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Fascinus, un amuleto romano muy particular
Fuente: Víctor Bejega | Diario Digital de León, 19 de junio de 2016
La superstición era una característica fundamental de todo buen romano. Conjuros, remedios, ofrendas y amuletos eran habituales para ganar el favor de los dioses, conseguir buenos augurios o combatir el mal de ojo. Uno de los símbolos más importantes dentro de estas creencias era el “Fascinus”, un falo que podía presentar gran diversidad de modificaciones y añadidos. Su origen es muy antiguo, asociado al dios griego de la fertilidad, Príapo, que en el mundo romano solía denominarse Fascinus o asociarse con Baco.
Foto: Estatuilla galo-romana de bronce de Príapo o Genius descubierto en el norte de Francia
Las vírgenes vestales guardaban un celoso culto al Fascinus Populi Romani, una sagrada imagen del falo, que formaba parte de los símbolos de Roma. De hecho, durante la fiesta del Liber Pater, asociada a Baco, se sacaba en procesión un gran falo. Habitualmente, el símbolo fálico servía a dos utilidades. Por un lado, era un símbolo de fertilidad, tanto de los campos y cosechas, como para la concepción de la mujer favoreciendo los nacimientos. Era habitual que las mujeres embarazadas portasen colgantes fálicos, que en ocasiones portaban alas. Además, antes de contraer matrimonio, era costumbre que la novia se colocase a horcajadas sobre un amuleto fálico, como símbolo de fertilidad.
La segunda utilidad era como protección contra el mal de ojo. Para la superstición romana, existían tres posibilidades de atraer el mal de ojo. La envidia solía ser el principal motivo de mal de ojo, conocido como “invidere”. Creían que el poder de la envidia, de “mirar con malos ojos”, podía atraer el mal de ojo sobre una persona. Por ese motivo, durante el desfile del Triunfo, las vestales colocaban colgantes de “fascinus” bajo el carro, para proteger al general triunfador de la envidia que muchos podrían tenerle.
Los “fascinadores” eran brujos o hechiceros, a los que se les achacaba la capacidad de provocar mal de ojo mediante conjuros. Contra ellos, era común utilizar el amuleto fálico. Finalmente, había un conjunto de personas, como las mujeres durante la menstruación o las personas con discapacidad, se consideran como potenciales atrayentes de mal de ojo.
Los amuletos fálicos solían colocarse, originalmente, a los niños. En ocasiones, se fabricaban una especie de “atrapasueños” que se colgaban sobre la cuna del bebé, como protección. Los legionarios romanos tampoco escapaban de la superstición, por lo que era común el uso de colgantes fálicos, en sus distintas versiones. A los colgantes de falos alados, se sumaban otros colgantes con un falo en un extremo y un puño en el otro, como signo de protección y fuerza.
Pero no solo las personas utilizaban este símbolo, sino que era habitual su colocación en calles y edificios para garantizar su protección. A la simple colocación de falos, se suman las imágenes de un falo eyaculando sobre un ojo, como descripción gráfica del triunfo sobre el mal de ojo. El uso de este símbolo fue tan extendido y popular, que durante el siglo VII d.C., los autores cristianos continúan describiendo su uso, que se intentaba erradicar. La arqueología es una fuente inagotable de este tipo de amuletos, algunos de los cuales pueden visitarse en el Museo de León, pudiendo observar de cerca estos curiosos colgantes.
Príapo, el dios maldito con un falo gigante que adoraba la población rural
Fuente: CÉSAR CERVERA | ABC, 19 de junio de 2016
Foto: Fresco de Príapo en la Casa de los Vettii, Pompeya – Wikimedia
Con motivo de un acto de prensa en el Museo de la Magna Grecia, en Calabria, se planteó hace pocas semanas una pregunta recurrente en el mundo del arte griego: ¿Por qué las estatuas clásicas tienen el pene pequeño? La razón de las escasas dimensiones está relacionada con la idea de que un pene grande se vinculaba a lo rústico y a un escaso control de los impulsos y la incapacidad de actuar con moderación. «En la antigua Grecia, un pene pequeño era uF aspecto codiciado por el macho alfa», explicó el experto en antigüedad clásica, Andrew Lear, profesor en Harward, Columbia y New York University a la web Quartz.
Príapo, el dios que fue maldecido por los pecados de su madre
Los falos grandes eran motivo de burla entre las clases altas y los artistas del periodo. «Ciegos humanos, semejantes a la hoja ligera, impotentes criaturas hechas de barro deleznable, míseros mortales que, privados de alas, pasáis vuestras vida fugaz como vanas, sombras o ensueños misteriosos», se burla de los cuerpos desproporcionados Aristófanes, autor de obras de teatro, en una de sus obras. No obstante, en otros grupos sociales, sobre todo en las regiones rurales, se destilaba la adoración a un dios grotesco de un enorme falo: Príapo, el dios que fue maldecido por los pecados de su madre.
El hijo de Afrodita y ¿el dios del vino?
Príapo era una antigua divinidad grecoromana que se representaba como un pequeño hombre barbudo, normalmente un viejo, con un pene desproporcionadamente grande. Su mayor presencia estaba en el mundo rural, puesto que era el símbolo del instinto sexual, de la fecundidad masculina, y el protector de las huertas y jardines. En este sentido, la población rústica empleaba este deidad y sus representaciones como fórmula mágica para neutralizar el mal de ojo contra la envidia de las personas y para potenciar la sexualidad.
Foto: Representación de Priapo – Museo Archeologico Nazionale de Nápoles
Según la mitología griega, Príapo era hijo de Dionisio, dios del vino y el éxtasis, y de Afrodita, diosa de la belleza, el amor y el deseo. Esto es, el resultado de los dioses más desinhibidos del panteón clásico. No en vano, otras leyendas le achacan su paternidad a Hermes, Pan, Zeus e incluso Adonis. En esta versión, la diosa quedó embarazada de su antiguo amor durante uno de sus viajes a la India, sin que Dionisio lo supiera nunca. Como castigo por engañar al ingenuo de Dionisio, Hera –hermana y esposa del dios Zeus– castigó su falta de compromiso maldiciendo al fruto de su relación extramatrimonial.
A causa de los celos de Hera, Príapo fue condenado a tener su falo siempre en erección y, lo que es más grave para el dios del instinto sexual, a no poder reproducirse (otras versiones dicen que su maldición era a no ser amado por ninguna mujer). Hoy, de hecho, se denomina priapismo a la dolorosa enfermedad que provoca la permanente erección del pene sin apetito venéreo. Se considera que una persona sufre de priapismo cuando el pene se encuentra en un estado de erección sin estimulación física y psicológica durante un largo periodo (varias horas).
La adoración del falo en Roma
En la antigua Roma solía erigirse una estatua en honor a Príapo portando fruta entre sus ropas y una hoz en una de sus manos, mientras sus hinchados genitales permanecían en una posición erguida, cuya función principal era la de atraer la buena fortuna en las cosechas. Su presencia era bastante habitual en las zonas de influencia helenística como es el caso del sur del país. En unas excavaciones llevadas a cabo en la ciudad de Pompeya, los arqueólogos hallaron un grabado de Príapo en la «Casa de los Vettii», representado con su imponente erección sobresaliendo por debajo de su túnica.
La representación de este pene fue objeto de la investigación hace un año del doctor Francesco Maria Galassi, quien, tras observar el susodicho fresco se percató de que el «miembro viril tiene una fimosis patente. Más concretamente, una fimosis cerrada», apuntó el experto en declaraciones recogidas por «Live Science». A su vez, el experto remarcó lo sumamente extraño que le ha parecido hallar esta característica en una pintura dedicada a una deidad de la fecundidad. ¿Tal vez la fimosis también formaba parte de la maldición de Hera?
Pero Príapo no fue la única divinidad de carácter fálico en Roma, véase el caso también de Genius o Mutino Titino. Según cuenta Plinio el Viejo, el guardián protector del mal de ojo era en Roma el dios Fascino, una divinidad de forma fálica que formaba parte de los sacra que las Vestales se encargaban de proteger.
Tras la caída del Imperio romano, se produjo una cristianización del culto fálico a Príapo y al resto de deidades de este tipo. Santos como Cosme y Damián, Nicolás, Eutropio de Orange, San Faustino, San Fiacro mantuvieron elementos que recordaban lejanamente a Príapo. Ya en el Renacimiento, se hace mención a los conocidos como «dedos gordos del pie de San Cosme», que, en verdad, parecen todo menos dedos.
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