Una vez que los arqueólogos subacuáticos han podido ver las fotografías del pecio de «La Mercedes» entregadas por Odyssey a España por mandato judicial, ABC ha pedido la opinión de expertos a la vista de estos nuevos materiales. Y se temen lo peor. La remoción de un yacimiento sin los protocolos arqueológicos puede destruir el conocimiento que aporta el pecio como documento histórico.
Vía:
Jesús García Calero | ABC.es, 26 d septiembre d 2008
Según Javier Noriega, de la empresa malagueña Nerea Arqueología, «el material arqueológico que aflora en la documentación gráfica que muestra Odyssey es la típica evidencia en superficie de un yacimiento arqueológico submarino. Por la existencia de artillería nos indica que se trataba de un buque artillado militar».
Pero a partir de ahí, todo se enturbia. ¿Qué ha sido de todo el material que tiene que haber salido durante la extracción, necesario para la correcta identificación? «Sin una excavación científica no se catalogan, documentan e inventarían la estructura del maderamen, la artillería y un sinfín de objetos que pertenecían a ese microcosmos, esa máquina tan compleja que es la fragata de guerra de la época». Por tanto, primera conclusión: sí que debe haber pecio. Y segunda: el yacimiento estará probablemente destruido, con la información histórica perdida, y no existe un precedente arqueológico riguroso a nivel mundial que tenga como objeto la extracción de 600.000 monedas en unas pocas semanas.
¿Dónde está lo que falta?
Lo más importante, para Noriega es «conocer cómo han extraído las 17 toneladas de la carga, puesto que han tenido que remover todo el pecio del fondo marino. En dicha remoción de arena salen cientos de elementos arqueológicos que deben ser documentados meticulosamente en el momento y en el «estrato». Es lo normal de una excavación científica, pero en este asunto nada es normal».
El arqueólogo malagueño incide también, de acuerdo con la tesis defendida por España, que «por supuesto hablamos de un buque de Estado en misión militar. En aquella época, la Institución de la Real Armada Española era una de las primeras potencias navales del orbe. Sus buques enarbolaban pabellón de la Armada y un sinfín de objetos que representaban al Rey y a España en los mares». El Estado lo está demostrando jurídica y documentalmente.
¿Pero dónde está lo que falta?, se pregunta. «Desde trabucos de infantería de marina Española del XVIII, guarniciones y puños de sable de abordaje (como los del «Fougueaux»), pistolas reglamentarias de la Armada (en «La Mercedes» debían ir a bordo el modelo 1802), que por ejemplo en su punzón con la leyenda R.A (de Real Armada), así como una artillería con cañones de más porte que el de 3 libras -que era artillería ligera de borda-) en la que claramente se establecería nuestras libreas hispanas. Odyssey no lo muestra en las fotos, pero todo eso ha de estar en algún lugar».
«Es fácil establecer la titularidad de la fragata cuando se realiza un estudio detallado de la misma mediante una excavación rigurosa -asevera Noriega-, se verán hasta los escudos de los cañones. ¡Eso es arqueología¡. Esta es la prueba fundamental en el caso, para ponernos en vanguardia de la protección de nuestra historia. Si no fuese así, sería una derrota de la ciencia, de la arqueología y de la historia de España que compartimos». Lo importante es que en el futuro la «arqueología, la legalidad y la aplicación de la ley tutele el patrimonio histórico submarino español, el más importante del mundo».
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Odyssey supo desde el principio que no podía tocar el pecio de «La Mercedes»
La investigadora Victoria Stapells Johnson vivió con gran sorpresa el anuncio de Odyssey Marine Exploration sobre el hallazgo del tesoro del «Black Swan», a pesar de que ella había facilitado la información que los cazatesoros emplearon para el presunto expolio. Stapells había sido contratada por Odyssey para extraer de los archivos españoles cuanta información pudiese sobre el buque «Nuestra señora de las Mercedes», incluyendo datos muy relevantes sobre el hundimiento, extraídos de todos los centros documentales disponibles.
De ese modo debieron de calcular las coordenadas, atendiendo a los documentos presentados por España ante el juez de Tampa, algunos de los cuales ha podido conocer ABC.
Una investigadora sevillana
En su declaración presentada al tribunal norteamericano, Victoria Stapells confiesa ser una investigadora y ciudadana española, residente en Sevilla desde 1976. Experta en la materia para la que Odyssey la requería, afirma que desde hace 30 años estuvo envuelta en proyectos de investigación histórica sobre el periodo colonial español en el Nuevo Mundo. «Muchos de estos encargos -afirma- incluían pecios».
Según Stapells, tuvo clientes diversos, tanto académicos como instituciones culturales, medios de comunicación y empresas comerciales. Ése es precisamente el caso de Odyssey, compañía con la que mantuvo, según afirma, una «confortable relación profesional y de trabajo» hasta mayo de 2007, momento en el que se produjo el presunto expolio.
Fue contratada en 2005 para rescatar los datos de «La Mercedes». Stapells confirma que efectuó una búsqueda extensiva en los más importantes archivos públicos estatales y de la Armada española. En toda esa investigación el dato más relevante que halló es que se trataba, indudablemente, de un buque de Estado, en servicio militar -importante dato- cuando fue hundido el 5 de octubre de 1804. Además, el meticuloso trabajo de la investigadora documentó y trazó para su cliente la importancia histórica que este buque -con énfasis en las vidas que se perdieron en su naufragio- para España, intensificada por el hecho de que la acción de guerra en la que cayó el barco provocaría la declaración de guerra contra Gran Bretaña, una confrontación que acabaría cambiando el dominio de los mares desde entonces.
La investigadora relata en su declaración, según pudo comprobar ABC, que se enteró por la prensa de España de que Odyssey había recuperado una inmensa cantidad de monedas -casi 600.000 en total, según la nueva documentación-, así como un gran número de restos de un pecio al oeste de Gibraltar que la empresa bautizó como «Black Swan».
Stapells añade, además, que basándose en los inacabables reportajes y noticias de la prensa, la radio y la televisión durante las semanas siguientes, se sintió preocupada de que Odyssey ocultaba la identidad del barco por motivos desconocidos. Entonces, decidió informar a su antiguo cliente de que, como autora de la investigación, rechazaba en los términos más contundentes la forma de obrar de los cazatesoros. Como resultado, ella y su equipo de investigadores decidieron terminar su relación con Odyssey Marine Exploration.
Cabe recordar que el trabajo de Stapells fue una de las primeras pistas investigadas por la Guardia Civil tras la noticia del presunto expolio y que el fruto de esa investigación forma parte del sumario penal que se sigue en un juzgado de La Línea de la Concepción.
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Los 130 dueños del tesoro de Odyssey
Vía:
ÁLVARO DE CÓZAR | El País.com, 24 de septiembre de 2008
Miles de descendientes de los propietarios de la carga de oro y plata que se hundió con la fragata La Mercedes podrían reclamar sus derechos sobre este tesoro, hallado por la empresa estadounidense Odyssey Marine Exploration en mayo de 2007.
Documentos depositados en el Archivo de Indias (Sevilla), a los que ha tenido acceso EL PAÍS, prueban que gran parte de la carga (697.621 pesos) del barco pertenecía a unos 130 mercaderes españoles. El resto (253.606 pesos) era dinero de la Corona.
La lista de los 130 propietarios da un vuelco al caso que mantiene enfrentados a Odyssey y al Gobierno español desde hace más de un año porque multiplica el número de posibles reclamantes. Los descendientes directos de aquellos mercaderes se podrían unir así como reclamantes al Estado español, que asegura haber sufrido un expolio de una fragata de guerra española, a Odyssey, que encontró el tesoro; y a Perú, que alega que el oro y la plata salieron de sus minas. El juez Mark Pizzo, que lleva el caso en Tampa (Florida), tendrá que decidir en los próximos meses qué derechos prevalecen.
La fascinante historia de La Mercedes se encuentra en varias fuentes bibliográficas. El capitán de navío de la Armada Española, Cesáreo Fernández Duro (1830-1908), narró el suceso a partir de los diarios de a bordo. El barco sale de El Ferrol en 1802 hacia las Indias con la orden dispuesta por el ministro de Marina, Domingo de Grandallana, de traer los caudales de la Real Hacienda que hubiese en América. El barco está en Lima en marzo de 1804. Los legajos Lima 648, Lima 1440 y Lima 1535, todos ellos en el Archivo de Indias, dan cuenta exacta de la carga que fue registrada en el buque destinada a "Su Majestad el Rey", por entonces Carlos IV. Exactamente 253.606 pesos en distintas monedas de plata y oro y para distintos fines; "mesadas eclesiásticas", "préstamo patriótico", "por donativo para la pasada guerra" y "a disposición del Exmo. Ministro de Hacienda".
La otra parte que se transporta en el barco pertenece a "los particulares", según aparece en los registros de aduana. Son 187 páginas del legajo Lima 648, donde se documenta cómo durante marzo de 1804 los mercaderes depositan su fortuna personal y otros enseres. Todos los documentos, escritos en letra de imprenta, empiezan igual y van firmados por el maestre del barco, Vicente Antonio Amurrieta: "Sírvase V. mandar se forme partida de Registro a D. Juan González para cargar en la fragata de S.M. nombrada Mercedes, de la que soy Maestre, y se halla próxima a regresar al Puerto de Cádiz, con registro de Oro, Plata y Frutos de las especies siguientes". Idéntico registro, con otros nombres, aparece en cada una de las 187 páginas. Algunos de los mercaderes depositan oro y plata en más de una ocasión. Unos meten cantidades de 200 pesos, otros de 7.000. Los caudales pasan a estar en algunos casos bajo la custodia de algunos miembros de la tripulación. Los documentos también incluyen los nombres de los destinatarios que tendrían que recibir el dinero en Cádiz. Así se va configurando la lista hasta alcanzar la cifra de 130 mercaderes y 697.014 pesos, además de otros artículos ("Cueros de leones y lobos marinos, pieles de guanaco, perfumes, docenas de chinchilla..."). La lista elaborada por EL PAÍS a partir de esos documentos ha de considerarse incompleta, pues en ellas no aparecen, por ejemplo, las cantidades que llevaban algunos militares y otros miembros de la tripulación.
La Mercedes parte meses después con algunos de esos mercaderes a bordo. Le acompañan otras fragatas de guerra (La Clara, La Medea y La Fama) y un grupo de cuatro fragatas de comercio (El Castor, La Joaquina, El Astigarraga, La Dos Amigas). Comanda la flota don José de Bustamante y Guerra, un marino con mucha mar. El 5 de octubre de 1804, a las ocho de la mañana y cuando la escuadra está muy cerca de Cádiz, frente al cabo de Santa María, La Clara hace señal de cuatro velas indicando al resto de la flota la aparición de fragatas inglesas en el mismo rumbo.
España está en paz con Inglaterra pero, aun así, la flota del comodoro Graham Moore ataca a los españoles. La Mercedes saltó en pedazos a los pocos minutos de combate y el mar se tragó el oro, la plata y las 249 personas que viajaban en el buque. España declaró la guerra al Reino Unido el 14 de diciembre de 1804 con motivo de este suceso, que se considera la antesala de la batalla de Trafalgar que tuvo lugar el año siguiente.
Dos siglos después, una empresa estadounidense llamada Odyssey Marine Exploration, especializada en la búsqueda de pecios submarinos, anuncia el hallazgo de un tesoro de 500.000 monedas de oro y plata, con un peso de 17 toneladas. Desde el primer momento, España sospechó que se trataba de La Mercedes y Odyssey confirmó recientemente que ésta es la hipótesis más probable, aunque asegura que aún no hay pruebas suficientes para determinar la identidad del barco. Si los descendientes de aquellos mercaderes pueden reclamar o no es algo que tendrán que decidir el juez. Odyssey y España defienden dos posturas opuestas. La empresa considera que los descendientes tienen derecho a reclamar, aunque se reserva una recompensa de entre el 80% y el 90% del valor actual de la carga por haber rescatado el tesoro. España sostiene que La Mercedes era un buque de guerra, patrimonio exclusivo del Estado y, por tanto, expoliado por Odyssey.
Si el juez determina que España tiene razón, que el tesoro pertenece a La Mercedes, y que el Estado es soberano, entonces los descendientes tendrían que reclamar ante los tribunales españoles y sus demandas tendrían que sustentarse en leyes que jamás plantearon la posibilidad de que los herederos hiciesen valer sus derechos sobre algo perdido 200 años antes en el fondo del mar. El abogado que defiende los intereses de España en Estados Unidos declaró el pasado mayo que ese hundimiento "fue un acontecimiento en la historia mundial y en la de España equivalente a lo que sucedió en la batalla de Pearl Harbor", que precipitó la participación activa de Estados Unidos en la II Guerra Mundial.
Todos los ojos se vuelven ahora hacia el juez Pizzo, que tendrá que pronunciarse a finales de este año sobre quién es el dueño de las 500.000 monedas de plata y oro. Si puede, ya que en sus manos tiene un proceso enrevesado, plagado de lagunas legales, que podría prolongarse durante años.
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