«Trátase dun gran conxunto de gravados, no que aparecen varias cominacións circulares de tipoloxía diversa: pequenas coviñas, círculos concéntricos con coviña central, destacando a presencia de duas espirais con oitenta cm. e cuarenta cm. de diámetro respectivamente formando unha doble espiral, xá que ambalas-duas están asociadas, e rodeadas totalmente de pequenas coviñas. A párticularidade desta composición orixinou a sua interpretación como calendario lunar por parte dalgún autores»(1).
Esta es la escueta descripción que aparece en Arte Rupestre Prehistórica do Eixo Atlántico coordinado por Jose María Hidalgo. Los autores a los que se refiere y no cita son probablemente Fernando Alonso Romero(2) y Amador Rebullida Conesa(3), si bien también Luis Monteagudo se había referido a las dos figuras principales de esta estación como “calendario” y “mesa de ofrendas”(4).
Parece que estas propuestas no han gozado de especial aceptación entre los arqueólogos por lo que se deduce de la queja que Alonso Romero publica en su segundo trabajo: «Si bien debo decir que lamento el no haber recibido ningún tipo de crítica seria a mis opiniones, excepto las de aquellos que la rechazaron a priori por considerarla pura fantasía, ignorando los testimonios que fuera del campo puramente estricto de la arqueología, pudieran aportar otros conocimientos en la búsqueda de un sentido al enigmático y laberíntico mundo de los petroglifos gallegos»(5), si bien, ha sido una explicación del objeto de los grabados que sí han sido considerada como un buen reclamo turístico al figurar en los paneles informativos que acompañan el yacimiento. Debo decir que suscribo plenamente las palabras de este autor y consiguientemente, trataré de aportar mi punto de vista sobre esta cuestión.
Alonso Romero imagina la espiral como una representación de la evolución del cielo a lo largo del año, que ciertamente recorre una espiral dextrógira desde el solsticio de invierno al de verano, y levógira desde el de verano al del invierno. Así, considera al grabado que muestra dos espirales tangentes que giran en sentidos opuestos, aunque con diferentes tamaños, como sendos símbolos del desarrollo del sol en verano y en invierno, respectivamente. La espiral grande tiene 7 vueltas mientras que la menor 5 que suman 12, para Alonso Romero, los 12 meses del año: la espiral grande cubriría, partiendo desde el interior, desde el mes de diciembre al de junio, mientras que la menor recorrería desde julio hasta diciembre partiendo desde el exterior. Considera que 65 cazoletas rodean la doble espiral que corresponderían a 5 años compuestos por 13 meses de 28 días, si bien llama la atención sobre dos cazoletas anómalas que no limitan directamente con el perímetro del grabado. También opina que que las cinco marcas situadas a un lado de la doble espiral representaría una constelación.
Sobre la otra figura, la denominada “altar de las ofrendas”, Alonso Romero nota que está rodeado por un anillo de 47 cazoletas. Si cada una de estas es un mes de 28 días, el total serán 3’6 años, que sumados a los 5 de la figura del “calendario” darán “casi” 9 años, que es “casi” la mitad del periodo del ciclo de regresión de los nodos de la Luna,
cuya presencia en alineamientos de monumentos megalíticos europeos ....
En mi opinión, la idea de que la espiral figura el recorrido del Sol en el cielo me parece de gran interés, muy sugerente y estimulante. Sin embargo, la diferencia entre ambas me parece excesiva bajo el supuesto de que identifican respectivamente las dos mitades del año. Además, parece arriesgada, que no improbable, la creación prehistórica de una abstracción según la cual la tierra es plana y en la que el Sol completa su recorrido debajo del horizonte. Asimismo me parece extraño el seguimiento del calendario:
«Podemos suponer que cada luna llena se marcaba colocando una piedrecilla u otro objeto en la “coviña” correspondiente, y otra más en el triángulo de las 13 «coviñas». Se empezaba el cálculo de los meses colocando la primera piedra en la «coviña» n.° 1 (ver Fig. 3). Es decir, se empezaba por la izquierda en el sentido del desarrollo de la espiral mayor que se inicia en diciembre. Al llegar a la coviña n.° 12 habían transcurrido 12 lunas, pero el año no había terminado, por lo que era necesario esperar al solsticio y añadir un mes más de 28 días»(6).
¿Quiere decir esto que cuenta 28 días por cada 29,53 días transcurridos en cada una de las primeras 12 lunaciones del año y que luego añade un mes “ficticio” de 28 días? Este procedimiento, indudablemente, no conseguiría un desfase de sólo 6 días en 5 años entre el calendario y el
año tropical. Por otra parte, un calendario de un año formado por 13 meses de 28 días no es un calendario lunisolar, sino netamente solar, y tampoco hay constancia de algún procedimiento para medir el transcurso de este mes ficticio de 28 días, ni sirviéndose de algún ciclo del cielo, ni mediante una cuenta.
Rebullida Conesa dedica todo un capítulo a la interpretación en clave astronómica de este petroglifo. De las cazoletas que rodean a la doble espiral destaca las dos que no limitan inmediatamente con el borde y propone que su función es separar las 47 que están a un lado de las 16 restantes a las que añade otra más lejana. Señala que este número, 47, es divisor de 235 que es el número
ciclos sinódicos lunares que comprenden el
ciclo metónico, es decir, aquel en el que un número entero de años tropicales, 19, corresponde a un número entero de meses sinódicos lunares, 235. Obtiene un grupo formado por estas 47, más las dos que definen el límite más otra más separada, es decir, 50. Advierte también sobre un grupo de 13 cazoletas aisladas situadas entre ambas espirales pero separadas del contorno de cazoletas circundantes por un surco que suma a las 17 del primer grupo, resultando 30. Además cuenta las vueltas de las espirales partiendo del centro de la mayor, más las de la espiral menor partiendo de su centro y volviendo a contar los de la mayor de fuera adentro, es decir, 7 + 5 + 7 = 19. La operación como calendario permitiría contar las noches de cada mes utilizando el grupo de 30 cazoletas contando en sentido directo e inverso, de modo que el promedio son 29,5 noches. Cada lunación se apunta en el grupo de 17 cazoletas, que al completarse, anota en el de 50 contando 850 lunaciones, y cuyo objeto parece ser el de decir si el mes será de 30 ó 29 días de acuerdo a un criterio. El grupo de 50 cazoletas permitiría la cuenta de 4 años que totalizan 50 lunaciones. La figura de la “mesa de las ofrendas” con una corona de 47 marcas se utilizaría para predecir eclipses.
En mi opinión, este mecanismo es muy arbitrario: el autor forma grupos de cazoletas con el único criterio de obtener la cifra que necesita para dar sentido a su teoría. El resultado es enrevesado y poco creíble. Sin embargo, sí me parece interesante hacer notar que las 47 cazoletas de la “mesa de las ofrendas”, si cuentan lunaciones, serían múltiplo del periodo de 173.3 días en el que la luna corta el plano de la eclíptica y se puede producir un eclipse lunar o solar.
Si queremos analizar en profundidad si los grabados de la Laxe das Rodas constituyen un calendario, antes necesitamos comprender en qué consisten, cómo han evolucionado a lo largo del tiempo.
Probablemente, el movimiento regular y cíclico de la luna ha sido el más obvio y antiguo de los sistemas utilizados para medir el transcurso del tiempo, especialmente su ciclo sinódico de 29,53 días observando la recurrencia de determinada fase lunar (luna llena, nueva, etc.). Prueba de esta antigüedad sería el hueso de Abri Blanchar, hallado en una cueva del valle francés de Dordogne con 30.000 años de antigüedad, que presenta una serie de muescas que se han ido acumulando progresivamente contando, según opina el investigador Alexander Marshack, lunaciones(7). Estos calendarios lunares predominan especialmente en sociedades matriarcales de cazadores.
Sin embargo, con el Neolítico se intensifica la explotación agrícola y ganadera para lo que es esencial un seguimiento preciso de las estaciones dentro del ciclo solar. Se produce un conflicto entre ambas formas de subsistencia, entre fórmulas matriarcales y patriarcales, y se plantea la necesidad de hacer coexistir mecanismos para contar el tiempo en base a las lunaciones y en base a los años solares: nace el calendario lunisolar. Sin embargo, el problema principal surge cuando se dan cuenta que el año tropical solar de 365.24 días no está formado por un número entero de ciclos sinódicos lunares, así que se impone el procedimiento de insertar u omitir un mes de forma que un año formado por un número entero de lunaciones se aproxime al máximo al año tropical. Para ello se toma como referencia un momento determinado y preciso del ciclo tropical solar que puede corresponder a un solsticio, equinoccio, fiesta, o la aparición o desaparición de cierta estrella. Por ejemplo, los egipcios se servían del orto heliaco de Sirio para determinar la necesidad de añadir o no un mes antes de comenzar un nuevo año(8). Un paso más allá sería encontrar qué número de lunaciones se aproxima mejor a un número entero a años tropicales. Una vez transcurrido este tiempo volverán a coincidir una misma fase lunar con un momento determinado del ciclo tropical solar.
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Calendario de Coligny. Fuente Wikipedia |
Un ejemplo documentado y relativamente próximo es el del célebre calendario de Coligny, hallado en Coligny, Ain, Francia. Consta de una placa de bronce con anotaciones en latín y orificios para señalar anotaciones según un marcador. Está fechado en el siglo II d.C. y en él se coordinan los calendarios lunar y solar: abarca 1835 días repartidos entre 62 meses de 29 o 30 días abarcando un periodo de 5 años: habrá dos años de 13 meses o 385 días y tres de 12 meses ó 355 días. El calendario divide tanto años como meses en dos mitades, así que los meses intercalados reflejan esta misma concepción añadiéndose el primero al principio del primer año y el segundo dos años y medio después. Aún con este ajuste, en 5 años del calendario se produce un desajuste respecto a los 5 años tropicales de 9 días. Para solucionarlo se emplea otro ciclo superior de 30 años formado por 5 lustros de 372 meses y otro de 371, es decir, en el que se ha omitido la intercalación de uno de los dos meses adicionales(9).
Ahora ya podemos regresar a los grabados de la Laxe das Rodas. 65 cazoletas rodean la figura de la doble espiral (podríamos pensar en otra más pero esta está encerrada en la entrada de la espiral menor). Sin embargo, y como hemos confirman los autores anteriores, dos de ellas son anómalas, no está ceñidas al límite de la figura, lo que nos deja 63 cazoletas. Por otra parte, estas marcas no rodean por completo el grabado sino que dejan un hueco que corresponde a la entrada de la espiral menor, por lo que si estas tienen como objeto medir el transcurso de un ciclo, necesariamente la primera tiene que identificarse con la última. Esto nos deja 62 pasos entre cazoletas que son los que necesitaríamos para contar las lunaciones de un calendario lunisolar de 5 años como el que hemos descrito anteriormente. Es decir, partiendo de una cazoleta extrema pasamos a la siguiente en cuanto acontece la fase lunar que se utilice como referencia, que generalmente suele ser la luna nueva(10).
El criterio para intercalar los meses adicionales puede ser fijo (al comienzo del primer año y dos años y medio después como en el Calendario de Coligny) o tomar como referencia un hito fijo del ciclo tropical (un solsticio, equinoccio o fiesta de media estación) y comenzar el nuevo año cuando se produzca la fase lunar de referencia una vez transcurrida la referencia solar. Si tomáramos como referencia un solsticio podríamos utilizar como año de inicio del calendario el acontecimiento de un lunasticio mayor o menor, pues entonces se produce luna llena en el solsticio de invierno cuando la luna nace y se pone al Norte o en el solsticio de verano cuando esta lo hace al Sur. A la inversa, también se produce luna nueva en el solsticio de invierno cuando la luna nace y se pone en el Sur, o en el solsticio de verano cuando esta lo hace al Norte(11). Por ejemplo, la luna nueva y el solsticio de verano coincidirán durante un lunasticio mayor o menor cuando el satélite salga por el NE y se ponga en el NO. A partir de este momento contaremos una lunación cuando se vuelva a repetir la misma fase lunar.
En este
enlace podéis descargar una hoja de cálculo en el que está implementado el desarrollo de este calendario lunisolar formado por 5 lustros de 62 lunaciones más otro de 61. Cada registro indica el estado al final de cada lunación. El significado de cada columna es:
Lunación: número de lunaciones transcurridas.
Días: número de días transcurridos.
Año tropical: número entero de años tropicales transcurridos.
Desfase: diferencia acumulada, en días, entre un calendario netamente lunar y otro netamente solar.
Año calendario en era: número de años de calendario transcurridos.
Lustro: número de grupos de 5 años de calendario transcurridos ó lustro de lacendario.
Mes en lustro: número de lunaciones transcurridas en el lustro del calendario en curso.
Año calendario en lustro: número de años de calendario transcurridos en el lustro de calendario en curso.
Mes calendario: número de lunaciones transcurridas en el año del calendario en curso. Cuando toma como valor 13 indica que es un mes intercalado.
En verde se señala el comienzo de cada año de calendario, mientras que en rojo, al final, indica un mes que debería ser intercalado de acuerdo a la norma que hemos fijado pero que no haremos ya que debemos omitir una intercalación en el sexto lustro por lo que será el primer mes del primer año de una nueva era de 30 años. Debemos notar lo siguiente:
.- En el primer lustro los meses intercalados se producen en las lunaciones 13 y 38.
.- En el segundo lustro los meses intercalados se producen en las lunaciones 13 y 50.
.- En el tercer lustro los meses intercalados se producen en las lunaciones 13 y 50.
.- En el cuarto lustro los meses intercalados se producen en las lunaciones 25 y 50.
.- En el quinto lustro los meses intercalados se producen en las lunaciones 25 y 62.
.- En el sexto lustro el mes intercalado se produce en la lunación 37.
.- En 30 años, el desfase respecto a los 30 ciclos tropicales transcurridos es de 2 días.
.- En 30 años se producen aproximadamente 3 lunasticios
.- En 8 años, este desfase es de 1,5 días. Esta es la base que sustenta un calendario en el que se observen los ciclos sinódicos del planeta Venus ya que se da la interesante coincidencia natural de que 5 de estos casi corresponden a 8 periodos tropicales solares (365,24 x 8 - 583,92 x 5 = .2,32 días)(12).
Hemos visto cómo realizar el seguimiento de las 62 lunaciones por lustro en nuestro grabado denominado el “calendario” pero ¿Cómo contar estos grupos de 5 años? La acanaladura de las espiral menor parece señalar hitos en su desarrollo. Cada vuelta señalaría un lustro completado que junto con el lustro en curso seguido mediante las 63 cazoletas permitiría el seguimiento completo de la era de 30 años. Si hemos recorrido las 5 vueltas de esta espiral sabemos que el sexto lustro terminará en la penúltima cazoleta, de manera extraordinaria.
El objeto de la espiral mayor sería el de ayudarnos a determinar si debemos intercalar un mes o no en el año en curso. Contaremos 12 lunaciones y si nuestro referente solar aún no se ha producido deberemos insertar una lunación adicional antes de comenzar un nuevo año. Cada lunación es una vuelta de la espiral mayor, pero . El hecho de que profundicemos podría indicar, como propone Alonso Romero, que el corazón simboliza el Invierno. El procedimiento sería el siguiente:
1.- Esperamos a que acontezca el evento solar de referencia
2.- Esperamos a que se produzca la fase lunar de referencia y nos colocamos en el primer punto de intersección entre la espiral y la acanaladura radial. Comienza la cuenta.
3.- Con cada lunación avanzamos una vuelta alcanzando la próxima intersección de la acanaladura radial con la espiral(13).
4.- Alcanzaremos el centro de la espiral en la sexta lunación. Estamos encerrados en el Invierno. Ahora la cuenta debe producirse en sentido inverso.
5.- Con cada lunación contamos una vuelta hacia fuera. Llegaremos a la última intersección en la 12ª lunación.
6. ¿Se ha producido ya el evento solar? Si es así quiere decir que se ha producido el comienzo del año y que la próxima lunación deberemos avanzar hacia el interior de la espiral. Si no es así nos toca esperar a la próxima.
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Lámina VIII, REY CASTIÑEIRAS, J., EIROA GARCÍA, J. J., Arte de la Edad del Bronce: los grabados rupestres de Cova da Bruxa y Laxe das Rodas (Muros, A Coruña): actuación arqueológica y revisión interpretativa, AnMurcia, 25-26. 2009-2010, p. 88 |
En este grabado conocido como el “calendario” hay dos grupos de cazoletas a las que podemos dar un significado coherente a la propuesta que estamos haciendo. Uno es el de 5 cazoletas que está a un lado del grabado, sobre las figuras del caballo y la luna y que podría servir para indicar el año de calendario en curso dentro del lustro actual. El otro grupo es el de 13 cazoletas situadas al otro lado, entre ambas espirales y separada de las 63 cazoletas circundantes por un surco. Su significado, como ya habréis supuesto, sería el de indicar la lunación actual del año de calendario en curso. En cuanto a las dos cazoletas extra... francamente, no sé qué hacer con ellas. Por cierto, creo que es interesante hacer notar que los surcos radiales de ambas espirales tienen la misma orientación, desde el centro hacia el SO ¿puesta del sol del solsticio de invierno? Desafortunadamente no lo comprobé cuando visité el lugar.
Nos queda ahora el grabado conocido como “mesa de las ofrendas”: tres círculos concéntricos que rodean una pileta circular bordeados por una línea de 47 cazoletas más una acanaladura radial. En este caso me gusta la interpretación de Rebullida Conesa como sistema predictor de eclipses: como explicamos anteriormente, 47 lunaciones es múltiplo del periodo de 173,3 días en el que los que la ocultación del Sol o la Luna se producen. Además, 47 es divisor de las 235 lunaciones que forman el ciclo metónico. También podemos arriesgar otras posibilidades mutuamente excluyentes. En este caso las cazoletas rodean completamente el grabado pero si descartamos el paso entre cazoletas interrumpido por el canal radial tenemos 46 pasos. La cuenta se realizaría partiendo de una cazoleta próxima a la canaladura para recorrer el círculo hasta reencontrarla. A continuación la cuenta se realizaría en sentido inverso. Este valor de 46 pasos puede tener dos significados: 46 es divisor de 230 que es el número de lunaciones del ciclo de regresión de los nodos de la Luna, o es también del valor medio de días entre un solsticio o equinoccio y una fiesta de media estación.
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Modificado sobre Lámina VII, REY CASTIÑEIRAS, J., EIROA GARCÍA, J. J., Arte de la Edad del Bronce: los grabados rupestres de Cova da Bruxa y Laxe das Rodas (Muros, A Coruña): actuación arqueológica y revisión interpretativa, AnMurcia, 25-26. 2009-2010, p. 87 |
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Modificado sobre Lámina IX, REY CASTIÑEIRAS, J., EIROA GARCÍA, J. J., Arte de la Edad del Bronce: los grabados rupestres de Cova da Bruxa y Laxe das Rodas (Muros, A Coruña): actuación arqueológica y revisión interpretativa, AnMurcia, 25-26. 2009-2010, p. 89 |
En las figuras anteriores podemos mostrar los distintos grupos de cazoletas considerados, tanto en la figura conocida como el “calendario” como la “mesa de las ofrendas”. Obsérvese que algunos grupos incluyen una cazoleta numerada como “0” que indica el punto de partida inicial a un proceso de contaje. Sería el equivalente a las posiciones de salida de distintos juegos de mesa como el parchís, la oca, etc. ¡Quién sabe si algunos de estos juegos tienen como origen calendarios grabados en piedra!
Una vez expuesta esta propuesta interpretativa sobre el uso como calendario lunisolar del petroglifo de Laxe das Rodas, creo que es necesario cuestionarla. Es posible que estas marcas no sean más que decoraciones ¿no estamos forzando un mecanismo seguido con estas marcas para que encaje con una teoría predeterminada? ¿Tienen alguna relevancia las cifras 63 o 47 en el arte rupestre? Esta cuestión me recuerda la interpretación que hizo el astrónomo británico Gerald S. Hawkins sobre los 56 hoyos Aubrey del monumento megalítico de Stonhenge(14). Según este autor, esta número entero permite aproximarse con mayor precisión al número real 18,6 (56/3 = 18,66) que es el ciclo de regresión de los nodos de la luna y permitiría implementar un procedimiento de predicción de eclipses. Esta propuesta encontró algunas objeciones, como la del arqueólogo y astronómo Clive L. Ruggles:
«Tiene que haber algún número de agujeros en el anillo, incluso aunque fuera creado con otro propósito. Algunos astrónomos demostraron que el número 56 no es especial en cuanto a la predicción de eclipses: otros esquemas con desplazamiento de postes pueden idearse con otros números de agujeros en el círculo. Los arqueólogos conocen otros muchos círculos de agujeros en Gran Bretaña, con diferentes números desde menos de 20 a aproximadamente 100. El número 56 no es especial, entonces, ni arqueológicamente ni astronómicamente»(15).
Personalmente encuentro la crítica de Ruggles poco concluyente: el hecho de que haya otros esquemas de desplazamiento de postes es congruente con que haya otros patrones de agujeros. No conozco ningún estudio estadístico sobre las frecuencias de aparición de estos números que, posiblemente, podrían ayudar a aclarar este asunto.
Volviendo a nuestro petroglifo de la Laxe das Rodas, el caso es que contamos con referencias clásicas a piedras utilizadas como términos divisorios por los agrimensores etruscos que eran utilizadas para seguir el curso del Sol (
Linearii y
Nonarii) y de la Luna (
Scutellati)
(16). Yo mismo recogí una tradición popular relativa a unas rocas con grabados prehistóricos en Maragatería, León, según la cual
«los antiguos iban a ver unas marcas de la Luna y de las estrellas a ver la distancia que tenían con unos aparatos que tenían los ant..., lentes, prismáticos o eso y, pues esto... Allí que lo han dejado marcado allí»(17). Me refiero a los petroglifos con laberintos de Peñafaciel, entre Lucillo y Filiel, León. En este caso, los grabados de estas piedras deben ser algo más que decoraciones, deben codificar de alguna manera el comportamiento cíclico de estos cuerpos celestes con una finalidad práctica. Sólo por estos referentes está plenamente justificado especular sobre el uso como calendario de los motivos del arte rupestre. No nos llevemos a engaño, así se construye el conocimiento científico. O como explica el matemático Anthony G. O’Farrell,
«El conocimiento científico es sólo conjetural, y es el resultado de una especulación exitosa». En este sentido, os recomiendo vivamente leer el artículo del matemático Anthony G. O’Farrell:
Principles for Analysing the Meaning of Megalithic Art. En él, este autor además defiende que debemos
«aproximarnos al significado del arte megalítico realizando y evaluando conjeturas, y que limitemos la atención a conjeturas falsables «conjeturas que pueden ser refutadas por la evidencia. En otras palabras, propongo abandonar la idea de tratar de encontrar interpretaciones que aspiremos a probar definitivamente correctas. Estoy casi seguro de que no es posible probar una interpretación como correcta. En cualquier caso, no tengo ni idea de cómo podría hacerse». El artículo de O'Farrell continúa con el desarrollo y enunciado de los principios de trabajo para aproximarse al significado, si lo hay, del arte megalítico.
No limitaremos nuestro estudio sobre el potencial astronómico del conjunto de Laxe das Rodas como calendario lunisolar y, posiblemente, como sistema predictor de eclipses. También realizaremos nuestro habitual estudio sobre alineamientos astronómicos. Los montes que rodean el lugar y que podrían ser una buena referencia en el paisaje quedarían limitados entre el Monte Ouroso y el Monte Louro. Son el Outeiro Xeitoso, Enxa, Alto da Torre, Graial, Monte Esperoi, Monte Castro Ciudad, Taúme y Pico da Garita. Las declinaciones que arrojan evidencia de alineamientos en el solsticio de invierno y en el lunasticio mayor Sur sobre el Outeiro Xeitoso y Enxa, respectivamente, aunque el error de acimut del lunasticio excede el umbral que nos hemos fijado como aceptable, aunque próximo a 1º. Observado desde aquí, el Monte Louro es verdaderamente imponente así que he sondeado la posibilidad de que se produjera un alineamiento estelar. Dos estrellas tienen una declinación próxima a los -45º en la Edad del Bronce: α Crux en el 1350 a.C. y α Centauri en el 1200 a.C. En este sentido creo que es interesante señalar que el estudio arqueostronómico realizado por Michael Hoskin sobre las taulas menorquinas evidencia una preferencia en la orientación hacia la Cruz del Sur y los Punteros de Centauri
(18). Estos alineamientos estelares que señalo tienen un gran interés en la regulación del calendario pues la puesta heliaca de α Crux en el 1350 a.C. se produce sobre el 17/5/1350 a.C., muy próxima a la fecha de la fiesta de media estación de Beltaine, el 21. Por otra parte, la puesta acrónica de Rigel Kentaurus se producía el 29/12/1200 a.C siendo la fecha del solsticio de invierno 2 días después
(19). Podéis descargar la hoja de cálculo con los resultados astronómicos de este
enlace.
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Alineamiento en el lunasticio mayor Norte |
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Alineamiento en los equinoccios |
En esta ocasión, y a diferencia de lo que sucedió en
Mogor, me he atrevido a buscar una relación espacial con significado astronómico producida entre entre las marcas más destacadas del laberinto. Y es que, ha diferencia de lo que sucedía en la otra estación de arte rupestre, aquí sólo hay tres agujeros profundos, es decir, 6 direcciones. De entre estas, dos proporcionan declinaciones astronómicas de interés suficientemente precisas, que implican el uso de los tres agujeros. Una de ellas con acimut 60,7º y elevación 9,62º que supone una declinación de 27,84º con un error de 1º para el lunasticio mayor Norte. La otra con acimut 275º, elevación 2,98º que da una declinación de 0,79º, con error de acimut de 0,9º para la puesta de Sol del equinoccio aproximado
(20). Para obtener estos ángulos estimo coordenadas lejanas de los puntos del horizonte sobre el que se proyecta la dirección señalada en la fotografía con ayuda del Sigpac y del Google Earth, y a partir de ellas aplico las ecuaciones implementadas según se indica el en artículo
Iniciación a la Arqueoastronomía.
Hemos analizados distintas propuestas de interpretación de las figuras grabadas del petroglifo de la Laxe das Rodas, próxima a la localidad de Muros, en Pontevedra y hemos expuesto una alternativa que creemos simple, coherente y ajustada a la operación que podría seguirse para implementar un calendario lunisolar céltico, análogo al documentado en el bronce del Calendario de Coligny, pero en una fase más arcaica, en la que la duración de los meses vendría determinada por la duración del ciclo sinódico lunar y en la que la intercalación de meses estaría sujeta a la observación de un evento fijo en el ciclo tropical solar, posiblemente el solsticio de invierno, o el acontecimiento de la fiesta de media estación de Beltaine. La interpretación de la figura de la “mesa de las ofrendas” queda algo coja, vacilando entre un sistema de predicción de eclipses, un uso que permitiría seguir el curso del ciclo de regresión de los nodos lunares (que requeriría contar 46 grupos de 5 lunaciones) o un sistema que permita interpolar el acontecimiento de las fiestas de media estación a partir de solsticios y equinoccios, o a la inversa. Por último, hemos reconocido alineamientos astronómicos definidos por la puesta del Sol o de la Luna sobre determinados montes en el solsticio de invierno y en el lunasticio mayor Sur, este último con cierta incertidumbre, así como por la interconexión de los tres grandes hoyos del conjunto, en el lunasticio mayor Norte y en los equinoccios. En definitiva, no afirmamos que los grabados de este petroglifo constituyan un calendario prehistórico sino que, si lo fue, y nos consta que algunas piedras con grabados lo han sido, pudo haberse manejado de la manera que aquí hemos descrito.
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(1) HIDALGO, J. M., DE LA PEÑA SANTOS, A., COSTAS GOBERNA, F.J., SILVA, A. M., BACELAR ALVES, L. Arte Rupestre Prehistórica do Eixo Atlántico, editado Eixo Atlántico en Gráficas Planeta, 2005, pp. 126-127
(2) ALONSO ROMERO, F., El Calendario ritual del Laxe das Rodas (Louro, Muros). Primera Reunión Gallega de Estudios Clásicos. Santiago de Compostela, 1981, pp. 32-45.; ALONSO ROMERO. F., Nuevas consideraciones sobre el significado del petroglifo de Laxe das Rodas (Muros, Galicia), Zephurus, nº 36, 1983, pp. 79-91,
http://campus.usal.es/~revistas_trabajo/index.php/0514-7336/article...
(3) REBULLIDA CONESA, A., Astronomía y Religión en el Neolítico-Bronce, Editorial Egara, 1988, pp. 45-92
(4) MONTEAGUDO, L. : Petroglifo de Lagea das Rodas (Louro. S. W. Prov. La Coruña), Primera Reunión Gallega de Estudios Clásicos. Universidad de Santiago de Compostela. 1981, pp. 46-100
(5) ALONSO ROMERO. F., Nuevas consideraciones sobre el significado del petroglifo de Laxe das Rodas (Muros, Galicia), Zephurus, nº 36, 1983, p. 79
(6) ALONSO ROMERO. F., Nuevas consideraciones sobre el significado del petroglifo de Laxe das Rodas (Muros, Galicia), Zephurus, nº 36, 1983, p. 85
(7) MARSHACK, A., The roots of civilization, Weidenfeld and Nicolson, 1972, citado en RUGGLES, C.L.N., Ancient astronomy: an enciclopedia of cosmologies and myth, ABC-CLIO, 2005, pp. 5-7
(8) RUGGLES, C.L.N., Ancient astronomy: an enciclopedia of cosmologies and myth, ABC-CLIO, 2005, p. 229
(9) MacCLUSKEY, S.C., Astronomies and cultures in early medieval Europe. Cambridge University Press, 1998, pp. 54-60
(10) RUGGLES, C.L.N., Ancient astronomy: an enciclopedia of cosmologies and myth, ABC-CLIO, 2005, p. 228
(11) SIMS, L., The 'solarization' of the moon: manipulated knowledge at Stonehenge, Cambridge Archaeological Journal, 16, 2, 2006
(12) AVENI, A., Skywatchers. Skywatchers of Ancient Mexico, University of Texas Press, 2001
(13) Si observamos la fotografía nocturna con luz rasante, las intersecciones entre la acanaladura radial y la espiral está ocupada por cazoletas, Lámina VIII, REY CASTIÑEIRAS, J., EIROA GARCÍA, J. J., Arte de la Edad del Bronce: los grabados rupestres de Cova da Bruxa y Laxe das Rodas (Muros, A Coruña): actuación arqueológica y revisión interpretativa, AnMurcia, 25-26. 2009-2010, pp. 77-117
(14) HAWKINS, G.S., Stonenge Decoded, Fontana/Collins, 1975 (1ª ed en Souvenir Press 1966), pp. 168-186
(15) RUGGLES, C.L.N., Ancient astronomy: an enciclopedia of cosmologies and myth, ABC-CLIO, 2005, pp. 406-407
(16) COTTON, R., Of dimension of Land, HEARNE, T., Nº XXXVI: A collection of curious discourses, Vol. 1, 1771, p. 108
(17) GONZÁLEZ GONZÁLEZ, M.A., Teleno, Señor del Laberinto, del Rayo y la Muerte. Un enfoque etnoarqueoastronómico para el estudio de los santuarios antiguos del corazón de la Asturia, Editorial Lobo Sapiens, 2011, pp. 292-293
(18) HOCHSEIDER, P., KNÖSEL, D., Les taules de Menorca: Un estudi arqueoastronomic, Govern Balear, 1995; HOSKIN, M., Tombs, temples and their orientations, Ocarina Books, 2001, pp. 38-46; HOSKIN, M., WALDREN, W., Taulas y Talayots, Michael Hoskin, 1988, citados por RUGGLES, C.L.N., Ancient astronomy: an enciclopedia of cosmologies and myth, ABC-CLIO, 2005, pp. 417-418; HOSKIN, M., Orientations of dolmens of Western Europe, Complutum, Nº 20, 2, 2010, pp. 171-172
(19) Para la determinación de estos fenómenos estelares he utilizado la expresión del arcus visionis desarrollada por PURRINGTON, R.D., Heliacal Rising and Setting: Quantitative Aspects, Archaeoastronomy nº 12, Journal of History of Astronomy, Archaeoastronomy Supplement, Vol. 19, pp. 72-84 y he utilizado el simulador astronómico Cartes du Ciel, v 3.4.1 para calcular las fechas en las que se produce la relación angular conveniente entre la estrella y el Sol.
Hola, Miguel Ángel, estuve fuera y acabo de ver tu comentario.
Poco te puedo decir ya que nunca estuve delante del petroglifo en cuestión, lo que sí te digo es que el profesor Monteagudo (por todo lo que tengo leido de él) es persona muy meticulosa con los dibujos/notas de campo y si él dice que las vió yo nada puedo comentar en su contra, además observa que da a entender que cuando visita la piedra ya debería encontrarse muy lamida esa corona de coviñas y que a otros posiblemente se les escaparía, supongo, ya que en su escrito lo matiza bien: "...y el interior de 22 coviñas casi imperceptibles", es decir lo resalta para que no queden dudas posteriores imaginando, yo, que el profesor hace este comentario puntual de algo tan escrupuloso pues pensaría que en pocos años desaparecerían las coviñas casi inexistentes. Tengo una amiga que es de las pocas personas que el profesor le "deja" andar en sus papeles y me tiene comentado de la enorme seriedad del viejo profesor.
Esos petroglifos de los que hablamos son muy visitados, tratados con tiza y vete tú a saber con que otras cosas y por lo tanto nada me extrañaría que por mucho que te acerques no consigas ver esas 22 coviñas. Conozco alguna que otra laxe con plástica rupestre (de las importantes) que en más menos treinta años han desaparecido algún que otro motivo por las muchas visitas (pisadas, tizas...).
Lo siento, se que nada de lo que te comento sirve para pensar que el Sr. Monteagudo pudo errar, quizás todo lo contrario, pero espero, Miguel Ángel, que con estas teorías que nos expones en este artículo no te sea complicado encajar esas nuevas coviñas del petroglifo y des solución al mismo.
En todo caso el número 22 es el de la suerte, el de los "dos patitos" ;-) Estoy seguro que le darás vuelta y lograrás alguna hipotética solución que espero nos lo comentes en su momento.
Suerte y un saludo.