Red social de Arqueologos e Historiadores
La campaña de excavaciones en el yacimiento de Barranco León, en Orce (Granada), de 2002 llevó al descubrimiento de lo que ahora se ha confirmado como un diente de leche de un homínido que está datado en 1,4 millones de años, lo que probaría en esta zona arqueológica la presencia humana más antigua de Europa Occidental.
El hallazgo, que publica la revista Journal of Human Evolution, la más prestigiosa del mundo sobre paleontología humana, ha sido presentado este viernes en Granada por el consejero de Cultura y Deporte, Luciano Alonso, por el profesor investigador de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (Icrea) y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, Bienvenido Martínez Navarro (izquierda), y por el director del Museo Arqueológico de Granada, Isidro Toro Moyano.
Según Martínez Navarro, es "incontestable" que el diente corresponde a un humano, concretamente es un molar de un niño de 10 años, y así lo evidencian los estudios a los que ha sido sometido este fósil, tanto en el Museo Nacional de Historia Natural de París o la Universidad Autónoma de Barcelona, entre otras instituciones científicas.
"Anatómicamente es incontestable que se trata de un diente humano de lo que podemos llamar el Niño o la Niña de Orce", ha indicado. El diente, que fue identificado como posible resto humano en 2008, apareció asociado con otra serie de restos de dientes de herbívoros, a otras huellas óseas y a una importante industria lítica formada por piedras talladas a mano alzada o a yunque que evidencian que fueron usadas para cortar carne, madera o raíces, según ha explicado Isidro Toro.
Este descubrimiento supone que los yacimientos de Orce son el "registro paleobiológico más importante de Europa para estudiar los últimos millones de años en el mundo", por delante de Atapuerca, que está datado en 1,2 millones de años. "No existe en el mundo un yacimiento parecido", ha señalado Martínez Navarro. Para el investigador, los restos que encontró en 1982 el paleoantropólogo Josep Gibert en el yacimiento de Venta Micena, también en Orce, y que se consideró un fragmento craneal del Hombre de Orce, de 1,3 millones de años, no correspondía a un humano, y ni siquiera a un équido, como apuntaron algunos científicos, sino a una "hembra de rumiante". "Lo importante de este diente de leche es que dentro de 10 ó 20 años seguirá siendo considerado como humano, mientras que aquellos restos ya no lo son", ha defendido.
El consejero de Cultura y Deporte ha dicho que "podríamos estar ante la primera huella humana de Andalucía, lo que muestra la enorme importancia de la cuenca de Guadix-Baza, que posee un extraordinario registro paleobiológico de los últimos siete millones de años". Ha recordado además que la zona ha sido declarada Zona Arqueológica por la Junta de Andalucía "lo que es el primer paso para su protección integral" y para que se abra el camino a ser declarado Patrimonio Mundial de la Unesco, reconocimiento que ya posee Atapuerca.
El consejero de Cultura y Deporte, Luciano Alonso, ha recalcado que "la conservación e investigación en Orce ya tiene carácter de excelencia, y la cuenca debe de convertirse en lugar aglutinador de un conocimiento que termine por llegar a la sociedad y hacer del yacimiento un factor de desarrollo cultural y socioeconómico sostenible e innovador" y ha asegurado que su departamento "quiere ser cómplice del impulso que consolidará esta área como referente de prestigio a nivel social, científico e institucional".
En esta dirección la Consejería de Cultura y Deporte contrató el pasado mes de diciembre, mediante concurso, a un equipo multidisciplinar de investigadores españoles y extranjeros para la ejecución de una investigación general sobre 'La presencia humana y el contexto paleoecológico en la cuenca continental Guadix-Baza', por un importe de más de 300.000 euros. Orce contiene los más importantes yacimientos pleistocénicos, donde se han realizado varias excavaciones en las últimas décadas. Entre las zonas más conocidas figuran Venta Micena, Fuente Nueva y Barranco León. Se han hallado numerosos restos tallados en piedra, así como fósiles de mamut, hienas y de otros grandes mamíferos. Tiene recogidas más de 25.000 restos arqueopaleontológicos.
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Documental 'El Hombre de Orce' (homenaje a J. Gibert)
El Hombre de Orce, dirigida por Manuel Navarro, narra el desarrollo de los descubrimientos paleontológicos y arqueológicos del yacimiento de Venta Micenas durante los últimos 25 años. El Hombre de Orce recoge los argumentos a favor y en contra de la humanidad del fósil.
El documental, que comenzó a gestarse hace seis años, tuvo lugar su presentación oficial en el Festival del Cine Europeo el 14 de noviembre de 2010 y se ha podido ver en televisión a través de Canal de Historia.
A la proyección en el Auditorio de Caja Rural de Granada asistieron el Alcalde de Orce, José Ramón Martínez, el editor Manuel Pimentel, Gary Scott, geólogo de la Berkeley Geochronology Center, Enrique García Olivares, Catedrático de Inmunología de la Universidad de Granada, Luis Gibert Beotas, hijo de José Gibert e investigador de la Berkeley Geochronology Center, y Manuel Navarro, director del documental 'El Hombre de Orce'.
Fuente: Europa Press, 20minutos.es, 1 de marzo de 2013
Nota de prensa (PDF): Aquí
Más información en el Blog del IPHES: Aquí
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Una noticia realmente estupenda y con implicaciones muy importantes y trascendentales. Lástima que, como dice (en el último vídeo) el hijo de José Gibert, Luis, se haya perdido tantísimo tiempo en reconocer que en la cuenca de Guadix-Baza se encuentran yacimientos paleontológicos que ya quisieran en otras partes de Europa.
Tendríamos que tener funcionando a pleno rendimiento, desde hace mucho, otra Atapuerca en esta parte de Andalucía, pero entre recelos, envidias científicas y desidias e inoperancias políticas, la cosa va todavía muy para largo. La praxis de la ciencia en este país es un dolor.
esto recien empieza , entre mucha desidia ,tendriamos , el principio de una nueva atapuerca.
Menos mal que al fin se reconoce la importancia de este yacimiento para la evolución humana. Ahora espero que las autoridades aporten la financiación necesaria para seguir excavando y estudiando estos fósiles.
Gibert: "Me duele que desacrediten a mi padre, pero me alegra lo del diente"
Fuente: lainformacion.com | 3 de marzo de 2013
Fuente: Materia | Manuel Ansede | 12 de marzo de 2013
Hace 1,4 millones de años, una niña miró al cielo. Los buitres volaban en círculos a lo lejos. Su grupo familiar, compuesto por hombres corpulentos y mujeres sometidas a ellos, echó a andar de inmediato. La presencia de las aves carroñeras sólo podía significar que debajo de ellas había carne. Tenían que darse prisa. Había que llegar antes que las hienas gigantes.
Era de día y hacía un calor húmedo por la cercanía del inmenso lago de Baza, que en aquel tiempo dominaba la zona antes de derramarse como un plato de sopa inclinado y acabar en el océano Atlántico a través del río Guadalquivir. Tras una breve caminata, el grupo alcanzó a los buitres. Estaban dando cuenta del cadáver de un gigantesco hipopótamo, de unas tres toneladas, abandonado por un tigre de dientes de sable después de destriparlo.
La familia de la niña empezó a estallar rocas para obtener lascas con las que descuartizar al hipopótamo. Pero llegaron las hienas, de más de 100 kilos cada una. La pequeña, como los demás, cogió una piedra y se la lanzó a una de ellas. Por un momento sólo había polvo, gritos humanos y risotadas de hiena. Hasta que huyeron. Todavía con el susto en el cuerpo, la chavala, de unos 10 años, se llevó la mano a la boca. Una muela de leche se acababa de desprender por completo de su encía. Y la escupió al suelo.
Este relato, como le gusta decir con sorna al paleontólogo Paul Palmqvist (izquierda), es simplemente “paleopoesía”, pero es verosímil y sus principales elementos son ciertos. El 29 de julio de 2002, cuando en el mundo se hablaba de la cuarta victoria de Lance Armstrong en el Tour de Francia y el papa Juan Pablo II afirmaba sentir “vergüenza” por los casos de curas pederastas en la Iglesia católica, el equipo de excavación del yacimiento de Barranco León, en Orce (Granada), desenterraba un extraño diente, sepultado durante 1,4 millones de años.
Foto: Los responsables del estudio, Isidro Toro (izquierda) y Bienvenido Martínez Navarro / Jordi Mestre/IPHES
“Recuerdo perfectamente el día en que apareció”, rememora el paleontólogo Bienvenido Martínez Navarro. Al principio, no le dieron importancia. Orce vivía con una especie de maldición desde 1982, cuando aparecieron los restos del cráneo de un supuesto Hombre de Orce, que habría vivido allí hace un millón y medio de años. Hasta el grupo punk Siniestro Total se preguntaba “¿Es fiable el carbono 14? ¿Es nuestro antepasado el Hombre de Orce?” en su canción ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?. En 1987, sin embargo, dos de los codescubridores del cráneo dieron marcha atrás y admitieron su equivocación: se trataba de un caballo. El error dio la vuelta al mundo y en seguida se rebautizó el hallazgo como el Burro de Orce. La revista satírica El Papus publicó entonces en su portada el dibujo de un hombre desnudo con cabeza de borrico y un hueso en la mano que decía: “Zoy ezpañó, cazi ná”.
“No quise creerme que el diente fuera humano”, explica Martínez Navarro sobre sus sensaciones aquel 29 de julio de 2002. Pensó que podía tratarse de un cerdo. En Orce han aparecido unos 25.000 restos fósiles de grandes mamíferos. “Decidimos ser muy prudentes y el diente estuvo guardado durante años”, detalla. Ahora, tras otros tantos años de investigación, sus descubridores han abandonado la prudencia. El diente, una muela de leche perteneciente a un niño o a una niña de hace 1,4 millones de años, “es el fósil humano más antiguo de Europa”, según titulan el estudio de la pieza, publicado en la revista especializada Journal of Human Evolution. Es el primer europeo conocido, 200.000 años más antiguo que la mandíbula de una abuela hallada en la Sima del Elefante, en Atapuerca (Burgos), que otros humanos descuartizaron y devoraron hace 1,2 millones de años antes de tirarla a un pozo.
Martínez Navarro sabía que en Orce, tarde o temprano, aparecerían verdaderos restos humanos de 1,4 millones de años. Ya habían desenterrado toscas herramientas de piedra empleadas para descuartizar animales o fracturar sus huesos para acceder al sabroso tuétano. Los yacimientos estaban llenos de restos de ciervos gigantes, hipopótamos, rinocerontes, bisontes y enormes caballos con marcas de haber sido devorados por humanos.
La vida de aquel niño de 10 años no debió de ser sencilla. Los alrededores del lago de Baza, con unos 50 kilómetros de longitud, estaban entonces infestados de hienas gigantes, tigres de dientes de sable, osos de gran tamaño, guepardos gigantes, jaguares, pumas y Homotherium, un género de felinos del tamaño de un león. “Los grupos humanos debieron de ser lo suficientemente grandes como para resultar peligrosos para los carnívoros”, conjetura Martínez Navarro. “Se defendían a pedradas”, señala este investigador del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, que presume de una herida de guerra en la cabeza de cuando jugaba de niño a pedradas con sus amigos en Piqueras, su diminuto pueblo de la comarca de Molina de Aragón, “donde hace un frío no apto para homínidos del Pleistoceno Inferior”.
Y lo del frío no es un chascarrillo. El clima de la región hace 1,4 millones de años era más cálido que en la actualidad. Y en la zona no hay cuevas. “Dormían al raso, bajo los árboles o en sus copas”, apunta Martínez Navarro, que ha dirigido el estudio de la muela junto a Isidro Toro, director del Museo Arqueológico de Granada.
El investigador José María Bermúdez de Castro (izquierda), codirector de los yacimientos de Atapuerca, recuerda el día de 2008 en el que Toro llegó a su despacho en el número 28 de la Avenida de la Paz, en Burgos, tras un largo viaje en coche desde Granada. Llevaba el diente en una cajita. Bermúdez de Castro, experto en dentición, llevaba años analizando restos fósiles de Orce y descartando su humanidad. Pero aquella muela era diferente. “Mi primera impresión fue: esto es humano”, recuerda. El diente era similar a las muelas de leche de sus hijos, que escondía y guardaba siguiendo la tradición del Ratoncito Pérez. “No hay ninguna especie entre los restos de Orce con la que se pueda confundir. Quizá con un diente de babuino, pero tendría las cúspides más afiladas”, explica. La raíz de los dientes de leche humanos, antes de caerse, se reabsorbe y forma un borde característico. “El diente de Orce se parece muchísimo a los de mis hijos”, admite el científico, que a lo largo de su vida ha analizado miles de dientes humanos en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en Burgos.
Bermúdez de Castro cree que aquel niño perteneció a la misma especie que la abuela devorada por caníbales en la Sima del Elefante. Allí sólo apareció un fragmento de siete centímetros de una mandíbula, con cuatro dientes todavía engarzados, una falange y un pedazo de un hueso del brazo con marcas de corte. Los investigadores de Atapuerca creen que se trata de una especie desconocida para la ciencia, predecesora del Homo antecessor que vivió hace 800.000 años también en Atapuerca. De manera provisional, la han bautizado “la especie Ñ”.
“Con un solo diente no podemos decir qué es, pero sería muy raro que la muela de Orce perteneciera a una especie distinta a la de la Sima del Elefante”, opina Bermúdez de Castro, encantado por el hallazgo en el yacimiento granadino, aunque le haya arrebatado a Atapuerca el título de cuna del primer europeo conocido.
Para datar el diente de Orce y confirmar que es 200.000 años más antiguo que la mandíbula de Atapuerca, los científicos han recurrido a la técnica del paleomagnetismo. Hoy, la aguja de una brújula mira al norte, pero esto sólo ha sido así los últimos 800.000 años. Si el niño de Orce hubiera tenido una brújula, su aguja habría apuntado al sur, debido a un cambio en el campo magnético de la Tierra. En el yacimiento de Barranco León, la muela quedó sepultada por el barro, formado por unos minerales microscópicos que funcionan como brújulas: se orientan en función del campo magnético. Cuando al cabo de miles de años los sedimentos formaron una roca, estas microscópicas brújulas quedaron congeladas, marcando el campo magnético de la época. Los estudios de paleomagnetismo muestran que las rocas de Barranco León tienen entre 800.000 y 2,6 millones de años, el periodo en el que las brújulas apuntaban al sur.
Los expertos también han empleado otra técnica más precisa, basada en el fenómeno conocido como resonancia de espín electrónico, para analizar los granos de cuarzo que rodeaban la muela presuntamente escupida por el niño de Orce. Y la medición apunta a los 1,4 millones de años. El método mide los efectos producidos por la radiactividad natural en los electrones de un material. Para entender esta compleja técnica, el paleontólogo Jordi Agustí (derecha) suele poner el ejemplo de un bañera llena de agua, que sería el grano de cuarzo lleno de electrones libres atrapados. En el caso de la bañera, es posible saber cuánto tiempo tardará en llenarse si se conoce cuánta agua sale del grifo y el volumen de la bañera. En el caso del grano de cuarzo, el volumen corresponde a la cantidad de electrones libres atrapados en su interior y el flujo de agua del grifo sería la radiactividad natural.
Por último, como explica Agustí, ha sido clave una técnica poco habitual: el estudio de los topillos. El yacimiento de Orce está lleno de restos fósiles de estos roedores. “Los topillos evolucionan muy rápidamente. Sus dientes estaban adaptados a comer plantas gramíneas, que tienen tallos reforzados con partículas de sílice, muy abrasivas. Los dientes fueron alargándose y adquiriendo más lóbulos a lo largo de la evolución, como respuesta a alimentos cada vez más áridos”, explica Agustí, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social. Los dientes de topillos que ha estudiado en el nivel de la muela de Orce apuntalan los datos obtenidos con los otros métodos. El niño vivió hace 1,4 millones de años.
El yacimiento de Barranco León, en Orce, en el que ha aparecido la muela de leche
Pero, como inquiría la canción de Siniestro Total, ¿quién era?, ¿de dónde venía?, ¿a dónde iba? Paul Palmqvist, de la Universidad de Málaga, resume las respuestas. “Era un buen caminante”, asegura. Palmqvist recuerda que la primera especie que salió de África, cuna de la humanidad, fue el Homo habilis, hace unos dos millones de años. En su viaje siguiendo el curso de los ríos y las zonas costeras habría dado lugar al Homo georgicus, que vivió hace 1,85 millones de años en lo que hoy es Georgia. El georgicus también reclama el título de primer europeo conocido, aunque muchos expertos dudan de que Dmanisi, el pueblo georgiano donde han aparecido sus restos, se pueda considerar Europa. En cualquier caso, el georgicus habría dado lugar a la especie Ñ, que presuntamente habría colonizado Orce y Atapuerca, según la hipótesis de los investigadores del yacimiento burgalés.
En los chimpancés, la longitud del húmero, el hueso largo del brazo, es similar a la del fémur, el hueso largo de la pierna. En este aspecto, los humanos de la especie Homo habilis eran parecidos a los chimpancés. “Esta característica permitía a los 'Homo habilis' carroñear los restos que los leopardos dejaban en las copas de los árboles, para que no se los comieran las hienas”, asume Palmqvist. Pero no era el caso del niño de Orce, que habría tenido “proporciones similares corporalmente a las de los humanos modernos”. En su periplo fuera de África, los humanos evolucionaron para poder llevar a cabo largos desplazamientos. “¿Cómo podrían haber llegado a Orce si no eran buenos caminantes?”, se pregunta Palmqvist, malagueño hijo de uno de los 10.000 matrimonios entre suecos y españoles en la Costa del Sol, frutos del boom del turismo en la España de la década de 1960.
Palmqvist presume que en los humanos de Orce se daría el “dimorfismo sexual brutal” que sugieren los restos hallados en Georgia. Como ocurre en los orangutanes y en los gorilas, los hombres de Orce habrían sido muchísimo más fuertes que las mujeres, con todo lo que ello implica en las relaciones de género. El investigador malagueño imagina “un macho controlando un harén de varias hembras”, pero advierte de que esta hipótesis “es sólo paleopoesía”. Palmqvist recuerda que de momento en Orce sólo ha aparecido esta muela de leche. Los paleontólogos suelen decir que los cráneos fueron creados por Dios y las mandíbulas por el diablo, en referencia a la poca información que se puede extraer de una quijada. En este sentido, la muela de leche de Orce sería el mal absoluto.
REFERENCIA
'The oldest human fossil in Europe dated to ca. 1.4 Ma at Orce (Spa...
Yacimiento de Barranco León, en el que apareció la muela de leche / Jordi Mestre/IPHES
El hijo del descubridor de los yacimientos de Orce logra frenar el estudio científico sobre la muela de leche de un niño que vivió hace 1,4 millones de años
Fuente: Materia | Manuel Ansede | 20 de marzo de 2013
El primer europeo conocido, un niño de 10 años que vivió en lo que hoy es Orce (Granada) hace 1..., no podía imaginar la polémica que generaría su muela de leche fósil en el año 2013. Apenas 20 días después de la publicación del hallazgo en Journal of Human Evolution, el editor de esta revista ha decidido “una retirada temporal” del estudio científico del diente del niño de Orce. La editorial, Elsevier, anuncia una nueva versión “lo antes posible”, en la que “especificará la razón de la retirada o se restablecerá el estudio”. Cuando parecía que la maldición de Orce se había acabado, vuelve con fuerza.
La causa de la retirada del estudio es una carta enviada por el geólogo Luis Gibert al editor de la revista especializada en evolución, según explica él mismo a Materia. Luis es hijo de Josep Gibert, el investigador que en 1982 creyó encontrar en Orce un fragmento de cráneo de un humano que habría vivido hace 1,5 millones de años. Posteriormente, casi con cuentagotas, todos los científicos que defendían la humanidad de aquel cráneo se fueron bajando del burro, primero atribuyéndolo a un caballo y ahora a una cie
Ahora, su hijo se ha quejado al editor del Journal of Human Evolution de que estos autores no hayan citado en su estudio de la muela de leche ningún estudio anterior de Josep Gibert. “Mi padre publicó en 1999 el hallazgo en Orce de una muela humana de 1,25 millones de años que ha sido completamente ignorada en este nuevo estudio”, critica. También lamenta que no se citen otros trabajos de su padre sobre las herramientas de piedra halladas en el yacimiento de Barranco León, el mismo en el que apareció la muela de leche del niño de 1,4 millones de años.
Según uno de los firmantes del último estudio, el paleontólogo Paul Palmqvist, de la Universidad de Málaga, el editor de Journal of Human Evolution simplemente les ha solicitado que incluyan alguna mención a esos estudios anteriores de Josep Gibert para volver a publicar una versión completa en la revista. Palmqvist lo lamenta. “Aquel supuesto diente humano de 1999 no es en absoluto un fósil concluyente. Es un fragmento de esmalte dental que, en mi opinión, perteneció a un hipopótamo”, asegura.
Aquella muela de 1999, que evidentemente no es la misma que la publicada ahora en 2013, se presentó en la revista Human Evolution a secas, hoy desaparecida. Esta publicación no tiene ninguna consideración en la comunidad científica. El hijo de Gibert, que es geólogo en la Universidad de Barcelona, asegura por teléfono que uno de los mayores expertos mundiales en dientes fósiles, José María Bermúdez de Castro, le confirmó a su padre la humanidad de la muela. Bermúdez de Castro, codirector de los yacimientos de Atapuerca, lo niega rotundamente. “No es humano en absoluto”, manifiesta. A su juicio, la revista Human Evolution era “una revista de sexta fila, una hoja parroquial en la que colaba todo”. Este investigador se muestra “sorprendido” por la retirada temporal del estudio sobre la muela de leche de 1,4 millones de años.
Palmqvist cree que la polémica se debe a que Luis Gibert se ha tomado la excavación de los yacimientos de Orce como una “guerra personal”. Gibert hijo solicitó a la Junta de Andalucía un permiso de excavación, que le fue denegado, en favor de los investigadores de la muela de leche. “Yo sólo pido que se respete la memoria de mi padre. Yo ya sé que jamás excavaré en Orce”, asegura lacónico.
Más información: Referencia del estudio retirado temporalmente
La mandíbula de 1,2 millones de años hallada en la Sima del Elefante (Atapuerca)
Fuente: Diario de Burgos.es | 26 de marzo de 2013
Un yacimiento granadino asegura haber encontrado un resto humano más antiguo que los de Atapuerca, aunque su publicación ha sido retirada a las pocas semanas. Lejos de tomarlo como una competición entre rivales, los científicos del proyecto burgalés (que han participado en el nuevo hallazgo) se felicitan
Algún día tenía que pasar y los científicos lo llevaban advirtiendo varios años. El título de «los restos fósiles de humanos más antiguos de Europa» ya no corresponde a Atapuerca, o al menos así lo defienden los responsables de los yacimientos de Barranco León (Orce, Granada) que a principios de este mes presentaron un diente de leche de un niño o una niña que pudo vivir en el sur de la Península hace 1,4 millones de años.
Su datación superaría, por poco, los 1,2 millones de años de la mandíbula encontrada en 2007 en la Sima del Elefante de la trinchera burgalesa, adjudicada una especie todavía no identificada predecesora del Homo antecessor, descubierta en la cercana Gran Dolina. Burgos perdería la etiqueta de cuna de la humanidad en el Viejo Continente, pero la ciencia gana en conocimiento sobre los orígenes de nuestra especie.
La riqueza de los yacimientos de Orce es conocida desde los años 80. Por aquel entonces algunos se empeñaron en enfrentar al yacimiento granadino y a Atapuerca como rivales. Los piques y los choques de ambiciones entre los científicos, que también los hay, generaban mal ambiente y cuestionaban los hallazgos intentando desacreditar los trabajos que no eran propios.
De aquella ‘guerra’ salió victoriosa Atapuerca, que de la mano de Emiliano Aguirre primero y luego de Eudald Carbonell, José María Bermúdez de Castro y Juan Luis Arsuaga adquirió relevancia internacional y logró importantes publicaciones científicas como las que le colocaron en las primeras planas mundiales por tener un registro fósil casi inagotable, de una riqueza y una calidad únicas en el mundo, como la espectacular colección de la Sima de los Huesos. Pero también por tener al resto humano más antiguo, con el antecessor primero, y la mandíbula de la Sima del Elefante después.
Los expertos sabían que Orce también era una joya, pero también gracias al apoyo institucional, en el caso burgalés con la Junta de Castilla y León a la cabeza, Atapuerca consiguió las necesarias figuras de protección arqueológica, el impulso económico necesario para sostener su proyecto científico y el título de Patrimonio de la Humanidad que acabó colocándola como una auténtica estrella mundial para cualquier persona interesada en evolución humana.
El torrente de conocimiento que sus investigadores han generado es tremendo. Pero también su traslación a realidades físicas. El Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, el propio Museo de la Evolución Humana, los centros de recepción de Ibeas de Juarros y Atapuerca, incluso el Fórum Evolución son los frutos de ese entramado científico. Atapuerca ha estado en los museos más prestigiosos de París o Nuevas York y ha movido millones de euros en inversiones públicas y apoyos privados. Hasta la candidatura de Burgos para la Capitalidad Europea de la Cultura en 2016, que estuvo cerca de lograr, se sostenía en buena medida en la marca Atapuerca.
¿Y ahora? ¿Lo construido hasta el momento se queda sin estructura que lo sustente? No, en absoluto. Los científicos lo niegan tajantemente. Y lejos de tomarse el ‘adelantamiento’ de Orce como una competición celebran el hallazgo y aseguran que servirá de impulso para las investigaciones a orillas del Arlanzón. De hecho, Burgos y Orce comparten esfuerzos y en cierta medida desde aquí también se consideran «padres» del descubrimiento.
Eudald Carbonell, por ejemplo, es codirector de Atapuerca y director del Instituto Catalán de Paleontología Humana y Evolución Social (IPHES), cuyo equipo ha participado muy activamente en las excavaciones de Barranco León. José María Bermúdez de Castro, otro codirector de Atapuerca y ex director del CENIEH, ayudó a identificar el diente de Orce como humano, y es uno de los firmantes del artículo científico en los que han presentado al mundo el nuevo hallazgo.
Fue en la revista Journal of Human Evolution, una de las más prestigiosas del mundo, pero la publicación ha sido retirada esta misma semana después de que el hijo de Josep Gibert, uno de los ‘padres’ del yacimiento de Orce y que encontró los primeros restos significativos hace treinta años, haya denunciado que el nuevo estudio ni siquiera cita a su padre.
La polémica parece no tener fin, pero desde Burgos tratan de relajarla. «Ojalá en Granada descubran más restos de homínidos, esto no es ningún concurso sino un proyecto amigo que no restará la importancia de Atapuerca, que seguirá siendo un referente», explica Carbonell. «Aquí tenemos tantas cosas y tan buenas que desde el punto de vista científico no tiene sentido emprender una discusión», apunta Bermúdez.
Este último, incluso, advierte que en las cuestiones de dataciones cuando hablamos de épocas tan lejanas se establecen rangos de antigüedad que en el caso del diente de Orce y de la mandíbula de Atapuerca podrían solaparse, aunque añade: «Confío en los científicos que han hecho esta última datación».
Carbonell, por su parte, apunta que en las próximas campañas el yacimiento burgalés puede seguir generando muchas sorpresas. «Hay metros de sedimentos en la Sima del Elefante y tenemos años de trabajo por delante». Entre otros, queda el reto de encontrar restos de Neanderthal que completarían la línea evolutiva del hombre en la sierra, y quien sabe si fósiles de más antigüedad que permitan recuperar el título del ancestro de los europeos.
Entretanto, y a la espera de futuros hallazgos que a buen seguro volverán a generar titulares de portada, fotos de posado e interesantes discusiones científicas, el CENIEH seguirá trabajando tanto para Atapuerca como para Orce y los investigadores se mezclarán en equipos multidisciplinares que irán y vendrán en busca de conocimientos compartidos y experiencias que se enriquezcan mutuamente. «Podemos compartir los títulos sin problemas», resume José María Bermúdez de Castro. «Lo importante es que en la península ibérica tenemos los restos más antiguos de Europa y que somos investigadores españoles los que tenemos la suerte de trabajar con ellos». Tengan acento castellano o andaluz.
No está de más leer en el blog "El niño de Orce" el post "So far, so close" - BL5-o, el diente olvidado para comprender algunas de las claves de por qué se retiró el estudio de este diente de la revista Journal of Human Evolution, así como otros aspectos que rodean las oscuras disputas en torno al yacimiento de Orce.
Regresa 'El Niño' del Journal
De nuevo está colgado el artículo sobre BL02-J54-100: The oldest human fossil in Europe, from Orce (Spain) El nuevo título elimina cualquier referencia a la datación del mismo.
De entrada es obvio que lo que más llama la atención es la retracción en cuanto al cambio de título del artículo original: ya no se habla de que tenga 1.4 millones de años, aunque se le sigue presentando como "el fósil humano más antiguo en Europa" [...] El niño de Orce.
Fuente: Materia | Manuel Ansede | 13 de mayo de 2012
Tras casi dos meses de polémica, una muela desenterrada en Orce (Granada) vuelve a ser el resto humano conocido más antiguo de Europa occidental. El hallazgo se anunció el 1 de marzo, pero 20 días después la revista científica que lo publicó, el Journal of Human Evolution, decidió retirar “temporalmente” el estudio del diente sin dar explicaciones. De repente, los europeos se quedaron sin tatarabuelo.
Se trata de una muela de leche perteneciente a un niño de 10 años que vivió en la región hace 1,4 millones de años, entre tigres de dientes de sable, hienas gigantes, hipopótamos y rinocerontes. Los expertos creen que el niño sería de una especie humana desconocida para la ciencia, también presente en Atapuerca (Burgos) y bautizada provisionalmente “la especie Ñ”.
La controversia nació de un culebrón científico que ya dura más de 30 años. Los responsables del hallazgo, Isidro Toro y Bienvenido Martínez, no habían mencionado en su estudio al hombre que descubrió los yacimientos en 1976, el ya fallecido Josep Gibert, ni ninguno de sus trabajos en la zona. Su hijo, Luis Gibert, y otros colegas denunciaron el olvido y exigieron que se citaran aquellos trabajos, entre ellos el hallazgo de otra presunta muela humana de 1,25 millones de años publicada en 1999.
Las normas de la ciencia imponen que los científicos citen los estudios de sus predecesores y esa supuesta muela de 1999 competiría con la de 2013 como resto del primer europeo conocido. Toro y Martínez la ignoraron a propósito, porque no la consideraban humana en absoluto, pero el editor del Journal of Human Evolution, una de las revistas más prestigiosas en su campo, les obligó a citar los estudios anteriores. Y lo hicieron, pero no del todo como esperaba el hijo del descubridor de los yacimientos de Orce.
El estudio revisado fue publicado de nuevo el viernes por la tarde en la web del Journal of Human Evolution. Los cambios, en palabras de Isidro Toro, son “mínimos y menores”. Los autores, obligados por el editor de la revista, citan ahora media docena de estudios previos de Josep Gibert, pero en ocasiones para dudar de su credibilidad. Gibert fue hasta su muerte el principal defensor de la humanidad de un fragmento de cráneo hallado en 1982 en Orce, pero para muchos otros científicos no es más que un resto fósil de un caballo o de una cierva.
Ahora, aprovechando que estaban obligados a citar los trabajos previos, Toro y Martínez rebaten que la muela de 1999 sea humana y apuntan “la posibilidad” de que fuera un diente de un hipopótamo, una de las especies de grandes mamíferos más habituales en la zona. Los análisis efectuados por el paleontólogo Paul Palmqvist, de la Universidad de Málaga, destacan “la capa de esmalte relativamente gruesa”, que encajaría con una muela de leche de un hipopótamo de la especie Hippopotamus antiquus, un animal ya extinguido que podía superar los 4.000 kilogramos.
“Estamos satisfechos, porque hemos aportado nuevos datos que arrojan luz sobre las viejas polémicas. Este es el primer resto humano de Europa, reconocido por la comunidad científica internacional. Ya no hay más debate”, zanja Toro, director del Museo Arqueológico de Granada.
Luis Gibert, geólogo de la Universidad de Barcelona, también se muestra “satisfecho” porque se hayan citado los estudios de su padre. “El trabajo queda más completo haciendo referencia a lo que se había hecho antes”, sostiene. Sin embargo, Gibert no está de acuerdo con que la muela de 1999 perteneciera a un hipopótamo. “Hay la misma posibilidad de que sea humana o que perteneciera a un hipopótamo. Nos tocará demostrarlo”, avanza. El culebrón de Orce promete ser interminable.
REFERENCIA
'The oldest human fossil in Europe, from Orce (Spain)' DOI: 10.1016...
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