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Fuente: elobjetivodehellin.com | 12 de junio de 2014
En los capítulos anteriores se han reconstruido de manera figurada tres estampas de la vida del Tolmo de Minateda, la antigua Ilunum. Los datos en los que se sustentan estas reconstrucciones son ciertos, están obtenidos en los trabajos de excavación que hemos llevado a cabo en el yacimiento desde el año 1988.
Casi todos proceden de la zona del Reguerón y de la necrópolis norte. En el Reguerón se han documentado tres recintos defensivos que van desde fines de la Edad del Bronce hasta la desaparición de la ciudad, en época islámica. El primero es un fuerte baluarte, de mampostería en su parte baja y adobe en la superior. Por delante lo ocultó un muro romano de sillería (opus quadratum), construido en el año 9 antes de nuestra era. Sobre su puerta una gran inscripción indicaba que era un regalo del emperador Augusto a la ciudad de Ilunum, en premio a su fidelidad.
La interpretación de este epígrafe, propuesta por nosotros poco después de su descubrimiento, en 1996, ha sido objeto de estudios y reflexiones posteriores, habiéndose alcanzado un consenso entre la comunidad científica. La propuesta que ha sintetizado los diferentes argumentos ha partido del profesor Géza Alföldy, recientemente fallecido. Confirma las hipótesis iniciales, matizando algunas que habíamos sugerido en su momento. Según ello, la inscripción haría referencia al propio muro y a la propia puerta sobre la que figuraba. Habría sido concedida por el emperador Augusto a la ciudad de Ilunum, en premio a su fidelidad, por intermediación del legado de la provincia Hispania Citerior, Lucio Domicio Ahenobarbo. Y ello habría tenido lugar a finales del año 9 antes de nuestra era, datación que se obtiene de cruzar la fecha que da por un lado la datación consular de Nero Claudius Drusus y Titus Quinctius Crispinus y la décimoquinta tribunicia potestad del propio emperador.
Otra mucho más pequeña y discreta indicaba que quienes se habían ocupado –y seguramente pagado— esa obra eran los duoviri, de nombre G. Gattius Grattianus y V. Fulvius Ovetus. Estos eran miembros de familias nobles romanas, procedentes del centro de la costa levantina, y especializados en preparar la estructura y organización de las ciudades que se iban a convertir en municipios. En la primera línea aparece un tercer nombre, el de Titus Martius, que figura más destacado que el de los otros dos. Aunque resulta difícil relacionar estas tres personas, parece que el primero, al estar solo y en primer lugar, corresponde a un magistrado que en contra de lo normal en Roma, donde los cargos eran dobles, actúa solo. Es posible que sea en realidad un praetor, un enviado de la autoridad imperial con el encargo de preparar la ciudad para la recepción del estatuto municipal, lo que la convertía en una ciudad privilegiada a los ojos de Roma y superior en estatus a las demás.
Interesante es también el fragmento de otra inscripción, posiblemente un pedestal formado por varios bloques, que fue reaprovechado en época islámica en un pequeño horno cerámico. La cara inscrita sirvió como umbral de la boca del horno, por lo que está muy dañada. Aunque sólo puede leerse una pequeña parte, lo conservado es de gran importancia para conocer la historia de Ilunum. Se indica que el homenajeado (u homenajeada), cuyo nombre no se ha conservado, realizó donaciones a la ciudad que incluyeron 30.000 sestercios para la construcción o reparación de un edificio. En agradecimiento, el senado municipal acordó dedicarle un pedestal y no sabemos si también una estatua, seguramente en el foro. Y ese acontecimiento debió tener lugar entre mediados del siglo I y mediados del siglo II d.C.
La mayor parte de las inscripciones que nos han permitido desarrollar esta historia son funerarias y nos hablan de familias normales, de hombres libres, de esclavos y de libertos, gentes acomodadas que podían permitirse encargar y costear una inscripción funeraria, en algunos casos de calidad más que mediana. Lo que en principio podíamos esperar en una ciudad de provincias.
Aunque no contienen epígrafes, hemos recuperado también, entre las piedras reaprovechadas en las estructuras defensivas, fragmentos de monumentos funerarios, sobre todo sillares de sus muros y de sus recintos de cierre, en algunos casos decorados con enrejados o pilastras.
Un magnífico retrato, aparecido en 1927 en la zona del Reguerón, representa a una mujer joven de la segunda mitad del siglo I d.C. Seguramente coronó una de las tumbas a las que hemos hecho referencia. Es interesante destacar que si bien es un retrato romano, algunos de sus rasgos muestran ciertas concomitancias con esculturas ibéricas y constituye una estupenda muestra de los procesos de romanización que tan difíciles son de rastrear. Debió llegar allí como tantas otras piezas que procedían de monumentos desmontados o en desuso y que se reaprovecharon en el relleno del baluarte. Todo lo que tenía forma de sillar se utilizó en el muro. Lo que no, en el relleno.
Parece que la ciudad perdió importancia en época imperial y que la población se dispersó por los campos circundantes, ocupando los vici y las villas que estaban más cerca de las tierras de labor y que ofrecían una mejor calidad de vida. Pero la vieja ciudad nunca se abandonaría del todo. Las ciudades romanas tenían un halo sagrado que las hacía seguir viviendo, aunque fuera en medio de ruinas. Seguramente allí seguían las instituciones públicas, los edificios desde donde se administraba la ciudad y su territorio. Allí se encontró el pedestal que hemos citado más arriba y allí se encontró también otra inscripción, bastante fragmentada, que hace referencia a unos seviri augustales, lo que nos habla de la existencia de un culto al emperador, como era de esperar en un municipio como el nuestro. El tipo de letra apunta a una cronología de finales del siglo I o primera mitad del II d.C.
Y no menos interesante es el fragmento de otra inscripción, reutilizado en una estructura de época islámica. Se trata del trozo de una placa con la mención de un siervo o liberto de un ‘nuestro señor el emperador’… (domini nostri imperatoris…). Aunque ningún elemento nos permite saber de qué emperador se trata, sí que podemos asegurar, por la fórmula empleada, que se data entre finales del siglo III y finales del IV d.C.
Estas piezas han ido apareciendo a lo largo de las últimas campañas del Tolmo y contribuyen a perfilar la historia de la ciudad. Una ciudad que se hace más rural a lo largo de los siglos II, III y IV, pero cuyo núcleo urbano nunca se extinguió.
Las piedras hablan, lo difícil es que nosotros consigamos descifrar su mensaje, que lleguemos a entender qué es lo que realmente nos quieren decir.
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Las inscripciones a las que se refiere el texto se encuentran en los museos de Albacete y de Hellín, y están publicadas en su mayoría en Lorenzo Abad Casal, “Las inscripciones de El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) y un nuevo municipio romano en el conventus Carthaginiensis”, Archivo Español de Arqueología, 1996. Y también en Juan M. Abascal y Lorenzo Abad, “Nuevas inscripciones de El Tolmo de Minateda (Minateda, Albacete, Hispania Citerior), Mastia, 9. Homenaje a Pedro A. Sanmartín Moro, 2010.
Lorenzo Abad Casal es Doctor por la Universidad de Sevilla (1976). Profesor ayudante de Arqueología y encargado de curso en las Universidades de Sevilla, Cádiz y Complutense, adjunto en la de Córdoba, agregado en la de Valencia y catedrático en la de Alicante, a la que se incorporó en 1979 y en la que sigue ejerciendo en la actualidad. Ha investigado y ampliado estudios en la Universidad de Munich y en las sedes del Instituto Arqueológico Alemán en Berlín, Roma y Frankfurt, en esta última en calidad de becario de la Fundación Alexander von Humboldt. Especializado en arqueología protohistórica y clásica, y en concreto en las culturas ibérica y romana. Ha dirigido excavaciones arqueológicas en la ciudad romana de Italica (Santiponce, Sevilla), en los poblados ibéricos de El Oral y La Escuera (San Fulgencio, Alicante) y en el santuario de El Castillo de Guardamar (Guardamar, Alicante). También en la ciudad de Ilici (La Alcudia de Elche, Alicante) y El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete). Es miembro de número del Instituto de Estudios Albacetenses y correspondiente del Instituto Arqueológico Alemán y de la Real Academia de la Historia.
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