Para los Mapuche, como para tantas sociedades arcaicas, cada elemento de la naturaleza tiene un dueño, un espíritu (ngen) que le cuida, le protege, le dá fuerza y vida. A estos dueños hay que dirigirse antes de realizar cualquier acción (cortar una rama, cazar un animal, levantar una piedra) para prevenir su disgusto y el daño que esto pueda acarrear.
También el tejido, el acto de tejer, tiene su dueña: la anciana araña llalín kushe.
Ella cuida de las tejedoras (
ñerefe),las enseña e inspira y las protege de los
weza neguen, las fuerzas negativas que intentan que se equivoquen al realizar sus diseños. Para alejar a estos malos espíritus tocaban un instrumento de la familia de los lenguáfonos (el trompe).
Porque tejer no es una simple técnica. Los diseños recogen toda la cosmovisión de los Mapuches y las ñerefe son las depositarias de ese conocimiento, así como del simbolismo del color. Como en otras sociedades arcaicas el “hacer” implica no sólo un conocimiento técnico sino también mágico.
A la izquierda, el Lukutuwe, el orante. A la izquierda, el temú árbol relacionado con los poderes acuaticos.
“El aprendizaje visual,táctil y cinético vá paulatinamente en ascenso hasta alcanzar la etapa en que su ñeren (tejido) llega a una expresión natural e innata, en la que vuelca y plasma todo su kimu (sabiduría).
Los conceptos mágicos relacionados con su cosmogonía también está presentes aquí , para facilitar el aprendizaje y la elaboración de las piezas“ (Ruth M Conejero)
La destreza y este conocimiento influyen también a la hora de valorar a la futura esposa y la dote que recibirá la familia. Es pues, también, un hecho de importancia desde el punto de vista económica y social. Por todo ello, el aprendizaje del tejido se realiza inmerso en un contexto religioso y coincidiendo con las diversas etapas de la vida de la niña.
“Los ritos iniciáticos relacionados con el mundo textil se realizaba en diferentes etapas de la vida de una niña: al nacer, durante la infancia y la adolescencia. La ceremonia de la pichi nerefe (pequeña tejedora) consistía en envolverle las manitas con telarañas o pasarle arañitas pequeñas para que la mítica llalín (araña) le transmitiera sus habilidades de tejedora. Las expresiones oníricas comenzaban a formar parte de la niña y la conexión con el más allá, con la dueña del tejido, con su dios -Futa chao- que la guía e inspira“. (Ruth M. Conejero)
Faja femenina
He aquí el relato del origen del hilado tal y como lo ha transmitido las abuelas mapuches :
“Un día una niña lavaba en el río, en el campo ,ella estaba lavando la ropa y de pronto vino un hombre y la raptó se la llevó lejos para las tierras donde él vivía, después se casó con ella y un día le dijo: Me voy para Chile y cuando vuelva ,que será pronto, me tenés que tener toda esta lana hilada".
Había un montón de vellones, todas sus ovejitas las había esquilado el hombre.
Y cuando quedó se solita, ya el marido se había ido, la piba se pudo a llorar al ladito del fuego ¡no sabía hilar¡
Entonces una voz (era choñoiwe kushe: fuego vieja ) le dijo: ”No llores más, yo voy a buscar a LLalín para que te ayude.
Pronto bajó la LLalin kushe diciéndole: “Tenés que hacer igualito que yo“.
Todas las noches bajó la araña para ayudarla y enseñarle hasta que la niña aprendió y cuando regresó el marido tenía toda la lana hilada y había terminado su trabajo“. (Ruth M. Conejero)
En la iniciación de la pequeña tejedora podemos ver con toda claridad un rito de agregación: al contacto con las arañas la niña se incorpora al espíritu de la LLalin kushe y por lo tanto adquiere sus saberes.
También es interesante el hecho de que la transmisión de este arte se realice en el contexto del fuego del hogar, fuego femenino, y que la anciana araña baje del cielo, lugar de donde a menudo provienen los conocimientos que significan civilización .
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Es muy interesante comparar este mito con el de
Aracné, de nuestra tradición clásica. En él la dueña del tejido es Atenea que desbanca a la que quizá fué la dueña anterior, una araña ancestral de tiempos neolíticos .