Los Vasos Apolinares (o de Vicarello). En los mismo están grabados los nombres y las distancias entre las distintas estaciones de la vía que llevaba de Gades a Roma, con unas 1.841 millas romanas.

 

Vía: diariodecadiz.es | Rafel Garófano | 13 de noviembre de 2011

 

Hay cosas en nuestra ciudad que son difíciles de explicar y el desconocimiento o la indiferencia que culturalmente se da en Cádiz a los vasos de Vicarello es una de las más llamativas.

En enero de 1852, cuando se hacían unas reformas en el depósito de aguas termales del balneario de Vicarello, a orillas del lago Sabatini, al norte de Roma, se produjo un hundimiento que dio acceso a las ruinas de unas antiguas termas romanas en las que aparecieron miles de monedas y objetos metálicos, de muy diferentes épocas, que se remontaban en los estratos más antiguos a instrumentos líticos de época tardo-prehistórica. Aquel tesoro de Vicarello hoy se considera de valor histórico excepcional y, en cuanto a las monedas, el más numeroso e importante hallado jamás en Italia.

Pero en aquel tesoro también había vasos y objetos votivos de oro, plata y bronce, que se suponía eran ofrendas a Apolo que se hacían en aquel sanatorio-santuario de aguas termales. Todo ello descubierto en unas excavaciones faltas de rigor académico y control, donde no faltaron los hurtos de piezas, muchas de las cuales terminaron fuera de Italia dispersas por colecciones y museos.

Algún tiempo después, un trabajador le ofreció al director del museo una colección de vasos que "había encontrado", de oro, plata y bronce, por 20.000 escudos pontificios. Descubierto inmediatamente que el origen de aquellas piezas era Vicarello, aquel hombre fue llevado ante el Papa Pio X, quien, enterado de que se trataba de un necesitado padre de familia, no lo denunció, autorizó que se le pagara lo que pedía y ordenó que los vasos se llevaran a museos vaticanos.

Entre aquellos vasos había cuatro de plata, de valor único y excepcional, con forma de columna miliaria (con las que en Roma se marcaban las millas de las calzadas), de cuatro tamaños diferentes, en los que había grabados los nombres de las ciudades del trayecto Gades-Roma, indicando el número de millas de cada etapa entre ciudad y ciudad. Los nombres de Gades y Roma figuraban, en mayor tamaño y con diferentes grafismos, junto al borde de la boca de los vasos, cubriendo el resto de las inscripciones toda la superficie exterior de los cilindros. Unos vasos seguramente llevados en el viaje a Roma por un personaje de gran relevancia social, que después de estar en la Urbe y tras un día de camino fue a la estación "de Apolo" (Aquae Apollinares Novae) para procurar la curación de alguna enfermedad o dolencia. Dejando en agradecimiento a la divinidad de las aguas, como circunstanciales exvotos, aquellos preciados vasos que no solo le habrían servido para beber, sino también como mapa viario del itinerarium. Lidio Gasperini, de la Universidad de Roma, escribe: "Si gaditano debió ser el devoto oferente de los vasos, también debió ser gaditano el taller donde se fundieron y donde se hicieron las inscripciones a punzón".

En 1952, cuando el académico Antonio García Bellido estuvo en Roma estudiando y fotografiando estos vasos (también conocidos como "apolinares"), tuvo conocimiento de que se estaban haciendo unas reproducciones para una exposición por un prestigioso orfebre, informando a la Real Academia de la Historia para que, aprovechando los moldes, encargase otras réplicas. Poco después, a través del director del Instituto Español en Roma, la Real Academia encargó esas reproducciones que llegaron a Madrid en abril de 1953.

Los originales vasos de Vicarello se exponen actualmente al público en el Museo Nazionale Romano, mientras que las reproducciones de la Academia están en las vitrinas de sus salones, junto a una selección del inmenso fondo que atesora en sus depósitos (siendo estos vasos, por su excepcional valor histórico, las únicas piezas que no son originales). Con los progresos de la tecnología y la globalización del comercio, actualmente se pueden adquirir unas buenas reproducciones de estos vasos (en cobre o en plata) por internet o en un comercio local especializado en este tipo de reproducciones. Digo lo de "buenas reproducciones" después de ver en Madrid las de la Real Academia, de tan difícil acceso. Mientras que no se demuestre lo contrario, en mi opinión, estos vasos son las piezas históricas gaditanas más importantes que están fuera de nuestra ciudad. Unas piezas, por supuesto, de un rango de importancia histórica que va más allá de lo local, lo regional o lo nacional. Para que nos hagamos una idea, hay ciudades españolas que, porque su nombre, latinizado, aparece inscrito en los vasos de Vicarello, lo celebran, lo estudian, proponen itinerarios culturales, colocan reproducciones en sus museos y lo incluyen en sus páginas webs como signo de prestigio histórico. Mientras en Cádiz…

Creo que sería imprescindible que hubiese unas reproducciones de estos vasos en el Museo Provincial (aprovechado la facilidad actual que ofrece el mercado), que fuesen un soporte físico para que los gaditanos supieran de su existencia y para que los profesores tuviesen una referencia pedagógica. Pero lo que de verdad sería extraordinario sería reproducir uno de los vasos en forma de miliario de mármol (un Miliario Aureum), con unas dimensiones adecuadas, y ponerlo en un lugar central de la ciudad, para afirmar ante nosotros mismos y ante los que nos visiten lo que la ciudad fue en el Imperio Romano, y de lo que la factoría de salazón y el teatro romano son grandes testimonios (en otros lugares de España ya se han instalado reproducciones de miliarios). Mientras tanto, esperemos que el Museo Nacional Romano se convierta en lugar de peregrinación para los privilegiados que quieran emocionarse viendo los auténticos Vasos Gaditanos (en Vicarello solo se encontraron).

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Respuestas a esta discusión

Un tesoro de Gades en la Roma Imperial

Los vasos de Vicarello recogen las primeras rutas de la España romana Las curativas aguas del Bracciano los acogieron 18 siglos y ahora lucen en las vitrinas del Museo Nazionale Romano

Fuente: CRISTINA ROCHA CÁDIZ | Diario de Cádiz, 02.09.2013

Corría el año 1852, cuando en una localidad al norte de Roma, Bagni di Vicarello, se producía un descubrimiento hasta ahora único, puesto que no ha habido otro hallazgo similar en estos más de 160 años transcurridos. Un hallazgo que nos remite a la historia de un intrépido gaditano que recorrió los 2.780 kilómetros que separan Cádiz de Roma a pie portando consigo unos valiosos vasos de plata. Son muchas las hipótesis que envuelven el origen y significado de estos vasos. Una cosa sí es segura, que este aventurero es uno de los anónimos embajadores gaditanos del esplendor de una urbe cuyo recuerdo de gloria queda plasmado en dichas ofrendas. 



Los vasos se encontraron, junto a un tesoro, en los bajos de un antiguo templo de aguas termales dedicado a Apolo, dios de la curación y los viajeros. La importancia de los vasos se debe a que constituyen una fuente geográfica e histórica excepcional, de hecho, en ellos encontramos la primera pista del sistema vial romano. En 1862, tan sólo diez años después de su descubrimiento, los itinerarios de la ruta Gades-Roma (inscritas en los vasos) fueron utilizados por Eduardo Saavedra para elaborar el primer mapa de vías de la Hispania romana e incluso la Real Academia de la Historia realizó unas réplicas de los mismos. 

El tesoro es considerado, hasta el momento, el más grande jamás hallado en territorio romano. Las aguas del lago Bracciano, que sirvieron de refugio del tesoro durante 18 siglos, se consideraban curativas, de hecho, fue un importante destino de peregrinos que buscaban la gracia de Apolo. Aguas que, utilizadas por el hombre desde el Neolítico, salían de las cavidades de las montañas a unos 45-50 Cº, y cuya composición se basaba en importantes cantidades de bicarbonato, con propiedades que la hacen ideal para la cura de reumatismos y artrosis. Estas termas constituyen un símbolo tangible de la actividad del volcán Sabatino, desaparecido hace 40.000 años. Estas aguas eran las que discurrían por el acueducto de Trajano, que llevaba el agua potable hasta el centro de Roma. Actualmente, son aguas limpísimas, sobre todo, desde los años 80, cuando se prohibió el uso de embarcaciones a motor y pesticidas, y donde se instaló una depuradora. Es conocido como el "lago para beber". En época romana, estas termas conocieron un notable desarrollo gracias a la construcción de balnearios, calles y edificios. 



Con respecto a los vasos, aún persisten dudas capitales acerca de su origen y significado. Las hipótesis tradicionales sostienen que se tratan de ofrendas votivas. Otros señalan que, seguramente, formaban parte de un tesoro romano de origen desconocido que fue protegido de los saqueos de la antigüedad. Su origen se podría retrasar a finales del s. III o principios del IV, y no del siglo I como inicialmente se había pensado. Mientras el hallazgo de los tres primeros vasos se conoce desde el principio, el cuarto no salió a la luz hasta 1863, once años más tarde que sus hermanos mayores. 

En cuanto al porqué de los vasos se plantean ciertas dudas. Algunos científicos creen que podría tratarse de un encargo de ofrenda a Apolo, pero también se plantea que su misión era simplemente la de servir como recipiente para beber, y de ahí su forma cilíndrica, y como guía para consultar las distintas etapas del camino, convirtiéndose en ofrenda sólo por necesidad del viajero de usar las Aquae Apollinares. Otra posible hipótesis barajada por los especialistas ha sido que los vasos fuesen regalos de viajeros españoles a un noble senador romano, Lucio Lunio Cesennio Peto (pariente del emperador Domiziano, el cual tenía una villa en los alrededores de Vicarello), y que posteriormente éste haya utilizado los cuatro vasos para regalárselos a los dioses que protegían el lugar. 



Lo que sí se sabe es que los vasos pertenecieron a un oferente anónimo, posiblemente acomodado, dado su rico material de construcción, oriundo de Gades o residente en la ciudad, que encargó en plata estos cuatro vasos en alguna manufactura local. Son réplicas en miniatura de un miliario, las grandes columnas de piedra con información viaria que jalonaban las vías romanas. Posiblemente, el modelo que sirvió de inspiración fuera el miliario áureo que el propio Augusto erigió en el Foro romano en el año 20 a.C. Los cuatro vasos, aunque difieren en algunos aspectos, tienen bastantes elementos comunes que hacen pensar en un mismo artífice o taller o, al menos, en una misma finalidad. Según indican los historiadores, era frecuente en la religiosidad prerromana y romana, e incluso en nuestros días, arrojar monedas y otros objetos a ríos, manantiales y fuentes como un ritual mágico que pretendía hacer cumplir un deseo o como simple agradecimiento a la benevolencia de los dioses. Este acto de ofrenda es lo que muchos piensan que son estos vasos, una forma piadosa de pedir o agradecer al dios Apolo una curación o un viaje tranquilo por parte de un rico peregrino que realizó el itinerario que se narra en los vasos. 

La vía reflejada en los vasos de Vicarello, llamada Augusta, es una de las más importantes vías de comunicación de la Península Ibérica. Se trata de la vía más directa para comunicar por tierra Gades con Roma. Actualmente, la encontramos en literatura con los nombres de Hercúlea, Heráclea, de Aníbal o Augusta. Pocos caminos de la España antigua pueden rivalizar con éste en importancia. El profesor Juan Blánquez lo calificó como "una gran vía comercial-cultural que constituiría el más importante y antiguo eje de comunicación de la Península Ibérica". Su existencia se acredita gracias a estar detallada en los vasos de Vicarello. 

No se puede sostener la existencia en Hispania de una sola Vía Augusta, dicha acepción no debe entenderse como nombre propio, sino como calificativo que engloba un grupo de vías. Además, en ninguno de los vasos aparecen trayectos con nombres propios. Así pues, la ruta hispana de los vasos de Vicarello sería utilizada en época romana por los ejércitos que cruzaban el valle del Guadalquivir por sitios muy favorables. Una ruta que sólo aquel gaditano del siglo III a.C conoce junto con los enigmáticos secretos del tesoro, ejemplo de la riqueza de Gades, ciudad más importante de occidente en la época.

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