En el anuncio en prensa del libro Teleno, Señor del Laberinto, del Rayo y de la Muerte, en el Diario de León del 2 de agosto de 2011(1), figuraba como subtitular: «El alineamiento de la Cruz de Fierro es idéntico al de Stonehenge», con la siguiente explicación:
«Uno de los lugares más especiales y conocidos de la zona más estudiada a fondo en este libro, la que tiene epicentro en el monte Teleno, sagrado para los astures, es la Cruz de Fierro. Sobre ella dice que eran "los hitos que delimitaban el coto de la hospedería de San Salvador, concedido por Alfonso VI a Gaucelmo. En mi opinión son también túmulos prehistóricos que, curiosamente, observan, con el paisaje circundante, los mismos alineamientos astronómicos principales del célebre Stonehenge u otros monumentos megalíticos europeos como los círculos de piedra yacente o los túmulos de piedra. En apariencia, son mucho más discretos, pero su propósito astronómico general es el mismo"»(2).
Frecuentemente, y probablemente de manera abusiva, se utiliza el monumento megalítico de Stonehenge como referencia para comparar las características de algunos monumentos prehistóricos. El objeto es, indudablemente, llamar la atención del lector. En las próximas líneas justificaremos la comparación entre el uso astronómico principal de Stonehenge, y las cruces del Monte Irago, entre las que se encuentra la bien conocida Cruz de Fierro, mejor conocida por la absurda y ridícula denominación "Cruz de Ferro": la isoglosa que marca la transición entre la diptongación/adiptongación de la "e" tónica latina se produce bastante más al Oeste, entre el río Sil y el Cúa. Curiosa y lamentablemente, la popularización de esta denominación inconsistente hace creer a muchos que se encuentra ante el ancestral confín de Galicia.
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NORTH, J., The Fontana History of Astronomy and Cosmology, Fontana, 1994, p. 340, de SIMS, L., The 'solarization' of the moon: manipulated knowledge at Stonehenge, Cambridge Archaeological Journal, 16, 2, 2006, pp. 191-207 |
Vimos en el recorrido histórico que hicimos sobre los estudios de arqueoastronomía
(3), que el inicial y principal foco de interés fue el monumento megalítico de Stonehenge como William Stukeley, en 1740, en su
Stonehenge, A Temple Restor'd to the British Druids o John Smith, en 1771, en
Choir Gaur, the Grand Orrery of the Ancient Druids, called Stonehenge, Astronomically Explained, and proved to be a Temple for Observing the Motions of the Heavenly Bodies(4). También despertó el interés de
Joseph Norman Lockyer, quien dató su construcción en torno al 1900-1500 a.C. atendiendo a la precisión del alineamiento del solsticio de verano a partir de una medición incorrecta de la avenida
(5). En 1963, el astrónomo inglés
Gerald S. Hawkins publicó en la revista
Nature el artículo titulado
Stonehenge Decoded en el que, sirviéndose de la incipiente potencia computadora. Alimentó un IBM 704 con la información geométrica necesaria y obtuvo una sensible frecuencia de declinaciones astronómicas centradas en los valores 29, 24, 19, -29, -24 y -19(
6), es decir, las correspondientes a solsticios y lunasticios. Hawkins estimó la probabilidad de que el conjunto de alineamientos fuera casual en un 0.006%
(7), cálculo en el que
Clive Ruggles encontró algunos fallos que una vez corregidos, llevan a una probabilidad de aproximadamente el 65%
(8).
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HAWKINS, G. S., Stonehenge Decoded, Fontana 1965, pp. 65, 140-141 |
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HAWKINS, G. S., Stonehenge Decoded, Fontana 1965 |
Lionel Sims, siguiendo a John North, considera que el alineamiento principal de Stonehenge no era hacia el solsticio de verano, sino hacia el solsticio de invierno, unido a un alineamiento lunar en su lunasticio menor sur.
«El gran trilitón fue concebido para permitir dos observaciones principales desde la Heel Stone, una de la puesta del sol en el solsticio de invierno en su base, y la otra de la puesta de la luna en su lunasticio menor Sur en su parte superior [...] Cuando la luna se pone, su último destello dentro de la ventana se habría ido gradualmente desplazando, día a día, desde el lado de la derecha a la izquierda, y después se habría revertido. En otras ocasiones, no se habría revertido, y habría continuado más y más hacia el sur. Si este segundo tipo de comportamiento se consideraba normal, entonces el lunasticio menor sur se vería como algo milagroso, y quizás esta fue la razón para prestarle tanta atención»(9).
Sims argumenta que los alineamientos dobles del Sol y la Luna que presentan estos monumentos se centran en el solsticio de invierno y que durante esta estación, la Luna llena se produce en el horizonte norte mientras que, como hemos visto, los alineamientos con los lunasticios mayor y menor se dirigen al sur. Es decir, la combinación de la detección del lunasticio sur mayor y menor y del solsticio de invierno señala a la noche más larga y oscura, la más terrible de todas. Sims indica que esta detección tendría interés en un momento en el que se está produciendo una sustitución de una cosmología lunar y femenina propia de los pueblos cazadores del Paleolítico en la que la Luna llena era momento de celebración y la Luna nueva de rígidos tabús y de aislamiento ritual de las mujeres, por otra solar y masculina que se desarrolla en el Neolítico en la que se produce un relajamiento en el respeto a este ciclo lunar y que busca subordinar y asimilar aquella integrando los antiguos rituales sagrados propios de la Luna nueva en un nuevo ciclo marcado por el Sol(10).
La monumentalidad de la Cruz de Fierro no es, sin duda, comparable a la del monumento megalítico británico. Morfológicamente es un túmulo de forma cónica de aproximadamente 18 metros de diámetro y 5 metros de altura, con una tradición, la de arrojar piedras, condenada por la Iglesia y que lo relaciona con otros túmulos de piedras europeos.
«Famosísima era –y lo es– la "Cruz de Ferro" (sic) donde los peregrinos que iban a Compostela dejaban una piedra –que traían desde el lugar de origen– al dar vista a la Galicia de entonces, sobre el montón inmenso de guijarros que miles y miles sirven de peana a la cruz y nos habla de la profusión numérica de la romería.
«Está formado este originalísimo monumento por el montón de cantos rodados de que hablamos, y de ellos emergiendo un asta de madera de cinco metros de altura se corona con una pequeña cruz de hierro que los vecinos de Foncebadón habían de mantener siempre en pie –como compensación a los privilegios aludidos– y que aun sin ello, sostienen y cuidan con verdadero amor. Y si la visitamos casi siempre a su lado podremos ver algún peregrino –sobre todo franceses– de los que aún hacen a pie la ruta jacobea y que trae, como los medievales, una piedra en su zurrón para dejarla aquí.
«Este montón de piedras fue en su origen –señala la 'Guía de la Diócesis de Astorga'– uno de los llamados Montes de Mercurio de naturaleza celta con los que los caminantes señalaban, mediante montoncitos de piedra, lugares estratégicos de los caminos y que luego cristianizaron con cruces, 'siendo el más famoso este de Foncebadón' incorporado luego a las peregrinaciones jacobeas y crecido desmesuradamente al dejar cada peregrino la piedra que para ello traía en su escarcela»(11).
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Cruz de Fierro de Foncebadón |
Martín Dumiense denunciaba en el siglo VI prácticas paganas en Gallaecia (que entonces incluía la Asturia) consistentes en la rendición de culto a montones de piedra asimilados a Mercurio.
«Otro demonio quiso llamarse Mercurio: éste fue inventor astuto de todo tipo de hurto y fraude, a quién como a dios de lucro los hombres codiciosos, al pasar por encrucijadas, con las piedras que arrojan le ofrecen montones de ellas como sacrificio»(12).
La práctica de la ofrenda de piedras está extendida por otros lugares de la zona: Mata la Cuba de Molinaferrera, la Casa de la Moura de Filiel, la romería de santo Toribio de san Justo de la Vega, así como en otras regiones peninsulares(13), europeas(14) y mundiales(15).
La Cruz de Fierro fue uno de los mojones fijados por Alfonso VII de León en su concesión a Gaucelmo para fijar los límites del hospital de San Salvador:
«Yo Alfonso, por la gracia de Dios, emperador de toda España, con consentimiento de la reina Isabel, mi mujer, y a súplica del ermitaño Gaucelmo, eximo de toda contribución a la Yglesia de San Salvador que está sita en el Monte Irago, con la alberguería que hay en el paraje llamado Fonsabbaton y es mi voluntad que así la dicha Yglesia, como también la mencionada alberguería sean enteramente libres y exentas, para que se empleen los que viven en ellas en servir a Dios y en hospedar a los pobres romeros, o sea, peregrinos. Y les señaló por cotos las cruces que están alrededor, es a saber: por la fuentecilla y la carretera, o sea, camino ancho que va por Ciresuelo de Yusano y por la encrucijada de Astorga de Potata y por la Peña de Candanedo, en el paraje el camino de Fuencalada sale a la dicha carretera; de suerte que ninguna persona, aunque sea merino del rey o sayón u otro cualquiera, tenga la autoridad que tuviere, se atreva a entrar en dicho coto, ni a quebrantar su inmunidad, ni a exigir dentro del dicho Coto prenda por razón de ninguna caloña a los que vivieren o sirvieren allí... Y, por tanto, quiero que el expresado Coto reconozca sólo al sobredicho Gaucelmo por su señor y no a otro ninguno de la tierra, y que a los que vivieren o sirvieren en él no se les pueda apremiar a que presten ningún servicio del dominio temporal, antes bien se mantengan libres y exentos perpetuamente y por todos los siglos de los siglos Amén»(16).
La concesión del Emperador revela su antigua función como mojón, al delimitar el coto de Gaucelmo y por tanto, en consonancia con la función ya demostrada de los monumentos megalíticos como organizadores del espacio. Manifiesta además una evidente reminiscencia de culto religioso precristiano al participar de la extendidísima tradición asociada a este tipo de monumentos funerarios consistente en el depósito y ofrenda de piedras, así como por la erección de una cruz que lo integra en el cristianismo y con la que además se identifica.
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Cruz de las Tejadas |
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Lo que queda de la Cruz de Candanedo |
Las otras "cruces" son también otros túmulos: uno cercano pero al otro lado del Pico Corbos en el camino a las Tejedas, y otro en el Pico Candanedo
(17).
Y ahora tratemos sobre esa analogía entre la utilidad astronómica de Stonehenge y las cruces del Monte Irago. Cuando estudié la Cruz de Fierro y la de las Tejedas, cuyo resultado publiqué en Teleno, Señor del Laberinto, del Rayo y de la Muerte, en una etapa inicial sólo consideraba alineamientos solares, en los solsticios y fiestas de media estación. En realidad, entonces desconocía el interés de otro tipo de alineamiento astronómico.
Me llamó la atención que desde la Cruz de Fierro sólo se produjera el alineamiento solar en un referente destacado pero no especialmente conspicuo, que el sector de horizonte útil fuera limitado y que hubiera otros picos más pronunciados con declinaciones próximas a las del Sol. Así que consideré la posibilidad de alineamientos en la puesta de los planetas visibles a simple vista y de la Luna. Entonces descubrí que una característica señalada del uso astronómico de algunos monumentos megalíticos británicos eran los alineamientos en los lunasticios, como vimos en un artículo anterior:
Lunasticio(18). Al interés de la puesta del Sol sobre el Morredero en el solsticio de invierno, visto desde la Cruz de Fierro, podíamos añadir el de la Luna sobre el notable Cerro del Picón en el Lunasticio Mayor Sur. Asimismo, desde la Cruz de las Tejadas, tenemos alineamientos en la puesta del Sol del solsticio de invierno sobre la Cabeza de la Yegua y en la puesta de la Luna del Lunasticio Menor Sur sobre Pico Tuerto. A esta relación podemos añadir el del Lunasticio Mayor Norte desde la Cruz de Candanedo sobre el pico del Redondal. Las Cruces de Fierro y de las Tejadas incluyen pares de alineamientos en el solsticio de invierno y en los lunasticios al Sur, como los alineamientos principales reconocidos en Stonehennge según el planteamiento expuesto por John North y justificado por Lionel Sims por la necesidad de reconocer el acontecimiento de la Luna Nueva en el solsticio de invierno, la noche más larga y oscura que se produce cada 9 años.
Podéis descargar los cálculos en este enlace.
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(1) GANCEDO, E., Las mil caras del dios de los astures, Diario de León 2/8/2011
(2) GANCEDO, E., Las mil caras del dios de los astures, Diario de León 2/8/2011
(4) HAWKINS, G. S., Stonehenge Decoded, Fontana 1965, pp. 37-41, 134-135
(5) LOCKYER, J., Stonehenge and Other British Stone Monuments Astronomically Considered, MacMillan and Co., 1906, pp. 62-68
(6) HAWKINS, G. S., Stonehenge Decoded, Fontana 1965, pp. 129-152
(7) HAWKINS, G. S., Stonehenge Decoded, Fontana 1965, pp. 168-172
(8) RUGGLES, C.L.N., Astronomy in prehistoric Britain and Ireland, Yale University Press, 1999, pp. 35-43
(9) NORTH, J., Stonehenge: Neolithic Man and the Cosmos, 1st ed. London: Harper Collins, 1996, pp. 474-475, citado por SIMS, L., The 'solarization' of the moon: manipulated knowledge at Stonehenge, Cambridge Archaeological Journal, 16, 2, 2006, pp. 191-207.
(10) SIMS, L., Lighting up dark moon: ethnographic templates for testing paired alignments on the sun and the moon, Lights and shadows in cultural astronomy: proceedings of the SEAC 2005: Isili, Sardinia, 28 Junio a 3 de Julio, editado por Mauro Peppino Zedda y Juan Antonio Belmonte. Publicado por Associazione Archeofila Sarda, Isili, Italia, 2007, p. 309; SIMS, L., The 'solarization' of the moon: manipulated knowledge at Stonehenge, Cambridge Archaeological Journal, 16, 2, 2006, pp. 191-207.
(11) ALONSO LUENGO, L., Los maragatos. Su origen, su estirpe, sus modos, Ediciones Lancia, León, 1992, pp. 130-131
(12) MARTÍN DUMIENSE, Sermón contra las supersticiones rurales, Ediciones El Albir, 1981, p. 29
(13) «creencia existente en numerosos lugares de que los antepasados míticos (hadas, gigantes, etc.) habitan o han quedado convertidos en piedras de formas sobresalientes. [...] Esta creencia está relacionada con la de que los espíritus de los muertos permanecen o habitan en las piedras; de esta manera se suele explicar el hecho de que se hiciera un montón de piedras en el lugar donde una persona murió, sobre todo si se trataba de una muerte repentina o violenta, como suelen ser las producidas en el campo.[...] En el pueblo de Fuentenebro, al pie de las Cuevas de los Moros y muy cerca del camino, hay unas grandes piedras rodadas que señalan el lugar de la muerte de una mora, por la que las gentes del pueblo, al pasar por delante, arrojaban un pedrusco y rezaban un padrenuestro [...] Lo más frecuente es que la cristianización sea completa y el montón de piedras sea sustituido por la cruz de piedra o, al menos, que aparezcan los dos elementos, pues mucha gente ha seguido arropando, quizás de forma inconsciente, las cruces de este tipo con pedruscos que arrojaban al pasar, al tiempo que musitaban su oración por el ánima del muerto». MARTIN CRIADO, A., Antiguas creencias populares, Revista Folklore nº 217, 1999, pp. 3-22; «la tradición de arrojar una piedra en la cruz de Foncebadón no es la única práctica religiosa precristiana relacionada con el Camino de Santiago, pues también en Asturias sucede algo así, llevando los peregrinos piedras a Santiago de un lugar que recibió el nombre de San Pedro de Cedemonio». MARTINEZ ANGEL, L., Algunas cuestiones sobre el Camino de Santiago, Religión y Cultura 209, 1999, pp. 381-383 citado en MARTINEZ ANGEL, L., Sobre mitología vasca: comparación y repetición, Revista Folklore nº 229, 2000, pp. 33 y ss; «Es sin duda uno de los ritos del culto a Mari o a otros númenes subterráneos la costumbre que hasta hace poco ha sido observada en Ataún y en algunos pueblos de Navarra, de echar piedras en las cavernas [...]. En Aralar los pastores practicaban esto mismo, echando piedras en los dólmenes de Obioneta y Ziñekp-gurutze, operación que era considerada como una oración. En la planicie de Gaztelueta, situada al pie del altozano Beloki (en la sierra de Aralar) existe un túmulo formado por piedras y tierra en el que hasta hace poco muchas personas echaban de noche piedrezuelas en plenilunio [...] En otro tiempo los romeros que iban a los santuarios de Urkiola, de Aránzazu y de San Miguel de Aralar llevaban piedras (guijos o cantos rodados) y las colocaban en los muros de dichos templos. Es costumbre, que los peregrinos que suben a San Miguel de los pueblos de Arruazu y Azcarate han observado hasta nuestros días» BARANDIARÁN, José Miguel de: Mitología del Pueblo Vasco, Bilbao, 1997, p. 36 citado en MARTINEZ ANGEL, L., Sobre mitología vasca: comparación y repetición, Revista Folklore nº 229, 2000, pp. 33 y ss.
(14) Montones de piedra griegos asimilados a Hermes y ofrendas de piedras con destino a los pobres y hambrientos. NILSSON, M. P., Greek Folk Religion, University of Pennsylvania Press, 1972, p. 8; «en las regiones célticas se coloca un montón de piedras o una cruz sobre el lugar en el que sucedió una muerte violenta o accidental con el fin de aplacar a su fantasma, y frecuentemente se añade una piedra por los que pasan» MacCULLOCH, J.A., The Religion of the Ancient Celts, 1911, republicado por Bibliobazaar, 2006, p. 11
(15) PERRY, W. J., The Megalithic Culture of Indonesia, Manchester University Press, 1918, pp. 27-32; DEAN, C., A Culture of Stone: Inka Perspectives on Rock, Duke University Press, 2010
(16) QUINTANA PRIETO, A., Temas bercianos, 1, Los monasterios del Alto Bierzo, Editorial Bérgida, Ponferrada, 1983, p.144
(17) PEÑA SANZ, M., El Monte Irago, y sus interrogantes (unas notas a vuela pluma), Revista Argutorio, nº 3, 1999, pp. 9-10; PEÑA SANZ, M. Los caminos a Galicia, Astúrica de Potata, y Herman Künig, en una mezcolanza sólo a medias irónica, Revista Argutorio, Nº. 4, 2000, pp. 35-37; PEÑA SANZ, M., La Cruz de Ferro, y Mercurio, El Faro de Astorga, Tribuna, 3/09/1998
(18) GONZÁLEZ GONZÁLEZ, M. A., Lunasticio, Asturiensis Prouincia Indigea, 2012