Dice el Evangelio de San Juan: "En el principio fue el verbo". Y en el principio de la ruta, que parte de la riojana San MIllán de la Cogolla y culmina en Madrid, está la palabra que, entre uno y otro extremo, atraviesa tierras de Burgos, Valladolid, Salamanca y Ávila. La Ruta del Castellano jalona el recorrido vital de una lengua que se balbuceó en el siglo X y alcanzó sus mayores cumbres antes del llegar al XVII. Una lengua cuyos orígenes escritos siguen siendo aún tema de investigación para los eruditos, que se mueven entre la certeza de los datos hallados y la emoción de las posibles incógnitas.

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Comentario por Augusto Pugliese Rossi el febrero 29, 2012 a las 7:09pm

Le agradezco el vídeo, Sr. Santos, que me ha traído muy buenos recuerdos. Hace algunos años estuve paseando por esa región que recomiendo con entusiasmo. Por si algunos de los contertulios de TA se siente tentado de visitar esos lugares, les transcribo, pidiéndoles disculpas por el tono coloquial y alguna que otra irreverencia, los párrafos de una carta a mi familia en la que les narro el viaje:

"Al día siguiente, temprano, salimos en dirección a Burgos para ir al monasterio de Santo Domingo de Silos. Son ciento y pico de kilómetros por un camino de montaña que pasa al lado de ríos y lagos. Un paisaje estupendo en el que a cada rato aparecen esos hermosos pueblos castellanos, austeros, con su enorme iglesia románica, gótica o renacentista dominándolo todo.

    Santo Domingo de Silos es un pueblo pequeño, muy bonito, que sorprendentemente alcanzó fama internacional gracias a sus monjes. Resulta que había que restaurar el monasterio y no se conseguía el dinero necesario que era una cantidad considerable. Como los monjes cantan como ángeles, a alguien se le ocurrió la idea de hacerles grabar un disco. Fue un milagro, nunca mejor dicho: un disco de cantos gregorianos se mantuvo durante un año en los primeros puestos de la lista de "los cuarenta principales". El convento se restauró y los monjes se hicieron famosos a tal punto que empezaron a sufrir el acoso de las discográficas para que volvieran a grabar. Tanto fastidiaron que el abad los sacó carpiendo diciendo a todos los medios que ellos no eran cantantes sino monjes dedicados a la meditación y al rezo, que el canto era una forma de rezo y que el dinero que pudieran ganar con él no les interesaba en lo más mínimo puesto que habían hecho voto de pobreza. Así se restableció la tranquilidad del convento aunque todo el pueblo se vio beneficiado con la gente que acude de todas partes a escuchar a los monjes.
    En la restaurada y ascética iglesia del convento, que tiene una excelente acústica, asistimos a misa. Creo que desde que era chico que no escucho una misa gregoriana. Esta fue magnífica, sencilla pero imponente, con los monjes vestidos con diferente hábito según sus jerarquías. Cuando cantan uno no puede menos que emocionarse, porque las modulaciones son perfectas y toda la comunidad parece un solo instrumento. El gregoriano me parece el género más espiritual de cuantos conozco y si toda la musica, por definición, se dirige a los sentimientos, creo que el canto gregoriano busca descubrir los más elevados. Es una ventana a otro mundo que no tiene nada que ver con el que habitamos.
    Volvimos a la tierra y nos fuimos a comer un asado castellano en una de esas viejas casonas solariegas, cuyos carcomidos escudos de piedra aun campean en los muros, reconvertida en próspero restaurante gracias al milagro de los monjes cantores. El asado castellano, típico de esta región, es de pierna o espalda de cordero lechal cocido en una fuente de barro en horno de leña. No lleva nada más que sal y todo el arte consiste en el sabor y la consistencia de la carne. Cuando está bien hecho, como en este caso, la carne se separa sola del hueso y entonces, sin ser irreverente, uno grita ¡Agnus Dei! porque viene de escuchar cantos gregorianos y la creación le parece perfecta. Bebimos vino de la Ribera del Duero, que es el propio de esta zona y que disputa con los de Rioja la palma de la excelencia. De las dos denominaciones de origen yo prefiero los Rioja aunque nunca he rechazado un Ribera del Duero.
    Volviendo ya hacia Logroño entramos en Santo Domingo de la Calzada. Todas estas ciudades y pueblos, desde el Pirineo, forman parte del camino de Santiago, así que una de las presencias constantes son los peregrinos que desde hace más de mil años se dirigen a Compostel
Comentario por Augusto Pugliese Rossi el febrero 29, 2012 a las 7:12pm

Lo siento, no cabe todo de una vez:

 Volviendo ya hacia Logroño entramos en Santo Domingo de la Calzada. Todas estas ciudades y pueblos, desde el Pirineo, forman parte del camino de Santiago, así que una de las presencias constantes son los peregrinos que desde hace más de mil años se dirigen a Compostela desde los lugares más inverosímiles. Es un pueblo precioso, bastante grande, que conserva parte de las murallas y varios palacios. 

    Santo Domingo de la Calzada, patrono de choferes, ingenieros de caminos y de todas las actividades que tengan que ver con las rutas y el tránsito, vivió en el siglo XIII y se dedicó a ayudar a los peregrinos alojándolos y dándoles de comer. Con una donación de los reyes de Castilla hizo un hostal en el pueblo que ahora lleva su nombre y en el cual, además de varios reyes y reinas de Castilla, Navarra y Aragón, estuvo San Francisco de Asis cuando peregrinó a Santiago fundando de paso las primeras comunidades franciscanas de España. Estuvimos tomando un café en el hostal, que ahora es un magnífico y carísimo parador nacional, y disfrutamos de esa arquitectura tan antigua que los arcos laterales comenzaban a ser apuntados siguiendo ese nuevo estilo, el gótico, que se pondría luego de moda en toda Europa. En la importante catedral, que es gótica aunque en su ábside se conservan dos capillas visigóticas, está la tumba del santo. Nos llamó muchísimo la atención ver que hay un altar, elevado e iluminado, con un gallo y una gallina. Si familia, un gallo y una gallina de los de comer y poner huevos dentro de la catedral donde se dice misa, vivos, blancos y robustos, picoteando dentro de su jaula de cristal. La explicación es la siguiente: resulta que en una oportunidad un peregrino alemán acusó a dos pobres infelices de haberlo robado y como juicios rápidos eran los de antes, los presuntos ladrones fueron condenados a la horca a pesar de sus protestas de inocencia; uno de ellos, sabedor de la fama de hombre santo y justo que tenía Santo Domingo, pidió ser llevado ante él para que decidiera; Santo Domingo, que en ese momento se encontraba asando unos gallos y gallinas para dar de comer a los peregrinos, le dijo al hombre que se sometiera al juicio de Dios y este así lo hizo diciendo "Juro ante Dios que, si soy inocente, este gallo asado cantará en mi testimonio". Para pasmo de todos menos del santo, el gallo asado se levantó y empezó a cantar. Ante tal milagro el alemán mentiroso confesó que se había gastado el dinero en juego y putas y los condenados fueron absueltos. El gallo resucitado fue dejado en la iglesia como testimonio. No me aclararon si el que hay ahora es el mismo, lo que sumaría el milagro de la longevidad al de la resurrección ya que estos hechos sucedieron hace ocho siglos.  
Comentario por Augusto Pugliese Rossi el febrero 29, 2012 a las 7:14pm

Última parte: 

"El domingo por la mañana nos fuimos para San Millán de la Cogolla, Patrimonio de la Humanidad, a conocer la cuna del castellano. Es un pueblo entre montañas en el que hay dos monasterios que veneran a San Millán: Suso y Yuso. Suso viene del latín "sursum", que significa "de arriba" y Yuso también del latín "deorsum", que significa "de abajo". Haciendo honor a su nombre, Suso está clavado en la montaña al lado de la gruta a la que se retiró San Millán, es pequeño, fue empezado a construir en el siglo V y los monjes que lo habitaban eran cenobitas. Yuso está en el pueblo, es enorme, fue empezado a construir en el siglo XII, tiene los restos de San Millán y los monjes que lo fundaron eran benedictinos cistercienses. Los monjes de Suso y los monjes de Yuso se odiaban por causa de las reliquias de San Millán.

    San Millán, patrono de Castilla, al que los siglos alteraron el nombre igual que a los monasterios a él dedicados, fue un íbero romano llamado Emilianus que nació en 473. Era una mala época, en la que el imperio romano moría y los visigodos entraban en España. San Millán, harto de ver a esos bárbaros germánicos que cuando no mataban y violaban, esclavizaban y saqueaban, lo que demostraba que el demonio andaba campeando a sus anchas, decidió que dedicaría sus esfuerzos a luchar contra Mandinga. Se hizo exorcista y milagrero a tal punto que el diablo lo tomó por enemigo personal, no desperdiciando oportunidad alguna de hacerle perrerías que San Millán retribuia echándolo de los cuerpos que ocupaba, salvando las almas que perdía y curando los males que ocasionaba. Fue una guerra sin tregua, en la que el santo no conoció derrota, hasta que recibió el mandato divino de retirarse del mundo. Buscó una cueva en una montaña y pasó a llevar una vida de oración, meditación y ascetismo, pero sin dejar de ayudar al prójimo y luchar con el Malo. Tuvo seguidores, la cueva no fue suficiente para albergar a todos y así nació el convento "de arriba", Suso. La verdad es que, con independencia de que se crean o no todas las historias que se cuentan de San Millán, indudablemente tuvo la protección divina porque si hoy los inviernos son duros en ese lugar imagínense lo que debe haber sido en los siglos V y VI. A pesar de todas sus privaciones de asceta, de la dureza de su vida, de los osos y los lobos hambrientos que infestaban esas montañas, murió en 574, sobreviviendo hasta los ciento un años en una época y lugar en el que el promedio de vida no llegaba a los cuarenta. Además fue bueno, compasivo y ayuda de afligidos, pobres y enfermos. Cuando murió fue enterrado en la cueva y sus restos pasaron a ser venerados como las reliquias que eran. En el siglo X los benedictinos fundaron en el pueblo Yuso, el convento "de abajo", que creció rápidamente al amparo del culto a San Millán. 
    En Yuso hicimos una maravillosa visita guiada gracias al mejor guía que encontramos nunca. El tipo combinaba erudición con gracia para transmitirla, un profundo amor por el convento al que asistía desde chico y hasta una notable capacidad dramática. La verdad es que, pendientes de sus relatos, el tiempo se nos pasó volando, la visita tuvo "gusto a poco" y sólo cuando terminó el hambre y el cansancio que sentimos de repente nos indicó el tiempo que había pasado.       
    La tirria entre los dos monasterios, que data del siglo XII, se debe a que el obispo de Nájera ordenó que le fueran enviados los restos de San Millán para enterrarlos en su catedral. Desde Suso se bajaron las reliquias hasta Yuso donde las esperaba un solemne cortejo para conducirlas a Nájera. Cuando el cortejo arrancó, las mulas que tiraban del carro en que iban las reliquias del santo se negaron a moverse. Las azotan y nada, las mulas siguen empacadas. Cuando bajaban las reliquias las mulas marchaban normalmente
Comentario por Augusto Pugliese Rossi el febrero 29, 2012 a las 7:17pm

"...pero cuando las subían no había nada que hacerle, se quedaban quietas. Los sagaces frailes de Yuso declararon rápidamente que se trataba de otro milagro y que era la demostración fehaciente de que San Millán no quería moverse del lugar que había elegido para vivir y morir. Por lo tanto, como a los santos no se los contradice, los huesos se quedaron en... Yuso. Por si alguno no lo sabe, tener reliquias en la Edad Media significaba, además de prestigio, una fuente de ingresos y poder: cuanto más veneradas fueran las reliquias, más peregrinos, donaciones y privilegios recibía la afortunada comunidad que las poseía. Como es natural, los monjes de arriba reclamaron a los de abajo la devolución de las reliquias y, como también es natural, los monjes de abajo se negaron invariablemente a devolverlas con el argumento de que el carro no se había movido de Yuso, no de Suso. Allí San Millán sufrió un sorprendente cambio de imagen: de santo anacoreta a santo guerrero. Al igual que Santiago apóstol, pasó a ser representado a caballo sableando moros. Debemos ser indulgentes con el anacronismo y recordar que en 1032 pasaron por allí las huestes de Almanzor y no dejaron con cabeza a nadie que no gritara ¡Alá akbar! Como es lógico, la gente quedó bastante asustada y nada mejor para ahuyentar el miedo que estar convencido de que los santos, con su poder sobrenatural, luchan a tu lado. 

    Yuso está lleno de maravillas. Fue un convento tan importante que, para que se hagan una idea, basta con decir que el abad tenía potestad absoluta sobre mil quinientos pueblos y ciudades con su gente incluida. También hay que decir, ahora que está de moda tirarle a la iglesia con cualquier munición, que en mil años ningún abad de Suso aplicó la pena de muerte a su gente y que, cuando el convento fue abandonado luego de la ley de desamortización del ministro Mendizábal de 1836, la tasa de mortalidad pegó un salto tremendo porque el convento daba trabajo, asistencia y alimento a la población que tenía bajo su autoridad. 
    Vimos el arca donde reposan los restos de San Millán, decorada con unos maravillosos marfiles visigóticos que representan, episodio a episodio, toda la vida del santo. También hay un magníco crucifijo de Benvenuto Cellini, en bronce dorado. Pero lo que más me sorprendió fue como hicieron la biblioteca y la sacristía.
    El problema de la biblioteca, que era una de las más importantes de la Europa medieval, era como evitar que el pergamino se deteriorara. Los monjes lo solucionaron de una manera tan simple, barata y efectiva que hasta el día de hoy no se ha modificado: colocaron los libros, hay alguno que pesa cien kilos, dentro de una especie de armario cerrado que tiene, por debajo y por atrás, una cámara de aire. El aire circula por convexión mediante unos orificios cuidadosamente calculados. Para evitar los ratones, que suelen roer el pergamino para anidar, recurrieron al viejo y práctico gato, que tiene acceso a la cámara de aire mediante un agujero ad hoc. Gracias a la inteligencia de esos monjes un amante de los libros, nacido en una gigantesca y remota ciudad del otro lado del Atlántico, pudo contemplar varios siglos después los que copiaron los frailes en el scriptorium del convento.  
    La sacristía, que es enorme, tiene unos frescos en paredes y techos que se han conservado inalterables desde que fueron pintados a comienzos del siglo XVIII. El secreto reside en la orientación de la sala y el pavimento de baldosas de alabastro. El alabastro retiene humedad que libera al ser caldeado por el sol de la mañana. El sol de la tarde no entra debido a la orientación y así la sacristía se mantiene con la temperatura y humedad justas y la pintura parece haber sido terminada la semana pa
Comentario por Augusto Pugliese Rossi el febrero 29, 2012 a las 7:19pm

"... haber sido terminada la semana pasada.

    Pero lo que quizá más nos impacte a nosotros, descreídos ciudadanos del siglo XXI, es que en Yuso, en el siglo XI, se escribieron las "glosas Emilianenses". Son unas aclaraciones, escritas al margen de un texto sobre San Agustín, que están en idioma vulgar, en castellano. Es el mas viejo testimonio escrito de nuestro idioma que se ha encontrado hasta ahora, aunque se está trabajando sobre otro códice, de 964, que se supone que tiene intercaladas palabras que pertenecen, ya, al castellano. Por si esto fuera poco Gonzalo de Berceo, el primer poeta en lengua castellana, también fue monje de Yuso. Berceo, un pueblo de cuatro casas, está a cinco kilómetros de San Millán de la Cogolla."
Un cordial saludo

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