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Rafael Baena lleva casi 25 años investigando la historia geológica del río Guadalquivir y actualmente coordina el grupo de investigación Geografía Física Aplicada y Patrimonio de la Universidad de Sevilla.
Fuente: diariodesevilla.es | Luis Sánchez-Moliní| 27 de abril de 2014
-Usted ha dedicado gran parte de su carrera como geógrafo al río Guadalquivir, todo un mundo que, pese a ser el eje vertebrador de Andalucía, no deja de ser un gran enigma.
-El Guadalquivir es un gran desconocido. Lo único que podemos hacer para que el río nos hable de su pasado es estudiar los materiales que ha arrastrado, lo que la gente llama los chinos, la arena, los limos y las arcillas... Podemos saber por dónde ha pasado el río en función de estos restos. Otro elemento importante para comprender al Guadalquivir es saber que, a lo largo de su vida milenaria, ha hecho dos cosas: desplazarse e incidir (excavar) en el terreno, produciendo una morfología en escalera, lo que son las terrazas fluviales. Cada uno de los umbrales de estos escalones es un sitio donde, antaño, estaba el fondo del valle del río. Hoy todo el mundo conoce La Vega, pero hay que saber que en otros tiempos esa vega estuvo situada en lugares más altos.
-Comentaba que el Guadalquivir no siempre ha discurrido por el mismo lugar y que se desplaza en el terreno. ¿Hacia donde?
-El río siempre se ha movido hacia la derecha, hacia Sierra Morena y, cuando da la curva, hacia el Aljarafe. ¿Dónde estaba el río hace un millón de años? Pues pasaba a los pies de Carmona, más o menos por donde ahora va la autovía. Es decir, el nivel del río enlazaría con el del Aljarafe. Se ha desplazado hacia el norte y hacia el oeste unos 30 kilómetros.
-¿Cuantas terrazas ha producido el Guadalquivir a lo largo de su historia?
-Que se hayan conservado, unas 14. La 1 es la más antigua, la más alta, y la 14 es La Vega, la más baja.
-¿Y qué sabemos del río primitivo, cómo era?
-Por ejemplo, si nos centramos en la terraza alta de Carmona, que es la 5, la que se produjo hace más o menos un millón de años, podemos concluir que era un río que arrastraba mucho material, más ancho que en la actualidad, más tipo braided.
-¿Braided?
-Sí, es ese tipo de paisaje fluvial con muchas islas de grava y arena, con varios canales de agua...
-¿Dónde desembocaba en esta época?
-Probablemente por la misma zona de Carmona.
-¿Y por qué nació el Guadalquivir?
-Antes del río, hace unos 20 millones de años, todo lo que hoy es la depresión del Guadalquivir era un entrante marino. Este mar se fue poco a poco retirando, por lo que el agua de los relieves del entorno -las cordilleras béticas y Sierra Morena- se fue vertiendo a ese espacio que iba poco a poco emergiendo y se organizó la primera red fluvial. A medida que el mar se fue retirando, el río ha ido ganando espacio hasta llegar a nuestra situación actual.
-Estamos hablando de un proceso vivo.
-Claro. Se ve claramente en lo que en la Antigüedad se conocía como el lago Ligustino, que era un entrante marino. A base de meter sedimentos, el río lo ha ido colmatando hasta que ha pasado de ensenada marina a marisma y de ahí a zona continental.
-¿Y esas marismas del Guadalquivir que aparecen tanto en algunas coplas están condenadas a muerte?
-Sí, su fin es desaparecer. De hecho, ya ha pasado de ser una marisma marina a otra continental. El río que alimenta las marismas ya no es el Guadalquivir, sino el Guadiamar y los arroyos de Huelva, que son de agua dulce. Poco a poco esta zona ser irá colmatando, por mucho que el hombre se empeñe en lo contrario.
-Será toda una pérdida para nuestro paisaje...
-Bueno, tenga en cuenta que todavía en los años 50 una marisma era un sitio insalubre con paludismo, fiebres, insectos... Acuérdese de Cañas y Barros, la novela de Blasco Ibáñez basada en la ley por la que si uno colmataba una marisma se quedaba con ese terreno.
-¿Cuándo comenzó el hombre a poblar ese Valle del Guadalquivir aún edénico?
-Todavía hay debate sobre esta cuestión, pero digamos que hace unos 700.000 años. Lo significativo del Valle del Guadalquivir es que en sus terrazas se encuentra muchísima industria lítica, por lo que tuvo que existir una población muy extensa.
-Es decir, que desde sus inicios fue un lugar atractivo para el hombre.
-Sí, quizás debido al buen clima y a la abundante fauna para la caza. Nos remontamos al homo erectus, pero no tenemos ningún resto óseo, probablemente porque no le hemos dedicado el tiempo y los recursos necesarios. Tenga en cuenta que para buscar estos restos tenemos que aprovechar los cortes artificilales que se abren para construir carreteras o extraer áridos. El problema es que cuando los operarios de las empresas que trabajan en estos lugares encuentran alguna pieza la destruyen para evitar que la Junta les pare la obra.... Es muy probable que hayan aparecido restos humanos, pero... Para captar recursos y atención es importante que encontremos alguno de estos restos, porque eso le interesa mucho a los políticos y a la prensa: "El primer andaluz", "El primer europeo"...
-Precisamente, las últimas investigaciones que realizó su grupo en La Rinconada saltaron en los medios de comunicación por haberse encontrado, entre otras muchas cosas, restos de un hipopótamo gigante.
-Conseguimos convencer a Sando para que nos diese permiso y poder trabajar en una gravera que estaba explotando en el término municipal. Ha sido muy importante, porque pudimos contar con la colaboración de los maquinistas, quienes nos guardaban los restos y nos indicaban la profundidad a la que habían aparecido. Uno de los principales logros ha sido contextualizar los restos que actualmente se guardan en el Museo de La Rinconada, muchos de los cuales fueron recopilados en su día por el cura Francisco Sousa con un afán más de coleccionista que de científico. Ahora, gracias a estas investigaciones, sabemos de qué época son y a que ambiente pertenecieron.
-Estamos hablando de una fauna compuesta por grandes mamíferos.
-Exacto. Lo que hoy es la provincia de Sevilla fue antiguamente una especie de sabana africana en la que vivían elefantes, uros (toros gigantes), bos primigenius (buey primitivo), hipopótamos, rinocerontes, caballos, cebras... Estamos hablando de hace unos 400.000 años, en pleno Pleistoceno Medio.
-Y junto a esos animales también aparece el hombre. ¿Se han encontrado restos de actividad cinegética?
-Sí, cuando uno encuentra un hueso de animal, automáticamente aparecen al lado muchos restos de industria lítica, lo que nos habla de una evidente relación. Hemos encontrado multitud de triedros, hendedores y bifaces, pertenecientes a lo que conocemos como el Achelense. Sin embargo, hay un momento en la estatigrafía que indica que, de repente, todo cambió. Hubo un momento en que el clima se hizo más cálido y árido, probablemente más que hoy en día, desapareciendo toda esta gran fauna.
-¿Un cambio climático?
-Sí, hace unos 200.000 años. Cuando los grandes mamíferos habitaban La Rinconada, en el norte de Europa había una glaciación y, por tanto, la fauna se refugiaba en el sur. Sin embargo, en el momento en el que el clima se hizo más templado en el norte, el sur se hizo demasiado árido y desaparecieron los macromamíferos y, por tanto, la población humana tuvo que disminuir. Al igual que ahora, el continente entró en una era interglacial.
-En sus trabajos también ha abordado la configuración de distintos meandros, una de esas palabras hermosas que regala el castellano.
-Antiguamente, en el Siglo de Oro, se les llamaba tornos. Estas curvas son la forma natural de funcionar un río. El agua, a no ser que exista mucha pendiente, nunca tiende a seguir un camino recto debido a lo que se conoce como la fuerza de Coriolis, aquella por la que el remolino que se forma cuando se quita el tapón del lavabo gira a la derecha en el hemisferio norte y a la izquierda en el hemisferio sur. Además, los fluidos intentan siempre evitar los obstáculos, por lo que siempre tienden a la curva.
-Son elementos que también evolucionan.
-Sí, todo meandro tiende a erosionar en un lado de la curva y a depositar en el otro, lo que provoca que poco a poco se vayan desplazando y aumentando de tamaño. El problema del meandro es que cuando el agua lleva mucha fuerza termina cortándolo y la curva queda abandonada, quedando esos lagos de herradura que todavía se ven en el Ebro. En el Valle del Guadalquivir estos lagos se drenaban y se repartían para el cultivo.
-¿Dónde podemos ver un meandro ya sin vida, un sitio en el que podamos decir que estamos andando por un antiguo río?
-En Cantillana. Antiguamente, la plaza de la iglesia daba al río... Y el barquero era Curro Jiménez, el bandolero. Hoy en día el río está a dos kilómetros. Cuando hay crecidas, el agua sigue entrando por el meandro.... Me gusta mucho el de La Rinconada, cuyo nombre se debe a que estaba rodeada por dos grandes meandros... "En aquesta rinconada del río". Todavía hoy se llama el Meandro del Rincón.
-¿Hemos modificado demasiado el río?
-Sí, tenga en cuenta que en el siglo XVIII se inaugura lo que para algunos científicos es un periodo que sustituye al Holoceno y que se conoce como el Antropoceno, debido a que el hombre se convierte en un factor de cambio geomorfológico superior a otras fuerzas naturales como el viento, etcétera. Hemos modificado fundamentalmente el tramo bajo del Guadalquivir, el que va desde Alcalá del Río hasta la desembocadura. Le hemos quitado todas las curvas, todos los tornos, y hemos optado por uno de los tres brazos que antiguamente componían río por este trecho hasta convertirlo en un canal. Esto ha facilitado la navegación, pero también ha provocado que el río haya incidido y que los taludes tengan ahora de seis a ocho metros, limitando su aprovechamiento... Hoy en día es muy difícil acceder a la lámina de agua y ya poco queda del antiguo e idílico paisaje del río con sus playas, cuando el río era menos profundo y más ancho... Fijese en los desniveles de la calle Betis o el Paseo de Colón.
-Ya no podemos hablar del famoso Arenal de Sevilla.
-Exacto. Desde que empezamos a construir presas la arena que arrastra el río ya no pasa y, por tanto, no puede crear playas. Sólo pasa el limo y la arcilla, por eso las orillas del río de hoy en día son sólo de fango. A este proceso también contribuyeron los areneros de los años 60, cuando todavía estaba permitido llevarse la arena.
-Pese a todas estas obras, el río dice de vez en cuando aquí estoy yo y se producen las inundaciones.
-El problema es que, en el río, actuamos localmente, sin una visión de conjunto. Es el caso de Lora, donde se ha construido un muro para evitar inundaciones, lo que genera problemas cauce arriba y cauce abajo, pero esto no le importa a los alcaldes... El siguiente que arree.
-Un tema importante que está en el debate de la ciudad es el del dragado. ¿Tiene usted opinión al respecto?
-Hay que llegar a un término medio que permita acometer el dragado en profundidad para que atraiga a Sevilla barcos de mayor calado. Nunca olvidemos que la ciudad es lo que es gracias a su río y a la navegación. Ahora bien, también hay que procurar hacer un estudio integral y serio del estuario que, sobre todo, tenga en cuenta cómo evitar la erosión de márgenes y cómo impedir la inestabilidad de los taludes. Hay que tener en cuenta que el río ya nunca volverá a ser el de los años 50, hay cosas que no tienen marcha atrás.
-En los últimos tiempos el Guadalquivir también ha perdido riqueza antropológica con la desaparición de oficios y tradiciones.
-Han desparecido prácticamente las barcas, una de las cosas más significativas del río antiguo... Ya sólo queda la de Coria. También los oficios vinculados a la pesca, algo en lo que tiene mucho que ver la cada vez peor calidad del agua. Ya es muy difícil que regrese la pesca al Guadalquivir, salvo en el tramo más estuarino, con la pesca de la gamba, del camarón cangrejos, etcétera. La gente ya no vive del río y no le interesa para nada. Ahora, la gente vive volcada a la carretera.
Perfil: Un baño premonitorio en Las Jarillas
Fue la charca de la gravera del cortijo Las Jarillas, en La Rinconada, la que sirvió de río Jordán para bautizar la vocación de Rafael Baena por la Geografía Física y el río Guadalquivir. El entonces joven vecino de San Jerónimo había ido allí con unos compañeros del instituto Miguel de Mañara para buscar restos antiguos por indicación de Francisco Sousa, el inolvidable cura y arqueólogo aficionado de La Rinconada. "Yo era muy izquierdoso y lo trataba poco... Era un cura muy particular, que bebía whisky y organizaba los viajes de fin de curso", aclara el actual profesor de Geografía de la Hispalense. Sin embargo, Rafael Baena se apuntó a aquella excursión y allí, dándose un baño desnudo, se fijó en los altos cortes estatigráficos producidos por la extracción de áridos. "Me impresionaron los cortes de las graveras, comprendí que había un mundo, un misterio...". Después vinieron la licenciatura en Geografía y la tesis doctoral sobre las terrazas del Guadalquivir. "Empecé trabajando en las graveras de furtivo, metiéndome en ellas y observando lo que podía observar", recuerda con nostalgia Rafael Baena. "Hoy esto es imposible; si no tienes permiso viene un agente de seguridad y te echa", concluye con cierta resignación.
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