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Arqueólogos vaciando el contenido de una de las ánforas romanas (ACN / Xavier Pi)
Los arqueólogos han vaciado ánforas de hace 2.000 años procedentes del barco romano hundido junto a las Islas Formigues y han confirmado que llevaban salsa de pescado. Se han pasado dos milenios a más de 45 metros de profundidad, pero hace pocos meses volvieron a la superficie. Formaban parte de la carga del barco romano que a principios del siglo I d.C. se hundió en el litoral del Baix Empordà (Gerona).
Un derelicto que los arqueólogos descubrieron en 2016 y que ya se ha empezado a excavar en profundidad. De momento, quitando parte de la arena que recubre el yacimiento, ya se han contabilizado 135 ánforas. Y de éstas, durante la última campaña los arqueólogos extrajeron tres. Se habían desprendido de la estiba del barco y, a diferencia del resto de ánforas que todavía descansan bajo el mar, no había riesgo de que se rompieran en el momento de cogerlas.
Pese a que estas tres ánforas habían perdido el tapón (en el yacimiento, muchas lo conservan) los arqueólogos las han vaciado para intentar encontrar restos de su contenido. Y después de retirar los sedimentos acumulados en el interior durante siglos, las ánforas han revelado parte de los secretos de la nave. Y a partir de ahora, también se espera que lo hagan de la cultura culinaria de los romanos.
En su fondo, los arqueólogos han encontrado partes de la resina que se usaba para impermeabilizar las ánforas. Pero también escamas y trozos de espinas, que han permitido descubrir con certidumbre qué transportaba el barco hundido en las Formigues. “Hasta ahora teníamos dos hipótesis: o llevaba salsa de pescado o salazones”, concreta añade el responsable del Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (CASC), el arqueólogo Gustau Vivar.
“Pero por la clase y el tamaño de los restos, es decir más bien partes de distintos pescados, ahora ya podemos concluir que llevaba un cargamento de salsa”, añade Gustau Vivar.
Pionero e internacional
Ahora, las tres ánforas descansarán en las estanterías del almacén del CASC, junto con los centenares de restos procedentes de los yacimientos submarinos que hay en el litoral catalán. Pero las muestras que se han extraído de su contenido viajarán hasta laboratorios de Francia y Noruega. Formarán parte de un estudio pionero a nivel internacional que intentará descubrir qué contenía la salsa de pescado que elaboraban los romanos.
También conocido como garum, este condimento se elaboraba con distintas clases de pescado, que se troceaban y se ponían a macerar durante un año a sol y serena. Ahora, a través del microscopio, se mirarán los restos de polen y de ADN que contenían las ánforas para ver qué plantas y pescados se ponían en la salsa.
Por eso, dos arqueólogos expertos en palinología (el análisis del polen) se han desplazado hasta la sede del CASC en Girona para extraer las muestras que se enviarán a los laboratorios. “Esta es la primera vez que hacemos un estudio polínico sobre estas salsas romanas”, concreta Anna Ejarque, que trabaja en el laboratorio Geolab que el Centro Nacional de Investigación Científica francés, en CNRS, tiene en Clermont-Ferrand.
Como el polen se conserva durante milenios, Ejarque concreta que podrán determinar qué plantas se usaban para elaborar el garum. “Eso sí, siempre que sean partes en florescencia; por ejemplo, si se ha usado romero para aromatizar la salsa, encontraremos su polen en una proporción muy alta”, concreta la palinóloga.
Además, según explica Santi Riera, palinólogo y profesor de Arqueología de la Universitat de Barcelona (UB), también habrá muestras vegetales que, junto con las escamas y restos de espinas se enviarán a analizar a Noruega. Allí se mirará si se ha conservado el ADN, lo que permitirá determinar qué plantas y qué pescados usaban los romanos para elaborar la salsa.
En paralelo, los palinólogos también estudiarán la resina que se ha conservado en el fondo y parte de la pared de las paredes de las ánforas (y que se usaba para impermeabilizarlas). El objetivo, en este caso, es ver de qué árbol se extraía.
“Por lo que hemos leído, se ve que para trasportar vino la resina de pino de alta montaña era muy apreciada, pero también sabemos que se extraía del roble”, concreta Ejarque. “El uso de la resina en el mundo antiguo es muy desconocido, y ahora podremos analizar de dónde procedía la que llevaban las ánforas del barco localizando en las Formigues”, añade la palinóloga. “Una de las cosas buenas que tendrá este estudio es que puede servir para aportar información novedosa y descubrir incógnitas”, concluye.
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