Photo: Map of Late Bronze Age Troy, at Hisarlik, Turkey. It shows the excavations and test holes from the 2010 season. ( Burg/Citadel, Bohrungen/Drilling, Bronzezeit-Schicht/Bronze Age layer, Tor/Gate).

Nuevas aportaciones en el estudio de Hisarlik

Troya es, fuera de toda duda, uno de los nombres más clamorosos de la arqueología mundial, con una mezcla de buen hacer científico, veta romántica y alguna que otra polémica. Si en los días de Schliemann su conocimiento trascendió en todo el planeta, la continuación de los trabajos científicos no la ha dejado de lado precisamente. Las últimas noticias, si bien no poseen la importancia que tuvieron las que acompañaron a su reaparición en la Historia, perfilan un poco más el conocimiento que tenemos de ella.

Fuente: Ignacio Monzón, El Reservado.es, 15 de octubre de 2010

Un equipo arqueológico alemán encabezado por Ernst Pernicka, del Instituto de Prehistoria e Historia Antigua de la Universidad de Tubingen, se ha dedicado en los últimos tres años a desarrollar un proyecto de investigación que ha combinado el trabajo de campo con el de gabinete. Troya, después de haber sido excavada por equipos alemanes desde 1988, ha proporcionado una abundante cantidad de material que necesitaba ser estudiado y publicado convenientemente. Pernicka, al observar esto, se ha dedicado a catalogar los elementos aparecidos además de realizar pequeños trabajos de campo en diferentes puntos del yacimiento.

Sus conclusiones, hechas públicas recientemente, han revelado que la extensión de la ciudades Troya VI (1900-1300 a. C.) y Troya VIIa (1300-1240 a. C.) eran mucho mayores de lo que se había supuesto hasta ahora. Tradicionalmente no se consideraba que la población se extendiera más allá de la ciudadela o acrópolis, lo que causaba ciertos problemas de interpretación ya que no parecía que el recinto tuviera tamaño suficiente para tener una mínima entidad.

La solución usual pasaba por considerar que el enclave simplemente había rebajado su nivel demográfico hasta ser casi una mera aldea. Las deducciones a las que ha llegado Pernicka demuestran que la trama urbana se extendía más allá de la zona alta, detectándose, este mismo año, un sistema defensivo de las Troyas VI y VIIa que se estima de un kilómetro de longitud y situado a 300 metros de las murallas de la ciudadela. Así quedaría claro que existía un segundo anillo de protección y aumentaría el espacio doméstico en una gran proporción.


En concreto, los restos consisten en zanjas y rocas perfectamente cortadas que se podrían haber completado con más piedras –después reutilizadas en Troya VIIb y VIII– y los vestigios de una puerta de gran tamaño, todo ello datado en torno al 1300 a. C. La confirmación se ha dado con la documentación de muros, caminos, pozos de almacenamiento e incluso un horno. De esta forma se demuestra que el trabajo científico, siempre reelaborándose, da sus buenos frutos. Alabado sea Homero.


Project Troia - Bronze Age Troy Just Keeps on Growing

Submitted by Ann on Mon, 10/04/2010 - 20:43 © 2009-2010 Heritage Key

German archaeologists have made new discoveries at modern day Hisarlik, northwest Turkey – ancient Troy.

The finds further confirm the area occupied during the Bronze Age was not limited to the citadel; Troy VI and VII were much larger than originally thought.

The three year research project at Troy – lead by Prof. Ernst Pernicka, from the University of Tubingen's Institute of Pre- and Early History – sees scholars focus on the analysis and publication of materials found since the university started excavations at the site in 1988.

But to investigate – and resolve – outstanding issues, Project Troia does undertake some smaller excavations.

These digs, in combination with geophysical surveying and the drilling of test holes, allow the team to narrow down the Bronze Age occupation below Troy's citadel more closely.

This year, the team confirmed the layout of a one kilometre long Late Bronze Age defensive system – a rock-cut ditch – south of the Troy hillfort.

A gate, situated in the southeast area of the trench, is now fully excavated. It is located some 300 metres south of the citadel wall, and dated to about 1300 BC. The passage is about five metres wide, smaller than the ditch's previously excavated southern gate.

Late Bronze Age layers came to light in the vicinity of the southeastern gate – remains of walls, roads, storage pits and even an ancient oven. The finds suggest the area was occupied from about about 1700 (Troy VI) to 1100 BC (Troy VII). Soil samples, taken 200 metres east of the citadel, reveal Bronze Age remains as well.

Further east, a second trench was discovered, significantly deeper and wider than the excavated ditch. This structure isn't dated yet, but will be further examined next season.

The archaeological site of Hisarlik was first excavated in the 19th century – not without controversy – by self-taught archaeologists Heinrich Schliemann.

Rather than being one ancient city, it consists of multiple layers of ruins. From the early Bronze Age (3rd millennium BC) until the Roman Period (1st century BC), at least nine cities – Troy I to IX – existed at the archaeological site; there ruins are stacked up to 15 metres high (nicely shown in the timeline on the University of Cincinnati's website).

Which of these remains – if any – are those of the Homeric city of Troy, is still debated.

Photo: The Bronze Age remains were found at the lower city, below the remains of Roman and Hellenistic houses. Above left, Dr Ernst Pernicka discusses the excavations with archaeologist Dr Catalin Pavel (in white shirt). - Photo by Gebhard Bieg, courtesy the University of Tubingen.

Schliemann nominated Troy I or II, but nowadays the Late Hittite Troy VII – showing traces of fire and possibly warfare – is seen as the most likely source of inspiration for the Trojan myth. Its remains are dated between the 13th and 10th century BC, where as ancient Greek historians place the Trojan War somewhere in the 12th to 14th century BC.

That Troy VI and VII are far larger than originally thought – not a mere hillfort, but strongholds surrounded by a settlement with its own defensive structures – makes it more likely Hisarlik is indeed the site of the legendary Troy, or Ilion, the siege of which was described by Homer in the Iliad.

Una ciudad de treinta pisos

Fuente: Julio Arrieta, Diario Sur.es, 16 de octubre de 2010

Heinrich Schliemann encontró Troya en 1871 y demostró con su hallazgo que la ciudad era algo más que un mito. El problema fue que se topó con varias ciudades levantadas cada una sobre las ruinas de la anterior en una sucesión que no supo interpretar. El arqueólogo aficionado identificó la segunda, empezando por abajo, como la ciudad de Helena, Príamo y Paris, 'pasándose de largo' unos mil años en el pasado. De hecho, en su excavación 'atravesó' la Troya de Homero, que la mayor parte de los especialistas que estudiaron el yacimiento más tarde situaron en Troya VII, (hacia 1250 a.C.).


Wilhelm Dörpfeld, arqueólogo profesional que había excavado en Olimpia y colaboró con Schliemann en sus últimas campañas para hacerse cargo del yacimiento tras su muerte, identificó nueve niveles superpuestos y fue el primero en proponer que la Troya de Homero estaba entre el sexto y el séptimo.

Excavaciones posteriores han definido hasta una treintena de niveles de ocupaciónque van desde un asentamiento fortificado levantado a partir del 2920 a.C. hasta una ciudad bizantina del siglo XIV que fue sede episcopal.

La historicidad de la guerra de Troya sigue debatiéndose. Un sector escéptico asegura que no hay evidencias arqueológicas de un conflicto entre aqueos y troyanos. En 'Troya y Homero' (Destino, 2001) Joachim Latacz resumió el estado de la cuestión y concluyó que «en el punto alcanzado hoy por la investigación, aún no podemos decir nada vinculante sobre la historicidad de la guerra de Troya». El yacimiento, en el que todavía se excava, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998.

El millonario que encontró Troya

La 'Autobiografía' de Heinrich Schliemann autorizada por su viuda reflejó una versión idealizada de la vida del arqueólogo

Los primeros objetos de oro y plata que aparecieron estaban dentro de un recipiente de cobre: «Copas de oro de una libra de peso, grandes jarros de plata, diademas de oro, pulseras, cadenas para el cuello formadas por miles de laminillas de oro pacientemente engarzadas...». Lo que Heinrich Schliemann empezó a desenterrar el 31 de mayo de 1873 con su cuchillo junto a un muro al noroeste de las puertas de Troya era un tesoro. Había que hacer algo con todo aquello, sobre todo para evitar que cayera en manos de los lugareños. «Yo quería guardar aquel valioso hallazgo para la Arqueología», escribió. «Era preciso sustraerlo cuanto antes de la codicia de los obreros. Por eso, aunque todavía no era hora, hice que dieran la señal de descanso para el almuerzo». Hacerlo solo era imposible: «No hubiera logrado rescatar el tesoro si mi esposa no me hubiera ayudado; dispuesta en todo momento a ocultar bajo su chal y llevarse los objetos que yo fuera sacando».

Cuando encontró el tesoro de Príamo Heinrich Schliemann tenía 51 años y ya era famoso como descubridor de Troya, yacimiento en el que estaba realizando su tercera campaña de excavaciones. Sin hacer caso a sus críticos, vivió el hallazgo como un triunfo y como tal se recoge en su idealizada 'Autobiografía', que ahora edita en castellano Almuzara, un libro que en realidad fue 'armado' tras su muerte a partir de escritos anteriores por su viuda, Sophie, y su colaborador Alfred Brückner, por encargo del editor F. A. Brockhaus, de Leipzig.

Heinrich Schliemann nació en Neubukow, una localidad de Mecklemburgo, Alemania, en 1822. Era hijo de un pastor protestante, Ernst Schliemann, y apenas conoció a su madre, Luise, que murió de parto cuando él era un niño. La familia era humilde, pero sin llegar a pobre. Heinrich guardó un buen recuerdo de su padre, al que atribuye su interés por Homero. Por las noches, «me narraba a menudo y con gran admiración las hazañas de los héroes homéricos y los sucesos de la guerra de Troya. Con aflicción supe por él que Troya había desaparecido de la faz de la Tierra, sin dejar rastro». Un libro de historia ilustrado con un grabado de la ciudad de Príamo en llamas le marcó. Sobre todo porque llegó a la conclusión de que aquellos edificios tenían que estar en alguna parte, inquietud que intentó transmitir a su progenitor sin demasiado éxito: «Padre, si alguna vez existieron aquellos muros, no pudieron ser destruidos del todo, sino que estarán enterrados bajo el polvo y los escombros de tantos siglos».

Homero

A pesar de las estrecheces económicas Heinrich guardó un buen recuerdo de su infancia y sobre todo de una amiga, Minna Meincke, a la que contagió su afición por los tesoros. A falta de antigüedades griegas, los dos niños se contentaban con enredar por los alrededores: «La aldea tenía además una pequeña colina coronada por un monumento funerario, probablemente una tumba de la época pagana, que nosotros llamábamos la tumba del huno, en la que, según la leyenda, un bandido antañón había enterrado a su hijo predilecto en una cuna de oro».

Pero el jugar a tesoros se acabó bruscamente. «La muerte de mi madre coincidió con otra gran desdicha -escribió-, a consecuencia de la cual todos nuestros conocidos nos volvieron la espalda de repente y cesaron el trato con nosotros». La «desdicha», que la 'Autobiografía' soslaya, fue que Ernst había desfalcado los fondos de su parroquia. El incidente supuso también la ruptura forzada de la amistad de Heinrich y Minna, ya adolescentes enamorados.


La pobreza llevó al joven a abandonar los estudios formales y a dedicarse a todo tipo de oficios, empezando por el de ayudante de tendero. A pesar de todo, intentó estudiar por su cuenta y siempre recordó la impresión que le causó escuchar a un borracho recitando a Homero en griego: «Nos recitó no menos de cien versos de este poeta, midiéndolos con toda pasión. Aunque no entendí ni una palabra de todo aquello, su melodioso ritmo me causó una gran impresión y unas lágrimas cálidas se deslizaron por mi cara afligida». El joven Heinrich le pagó tres vasos de aguardiente para que repitiera hasta que no pudo más.

En vista de que su situación no mejoraba, en 1841 intentó emigrar a Venezuela, pero su barco naufragó cerca de Holanda, a cuya costa consiguió llegar a nado. Allí vivió la pobreza absoluta y llegó a fingirse enfermo para que lo ingresaran en un hospital y poder comer. Gracias a algunos conocidos, el joven consiguió por fin un empleo en una firma comercial: «Mi nueva ocupación consistía en presentar y cobrar letras de cambio en la ciudad, llevar las cartas al correo y recoger allí las que hubiera para nosotros». Seguía siendo pobre y vivía en una buhardilla que describe como un cuchitril, «mas nada espolea tanto el estudio como la indigencia y la perspectiva cierta de poder librarse de ella mediante un trabajo esforzado». Así que dedicó su tiempo libre a aprender idiomas por su cuenta para salir adelante y hacerse «digno de Minna», con la que aspiraba a casarse.

Schliemann desarrolló su propio método de aprendizaje, un sistema que le permitió dominar una veintena de idiomas y que a todas luces requiere unas dotes para el estudio poco comunes. Consistía en «leer en voz alta, hacer pequeñas traducciones, tomar la lección a diario, hacer redacciones sobre temas interesantes, corregirlas con el profesor», cuando podía permitirse uno, «aprender de memoria y recitar al día siguiente lo que se había corregido el día anterior». Llegaba a alquilar 'oyentes' para practicar y en una ocasión contrató «a un pobre judío, que por cuatro francos a la semana vino todas las noches un par de horas a escuchar mis declamaciones en ruso, pero no me entendía una sola palabra».

Hacer fortuna

En 1846 los patrones de Schliemann lo enviaron como agente comercial a San Petersburgo, donde consiguió ascender en la empresa, establecerse por su cuenta y hacerse rico en el plazo de poco más de un año. El joven creyó llegado el momento de pedir la mano de Minna. Demasiado tarde: «Cuán grande fue mi horror cuando al cabo de un mes recibí la espantosa noticia se había casado pocos días antes». En 1850 decidió viajar a California para ver qué había sido de su hermano Ludwig, del que tenía noticia de que se había enriquecido en plena la fiebre del oro. Al llegar descubrió que Ludwig había muerto y que un socio poco escrupuloso se había quedado con el dinero. A pesar de todo, el viaje tuvo una consecuencia insospechada: «Me encontraba todavía en California cuando, el 4 de julio de 1850, se constituyó en estado, y, como todos los residentes en el país aquel día fueron declarados ipso facto ciudadanos americanos, yo también me convertí en súbdito de los Estados Unidos». Ya estadounidense, Schliemann aprovechó para enriquecerse un poco con el mercado del oro en polvo antes de regresar a Rusia, donde emprendió el negocio que lo convirtió en multimillonario: el comercio del índigo.

La 'Autobiografía' dedica un notable número de páginas a describir al detalle el enriquecimiento de Schliemann en Rusia pero omite cualquier referencia a su primer matrimonio (1852-1868) con Ekaterina Lishin, con la que tuvo tres hijos y con quien nunca fue feliz. En el libro ni se la menciona, quizá por deseo de su segunda esposa, Sophie.

El primer objetivo de Schliemann cuando por fin pudo dejar los negocios para dedicarse a la arqueología fue Ítaca, la patria de Ulises. Excavó con ayuda de obreros locales y a 50º C a la sombra en lo que él identificó como el palacio del héroe. Los resultados no fueron muy alentadores: algo de cerámica, un idolillo, trozos de urnas funerarias. En los ratos libres que le dejaba el trabajo, se dedicó a recitar pasajes de 'La Odisea' a los aldeanos que, según él y de forma bastante improbable, lo escuchaban con fervor y rompían a llorar cuando Penélope reconocía a su amado Ulises. A pesar de los pobres resultados, Schliemann envió un informe a la Universidad de Mecklemburgo, que le concedió el título de doctor en Filosofía. El 11 de octubre de 1871 empezó la primera de sus cuatro campañas de excavaciones en Troya, que localizó a partir de las descripciones del paisaje de la 'Iliada' en la colina de Hissarlik, junto al estrecho de los Dardanelos, en Turquía.

Colaboradora apasionada

«Fui allí en compañía de mi esposa, Sophie», escribe el ya doctor. «Era griega, nacida en Atenas, gran admiradora de Homero, la cual tomó parte activa y muy entusiásticamente en la ejecución de aquella obra». De esta forma tan sucinta es presentada Sophie Schliemann en la 'Autobiografia'. Se omite el detalle de que Schliemann la había 'encargado' por correspondencia. Le pidió a un amigo que vivía en Atenas que le buscara a una joven griega, guapa, dispuesta a viajar y que fuera lectora de Homero. El resultado de la búsqueda fue Sophie Engastromenos, 17 años, hija de un comerciante arruinado. La joven accedió a casarse con él porque era rico. Sorprendentemente, la relación funcionó y Sophie se convirtió en una colaboradora apasionada.

Mientras excavaban, Heinrich y Sophie vivían en una choza, a pie de obra. Trabajaban con más de un centenar de obreros locales. A finales del siglo XIX el método arqueológico era rudimentario y Schliemann fue especialmente poco metódico. El lector familiarizado con la arqueología actual se sorprenderá al leer los detalles de la excavación. Al arqueólogo profesional le pueden dar vahídos. Abrían grandes zanjas de hasta 10 metros de profundidad allí donde el relieve del terreno sugería la presencia de alguna estructura. Encontraron muros y huellas de un incendio. Schliemann creyó reconocer siete ciudades superpuestas e identificó la segunda como la Ilión de Homero.

En junio de 1873 Schliemann suspendió los trabajos y regresó a Atenas con el tesoro de Príamo, dispuesto a publicar sus hallazgos. Al año siguiente emprendió la excavación de Micenas mientras el Gobierno turco le demandaba por robo. Tras año y medio de proceso, fue condenado a pagar 10.000 francos. El multimillonario accedió a abonar la mitad. A pesar de la mala relación con las autoridades turcas, regresó al país en 1875 con intención de seguir excavando. Consiguió los permisos, pero tuvo que trabajar vigilado por un diligente inspector, Izzet Efendi, convertido en su sombra con el propósito de «ponerme impedimentos en mi camino».

Entre excavaciones y peleas con las autoridades turcas, Schliemann siguió publicando sus hallazgos ('Troya y sus ruinas', 1875; 'Micenas', 1878; 'Tirinto', 1886.) que fueron cuestionados por algunos académicos, lo que le llevó a protagonizar varias polémicas, a veces sobre el terreno. Se llegó a decir que había montado el tesoro de Príamo a través del tráfico de antigüedades y que había falsificado los hallazgos de Micenas. Las críticas no lo inquietaron mucho: «Es muy conocido el éxito prodigioso y feliz que acompañó a mis excavaciones, lo enormemente grandes y notables que eran los tesoros con que enriquecí a la nación griega. Hasta en el futuro más lejano acudirán viajeros de todas las partes del mundo a la capital de Grecia para admirar y estudiar en el Museo de Micenas los resultados de mi actividad desinteresada».

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Comentario por Augusto Pugliese Rossi el octubre 15, 2010 a las 6:25pm
Muy interesante nota, José Luis, gracias. Todo lo referido a Troya tiene, al menos para mí, una significación especial. No puedo evitar que la imaginación me arrastre y pensar que los vestigios de esa gran puerta sean los de las "Puertas Esceas" del Canto III de la "Ilíada".
Comentario por Alicia M. Canto el octubre 19, 2010 a las 8:16am
Me sumo, muy bien documentado este post, enhorabuena, José Luis.

Es curioso que haya sido en un trabajo de síntesis y asociación, de E. Pernicka, cuando se llegue a ello, y no cuando se excavó allí. Aunque me extraña que esto no haya sido propuesto ya antes, habría que revisar la bibliografía al respecto.

Y, Sr. Pugliese, es una buena hipótesis, desde luego. Por las Esceas o "Puertas Oscuras" se llegaba a la llanura, junto a ellas había una torre amplia (Canto III), cerca de las cuales cayeron más tarde Patroclo, y Héctor, y a ellas se llegaba "después de atravesar la gran ciudad". Estas famosas puertas principales de Troya se citan 11 veces en la Ilíada, aunque es curioso que en la noticia no se hable de ello, supongo que tienen aún varios flecos pendientes antes de afirmar algo así.
Comentario por José Luis Santos Fernández el octubre 19, 2010 a las 9:48am
Muchas gracias, Alicia, Augusto. :)
Comentario por Daniel Martínez el octubre 22, 2010 a las 12:36pm
El arqueólogo Ernst Pernicka se puso al frente de las excavaciones en Troya tras el lamentable fallecimiento de Manfred Korfmann, el anterior director. Korfmann ya había descubierto el dique defensivo de la Edad Bronce y defendió así la existencia de una ciudad baja de Troya que se extendía al sur de la fortaleza, aunque es posible que Pernicka haya desenterrado algún tramo nuevo de este dique. Los descubrimientos de Korfmann provocaron una polémica hace diez años, como puede verse en el enlace http://www.uni-tuebingen.de/troia/eng/kontroverse.html

Por otra parte, el investigador español Carlos Moreu ha demostrado en su libro "La Guerra de Troya: Más allá de la leyenda" (Madrid: Ed. Oberon, 2005) que los aqueos o micénicos fueron los destructores de Troya VIIa, lo cual constituye la base histórica del mito homérico. Moreu presenta como documento histórico probatorio una conocida inscripción egipcia del templo funerario de Ramsés III, relativa a los llamados Pueblos del Mar, la cual había sido malinterpretada durante mucho tiempo. Esta tesis también fue desarrollada por su autor en el artículo "The Sea Peoples and the Historical Background of the Trojan War", publicado en la revista Mediterranean Archaeology, el cual puede leerse en castellano en el siguiente enlace de Internet:
http://pueblos-del-mar.blogspot.com/2010/05/la-crisis-de-1200-c-en-el-mediterraneo.html

Un cordial saludo

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