Un estudio demuestra que los seres humanos comenzaron a utilizar armas arrojadizas hace por lo menos 91.000 años

Los arqueólogos han debatido durante mucho tiempo cuándo los primeros seres humanos comenzaron a arrojar lanzas con puntas de piedra y dardos a grandes presas. Al arrojar una lanza, en lugar de empujar con ella, los seres humanos podían cazar búfalos y otros animales peligrosos desde una distancia segura, con menos riesgo de sufrir cornadas o heridas. Sin embargo, evidencias directas de esta técnica de caza están ausentes en yacimientos antiguos. Ahora, un nuevo estudio sobre las marcas de impacto en huesos de antiguas presas demuestra que estas técnicas sofisticadas de matar se remontan por lo menos a unos 90.000 años atrás, en África, y ofrece una nueva metodología para determinar cómo los cazadores prehistóricos realizaban sus cacerías.

Fuente: Science | Heather Pringle | 17 de mayo de 2013 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)

 

Otros investigadores han utilizado métodos indirectos para estudiar el uso de proyectiles, como el análisis de fracturas por impacto de puntas de piedra o la identificación de las huellas dejadas por enmangamiento de las puntas líticas. Tales evidencias sugieren que los primeros seres humanos crearon lanzas arrojadizas tan pronto como hace 500.000 años en África. Pero ese tipo de pruebas deja espacio para la duda y se discuten con frecuencia.

 

El arqueólogo Corey O'Driscoll, miembro de "Arqueología del Sureste", en Canberra se interesó por las huellas dejadas por lanzas arrojadizas después de leer estudios sobre las heridas que las armas medievales infligían a los seres humanos. En trabajos anteriores los arqueólogos europeos habían arrojado reproducciones de lanzas con puntas del Paleolítico Superior, hechas de asta, sobre cadáveres de bueyes y ciervos, y luego estudiado las huellas que dejaban en los huesos. Pero muchos arqueólogos no quedaron convencidos de los resultados, al ver poco claro las diferencias entre las marcas de los proyectiles y las marcas por cortes de carnicería. O'Driscoll decidió entonces elaborar sobre estos estudios su tesis de licenciatura.

 

Él y un colega tallaron reproducciones en pedernal de puntas de lanza y flechas de la Edad de Piedra Media en África y las unieron a varas de madera. Con un grupo de estudiantes de la Universidad de Queensland realizó 15 experimentos, arrojando réplicas de lanzas y disparando réplicas de flechas con un arco o una ballesta calibrada sobre cadáveres de corderos y vacas.

Después de hervir los cadáveres o enterrarlos para una rápida descarnación de los mismos por microbios e insectos, O'Driscoll halló 758 heridas en los huesos, las cuales examinó al microscopio y comparó con las 201 marcas de corte de una colección de referencia creada experimentalmente de huesos de animales descuartizados.

Foto: Arriba a la izquierda: un arqueólogo australiano dispara réplicas de proyectiles de La Edad de Piedra Media con una ballesta sobre cadáveres de animales. Debajo a la izquierda: marcas de impacto de un proyectil en un hueso. Abajo a la derecha: marcas distintivas de corte. Crédito: Corey O'Driscoll

Él encontró que "había una gran diferencia entre las marcas de carnicería y las marcas de impacto mediante proyectiles", dice. Su estudio reveló seis tipos de heridas distintivas por impacto de proyectil, desde marcas de presión hasta marcas de fracturas, y perforaciones. O'Driscoll también observó que la mayoría de las marcas por impacto de proyectiles se localizan en las vértebras o huesos de las costillas, y que el 17% de las marcas en general -y 50% de las perforaciones- mantenían incrustados microscópicos restos de piedra provenientes de las puntas de pedernal, debido a la alta velocidad del impacto. Por el contrario, ninguna de las marcas provenientes de la práctica de carnicería contenía tales pequeños fragmentos de piedra, otra distinción clave.

 

Estos hallazgos llevaron a O'Driscoll y a Jessica Thompson (izquierda), de la Universidad de Queensland, a realizar una nuevo análisis a tres especímenes óseos de grandes mamíferos no identificados -una costilla y dos vértebras- procedentes de la cueva Pinnacle Point, en África del Sur. Thompson había detectado anteriormente fragmentos de piedra incrustados en las marcas de estos huesos. Al utilizar los criterios de diagnóstico de O'Driscoll, ambos identificaron marcas por impacto de proyectiles en los tres huesos. Dos databan hace entre 98.000 y 91.000 años, convirtiéndolos en la prueba directa más antigua del uso de armas arrojadizas, según el trabajo de investigación presentado en la reunión de la Sociedad de Arqueología Americana, en Honolulu, en el mes de abril pasado (la tesis de O'Driscoll será publicada por la Asociación Arqueológica de Australia en junio). Un tercer hueso tenía una datación incluso anterior, entre hace 153.000 y 174.000 años.

"Este es un gran trabajo", dijo Curtis Marean (derecha), de la Universidad Estatal de Arizona, en Tempe, señalando que las marcas por impacto de proyectil "tienen una morfología clara y reconocible".

 

La arqueóloga Tiina Manne (izquierda), de la Universidad de Queensland, también encuentra que la identificación de marcas por impactos de proyectiles -al menos en los dos primeros huesos de Pinacle Point- es altamente persuasiva. "Esto sugiere que la tecnología de proyectiles en Pinnacle Point estaba en uso hace por lo menos 90.000 o 95.000 años", dice. Pero está menos convencida de tal evidencia con el tercer hueso, señalando que solamente "un simple grano de piedra" de la punta de un proyectil estaba incrustado en el hueso.

 

A pesar de esta reserva, Manne dice que estos "interesantes" hallazgos pueden ayudar a los investigadores a reconocer marcas por impacto de proyectil en huesos de muchos tiempos y lugares. Tienen "increíblemente una amplia aplicabilidad y el potencial para mejorar nuestra comprensión sobre cuándo se adoptó esta tecnología en otros lugares".

 

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