La localidad burgalesa de Buniel fue un asentamiento romano. Así lo atestiguan los restos que un vecino encontró de forma casual hace unas semanas, cuando al iniciar unas obras se dio cuenta de que se encontraba trabajando en un terreno histórico, un cementerio de la época romana (siglo III d. C), para ser más exactos. Desde entonces, un grupo de arqueólogos trabaja en la que podría ser una de las necrópolis de la época tardorromana más importantes de la provincia.
A escasos diez kilómetros de la capital, Buniel se ha convertido desde hace décadas en uno de los yacimientos arqueológicos más importantes. Este enclave guarda uno de los secretos más importantes de los últimos años del imperio romano. Si bien es sabido por muchos vecinos que en estas tierras hubo un asentamiento, pocos sabían que a escasos metros y ubicado en un cerro se halla una de las necrópolis más impactantes y mejor conservadas, según explica el grupo de arqueólogos que trabaja allí.
Diversos montículos de tierra, dispersos en el cerro, indican la presencia de lo que hasta entonces era un campo de trigo y cebada, y un terreno de uso privado en suelo urbanizable. Con los primeros indicios, los arqueólogos se pusieron manos a la obra e iniciaron las primeras catas sobre el terreno. «Lo que encontramos fue impresionante», relata una de las arqueólogas, quien explica que se han hallado diferentes niveles de enterramientos desde una etapa prehistórica hasta otra posterior y que se corresponde con la era romana.
Cuanto menos, el terreno es impactante. En un radio de apenas 10 metros, se dan cabida tres espacios diferenciados con un enorme peso histórico y un gran valor antropológico. En total, se han rescatado de la tierra alrededor de 15 restos de diferentes individuos, lo que hace pensar que hay una gran variedad de cadáveres de todas las épocas.
Uno de los elementos encontrados de mayor valor es un sarcófago tallado en piedra arenisca que ha sabido sobrevivir intacto al paso de los siglos. «Apareció cerrado y en él se encontró el cuerpo de un hombre de mediana edad», relata uno de los arqueólogos. Junto a él, otro esqueleto, con el cráneo bastante deteriorado, enseña el ritual que durante siglos compartieron las tumbas romanas. «Los cuerpos se colocaban mirando hacia el sol y con las manos entrelazadas», explica uno de los expertos.
Algunos restos son teselas y mosaicos que han surgido cerca del cementerio. Aunque su conservación no es la más idónea debido a que permanecieron en un terreno ácido, «su aparición resulta fundamental para la datación de los cuerpos». Los expertos creen que tienen «tanta importancia o más que los que se han encontrado en Clunia».