Red social de Arqueologos e Historiadores
Arqueólogos griegos creen haber hallado la tumba de Aristóteles en unas excavaciones llevadas a cabo durante más dos décadas en la antigua ciudad de Estagira (norte), el lugar de nacimiento del filósofo.
Fuente: EFE, Atenas | El Confidencial.com, 26 de mayo de 2016
Fotos por gentileza de: ©Greek Reporter
"No tenemos pruebas, pero indicios muy fuertes que rozan la certeza", declaró el director de las excavaciones, Konstantinos Sismanidis, a medios locales.
Sismanidis presentó hoy los resultados en el congreso internacional "Aristóteles, 2.400 años" celebrado en la Universidad de Salónica.
El equipo en torno a Sismanidis llegó a la conclusión de que un edificio descubierto en 1996 en las citadas excavaciones no puede ser otra cosa que el mausoleo de Aristóteles, tras analizar dos manuscritos en los que se hacía alusión al traslado de las cenizas del filósofo a su ciudad natal.
A los arqueólogos que trabajaban en Estagira desde el inicio de los años 1990 les sorprendió que en medio de una fortificación del periodo bizantino hubiera restos de un edificio, cuyas características no coincidían con esa época ni con eras posteriores.
Los hallazgos en el interior de las ruinas del edificio -monedas del Alejandro el Magno y de sus sucesores- sitúan su construcción al comienzo del periodo helenístico.
Los restos del techo encontrados en este yacimiento arqueológico demostraron que se había fabricado con tejas de la fábrica real, lo que demuestra que se trataba de un edificio público.
El edificio está situado entre una galería del siglo V a.C. y un templo de Zeus del siglo VI a.C., dentro de la antigua ciudad, cerca de su ágora, y con vistas panorámicas.
En el suelo del edificio hay un rectángulo de 1,30 por 1,70 metros, lo que corresponde a un altar.
Todas estas indicaciones y el hecho de que la forma del edificio no permitía atribuirle otro uso que el de una tumba, hicieron sospechar a los arqueólogos que se trataba de un mausoleo.
Finalmente, llegaron a la conclusión de que probablemente la persona a la que estaba dedicado el mausoleo era Aristóteles con la ayuda de dos documentos antiguos: una traducción en árabe del siglo XI d.C. de una biografía del filósofo griego y el manuscrito No. 257 de la Biblioteca Marciana de Venecia.
Ambos documentos precisan que cuando Aristóteles murió en 322 a.C. en la ciudad de Calcís (actual Calcidia) los habitantes de Estagira trasladaron sus cenizas a una urna de bronce, la pusieron en un mausoleo y a al lado de ellas construyeron un altar.
Habrá que ir en procesión.
Instituciones culturales del mundo entero celebran a lo largo de 2016 el XXIV centenario del nacimiento de Aristóteles. En los debates previstos participarán filósofos y eminentes científicos de disciplinas que van desde la cosmología a la biología. Y es que Aristóteles, conocido durante siglos como El filósofo, podría con justicia haber sido también denominado El científico:por erróneas que fueran a veces las respuestas dadas a sus propios interrogantes (la teoría geocéntrica o la tesis de la inmutabilidad de las especies, por ejemplo) la humanidad estará siempre agradecida a Aristóteles por haberlos planteado y por su actitud consistente en practicar las disciplinas científicas para, tras ello, extraer las implicaciones filosóficas de las mismas.
Cuando en nuestro tiempo la ciencia retoma los viejos interrogantes filosóficos sobre el entorno natural y el papel del hombre en el mismo, cuando (de mano de los más grandes) la física da por sí misma el salto a la interrogación metafísica, cabe decir que la disposición del espíritu de Aristóteles se está restaurando y la filosofía se reencuentra con su origen.
Los problemas planteados por Aristóteles son un ingrediente esencial de nuestras vidas, y su elucidación ha venido a ser “el ardiente deseo de toda mente pensante”, en palabras del Nobel de Física Max Born, que recogen la convicción aristotélica de que el rasgo que singulariza a nuestra especie en el seno de la animalidad se traduce en deseo de conocer y simbolizar. Tesis que no es fruto de una especulación, sino de su trabajo como primer gran biólogo de la historia, que suplía con prodigiosa intuición y agudeza conceptual la penuria de instrumentos a la hora de establecer comparaciones entre las especies. Y si hoy podemos afirmar que hay evolución, es naturalmente porque tenemos claro qué es una especie, cosa a la que Aristóteles contribuyó de manera determinante. Y podría dar otros muchos ejemplos.
Apostando a que conocer es lo nuestro, Aristóteles nos ayudó a ser lógicos, explicitando criterios que posibilitan el distinguir o clasificar, y de su mano establecía aun Lineo sus taxonomías. Aristóteles tuvo impresionantes intuiciones topológicas, y en lo concerniente al tiempo tuvo una deslumbrante premonición de su vínculo con el cambio meramente destructor, en el sentido del segundo principio de la termodinámica. Aristóteles rechazó el vacío y defendió la finitud del universo, concepción que los partidarios actuales de ciertos modelos cosmológicos nunca podrán rechazar de manera tan tajante como lo hacen con la infinitud del espacio de Newton.
Aristóteles nos ayuda a percibir la causa de la emoción que provoca la representación trágica, y en sus reflexiones ético-políticas nos mueve a entender las tremendas consecuencias de la ausencia de las condiciones sociales que garanticen la dignidad material; precisa que las cosas verdaderamente propias del hombre, la matemática, la filosofía o la propia representación trágica, sólo pueden desplegarse cuando están resueltas, no ya las cuestiones relativas a la necesidad, sino también a la distracción, el ornato y hasta la belleza. A lo cual se añade algo aún más importante.
La libertad era a tal punto considerada por Aristóteles como condición de la realización del ser humano que la condición de esclavo equivalía para él a haber sido repudiado de la humanidad. Afirmación que tuvo gran eco en Marx, para quien mostrar lo deshumanizador de la esclavitud era mucho más movilizador que pensar con el estoico que en sus cadenas se es rey. Actualizando el problema, cabría decir que tal realización del ser humano pasa por abolir las condiciones sociales que mutilan las potencialidades innatas de los hombres, las cuales conducen a esas sorprendentes interrogaciones de los niños, resultado de un estupor ante el entorno que sería según Aristóteles el primer motor de la filosofía.
“Pues sólo cuando las necesidades de la vida y las exigencias de confort y recreo estaban cubiertas empezó a buscarse un conocimiento de este tipo, que nadie debe buscar con vistas a algún provecho. Pues así como llamamos libre a la persona cuya vida no está subordinada a la del otro, así la filosofía constituye la ciencia libre, pues no tiene otro objetivo que sí misma”. La enseñanza de este texto es que las condiciones de posibilidad de la filosofía supondrían para cada ciudadano la oportunidad de retorno a la disposición de espíritu que caracterizaba su infancia. De tal forma que una educación que no quiera confundirse con la mera instrucción, una educación digna del ideario aristotélico, sólo estará movida por alcanzar un objetivo: en libertad… pensar.
Fuente: VÍCTOR GÓMEZ PIN, El País.com, 28 de mayo de 2016
Víctor Gómez Pin es catedrático emérito de la UAB e investigador en l’École N. Supérieure de París.
Tomás Calvo: «Resulta verosímil que la tumba de Estagira sea la de Aristóteles»
Fuente: ABC.es | 27 de mayo de 2016
Estar delante de la tumba de Aristóteles, sobre todo si eres filósofo, debe ser emocionante. Casi todo lo que pensamos, las ecuaciones irresolubles que nos plantean la ética y la política en este siglo XXI, nacen de sus ideas de algún modo y de su mirada empírica al mundo.
Lo confirma a ABC, en conversación telefónica, Tomás Calvo Martínez (izquierda), único ponente de nuestro país en el congreso internacional dedicado al filósofo griego que se desarrolla estos días en Tesalónica, coincidiendo con el 2.400 aniversario de su nacimiento en 384 a. C. Este profesor, catedrático de la Universidad Complutense, visitó este viernes la tumba en Estagira, y nos cuenta sus impresiones.
La populosa ciudad es estos días un hervidero de ponencias y términos aristotélicos. Más de 250 expertos mundiales concentran allí todo lo que sabemos del estagirita. Por eso, ayer, el arqueólogo Costas Sismanidis, responsable de la excavación en la localidad natal de Aristóteles, acompañó a los participantes en el congreso en una visita muy especial.
«Lo primero que pensamos al llegar allí es la belleza de la patria aristotélica. El sitio está junto al mar, en medio de una vegetación frondosa y eso ya emociona». Como no se conserva prácticamente nada directamente relacionado con Aristóteles, la excursión resultó, como es lógico, muy emocionante para el grupo de especialistas.
Calvo habló ayer con Sismanidis sobre el hallazgo, basado en lo que llama «pruebas circunstanciales: la pena es que no se ha encontrado ni una sola inscripción en el yacimiento, que nombre a Aristóteles, lo que sería una prueba definitiva». sin embargo destaca que para los Griegos, y sobre todo en Tesalónica y el norte, es un hallazgo importante. Durante los úlimos años ha sido palpable el interés por los hallazgos relacionados con Alejandro Magno y su época en el norte de Grecia.
«La muralla bizantina, construida mil años después de muerto Aristóteles, parte el mausoleo por la mitad, pero entre los restos han encontrado unas monedas y otros restos. El edificio público estaba ahí, sin duda, de la época posterior a la muerte de Alejandro»
Asociado al mausoleo se encuentran las huellas de un altar, porque «los estagiritas debían reunirse aquí, para discutir sus problemas», una tradición cívica que también resulta pertinente recordar, puesto que fue una de las mayores preocupaciones del filósofo, que llamaba al hombre «animal político».
Además los arqueólogos se han apoyado en una biografía de Aristóteles del siglo IV d. C. que conocemos en una traducción árabe del siglo VIII, muy tardía, en la que se cuenta que los estagiritas acudieron a Eubea a solicitar las cenizas del filósofo, porque había muerto allí, y que las llevaron a la ciudad natal con gran solemnidad. Según este testimonio, se reunían en el edificio de la tumba, de ahí que las losetas de mármol que revelan la existencia de un altar sean importantes. Pero es otra prueba indirecta, según subraya Calvo.
Por ello, el especialista concluye: «Mi opinión es que es posible, es verosímil, pero no podemos afirmarlo al cien por cien por la falta de pruebas».
Fuente: eldiario.es | Yannis Chryssoverghis | 31 de mayo de 2016
Cuando el arqueólogo griego Kostas Sismanidis (aariba en la foto) empezó, en 1990, las excavaciones en la antigua ciudad de Estagira, el lugar de nacimiento de Aristóteles, ni se le pasaba por la cabeza encontrar la tumba del filósofo, cuya obra constituye uno de los fundamentos del pensamiento occidental.
"Yo no busqué la tumba de Aristóteles, fue ella la que me encontró a mi", dice en una entrevista a Efe el veterano arqueólogo, que dirigió las excavaciones a Estagira durante una década, desde 1990 hasta 2000.
De hecho Sismanidis explica que, mientras todos sus colegas creían que en realidad buscaba la tumba del filósofo, él estaba molesto con este comentario porque su único objetivo era "reconstituir la antigua ciudad".
"Me decían que sería feliz, como todo arqueólogo, si hallaba la tumba de Aristóteles, con sus ajuares funerarios, y yo les contestaba que, si la descubría, lo que verdaderamente me gustaría encontrar en ella era una obra suya que se hubiera perdido", detalla.
Fue en 1996 cuando Sismanidis y su equipo hallaron las ruinas de un edificio situado entre una galería del siglo V a. C. y un templo de Zeus del siglo VI a. C., dentro de la antigua ciudad, cerca de su ágora y con vistas panorámicas, en cuyo suelo descubrieron un rectángulo de 1,30 por 1,70 metros que correspondía a un altar.
En el interior de las ruinas del edificio se encontraron objetos -entre otros, monedas de Alejandro Magno y de sus sucesores- que situaban su construcción al comienzo del periodo helenístico.
Los restos del techo hallados mostraron que este se había fabricado con tejas de la fábrica real, lo que significaba que se trataba de un edificio público.
"Desde el inicio pensé que se trataba del mausoleo de Aristóteles, pero quería estar seguro antes de anunciarlo, por eso me sumergí en el estudio de las fuentes escritas antiguas", precisa Sismanidis, que dio la noticia el pasado día 26.
El arqueólogo explica que se convenció de que estaba en lo cierto "hace diez años", cuando se dio cuenta de que todos los documentos antiguos consultados daban una descripción idéntica sobre el traslado de las cenizas de Aristóteles de la ciudad de Calcís (la actual Calcidia), donde murió en 322 a. C., a Estagira, y de su funeral en su ciudad natal.
Sin embargo, y a diferencia de lo que hacen muchos colegas suyos ante un descubrimiento así, es decir, anunciarlo a los medios, Sismanidis quiso someterlo a la crítica de la comunidad científica.
La comunidad arqueológica monta en cólera cada vez que se producen casos como el de 2014 en la tumba de Anfípolis, donde la mediatización de los hallazgos por parte de la directora de la excavación provocó decenas de especulaciones y desmentidos que repercuten negativamente en la credibilidad de los profesionales.
"Mi intención era anunciar (mi teoría sobre la tumba) en el libro dedicado a la década que trabajé en las excavaciones de Estagira, junto con los demás hallazgos. Pero como 2016 fue decretado año de Aristóteles y se organizó en Salónica un congreso mundial sobre el filósofo, pensé que era el lugar apropiado para el anuncio", explica Sismanidis.
El arqueólogo atribuye el retraso en la publicación del libro -una obra de tres volúmenes- a la dificultad de encontrar algún editor.
"Ya en tiempos normales no era fácil encontrar editor para tales obras. En tiempos de crisis económica es aún más difícil", se lamenta Sismanidis, que está contento porque la publicación del primer volumen de su obra se espera para finales de este año.
No obstante, la atribución de una tumba a algún personaje histórico es muy difícil de demostrar con certeza, asegura prudente este arqueólogo, ya que "en los monumentos de este tipo solo se puede estar seguro si hay alguna inscripción".
El arqueólogo cita el caso de la tumba del rey macedonio Filipo II, padre de Alejandro Magno, que fue descubierta en 1977 en Vergina, 80 kilómetros al suroeste de Salónica.
"Su tumba fue descubierta intacta, con todos los ajuares funerarios, pero sin ninguna inscripción, por lo que no hay unanimidad entre los arqueólogos", dice Sismanidis y añade que él, en cambio, descubrió "una tumba destrozada".
Sismanidis, que se retiró en 2013, asegura haber dejado a su equipo "en buenas manos", aunque esto no le impediría, si se encuentra dinero para nuevas excavaciones en Estagira, volver a "echar una mano" a sus antiguos colaboradores.
En términos de la leyenda, el discípulo de Platón enseñó a Alejandro a pensar como un griego pero a luchar como un «bárbaro», en vista de que los atenienses le habían negado la dirección de la Academia por su condición de macedonio
Busto de Aristóteles en Roma, Palazzo Altemps – Wikimedia
Fuente: CÉSAR CERVERA | ABC
3 de junio de 2016
El reino de Macedonia, donde nació Alejandro Magno, era considerado en la Antigüedad un territorio de bárbaros y extranjeros. Atenas, Esparta, Tebas y otras ciudades estado helenas se negaban a aceptar que lo que hoy forma parte de la Grecia histórica estuviera habitado por compatriotas. Nacido en Estagira(Península de Calcídica), al este de Macedonia, Aristóteles sufrió parte de esos mismos recelos y, de cara a la historia, educó al hombre llamado a someter toda Grecia y lanzarse al corazón de Asia: Alejandro Magno.
El macedonio está considerado el primer investigador científico en el sentido moderno de la palabra
La semana pasada se anunció el posible el hallazgo de la tumba de Aristóteles en Estagira, precisamente en la localidad donde tuvo lugar el nacimiento del filósofo. La península de Calcídica, a menos de dos horas de Tesalónica, era parte del reino de Macedonia hace 24 siglos. El lugar, muy cerca de la acrópolis y con vistas sobre la bahía, tenía un altar para sacrificios, y una arquitectura que revela su importancia. No en vano, su valor histórico deriva de haber sido la cuna de uno de los tres grandes filósofos griegos de la Antigüedad y genio dedicado a múltiples campos. Aristóteles está considerado el primer investigador científico en el sentido moderno de la palabra.
Más allá de su obra, Aristóteles es recordado por su vinculación con los reyes de Macedonia. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo II de Macedonia, y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. De hecho, Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina, pero su carrera se encaminó pronto hacia la filosofía. Con 17 años, el joven fue enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón.
Detalle de La escuela de Atenas, 1509, con Platón y Aristóteles en el centro – Wikimedia
No está claro cuánto de próxima fue la relación entre Platón (discípulo, a su vez, de Sócrates) y Aristóteles, así como no lo están las razones por las que a la muerte del maestro su alumno más aventajado no heredó la dirección de la Academia de Atenas. La leyenda ha querido ver en la decisión de Platón de poner a su sobrino, Espeusipo, al frente de la Academia una humillación hacia Aristóteles y una muestra de cierta aversión entre ambos.
Tutor del hijo de Filipo II de Macedonia
En verdad, la condición de macedonio invalidaba legalmente a Aristóteles para hacerse cargo del puesto, al igual que provocaba el desdén de muchos griegos hacia Filipo II a pesar de su potencia militar. Su historia es la de un rey que convirtió un empobrecido reino –despreciado por Atenas y Esparta– en la gran potencia hegemónica de toda Grecia. Tras pasarse varios años de su infancia como rehén en Tebas, Filipo regresó a casa con la idea de comenzar una reforma militar de los ejércitos macedonios que, partiendo de la tradicional falange griega, añadiera nuevos elementos tácticos para darle más flexibilidad y poder someter a las grandes ciudades griegas.
Ilustración de Alejandro Magno y Aristóteles.
Con las principales ciudades estado griegas sometidas y Atenas ofreciendo una alianza favorable a Macedonia, Filipo se dirigió contra Esparta, que prefirieron conceder a Filipo II la paz sin presentar batalla. En medio de su vorágine conquistadora, el Rey macedonio decidió casarse en el 357 a. C. con la princesa Olimpia de Epiro (nombre que asumiría años después), hija del Rey de Molosia, una región al noroeste de la actual Grecia. Ella sería la madre de Alejandro y de Cleopatra de Macedonia.
En 343 a. C, Filipo convocó a Aristóteles para que fuera tutor de su hijo de 13 años. Casi como si fuera una venganza contra los griegos «de pura cepa» que impidieron su nombramiento como director de la Academia de Atenas, Aristóteles dio forma al carácter del hombre llamado a concluir el trabajo de su padre y a atar la voluntad griega bajo un nudo bárbaro, esto es, macedonio.
En realidad se sabe poco de su estancia en Macedonia y las obras del filósofo apenas hacen referencia a Alejandro
Aristóteles, «de piernas delgadas y ojos pequeños», aceptó la invitación de Filipo II de Macedonia y se encargó de la educación de Alejandro durante varios años. En opinión de un poeta francés medieval: «Le enseñó a escribir griego, hebreo, babilonio y latín. Le enseñó la naturaleza del mar y de los vientos; le explicó el recorrido de las estrellas, las revoluciones del firmamento y la duración del mundo. Le enseñó justicia y retórica, y le previno contra las mujeres libertinas». No en vano, en realidad se sabe poco de su estancia en Macedonia y las obras del filósofo apenas hacen referencia a Alejandro. Como tampoco se advierte su influencia sobre el terreno político: años después, mientras Aristóteles seguía predicando la superioridad de la ciudad-estado, su presunto discípulo establecía las bases de un imperio universal. El más grande conocido hasta entonces.
Alejandro, el Hegemon de toda Grecia
En términos de la leyenda, Aristóteles enseñó a Alejandro a pensar como un griego pero a luchar como un «bárbaro», lo que, al menos al principio, le valió para someter Grecia. Antes de lanzarse a la conquista del Imperio persa, Alejandro volvió sobre los pasos de su padre para atravesar Tesalia, destruir Tebas y obligar a Atenas a reconocer su supremacía haciéndose nombrar Hegemon, título que lo situó como gobernante de toda Grecia.
Posible tumba de Aristóteles en Estagira (Grecia)- Elisabetta Puddu
Por su parte, Aristóteles aprovechó la pequeña fortuna que Filipo le pagó por instruir a su hijo y siguió con sus investigaciones y trabajos. Además de dinero –según relata Diógenes Laercio– el filósofo reclamó al monarca «que restaurase su patria» destruida años antes por los ejércitos macedonios. En el año 340 a. C, Estagira recuperó su forma y comenzaron a regresar sus antiguos habitantes. En el 336 a.C, sin embargo, Alejandro hizo ejecutar a un sobrino de Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien acusaba de traidor. Dado que las ejecuciones macedonias solían extenderse a los familiares, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de Estagira, trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre en compañía de su fiel Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica que durante años compitió con la Academia platónica.
A la muerte de Alejandro, en el 323, se extendió en Atenas un brote de odio contra los macedonios instigado por el orador Demóstenes. A pesar de su reputación como filósofo, el macedonio fue llevado a los tribunales atenienses acusado de impiedad contra los dioses. Temiendo acabar igual que Sócrates, Aristóteles huyó ala vecina isla de Eubea, y allí murió un año más tarde de muerte natural. Sería en esta isla donde los habitantes de Estagira fueron a buscar sus cenizas. Como agradecimiento por salvar la ciudad, sus compatriotas enterraron a Aristóteles en su tierra natal y lo honraron como un héroe, salvador, legislador y refundador de su ciudad.
* Vía: La túnica de Neso
Quién pudiera viajar en el tiempo y escuchar las conversaciones entre Aristóteles y Alejandro :-)
El hallazgo de la supuesta última morada del filósofo despierta grandes ilusiones en el pueblecito griego de Olympiada
FERNANDO VICENTE
Fuente: JACINTO ANTÓN | EL PAÍS
14 de agosto de 2016
El destino o los dioses quisieron que en la carretera de Stavrós a Olympiada, justo en el desvío de entrada al pueblecito junto al que se alzan las ruinas de la vieja Estagira, me encontrara un tejón muerto. El bicho estaba recién atropellado y sopesé si aún podría hacer algo por él. Pero al arrastrarlo por una pata fuera del asfalto me di cuenta de que estaba más allá de toda ayuda, incluso filosófica. Me pareció una casualidad sorprendente y un presagio de buena suerte, no para el tejón, claro. Por la ruta desde Tesalónica, muy poco transitada, iba leyendo a saltos, precisamente, laHistoria de los animales, de Aristóteles, que me parece más amena que laMetafísica, sobre todo si conduces, y había dado con el controvertido pasaje acerca del tejón. Controvertido porque hay quien sostiene que el estagirita (nació en la antigua Estagira y sin duda es su ciudadano más conocido) sabría mucho de animales pero ignoraba el tejón. Cómo puede eso ser así estando Grecia llena de tejones y siendo tan curioso Aristóteles como para fijarse hasta en las sepias es algo que no entiendo –como tantas cosas relacionadas con el sabio-, pero ahí está la discusión. Pues bien, el párrafo que les decía es uno en el que el filósofo y primer naturalista compara las partes pudendas de la hiena (complejas, como es sabido) y el trochus, al que algunos (Joshua Katz, Aristotle’s badger) identifican con el tejón. Aristóteles disiente de Herodoro el Heracleota que por lo visto –yo no lo he leído- sostenía que ambos animales disponían de dos juegos de órganos sexuales y que el dicho trochus se podía fecundar a sí mismo, lo que parece un difícil ejercicio de contorsionismo incluso en un tejón atropellado. Fiado en su empirismo (¡) y con la autoridad que le daba ser Aristóteles, nuestro hombre aclaró para la posteridad que el trochus/ tejón (?) solo tiene un pudendum por individiuo, añadiendo a continuación una frase digna de Monty Python: “Pero suficiente ha sido dicho ya de esto”.
Así que volvamos a la carretera, y conduzcamos hasta Olympiada (650 habitantes, el nombre del lugar se atribuye a una supuesta estancia de la madre de Alejandro) en esta jornada veraniega en busca de la tumba de Aristóteles. Me parecía arduo ir en pleno estío en pos del sepulcro de un filósofo griego de hace 2.400 años que además a mí (y a buena parte de la tradición de pensamiento occidental, como Bertrand Russell) no me cae especialmente simpático, aunque vaya por delante mi respeto por alguien capaz de escribir de lógica, política, matemáticas, cosmología, óptica, música, los sueños, el pene del elefante, la amistad, el amor y hacer crónica deportiva, cartearse con Alejandro Magno, conjeturar la existencia de la Antártida, diseccionar un pulpo y corregir a Herodoto –no quiero imaginar en qué ejercicio empírico- en lo de que los etíopes eyaculan esperma negro. En cambio creía que la tierra es el centro del universo, que los hombres tienen más dientes que las mujeres, que el sol hace los ojos azules, que existen las mantícoras (quimeras con cabeza humana) y que la perdiz es lujuriosa, mientras que la corneja está inclinada naturalmente a la castidad.
En fin, yo no sabré juzgar las complejidades de las relaciones entre Platón y Aristóteles (buenas o malas según quién opine) o valorar en toda su magnitud la aportación de ese “imperioso organizador de la realidad y de la ciencia”, como lo saluda Werner Jaeger en su clásica biografía (Aristóteles, FCE, 2013), y sin embargo les aseguro que el hombre supo nacer (y quizá ser enterrado) en un buen sitio.
Ubicada en la costa norte de la Calcídica, esa península con ubres en el este de Macedonia, la vieja Estagira (no confundir con la moderna) se alza en un lugar de ensueño, incluida una playa solitaria al pie del yacimiento arqueológico con unas aguas cristalinas en las que me zambullí con el placer –y la indumentaria: no llevas bañador a unas ruinas- de Odiseo arribando a las arenas de los feacios. Ahí me den todas las tumbas, me dije feliz, y que viva la Ética Nicomaquea.
En Estagira nació en 384 antes de Cristo Aristóteles, allí pasó largas temporadas (tenía casa, heredada de su padre) y allí, tras su muerte en Calcis (Eubea) a los 62 años de una enfermedad del estómago (o sobredosis de acónito), fueron trasladadas sus cenizas, según algunas fuentes. En la vieja ciudad, que se despliega en una colina doble en una pequeña península llamada Liotopi (Lugar de los Olivos) que domina el pequeño puerto de pescadores de Olympiada, el veterano arqueólogo Kostas Sismanidis –el Schliemann de Estagira- está convencido de haber hallado la largamente buscada tumba del filósofo. Así lo anunció el pasado mayo, aprovechando el 2.400 aniversario, a la comunidad científica, que, desgraciadamente, no ha quedado muy convencida.
Con el tiempo justo de saludar al busto de Aristóteles que se alza en la plaza del pueblo, tomar habitación en uno de los dos únicos hoteles, el Germany, y lavarme las manos (el tejón sangraba mucho), salí disparado a pie para las ruinas, a apenas 500 metros, lleno de renovado entusiasmo periodístico y haciendo oídos sordos a los cantos de sirena de la taberna del capitán Manolis. Al cabo de dos horas, vagaba perdido por el montañoso yacimiento entre piedras incandescentes y olivos, al borde de la insolación, ensordecido por las cigarras, muerto de sed y sin haber dado con la supuesta tumba. Los restos de la antigua Estagira, un gran parque arqueológico con entrada libre, sin vigilancia, pobremente señalizado y en el que solo ocasionalmente te cruzas con algún otro visitante igualmente despistado, son muy extensos e incluyen numerosas ruinas datadas desde la fundación de la ciudad en el 655 a. C. hasta época bizantina. Destacan la acrópolis, con una vista sensacional del golfo Estrimónico y el mar Tracio –en línea recta podrías acabar en Troya-, las casas helenísticas, las poderosas murallas, el ágora con la arcada clásica (stoa) o los santuarios arcaicos -¡qué hermoso el mar azul contemplado desde el templo de Demeter!-.
Tras muchas vueltas (pertinentemente peripatético) y gracias a la indicación de un viejo pescador que apareció subiendo de la playa como un dios disfrazado, encontré al fin la estructura que Sismanidis cree que es la tumba de Aristóteles. No hay ninguna señal ni cartel que la identifique como tal y apenas un cordel disuasorio. Las ruinas, aunque imponentes, son muy confusas, entre otras cosas porque en medio de lo que sería el monumento funerario hay incrustada una torre bizantina. El arqueólogo griego señala que la poderosa estructura en forma de herradura que puede verse corresponde a un importante edificio de inicios de la era helenística, construido con materiales nobles, y dotado de un suelo de mármol, el espacio para un altar y una entrada pavimentada (todo lo cual es visible). En ese edificio, que se alza en un lugar dominante, con preciosas vistas panorámicas, habrían depositado los estagiritas las cenizas de Aristóteles en un lárnax (pequeña urna al efecto)- y allí rendirían culto público al ilustre conciudadano, al que debían la reconstrucción de su ciudad por Alejandro Magno tras haberla devastado Filipo en la guerra de la Calcídica. En la excavación, iniciada en 1996, de ese supuesto Aristoteleion, han aparecido 50 monedas de la época del joven conquistador del mundo y restos de tejas de la fábrica real.
Aunque la hipótesis de Sismanidis –que tiene mucha lógica- no está confirmada por ninguna inscripción y por tanto no puede darse en absoluto por segura, el lugar transpira grandeza y es imposible escapar a la sugestión de que te encuentras en el último lugar de descanso de uno de los hombres más importantes de la antigüedad. Sobre todo si abres al azar su Poética y lees algunos párrafos entre las polvorientas piedras, para sorpresa de los papamoscas. “Debe preferirse lo posible pero verosímil a lo posible pero no convincente”.
Aristóteles, al que se ha retratado como flaco, zanquilargo, ceceante, de ojos pequeños y algo presumido (Diógenes Laercio), marchó de su ciudad a Atenas para estudiar con Platón en la célebre Academia. Luego asesoró al formidable eunuco amante de la filosofía (incluso mientras lo crucificaban los persas) Hermias, el tirano de Atarneo, que le dio a su hija (adoptiva) Pitias por mujer. En el 343 a. C. Filipo II de Macedonia –en cuya corte había servido como médico el propio padre de Aristóteles-, lo reclamó para educar a su hijo Alejandro: el gran encuentro entre la razón y la pasión. Cuánto influyó el preceptor en el pupilo es discutible. Se atribuye a Aristóteles haberle regalado al príncipe macedonio un ejemplar anotado de la Ilíadaque Alejandro –que hizo de Aquiles su modelo- siempre conservó. Un regalo peligroso para un chico vehemente. El conquistador habría ido enviando especímenes de fauna y flora a su maestro durante su campaña en Asia, lo que indica un cariño. Parece haber habido sin embargo un desafecto o al menos un desacuerdo entre ambos. Aristóteles no vería con buenos ojos, como tantos griegos, las revolucionarias ideas de mestizaje cultural y político de Alejandro. Y una tradición quiere que el filósofo estuviera involucrado en las conspiraciones contra el rey e incluso su muerte. Habladurías, seguramente; aunque es cierto que Alejandro hizo matar al sobrino de Aristóteles, Calístenes, un bocazas, confinándolo en una jaula y luego echándoselo a un león.
En todo caso, tras la desaparición de Alejandro, el filósofo se marchó de Atenas, donde había fundado su propia escuela, el Liceo, y era mal visto como promacedónico (Aristóteles no iba a dejarles a los atenienses que, tras lo de Sócrates, cometieran “un segundo pecado contra la filosofía”). Refugiado en Calcis murió no sin antes haber redactado un conmovedor testamento que empieza con las famosas palabras: “Todo irá bien, más para el caso de que suceda algo”. En el documento recuerda constantemente su patria, Estagira, en la que encarga consagrar sendas estatuas de Zeus y Atenea la Sabia, y pide que, “vayan donde vayan”, no se separen sus restos de los de su mujer Pitia, muerta muchos años antes (Aristóteles se volvió a casar, con Herpilis, de Estagira, de la que tuvo a su hijo Nicómaco). Así que es posible que en su tumba estén las cenizas de ambos. Quién sabe.
Las tumbas griegas tienen una larga tradición de controversia. Se discute la identidad del principal enterrado en la espectacular y vecina –a media hora de coche de Olympìada- de Anfípolis, en el túmulo de Kasta: el año pasado la arqueóloga Katerina Peristeri lanzó sin evidencias claras la noticia de que era la de Hefestión, compañero y amante de Alejandro (la tumba se ha atribuido también a Roxana, la esposa de Alejandro, a su madre Olimpia y al propio Alejandro). Es objeto de debate incluso el que sea realmente Filipo II el ocupante de la tumba 2 de Vergina –tampoco muy lejos-, que descubrió y le adjudicó en 1977 el gran Manolis Andronicos. La tumba del más famoso griego, Alejandro, sigue sin descubrirse: las fuentes la sitúan sin duda alguna en Alejandría, donde se la continúa buscando, pero hay quienes han sostenido que podría estar en Anfipolis, en Vergina o incluso en el oasis de Siwa.
EL TURISMO Y LOS MISTERIOS DEL ENTERRAMIENTO
“Los griegos somos 11 millones de arqueólogos”, bromea campechano tomando un vino y llamándome “Zakynthos” con camaradería Dimitris Sarris, propietario del hotel Germany y personaje fundamental en la vida cultural de Olympiada, además de buen amigo y defensor de Sismanidis. Sarris, como la mayoría de sus convecinos, considera la tumba de Aristóteles –de cuya identificación no tiene la más mínima duda- una extraordinaria oportunidad para impulsar turísticamente la localidad y la zona- El hallazgo llega tras el anuncio (este mismo año) de que se suspende el despliegue de la discutida mina de Skouries. Pero las cosas, admite, no marchan bien. “Costas está decepcionado, triste, su anuncio no ha provocado la reacción que esperaba, incluso busca fondos para publicar su libro”. Considera Sarris que hay una “conspiración de silencio” para rebajar la importancia del descubrimiento. “Grecia es una vaca”, dice inclinándose sobre la mesa, “muge en el norte pero las ubres están en el sur: el dinero está en Atenas”. Aristóteles, recalca entusiasmado como un Zorba macedonio, es un gran activo para un turismo de calidad. Tener su tumba incrementa la atracción de Olympiada. Le apunto, acabando mi cena que es mucho más que los higos de Diógenes, que de momento no parece que estén sacando mucha tajada: en el yacimiento no hay mención ni indicaciones de la tumba. Mueve la cabeza. “No hay proyecto al respecto aún. Tenemos la idea de hacer un Aristotle Park, y este año abrimos una Ruta Aristóteles, de unos 90 kilómetros. Habrá que adquirir una entrada para entrar en el yacimiento. Hacen falta guías, limpiar la zona”. Sarris cree que además todavía hay mucho que investigar en la tumba. Y una cripta escondida. Acerca la cabeza, mira alrededor y baja la voz. “Hay un bonito secreto ahí”. Está convencido, como mucha gente en Olympiada, de que el sepulcro, depósito de maravillas, contiene misteriosos mecanismos y arrojará grandes sorpresas. Quién sabe si (puestos a soñar) incluso el segundo tomo de la Poética sobre la comedia. San Kyriaki, patrón de la localidad, y san Umberto Eco, lo quieran. |
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