parte, en la periferia de Jerez se ha encontrado todo un cinturón de yacimientos romanos de carácter rural, con abundante material anfórico de distintas épocas, alfares y villaes. Este tipo de asentamientos han aparecido por el borde de la elevación que suponía Jerez respecto al arroyo del Guadabajaque, que recorría desde el sur las Playas de San Telmo hasta el nordeste de la ciudad. Sin duda conformaban explotaciones industriales con salida a través de este arroyo hasta la desembocadura del Guadalete, hacia el Portus Gaditano. Entre estos yacimientos destacamos los de Torresoto, Alcázar, Picadueñas, Tempul, Los Villares (con una amplia necrópolis), Rabatún-Montealto, El Almendral, etc. En el solar donde se construyeron las bodegas Croft, donde existió una importante villa, apareció un trozo de suelo romano que fue rescatado entre los escombros por José Caballero Navarro y donado por éste al Museo Arqueológico en los años 80 del siglo XX. Del solar del antiguo campo de fútbol de la Espléndida, varios jóvenes donaron en los años 70 varias ánforas al Colegio La Salle.
Sin duda, un lugar tan privilegiado como Jerez en época romana no debió pasar desapercibido para una civilización tan instruida: en lugar elevado, dominando un arroyo con salida para la exportación, con ricas tierras de cereal y viñas, en comunicación con la cuenca del Guadalete y el Guadalquivir, atravesado por riachuelos, con abundancia de agua potable, etc. Jerez estuvo ampliamente ocupado en época romana. Probablemente, una sucesión de villae industriales con numerosa población, sobre todo esclavizada, para trabajar las fértiles tierras.
Ya en época islámica, es de suponer que tras las invasiones normandas o vikingas del siglo IX sobre el valle de Sidueña, la numerosa población existente en ese valle fundase sobre las antiguas villae romanas de Jerez convertidas en alquerías islámicas la ciudad de Sarish (Miguel Ángel Borrego: La capital Itinerante. Sidonia entre los siglos VIII y X, 2013).
Por otra parte, no estaría mal que todas esas basas y marmolillos romanos que perviven en las esquinas de los edificios jerezanos se estudiasen e inventariasen.
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