Localizan tres campamentos que pueden reescribir la romanización del noroeste peninsular

Fuente: lavozdeasturias.es | 26 de mayo de 2016

Una «pequeña revolución»: así describen el resultado de la aplicación de nuevas tecnologías y métodos de trabajo a la arqueología romana en Asturias los investigadores que hoy jueves, a las 19.30 horas participarán en un seminario en el Museo Arqueológico de Asturias.

Los especialistas José M. Costa García (Universidad de Santiago de Compostela), Andrés Menéndez Blanco (Universidad de Oviedo) y David González Álvarez  (Universidad Complutense de Madrid) forman parte de un equipo de investigación sobre la presencia militar romana en el noroeste ibérico compuesto por un grupo más amplio de investigadores de diferentes disciplinas procedentes de Asturias, Galicia y Portugal. 

Si de la conquista de la región asturiana por las tropas de Augusto sólo se conocía hasta ahora el campamento romano de Monte Curriechos, en Lena, las recientes investigaciones permiten elevar por encima de la veintena el número de enclaves militares provisionales utilizados por el Imperio a fin de someter a los belicosos astures. Casi todos esos enclaves militares se encuentran en el Occidente de la región y llevan nombres gallego-asturianos como A Granda das Xarras (Ibias), El Chao de Carrubeiro (Boal), Cueiru (Teverga), La Resiel.la o Moyapán (Allande), pero también hay alguno en el Oriente, como es el caso de El Picu Viyao, en Piloña. 

Así cartografiadas las guerras astur-cántabras, las rutas que siguieron los conquistadores, los movimientos que hicieron, dónde tuvieron lugar las batallas con los indígenas y cómo se efectuó la pacificación posterior a la victoria de Roma, está ahora mucho más claro para los estudiosos, que, hasta el descubrimiento del campamento del Monte Curriechos en 2001, sólo disponían para conocer la contienda de los escritos, poco minuciosos y siempre parciales, de los historiadores y geógrafos romanos de la época.  «Ahora podemos conocer a las dos partes: no sólo la romana, sino también el papel que jugó en esta contienda la parte conquistada, los indígenas», explica Andrés Menéndez.

Foto: Campamento de Moyapán desde el ONO (12/2008) Allande, Asturias.

Nuevas tecnologías

En efecto, en el siglo XXI ya no se depende tan sólo del pico y la pala para conocer lo que de nuestro pasado esconden nuestros subsuelos: herramientas más avanzadas permiten hacer que la tierra hable sin necesidad de excavarla. Observando en fotografías aéreas los juegos de sombras que se forman al amanecer y al anochecer, cuando son más alargadas y hasta la más nimia elevación del terreno las arroja, se descubren a veces auténticas ciudades subterráneas.

También es muy productivo prestar atención al crecimiento diferencial de la vegetación: un muro enterrado hace que el grosor de la tierra situada justo sobre él sea menor, y que en consecuencia la hierba disponga de menos humus del que nutrirse que aquélla cuyas raíces no tienen obstáculos subterráneos para crecer hacia abajo. Así, una hilera perfectamente rectilínea de hierba menos alta que la aledaña es otro testimonio elocuente de la existencia de un yacimiento.

Con las siglas inglesas LiDAR (Light Detection And Ranging) se conoce una tecnología más refinada que, sirviéndose de pulsos láser, hacen posible detectar estructuras imperceptibles para la fotografía aérea. Otra metodología muy útil es la conocida como SIG (Sistemas de Información Geográfica), que abarca toda una panoplia de herramientas de análisis territorial. En este caso no se trata de preguntarle a la tierra lo que contiene, sino de meterse en la piel de un romano o un astur y deducir dónde es más lógico que levantara un asentamiento con base a diversas variables: accesibilidad y altitud relativa, pendientes, visibilidad y prominencia visual, acceso a recursos naturales, cercanía a vías de agua, movilidad, etcétera.

Toponimia y folclore

Finalmente, no es perder el tiempo acudir a la toponimia y el folclore. Las comunidades campesinas conservan en ocasiones leyendas relativas a batallas o a asentamientos antiguos que pueden ser cabos de los que tirar para descubrir restos poco visibles en la actualidad. En cuanto a la toponimia, su valor se suele comparar al de las piedras de ámbar en las que los paleontólogos encuentran intactos insectos atrapados en la resina que las formó hace millones de años: como ellas, nombres tan comunes en el noroeste ibérico como Castro o Murias -«muros», en asturiano- mantienen el recuerdo fantasmal de estructuras antiguas hoy desaparecidas que dieron nombre a las aldeas levantadas después cerca o encima de ellas. También se presta atención al apellido «de los Moros» que llevan topónimos como El Pozu los Moros, en Quirós, porque las gentes de las edades Moderna y Medieval solían creer morunas y no romanas las ruinas antiguas.

La investigación del pasado romano está lejos de concluir con estos nuevos progresos: al contrario, no hace sino empezar. «La presentación es sólo de resultados preliminares», explica Menéndez. El seminario tendrá también una sección dedicada a las estrategias de divulgación científica y socialización del conocimiento desplegados, sobre todo en redes sociales, por este equipo en el que participan investigadores asturianos, leoneses, gallegos y portugueses. «Partimos de la premisa de que la investigación en cualquier rama científica del siglo XXI debe resultar accesible para la sociedad», dicen. Esa vocación divulgadora puede comprobarse en su página web, http://romanarmy.eu, y en su perfil de Facebook, http://www.facebook.com/romanarmynw/.

 

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Respuestas a esta discusión

Roma creó en Asturias una red estratégica de campamentos, muchos aún por descubrir

Ignacio Alonso, director del Arqueológico; José Manuel Costa, Otilia Requejo, directora de Patrimonio; David González y Andrés Menéndez.

Fuente: LNE.es | 27 de mayo de 2016

Bajo zonas de pastizales, monte bajo o áreas forestales se esconden en Asturias decenas de restos de campamentos romanos. Unos fueron utilizados por las legiones de forma permanente durante los años de la conquista. Otros, apenas eran emplazamientos para un solo día, pero convertidos ahora en joyas arqueológicas. En el año 2000 estaba documentada una veintena de asentamientos militares alto imperiales en el noroeste español. Hoy son más de cien. "Y más que vendrán", auguró ayer José Manuel Costa García, uno de los integrantes del equipo multidisciplinar encuadrado en un proyecto que tiene en la web romanarmy.eu su fachada a todos los públicos.

Costa, junto a sus compañeros arqueólogos Andrés Menéndez Blanco y David González Álvarez, explicó anoche en el Museo Arqueológico de Asturias lo que hoy conocemos de la arqueología del ejército romano en el noroeste hispánico.

No sabíamos casi nada; empezamos a conocer mucho, y existe la sensación general de que queda un mundo por descubrir. Las nuevas técnicas, fundamentalmente las relacionadas con la arqueología aérea y el sistema Lidar Aéreo, que permite el escaneo del terreno anulando vegetación para conseguir imágenes en 3D abre vías insospechadas en la investigación.

Con estos sistemas se han descubierto recientemente cuatro nuevos campamentos. Dos se sitúan en la vía de La Mesa, y los otros dos en el municipio de Allande. Los cuatro tienen razón de ser como explicaron ayer los técnicos porque en ambos casos forman parte de pura estrategia militar. Y los romanos sabían mucho de eso.

Forman parte de rutas, aprovechando sierras y collados por cuyas cumbres se podía transitar con alguna comodidad. El mapa de los campamentos nos sugiere etapas, a distancias parecidas entre unos y otros que permitían pasar de campamento a campamento en una sola jornada de marcha.

En la vía de La Mesa se pone en comunicación la zona de Babia con la actual de Belmonte y Grado. Por su parte los dos restos de campamentos hallados en Allande forman parte de una red que uniría la zona baja de la cuenca del Navia con la actual Fonsagrada. Eran vías de penetración muy bien pensadas, y complementadas con la enorme capacidad de la maquinaria bélica romana para moverse y construir defensas.

A través de esa red de "cuarteles" del Imperio y de los datos arqueológicos encontrados, nos podemos hacer una idea del mapa de la guerra. Se encuentran más vestigios bélicos, los puntos calientes de la primera romanización, cuanto más al oriente, y menos evidencias de destrucción en el occidente astur.

David González, que es profesor de la Complutense, se refirió ayer a otra clase de violencia, la simbólica, es decir, la obligación que impone el Imperio a una realidad distinta, a formas de producción diversas y a toda una revolución en el ordenamiento administrativo del territorio. Los conventus tienen capitales que de forma mayoritaria se asientan sobre antiguas fundaciones militares.

Hay que cambiar nuestra visión de la Historia en ese entorno temporal que va desde el siglo II antes de Cristo al siglo III de nuestra era. Hoy conocemos en Asturias más del paso de Roma que del mundo indígena, pero los tres arqueólogos tienen claro que "las comunidades indígenas no fueron sujetos pasivos ni convidados de piedra" y que "tomaron parte activa en la romanización".

Trincheras, taludes y empalizadas están ahí y no las vemos. Atesoran información y guardan respuestas a las muchas preguntas sobre un tiempo hasta ahora basado en estereotipos.

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