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Pirámide de Kukulkán o también llamada El Castillo en la zona arqueológica de Chichen Itzá en Yucatán, México, que formó parte de la cultura Maya.
Este mes, un grupo de arqueólogos en México comenzará a excavar un túnel secreto que se cree podría llevar a la parte subterránea de una pirámide construida por los antiguos mayas.
El túnel fue sellado hace siglos por los mayas, pero los arqueólogos planean despejarlo para poder llegar a un cenote escondido: una caverna submarina que era fundamental para la espiritualidad maya.
Los cenotes son sumideros llenos de agua y representan la única fuente de agua dulce en el estado mexicano de Yucatán. Sin ellos, la civilización Maya no habría podido sobrevivir. Y, además de mantener la vida física, estas cavernas profundas eran una parte clave de la cosmología de los mayas.
Tan importantes resultaban estos sitios para sus creencias que allí practicaron sacrificios humanos: arrojaban cuerpos a sus profundidades con la esperanza de ganarse el favor de su voluble dios de la lluvia, Chac.
“Para los mayas, los cenotes eran la entrada al inframundo”, explicó Guillermo de Anda (izquierda), un arqueólogo subacuático que lidera el equipo del proyecto Gran Acuífero Maya.
“La (cultura) maya concebía que el cosmos tenía tres capas básicas: cielos, tierra y mundo subterráneo”, continúo. “El inframundo era muy importante: se consideraba el origen de la vida y si los mayas no mantenían un buen equilibrio entre esta capa del universo y la suya propia, eso podía significar sequía, hambre o enfermedad”, añadió.
“Así que sabían que tenían que mantener la paz con sus deidades del inframundo y esta es la razón por la que a veces hacían ofrendas”, indicó de Anda.
Cenote secreto
Antes de que los españoles llegaran a México en el siglo XVI, los mayas eran una de las civilizaciones más grandes del mundo. La ciudad de Chichen Itzá, en el estado de Yucatán y de la que ahora sólo quedan sus ruinas, es uno de sus logros más impresionantes. Extendida a lo largo de 10,36 kilómetros cuadrados, fue construida entre los siglos V y VI, pero quedó fue abandonada en su mayoría cuando ocurrió la conquista española.
Imponiéndose sobre las ruinas, hay una pirámide de cuatro lados conocida como El Castillo, un templo para su dios serpiente de plumas Kukulcán, una de las principales deidades en el antiguo México. La estructura tiene 24 metros y fue construida bajo estrictos principios geométricos. Cada lado está de cara a una de las direcciones cardinales de la brújula y tiene 91 escaleras. Combinados con escalón en la plataforma superior, hay un total de 365 escalones: el número de días en el año solar.
Chichén Itzá tiene cuatro cenotes visibles, pero hace dos años, el científico mexicano René Chávez Segura determinó que existe otra cueva submarina escondida debajo de El Castillo, un lugar que nunca ha sido visto por los arqueólogos.
Ahora, el equipo de De Anda –que el mes pasado descubrió el sitio arqueológico bajo el agua más grande del mundo– está a punto de entrar al cenote escondido.
En noviembre pasado, su grupo exploró dos corredores subterráneos que empezaban en una pirámide más pequeña de Chichén Itzá, conocida como el Osario. Los arqueólogos esperaban que los pasillos llegaran debajo de El Castillo, pero descubrieron que los mayas los habían sellado intencionalmente con montones de piedras.
“Los mayas bloquearon las cosas mucho”, señaló de Anda. “Una cueva que es importante, la sellaron para siempre”, insistió.
Para siempre, o hasta que llega un grupo de arqueólogos decididos.
Buceadores del proyecto Gran Acuífero Maya.
“¿El centro del mundo?”
El equipo está regresando a los túneles con el objetivo de despejarlos lo suficiente para poder encontrar una entrada que lleve al cenote bajo El Castillo. De Anda, un investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, cree que la excavación tardará cerca de tres meses en completarse.
Hay cenotes conocidos al norte, este, sur y oeste de El Castillo. Lo que, según de Anda, revela que el patrón de asentamiento está directamente relacionado con la geografía natural sagrada.
De hecho, él cree que el cenote bajo El Castillo podría representar una quinta dirección: el "axis mundi" o centro del mundo, que los mayas describieron como un enorme árbol, conocido como El Árbol de la Vida. Y, también, podría dar más pistas sobre las creencias mayas.
“Un mensaje a los dioses del agua”
De Anda explicó que todavía queda mucho por aprender sobre el papel del sacrificio humano en la vida maya.
En el pasado, este investigador analizó los huesos de los sacrificios humanos encontrados en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá y descubrió que alrededor del 80% de las víctimas eran niños de entre los 3 y 11 años.
“A veces es difícil entender por qué sacrificaron niños, pero debemos detenernos y pensar en el estado de salud de esos niños”, sostuvo. “Ellos representaban un estrato muy bajo de la sociedad, tal vez niños robados de otras comunidades para el sacrificio”, añadió.
De Anda dijo que el análisis de los cráneos, los huesos y los dientes de los niños revelaron que tenían mal estado de salud, mostrando signos de anemia y desnutrición.
“Existe la posibilidad de que ya estuvieran muertos cuando los depositaron en el cenote, y tal vez los honraron poniéndolos allí, o tal vez estaban tratando de enviar su espíritu para mandarles un mensaje a los dioses del agua”, continuó.
Pero también admitió que “para llegar a la verdad todavía tenemos que investigar mucho”.
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