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El sitio de Nahualac, ubicado en la falda del volcán Iztaccíhuatl, podría representar un microcosmos. Foto: Isaac Gómez, Proyecto Arqueológico Nahualac-INAH
Un estanque estacional, en cuyo interior se construyó un tetzacualco o adoratorio en época prehispánica, pudo representar la creación del mundo: algunos mitos mesoamericanos sostienen que Cipactli, el monstruo de la tierra, flotaba sobre las aguas primigenias y a partir de su cuerpo se creó el cielo y la tierra. El sitio de Nahualac, ubicado en la falda del volcán Iztaccíhuatl, a 3.870 metros sobre el nivel del mar, en el centro de México, podría imitar dicha concepción mítica, según informó ayer el Instituto de Antropología e Historia (INAH) de México.
Vista aérea del sitio de Nahualac. Foto: Arturo Cruz, Terrasat Cartografía
La arqueóloga Iris del Rocío Hernández Bautista, la responsable de las investigaciones, de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, cree que hubo un control ritual del agua procedente de manantiales cercanos para irrigar el estanque con el objetivo de crear un efecto visual, de tal forma que pareciera que la estructura y los montículos de piedra flotaran sobre el espejo de agua, que también reflejaba el paisaje circundante.
"Estos efectos visuales, además de las características de los elementos que conforman el sitio y la relación que guardan entre ellos, hacen suponer que Nahualac pudo representar un microcosmos que evocaba las aguas primigenias y el inicio del tiempo-espacio mítico", dice Iris Hernández. "La intención de que el agua rodeara elementos arquitectónicos rituales específicos parece que era una parte importante dentro del pensamiento mesoamericano, lo vemos en Tenochtitlán, en la Ciudadela o en Teotihuacán", añade.
El proyecto arqueológico de la SAS-INAH ha recuperado numerosos fragmentos cerámicos, materiales líticos, lapidarios y restos orgánicos. Foto: Isaac Gómez, Proyecto Arqueológico Nahualac-INAH.
Nahualac consta de dos áreas: la principal es el estanque estacional, dentro del cual se construyó un templo rectangular de piedras apiladas sin ningún tipo de cementante conocido y actualmente se pueden apreciar las esquinas y los arranques de los muros, además de algunos montículos de piedras que lo rodean; y una segunda área a 150 metros al sureste de la estructura, sobre un amplio valle donde brotan manantiales y donde se han hallado piezas cerámicas con elementos decorativos asociados a Tláloc, la deidad de la lluvia.
El estudio de restos orgánicos podrá dar pistas sobre cuál era el contenido de los recipientes en el momento de ser enterrados en la zona de ofrendas. La arqueóloga responsable ha deducido, a través de las primeras exploraciones del sitio y de las investigaciones en curso, que Nahualac es la representación de un espacio ritual donde el culto a Tláloc es evidente aunque no exclusivo, pues también guarda relación con las entidades femeninas del agua y de la tierra.
Vista nocturna del sitio de Nahualac, ubicado en la falda del volcán Iztaccíhuatl, a 3.870 metros sobre el nivel del mar. Foto: Isaac Gómez, Proyecto Arqueológico Nahualac-INAH.
Fuente: National Geographic| 4 de enero de 2017
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