Fuente: lainformacion.com | 29 de juliio de 2013

Alrededor de 1.500 habitantes poblaron la antigua ciudad celtíbera de Numancia, desde finales del siglo III a.C. hasta 153 a.C., año en el que el general romano Emiliano Escipión la destruyó tras un asedio de once meses, según han puesto de manifiesto las excavaciones realizadas en su necrópolis.

El profesor de la Universidad Complutense de Madrid y responsable del Plan Director de las excavaciones de Numancia desde 1993, Alfredo Jimeno (izquierda), ha impartido hoy (lunes pasado)  una conferencia sobre la necrópolis numantina, dentro del ciclo organizado por la Fundación Duques de Soria de ciencia y cultura hispánica "Celtas y Celtíberos".

Jimeno ha declarado a Efe que las excavaciones en la necrópolis de incineración, que se extiende por una hectárea en una ladera del cerro de la Muela (Garray), han permitido datar que en Numancia, en sus ocho hectáreas de extensión, vivieron tres generaciones.

Los análisis de oligoalimentos realizados en las excavaciones ha permitido llegar a la conclusión que las mujeres comían peor que los hombres en la ciudad celtíbera, dominada por la figura del guerrero.

"El hombre comía mucho más cereales y carne mientras que las mujeres comían más bayas y frutos verdes", ha asegurado.

Los análisis de los restos humanos señalan que la dieta de los numantinos era rica en componentes vegetales, con un peso importante de los frutos secos y pobre en proteínas animales.

Los estudios han corroborado que molían el trigo y las bellotas en los molinos de mano para obtener la harina con la que hacían el pan y cocinaban las gachas, junto con grasa de animal.

En cuanto a la carne y el pescado, en especial la trucha -representada en las cerámicas numantinas-, se conservaban secos por medio del ahumado y la salazón.

Las excavaciones también han puesto de manifiesto que en la sociedad numantina existían oficiantes o sacerdotes para la celebración de sus rituales.

Uno de los rituales consistía en exponer a los buitres los cuerpos de los guerreros muertos, porque los numantinos entendían que el buitre hacía de transmisor entre el mundo de los vivos y el de los muertos.

"Al mismo tiempo que tira de la carne, el buitre coge el espíritu y lo eleva directamente a la deidad, sin intermediarios. Por tanto, los numantinos entendían que era un ritual más puro", ha explicado.

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