1. Algunas características de la Civilización en Creta.                                                                                                                                                                                                              En este apartado se muestran someramente algunos aspectos de la Cultura Cretense como el desarrollo de la escritura, el uso de algunas sustancias, el mito del pacifismo de esa cultura y la fama finisecular atribuida a los cretenses.

La aparición de la escritura en Creta.-

Se piensa que la escritura en Creta comenzaría a surgir desde el principio del III Milenio (2.800 años a.n.e.), pero sus evidencias fehacientes más antiguas se sitúan unos 1.000 años después, hacia el año 1.700 a.n.e.

La llamada Escritura Pictográfica Cretense consta de tres apartados: escritura jeroglífica, el Lineal A y el Lineal B.

La escritura jeroglífica se considera un silabario, como un sistema de signos que representan sílabas, y es un producto autóctono de la isla de Creta. Arthur Evans lo llamó jeroglífico por su parecido con la escritura egipcia, pero no está demostrado que proceda de esta. Consta de 96 signos en los que aparecen hombres, animales, partes del cuerpo humano, utensilios de uso frecuente y objetos de la naturaleza. Se subdivide en Clase A, que no es Lineal A, y Clase B, que no es Lineal B. La clase A aparece en inscripciones sobre tablillas de piedra o esteatita, el tipo B aparece no sólo en tablillas de piedra, sino también en tablillas de arcilla cocida.

Hacia el año 1.700 a.n.e., aparece una escritura cursiva que recibe el nombre de Lineal A y convive durante cierto tiempo con la escritura jeroglífica. Los documentos rescatados de Lineal A no son muy abundantes y la mayoría de ellos fueron hallados en la mansión de Hagia Tríada. Se trata de un sistema silábico con unos 40 signos. En su mayor parte son documentos administrativos escritos en arcilla sin cocer. La consistencia actual proviene de los incendios ocurridos en los palacios. Se lee de izquierda a derecha y los especialistas aseguran que no refleja el idioma griego. Dura hasta el año 1.400 a.n.e.,  que es sustituido por el Lineal B.

             

El Lineal B también es una escritura cursiva y permanece desde el año 1.450 a.n.e., hasta el año 1.200 a.n.e. De esta clase de escritura sí se rescataron abundantes documentos, sólo en Cnosos se hallaron unas 3.000 tablillas. Se piensa que la escritura Lineal B se habría desarrollado en el interior de Grecia y que después habría pasado a Creta, pues existen muestras de ella anteriores en los palacios de Pilos, Micenas, Argos y Tirinto. Aparece en tablillas de cerámica y es una escritura que, al contrario de las otras, está bastante descifrada en su conjunto. Se piensa que podría proceder del Lineal A.

             

Por último nombrar dos objetos con escritura de aquel tiempo que escapan, por así decirlo, de la norma escritural descrita: un altar descubierto en el palacio de Mallia y el Disco de Festos. El primero es un altar de piedra labrado toscamente en el que aparecen grabados unos 15 signos en un renglón en sentido vertical que se lee de abajo arriba. Esta inscripción guarda relación con la escritura cretense y con el disco de Festos. Este segundo es una tablilla de arcilla circular descubierta en el palacio de Festos en la que aparecen unos signos, 242, en forma de espiral como el “juego de la oca”. El texto contiene unas 61 palabras y está parcialmente descifrado, pero tiene posibilidad de que sea un objeto falseado.

 

El uso de algunas sustancias

Hay que pensar aquí las diversas consecuciones de las mujeres y los hombres del Mundo Antiguo en el uso e investigación de sustancias y productos químicos, algo que podría abarcar desde las prácticas metalúrgicas de mezcla y moldeo de rocas y metales, pasando por la destilación de diversos productos naturales, sustancias de pintura, decoración y tintes para la ropa, hasta las industrias relacionadas con la belleza, cremas y perfumes, y esas otras relacionadas con la farmacopea y la química en relación con la salud.

              

Aquí en Creta nos vamos a fijar solamente en el uso y procesado de la adormidera.

             

La adormidera o amapola real, Papaver somniferum, es una hierba anual de la familia Papaverae que fue usada en la Antigüedad como planta medicinal. Parece ser natural del sur y este del Mediterráneo donde sería primeramente domesticada, pero su difusión, más tarde, alcanzaría la mayoría de los lugares planetarios.

             

Las cápsulas más antiguas halladas en labores arqueológicas proceden de un poblado neolítico en Suiza, aunque hay evidencias de su uso y cultivo desde los 5.700 años a.n.e. en asentamientos de finales de la Edad de Piedra en los ríos Rhin, Ródano, Po y Danubio. En Granada, España, en la Cueva de los Murciélagos se encontraron cápsulas datadas en torno al 4.200 a.n.e., y en Cataluña existen evidencias del uso del cascal, la amapola en cuestión, en decoraciones parietales y que lo usaban como sedante, somnífero y calmante del dolor.  

             

La evidencia más antigua escrita del uso terapéutico y ritual de la adormidera procede de un texto en sumerio. Se la describe como “la planta de la alegría”. Los sumerios cultivaron la adormidera y aislaron opio hacia el III milenio a.n.e.

             

El uso medicinal y terapéutico de ésta amapola es debido a su alto contenido en alcaloides. El opio, palabra del griego que significa “jugo”, sería el látex seco obtenido por incisiones en las cápsulas o fruto de estas amapolas y se usó en la Antigüedad para aliviar el dolor, para la tos y las diarreas y por supuesto como somnífero. Las sustancias más famosas que se aislaron del opio en tiempos modernos son la heroína, la morfina, la papaverina y la codeína.

             

La variedad Papaver stipitatum Fedde está considerada hasta ahora como un endemismo del lugar que nos ocupa, la isla de Creta.

             

Son diversas las evidencias del cultivo y uso de la planta: hacia el año 1.450 a.n.e., se data el llamado Anillo del rey Minos en el que aparecen representados los frutos de la adormidera con las incisiones características y diversas mujeres en sentido orgiástico. En el Anillo áureo de Isopata, datado hacia el 1.500 a.n.e., aparecen cuatro mujeres con cabezas de amapolas. En Gazi, a las afueras de Heraklión  se encontró un santuario datado en el 1.300 a.n.e., en el que se hallaron almacenadas una serie de esculturas de mujeres y una de ellas lleva un sombrerito en el que aparecen unos pistilos de amapolas y se la conoce con el nombre de “diosa de las adormideras”. Esta clase de esculturas y el mismo santuario se asocian a la existencia de unos vasos tubulares, supuestamente usados para la inhalación de vapores de opio.

             

Pero existen en Creta otras muchas evidencias de lo mismo, pues esa planta, la adormidera, es sucesivamente representada en sellos y anillos, y existen diversos artefactos asociados a su uso. Pero es que siempre su síntesis química y su uso llegan asociados a las costumbres orgiásticas de una élite de mujeres, o reuniones de las mismas y en las fiestas de la corte del palacio. Según todo ello, podría apreciarse una precisa importancia de esa planta y esa sustancia en la economía de los palacios y la isla, debido a la existencia de una industria y unos talleres que la produjeran y, por supuesto, la comercialización hacia el interior de la isla de pueblos y ciudades como sustancia terapéutica  para calmar el dolor e inducir al sueño.

En otros lugares de Grecia y en el ambiente de la nación griega de aquellos tiempos también se advierte la consecución química y la importancia de esa sustancia y su uso. La diosa Deméter, una de las más ancianas del panteón, es representada sucesivamente con cabezas de amapolas en sus manos. En la cultura de Micenas, la adormidera aparece representada de muy diferentes maneras en sellos y grabados.

 

El mito del pacifismo en la Cultura Cretense

Bien es verdad que aquellos “estados naturales” en los que debieron vivir los primeros grupos de humanos que habitaron de forma permanente la isla de Creta, que usaron las cavernas para su simple existencia, y cuya clase de sociedad estaría marcada por la elementalidad de las costumbres y el reparto de trabajos entre la mujer y el hombre, habría devenido hacia los tiempos neolíticos en otra clase de sociedad avanzada donde la mujer se habría hecho protagonista de esa sociedad, creadora, presidenta y poseedora de los resortes genuinos del poder, la riqueza y la posesión de la tierra y las fábricas. Esto en la Era de los Metales y principios de la Historia -otra cosa que vuelve a suceder irremediablemente tarde en Creta- habría quedado contrastado con la cada vez más decisiva e importante presencia, en el entorno de las naciones y vecinos países, de la presencia del Guerrero y sus dinastías, creador de los primeros Estados con fronteras establecidas por sus conquistas, y un sistema de leyes patriarcales y masculinas en base a su autoridad conseguida según el arte de la guerra.

             

Esta clase de contraste entre sociedades habría sido más patente en unos lugares que en otros, pero es de advertir que en algunos de esos lugares y territorios -Ur, en Mesopotamia, por ejemplo-, esos dos estamentos de las ricas señoras y sus clanes y el Guerrero y sus dinastías, habían llegado a entenderse a la perfección en el sentido de que sería el dinero y posesiones de las ricas señoras lo que habría pagado y promocionado los primeros y elementales ejércitos.

             

Aquí en Creta da la sensación de que ese contraste y conflicto de formas, de ricas señoras procedentes de la antigüedad neolítica, con la presencia cada más decisiva en el alrededor geopolítico del Mediterráneo de la presencia del Guerrero, habría dado como resultado una especie de dialéctica de poderes entre ambos estamentos y clases de sociedades.

             

Siempre se habría pensado que aquí en Creta no se desarrollaron las formas bélicas, no hubo ejércitos ni facciones de los mismos, no existieron los barcos y marineros armados, y que todo ello vendría predicho en primer lugar por la consuetudinaria maneras de ser de sus gentes y dirigentes políticos; en segundo lugar, porque la presencia de las reinas en sus palacios, y su política particular con alguna de sus vecinas, habría propiciado  un estrecho ambiente de paz y entendimiento hacia el interior del sistema matriarcal feudalista de la isla; en tercer lugar, la amistad y cooperación entre los estamentos políticos y comerciales de la isla con los faraones de Egipto y sus generales, lo que también serviría de presencia disuasoria en el entorno de las naciones.

               

Pero es necesario pensar al mismo tiempo que esta secuencia de pacifismo puede ser fruto del ambiente de mitos y leyendas que siempre estuvo presente en la historiografía de la isla.

             

Para ello habría que considerar aquí la otra figura importante en la política de los centros-palacios, es decir, la figura del marido consorte de aquellas reinas y sobre cuál sería su importante papel y cruciales competencias. Es de suponer que esta figura de marido consorte corregente habría supuesto, en todo momento, un auténtico “factótum” de la seguridad y la disensión en los ambiente de los palacios y de la isla. Que ese marido corregente, aparte de otras competencias de tipo político, como su presencia y consejo en la asamblea del trono, habría dispuesto de mando efectivo sobre un número más o menos grande, más o menos suficiente o insuficiente de hombres armados y sobre una serie de capitanes o comodoros encargados de esas facciones militares, unos que lo serían de la guardia y seguridad en los centros palaciales y otros de los grupos de marineros armados que acompañarían, en ocasiones, las empresas del comercio marítimo.

             

En demostración de esto se pueden traer a cuento una serie de objetos de la Historia del Arte y otros de lugares y estancias resultado de la investigación arqueológica.

La clase de objetos de no mucho tamaño de “doble hacha”, los “llabrys”, habría que fijarse en la precisa decoración, casi siempre la misma, que les acompaña como si fuesen bordados y franjas distintivas de cualquier casaca de oficial de los siglos nuestros pasados, las filigranas de su ropa de militares. Estos objetos a modo de condecoraciones serían usados por los capitanes de la guardia u oficiales de mando de las facciones de guerreros.

             

Existe un pequeño, pero curiosísimo sello rescatado en Cnosos en el que aparece la señora reina sentada en su trono y que señala con su mano izquierda algún lejano, pero concreto lugar.

El hombre que aparece de pie delante de la reina y que la señala con una de sus manos, mientras con la otra sujeta su lanza, debe ser uno de esos capitanes o generales que atendían los asuntos militares. Ella parece decir “lo que pasó allí” en alguna pequeña batalla sucedida y el guerrero parece que le contesta que habría sido necesario mandar más hombres y armas. Se supone que en esta ocasión habrían perdido en la reyerta.

Pero, por ejemplo, en el ágata decorada descubierta en Pilos, se aprecia perfectamente en la parte superior un guerrero cretense que mata y amenaza con su espada a un guerrero de aspecto micénico y es de suponer que antes ya había terminado con otro que yace en el suelo. Se conoce que en esta ocasión los cretenses habrían ganado en la reyerta.

 Hay una pequeña escultura que representa un hombre joven de pie con ropa de aspecto militar que con el brazo derecho y la mano en puño que se toca la frente. Esta postura por simpleza puede representar el saludo militar que ya se usara en aquel entonces y en la isla de Creta. Existen una diversidad de pequeños objetos de este tipo, hombres que con la mano se tocan la cabeza, pero metálicos, distribuidos en los museos.

Hay también unos grabados de barcos que tienen en una banda tres filas de remos y en la otra tan solo dos filas de remos. Pues esta clase de barcos atípicos eran diseñados así  para cuidar de la mera seguridad portuaria. La navegación sincrónica de esa clase de barcos y marineros, les haría navegar dando vueltas y más vueltas entorno de la rada o entrada del puerto para preservar cualquier acción marinera desde el exterior, bien de piratas, bien de cualquiera de las naciones vecinas.

             

Existen unas habitaciones en el flanco exterior de los muros del palacio de Cnosos, donde se asegura aparecieron una diversidad de los objetos decorados “Llabrys”, que bien podrían ser, esas habitaciones, los puestos de la guardia del palacio y en donde se haría la función de los relevos y vida habitual de los hombres dedicados a ello.

             

La misma sala de las “dobles hachas” en Cnosos debió hacer funciones de asamblea de varones y donde se reunirían y se harían planes de defensa o ataque de las unidades militares.

             

Pero las evidencias mandan y la clase de manifestaciones sobre la existencia de la guerra en los palacios, incluso en el ambiente popular de la isla, de aldeas y ciudades, rescates de armas en los sustratos arqueológicos, grabados o dibujos de acciones bélicas o cualquier otra manifestación en el arte o manufacturas de armas no existe en Creta o son muy escasos o como de representación, para vender en los circuitos del comercio. Tan sólo esa clase de manifestaciones se hacen patentes cuando la autoridad micénica se hace cargo de la isla, y alguno de sus señores se aposenta en alguno de los palacios. Que vaya usted a saber, a ciencia cierta, de qué manera instauraron su autoridad los señores micénicos, si haciendo dimitir a las reinas y sus maridos consortes de los palacios y colocándose ellos allí, o fue una clase de autoridad instaurada en los edificios centrales de las aldeas y ciudades.

             

Mito, entonces, para esta secuencia historiográfica que habla del pacifismo en la cultura cretense y que no es sino el mantenimiento de unas ciertas y ancestrales maneras de ser de sus gentes, manifestación del carácter y formas políticas y sociales de aquellas señoras reinas de los palacios y la presencia poderosa de sus maridos-consortes encargados de la seguridad y acaso provistos de autoridad en asamblea con posibilidad de mando sobre grupos de hombres armados. 

 

La forma de ser de los cretenses

Con todo, ello podría parecer que la forma de ser y la propia categoría de los cretenses, el reconocimiento de su importancia histórica y su nobleza en sí, tendría que rodar paralelo a la magnificencia de su Prehistoria. Pero nada más lejos de la realidad.

             

En un artículo en Internet consultado y que lleva por título “Cuatro miradas sobre Creta en la Antigüedad” cuya autora es Elena Torregaray, y de cuyo artículo proceden la mayoría de los datos usados aquí, habla de Creta y sus habitantes en el imaginario del mundo antiguo. Dice: “…lo cierto es los cretenses son un pueblo que gozó de una pésima reputación, tal como lo reflejan la literatura y la historia griegas desde la época clásica, juicio negativo que se extendió también entre los autores del periodo romano”.

             

En el ambiente instaurado por la autoridad micénica a partir del año 1.450 a.n.e., y la posterior llegada de los dorios hacia el año 1.100 a.n.e. se sucedieron una diversidad de hechos, unos de un signo, otros de otro.

             

La tanda de invasiones de gentes y autoridad desde el interior de Grecia había terminado por diseñar el nuevo destino de sus gentes y de la propia Creta, integrada ya definitivamente en el resto de los lugares y naciones de Grecia. Con el paso de la “Edad Oscura” en la isla, asociada a la instauración de la autoridad de los dorios, y en el transcurso de los siglos del I milenio a.n.e., es cuando puede presenciarse el nuevo carácter y la nueva forma de ser de sus habitantes, los cretenses, hacia los tiempos modernos históricos.

               

El desarrollo de los lugares, aldeas y ciudades de la isla continuó; las fuentes clásicas hablan de la existencia de 100 ciudades, de las cuales las más importantes serían Cnosos, Gortyna y Cydonia.

             

El modelo político, económico y social de “insularidad” siempre había sido considerado por los griegos como algo superior desde antiguo. Aparece en el artículo consultado: “Esta insularidad permitió también que desde el siglo IV a. C., Creta fuese considerada el escenario perfecto para el desarrollo de una ‘politeia’, una constitución ideal”. Platón, Aristóteles o Éforo alabaron las constituciones de las ciudades cretenses de su tiempo. El primero, por la cercanía territorial entre Creta y Esparta y su sangre común doria, analiza positivamente el sistema educativo y los actos sociales en los regímenes de la isla. Aristóteles nos habla del hecho de la “insularidad” como elemento que favoreció el desarrollo de Creta, aunque el filósofo considera superior la constitución espartana, sobre todo por la presencia de Licurgo.

             

Pero en contraste con los otros lugares de Grecia, aquí en Creta existe, y no sólo a nivel popular, sino de obras y autores, como una especie de “otra cara de la moneda”, no se sabe por qué. Quizás viejas rencillas o venganzas seculares, ancestrales recuerdos de cuando Creta fuese el centro del mundo griego.

             

Según los historiadores esa mala fama y “leyenda negra” sobre los cretenses en la Antigüedad habría sido causada por una serie de hechos: la superación de la talasocracia cretense, la piratería endémica propia del lugar y su dedicación al mercenariado en los sucesivos ejércitos que se instalaron en la isla. Todo ello contribuiría a la aparición de una imagen negativa en la literatura y la historiografía sobre la isla y sus habitantes.                 

             

Es sobre todo en el teatro griego donde aparece con asiduidad la imagen del cretense artero, astuto y malvado y donde los cretenses representan siempre los personajes menos brillantes. Dice en el artículo consultado: “Los cretenses fueron especialmente humillados y ultrajados en los espectáculos teatrales representados en Atenas”. Sería según la intención de esas obras por lo que se extendería por todo el Mediterráneo y el resto del mundo su fama de deshonestidad y avaricia y su querencia por el dinero.

             

Los historiadores también contribuyeron a la creación de esta leyenda. Ya en el siglo VI a.n.e., la primera gran obra sobre Historia atribuida a Herodoto de Halicarnaso, les atribuye el hecho de haber sido protagonistas del “rapto de mujeres asiáticas” y trata su comportamiento de poco ejemplar. En el siglo II a.n.e., otro historiador, Polibio, habla de los cretenses de su época y dice que les gustaba el oro y que estaban orgullosos de ello, que eso era parte de sus señas de identidad. “Añade también  -Polibio, (son palabras del artículo consultado)- que no hay pueblo con costumbres tan corrompidas como las de los cretenses”, aunque alaba su capacidad militar superior en emboscadas, guerra sorpresiva y ataques nocturnos. La historiografía griega siempre insistió en la falta de honestidad de los cretenses y el nombre de cretense se convirtió en sinónimo de mentiroso y de traidor.

             

Hay una cita de Diodoro de Sicilia, en el siglo I d.n.e.,  sobre los servicios de un cretense a Julio César o alguno de sus ministros que abunda en el mismo tema, y mismamente en la literatura cristiana, en uno de los escritos de Pablo de Tarso aparece: “Uno de cada dos de ésta isla se hace un profeta: los cretenses son siempre mentirosos, son malas bestias a los que no les gusta más que comer y no hacer nada”.

              

Podrían existir dos formas diferentes de interpretar toda esta logística en contra del pueblo cretense. Una primera forma de verlo, inteligente y sana, que es cuando todas esas referencias, que se pierden en el territorio de los mitos, nos ofrecen preciosa información o recuerdo histórico de unos hechos normales que vinieran a suceder en la intrahistoria de la isla, viejas migraciones de grupos matriarcales-patriarcales desde Asia, en relación con las palabras de Herodoto: “rapto de mujeres asiáticas”, la clase de sociedad peculiar que vino a resultar de ello. Pero podría existir otra manera, no tan inteligente, por cierto, aunque podría brindarnos la oportunidad de ahondar y rastrear malas intenciones en contra del carácter cretense y que no sería otra sino la falta de afinidad histórica, y por ende prehistórica, de todos esos autores e historiadores: el desconocimiento del pasado glorioso de los cretenses y del modelo de sociedad ancestral de matriarcado-patriarcado propia de la isla. Pudiera ser, no obstante, que todos esos autores e historiadores, y la misma cultura popular de esos tiempos, no posean datos precisos, ni precisos ni difusos, de aquella singular civilización de los palacios, ni su manera de funcionamiento, ni la clase reinas o reyes que los habitaron y presidieran. Quizás Herodoto y Polibio ni siquiera tendrían la posibilidad de imaginar cosa semejante.

             

La mala fama, pues, de los cretenses se extiende a través de los avatares históricos y llega incluso hasta nuestros días. No hay más que fijarse en la cantidad de obras de arte falsas que se produjeron en la isla.

             

En seguimiento de este mismo tema podríamos traer una cita de Dante Alighieri en la Divina Comedia que dice en su Canto V del Infierno: “Allí está Minos, terrible y espantoso”. Pero ¿qué significa esto? También aquí podemos tomar las dos diferentes formas de interpretación para la misma cosa.

             

Dante, sin duda, se refiere en su obra al mito de Minos, aquí reflejado en uno de los jueces del infierno, cuando Minos y el Minotauro son monstruos y esta monstruosidad relacionada con el fin de la era de oro en Creta, y la ocupación e instauración por medio de la guerra de la autoridad micénica. Asociar esa monstruosidad al horror de la guerra, la invasión extranjera y la imposición de las formas y nuevos dioses por los extranjeros y su cultura. Ahí Minos es un monstruo y un juez de los infiernos y el dedo de Dante puede señalarle desde lejos.

             

Pero, si refiriéndose a Minos, Dante en su obra se refiere a otra clase de figuras y nombres, a mitos más antiguos y de antes de la dominación micénica ¿qué quiere decir Dante con eso? Pues acaso tan sólo una simple separación de formas y de mitos y la existencia de un istmo o mejor de un abismo entre unas formas y otras, unos mitos de otros mitos, unos nombres de otros, unas historias de otras historias y que su monstruosidad, la de Minos, sigue refiriéndose a la falta de datos de otra prehistoria en Creta anterior a la oficial siempre mostrada, una deficiente interpretación de los lugares y objetos de la Historia del Arte, y la falta de tino de los historiadores antiguos y de los modernos, por supuesto. Esto último como un hecho flagrante y generalizado en los estudios de la Prehistoria, pero también ahora, como un hecho afincado y enquistado en el interior de la cultura cretense.

             

El objeto de toda esta argumentación sería situar esa “leyenda negra” y mala fama secular de los cretenses no en el lugar donde siempre permaneciera la maledicencia y la opinión pobre y vengativa de unos lugares con otros, sino hacerla derivar hacia la región del escrutinio y el discernimiento histórico y dejar toda esa manifestación en contra de lo cretense en lo equívoco, una equivocidad imbricada e implicada en las profundas miasmas de la definición de lo antropológico, la cuestión flagrante genérica en el desarrollo de la Prehistoria y la Historia y el preciso reparto de papeles y competencias entre las mujeres y los hombres de esa Prehistoria.

             

Equivocidad no sólo como una mala interpretación de la cultura de Creta y los cretenses, cuya deriva comenzara con el ya indicado conflicto de fuerzas de micénicos y dorios en el orden propio de la isla y el conflicto de mitos, -Teseo que vence al Minotauro- , sino equivocidad radical en la descripción de la evolución y sustitución de formas y caracteres en la isla, desde los antiguos estados naturales, la inmensa Era Neolítica de predominio matriarcal, acentuados si cabe por las diversas migraciones hacia la isla, y los brillantes comienzos de la Era del Guerrero y sus dinastías, simbolizado aquí en Creta por las sucesivas invasiones.

             

No es, entonces, que los cretenses pudieran ser protagonistas de esa mala fama y carácter que se les atribuía, sino que nadie, acaso ni los propios cretenses, podría prever el carácter y la genuina forma de ser de Creta y sus habitantes hacia las profundidades intrahistóricas de su Prehistoria.

             

Sería necesario, entonces, permanecer muy atentos a los precisos puntos de discernimiento de la Prehistoria y la Historia, y que eso, la misma Historia no es tan sólo la Historia del Guerrero y sus dinastías, sus gentes y sus leyes, algo que, por otra parte, llega hasta nuestros días, sino que antes de esa Historia y el inicio de la Era de la Guerra y el Guerrero, existe otra época de un registro temporal acaso más amplio y que usa otra clase de normas y preceptos, otra manera social radicalmente distinta, no por eso  -ni por la ausencia de datos escriturales- menos brillante y notoria.

             

La clase de gentes que fueron protagonistas y fabricaron el esplendor de la cultura en Creta entre los años 2.100 a.n.e, hasta el 1.450 a.n.e., se trata de otra clase de gentes de aquellas que más tarde resultarían de las sucesivas invasiones y su integración dentro de las normas y los mitos del resto de los lugares en Grecia. Esta clase de estados y de gentes en Creta anteriores a la Historia se caracterizaron por una perduración de las viejas normas y costumbres neolíticas, unas formas sociales y económicas regidas por un régimen de matriarcado-patriarcado, y una progresión hacia el futuro por el desarrollo del comercio marítimo y las relaciones internacionales.

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