La otra Historia de Creta.

Es de suponer que en Creta, según una concepción más o menos generalizada de las costumbres humanas, y en las eras limítrofes del final del Paleolítico, junto con las nuevas formas de Mesolítico y Neolítico, debieron suceder hechos y costumbres muy parecidos al resto de los lugares planetarios.

             

La existencia de Creta, su cultura y civilización particular, viene a ser un caso especial dentro del resto de los desarrollos y civilizaciones de su tiempo y lugares vecinos mediterráneos. Es necesario pensar, ahora, en cuáles fueron las causas que originaron semejante desarrollo. Los hechos y las civilizaciones no aparecen porque sí en la Historia, todo guarda relación con todo. Así es que el Neolítico en Creta debe poseer en sí mismo unas posibilidades, aparte del bagaje de pruebas y yacimientos hallados de esa era en el lugar, incluso aparte de la datación conseguida por las pruebas de cerámica que haga posible pensar en desarrollos posteriores.

             

Las primeras evidencias de la existencia de humanos en la isla, a partir de los 9.000 años a.n.e., se refieren a grupos, según la antigua usanza paleolítica, que habitaban en cavernas y en cuya función los hombres se dedicaban a la caza y la pesca y las mujeres a sus labores de cuidado de las cosas, la recolección y selección de productos naturales y la procreación. El reparto de trabajos  y la aportación de cada cual  -de mujeres y de hombres- a la economía del grupo también sería según la vieja norma y costumbres observadas desde antiguo.

             

El Neolítico se data demasiado tarde en Creta. Las pruebas conseguidas en investigación arqueológica según el patrón habitual de Neolítico, es decir, el uso de las piedras pulidas, la aparición de la cerámica, la construcción de viviendas y la puesta en marcha de la agricultura y la ganadería, son demasiado recientes en comparación con el Neolítico del interior de Grecia, Islas Cícladas o Anatolia. No puede saberse, entonces, por qué un registro tan tardío y tan pobre, por cierto, puede dar lugar a la brillantez y poderío siguiente en la Edad de los Metales. Ha de existir necesariamente una forma de Neolítico atípico u oculto que justifique el desarrollo posterior. La importación y el uso de la obsidiana, por ejemplo, pueden ofrecernos una idea sobre el asunto. En otro sentido, ¿por qué la cerámica  -su fábrica-  aparece tan tarde en la isla? Seguramente, porque debían usar otra clase de recipientes, cuencos de cáscaras o recipientes de calabaza.

             

El Neolítico se cifra en Creta, según la norma habitual prehistórica, cuando en las labores de arqueología aparecen muestras de cereales o restos de animales domesticados y la primera existencia de viviendas al aire libre. Pero es de suponer que, antes de la existencia en la isla de esos productos y costumbres exitosos, existieron alguna clase de labores avanzadas como el manejo de semillas y bulbos de diversas plantas y árboles, la reserva de alimentos de una estación para otra, la puesta en marcha de unas huertas junto a las primeras cabañas y el uso, por supuesto, de la caza y de la pesca y la utilización de los productos derivados.

             

En este neolítico atípico o ficticio habrían sucedido, sin embargo, un normal reparto de trabajos entre las mujeres y los hombres. Estos últimos habrían aportado al grupo o familia los bienes de la caza y de la pesca, así como las industrias sobre los productos derivados, al tiempo que las mujeres proporcionarían  los productos de la huerta, la conservación de alimentos y el cuidado de la progenie. Ahora bien, ¿qué sucede a la llegada de los productos exitosos y la implantación plena del Neolítico? Pues por una parte los hombres se habrían encontrado con una seria problemática en sus labores cinegéticas debido a las simples posibilidades en especies de la isla, pero las mujeres habrían visto muy implementada su labor de cuidado de la huerta y los campos junto con la comercialización de los excedentes de producción de esos nuevos cultivos.

             

Ahora lo que sucede es un ligero bandazo en el devenir histórico, pues esto, la Historia, no seguirá por las costumbres, trabajos y leyes de las que se encargaban los hombres, sino por las costumbres y trabajos que llevaban a cabo las mujeres. Esta clase de trabajos llevados a cabo por las mujeres con los nuevos productos neolíticos les va a proporcionar no sólo la oportunidad de superar a los hombres en su aporte de riqueza al grupo y la familia, sino la preclara oportunidad de creación de unas fortunas personales que van a perdurar en el tiempo a través del mecanismo de la herencia. Es decir, casa, riqueza y aparatos serán heredados por sus hijas de generación en generación. Se va a producir, así, el surgir de una especial clase de “Ricas Mujeres” en torno a la cual se  moverán la multitud de intereses sociales y económicos de los finales del Neolítico.

             

Es necesario pensar, en este caso particular de Creta, en un factor sorprendente que llegaría a intervenir de forma decisiva en las estructuras económicas y sociales de la isla, y en el mismo sentido de justificar el desarrollo sorprendente de la isla al final del Neolítico, que no es otro que un aporte de riqueza llegado desde el exterior.

             

Este aporte de gentes y riqueza que viene del exterior enlazaría de forma admirable con el tipo de estructuras sociales matriarcales-patriarcales ya desarrolladas en la isla desde los inicios del Neolítico y tiempos anteriores.

             

Para descubrir razones y causas de ese aporte sorprendente de riqueza desde el exterior hacia la isla se puede seguir la estela de dos símbolos, los símbolos por antonomasia de la cultura cretense: la cabeza de toro y la doble hacha. ¿Desde dónde, desde qué lugar cercano o lejano llegaron estos símbolos a Creta?

             

Los historiadores están de acuerdo en afirmar que la repoblación más antigua de la isla se hizo en base a grupos de gentes procedentes de Grecia continental y Anatolia. En Grecia continental no existen esa clase de símbolos, pero sí en Anatolia, aunque aquí de forma escasa y dispersa. Sin embargo, un lugar donde esos dos símbolos son algo común en sus manifestaciones culturales y artísticas es en Asia Menor, con la Cultura de Tell Halaf.

             

Unas citas. La primera es de la "Historia Mundial del Arte" de J. Fleming y H. Honour: “Poco después del año 5.000 a. de C., aparecen motivos que casi con seguridad tenían un significado simbólico  -una cabeza de toro, una doble hacha y una cruz de Malta-  en recipientes de delicada cerámica fina hallada en Tell Halaf, en la frontera entre la moderna Turquía y Siria”.

             

Otra cita, esta proveniente del libro: "Mesopotamia: historia política, económica y cultural", de Georges Roux. Aparece en el libro que Tell Halaff es una colina que domina la ribera del río Khabur en la frontera turco-siria y dice: “Los pequeños objetos descubiertos en los niveles halafienses de numerosos yacimientos no por ello son menos interesantes. Pensamos, sobre todo, en los amuletos en forma de cabeza de toro, de doble hacha o de casa cubierta con tejado a dos aguas, así como figurillas de terracota que representan palomas y mujeres”.

             

La Cultura y Civilización de Tell Halaf está datada por radiocarbono desde el año 5.500 a.n.e., pero otras dataciones lo sitúan por encima del año 6.000 a.n.e.

             

Aparte, entonces, de aquellos grupos continentales que desde siempre habría repoblado la isla, sería posible pensar, ahora, alrededor del año 3.500 a.n.e., en la existencia de unas migraciones de pequeños grupos de las últimas gentes de aquella cultura de Tell Halaf en Asia Menor. Migraciones no muy numerosas, y casi más bien de aspecto puntual, que transportarían esos símbolos de un lugar a otro, y, por supuesto, el aporte de riqueza, aparatos y cultura.

             

Esta clase de migraciones de singular aspecto no se trataría sino de pequeños grupos matriarcales-patriarcales, familias o clanes, que efectuarían un solo viaje para su propósito de encontrar otro lugar de mejores posibilidades para sus negocios. La migración de estos pequeños grupos se puede documentar desde muy antiguo en diversos lugares de Asia Menor y el Mediterráneo, y por objetos procedentes de la Historia del Arte. Pinturas y grabados de pequeños barcos y objetos que representan embarcaciones en las que aparece en la popa de los mismos una especie de suntuosa capilla muy recargada de trastos donde viajaría la “rica mujer” dueña de la empresa, y en cubierta un hombre bien ataviado que destaca del resto de los marineros y que sería el consorte para esa reina.

             

Pero todas esas migraciones de pequeños grupos puntuales no se dirigieron hacia cualquier sitio, sino que en un despliegue de información de correos y barcos comerciantes, y la fama de progreso de algunos lugares, dirigieron sus empresas a los lugares precisos donde la civilización se hallaba más avanzada. Ejemplos de lo mismo serían los viajes y migraciones desde las culturas del Indo hacia el oeste, la Baja Mesopotamia, algo que, con el paso del tiempo, daría lugar a la más genuina civilización sumeria. Otro tanto sucedió en Etruria, descendiente inmediato de la famosa cultura Villanoviana, al norte y el oeste de la península italiana, con la llegada y el aporte de riqueza de esos pequeños grupos matriarcales procedentes de los reinos de Sarces y Lidia en Turquía.

             

También es posible pensar en esa clase de migraciones aquí en Creta. Pequeños grupos matriarcales-patriarcales que, procedentes de los lugares de la antigua cultura Halafiana habían decidido emigrar a ese lugar más famoso, y ya particularmente desarrollado de Creta, para sentar allí sus negocios familiares. En esos viajes habrían traído todo lo que tenían, riqueza, dinero, aparatos y símbolos.

             

A continuación expongo una serie de opiniones de gente especializada en lo mismo, para argumentar a favor de esta clase de sociedades matriarcales-patriarcales de antes de la Historia y de la existencia de una clase de gentes, mujeres y hombres, diferentes en su carácter e idiosincrasia a nosotros en la actualidad y que hicieron posible aquellas simpáticas sociedades.

             

Gerda Lerner (1920-2.013), escritora e historiadora austro-americana, nos ofrece en su libro “La creación del Patriarcado” una serie de ideas  -al margen, por supuesto, de las maneras peculiares de su ideología- para ayudarnos a entender todos estos procesos primordiales.

             

Dice Gerda Lerner que: “Creo de veras que sólo puede hablarse de matriarcado cuando las mujeres tienen un poder sobre los hombres y no a su lado, cuando ese poder incluye las esferas públicas y las relaciones con el exterior, y cuando  las mujeres toman decisiones importantes no sólo dentro de su grupo de parentesco, sino también en el de su comunidad”.

             

En su libro expone las ideas de J.J. Bachofen, escritor suizo que vivió entre 1.815  y 1.887 y teórico del matriarcado. Dice: “El esquema básico de Bachofen era evolucionista y darwiniano; describió varias etapas en la evolución de la sociedad que pasaban ininterrumpidamente desde la barbarie al moderno patriarcado”. Dice la señorita Gerda Lerner que la contribución de Bachofen es su afirmación de que fueran las mujeres de la sociedad primitiva quienes desarrollaron la cultura y que hubo un estadio de matriarcado que sacó a la civilización de la barbarie.

             

Marija Gimbutas, escritora, historiadora y arqueóloga lituana (1.921-1.994), realizó una serie de estudios en esta misma relación sobre la existencia en la Vieja Europa, algo que abarcaría dese Ucrania hasta el sur del Mar Egeo, de una clase de sociedades igualitarias en base al desarrollo del matriarcado. Dice Gimbutas que la organización social en la Vieja Europa era “un clan matrístico de principios colectivistas”. También a ella se debe el término “Gilanía” para expresar alguna clase de estado o sociedad regido por las mujeres.

             

El propio descubridor de Cnosos, Arthur Evans, también habla en sus escritos de una posible sociedad matriarcal desarrollada en los tiempos antiguos en Creta en base a las pruebas que iba rescatando en sus labores arqueológicas.

             

Pero, por lo general, todos estos análisis modernos sobre las formas y maneras de posibles sociedades matriarcales en la Prehistoria no ofrecen una merecida consideración por los lectores y el gran público en la actualidad, ni siquiera las propias mujeres consiguen saber de qué va eso, ni siquiera los más agudos especialistas consiguen entenderlo o formar una opinión científica e histórica de lo mismo,  permaneciendo la cosa, en la mayoría de los casos, en territorios ambiguos de opinión y análisis, como si alguien tuviese que conseguir pruebas definitivas para ello -hercúleo trabajo-, algo que viniera a demostrar a ojos vistas la veracidad incuestionable del asunto y cayendo en definitiva, y desapareciendo por ende cualquier nueva hipótesis o acercamiento, en el entramado de intereses e inteligencias  -posibilidad de lo mismo-  de las mujeres y hombres en la actualidad.

             

Estas y puntuales migraciones de pequeños grupos que aportaron riqueza habrían quedado emparentados, como es lo más lógico, con otros grupos que ya existían en Creta y que eran  poseedores de las antiguas esferas de poder y riqueza ya existentes en la isla. Sería a partir de esta mezcla y matrimonio de donde habría surgido la primera construcción, demostrada por labores arqueológicas, de los más antiguos palacios aparecidos en la isla.

             

Lo que sucede después en Creta es, primero, la instauración de una serie de poderes e intereses que serán los que hagan rodar la sociedad y el progreso hacia el futuro, un futuro en el que no se descarta el surgir y la creación de un auténtico y genuino Estado o nación cretense. Y segundo, en esta conflagración de intereses y estructuras sociales, políticas, económicas y culturales se va a producir una especie de dirección determinada hacia uno de esos intereses y estructuras que no es otro que el comercio, en concreto, el comercio marítimo.

             

Este mismo hecho del comercio marítimo ya había sido usado antes que los cretenses por los habitantes, comerciantes y armadores de las Islas Cícladas. Se habla hoy en día, y con base a palabras del historiador Tucídides (460-395 a.n.e.) referidas a Creta de “talasocracia cicládica” como uno de los primeros lugares donde se desarrolló de forma sorprendente el comercio marítimo. Estas formas son después recogidas o conquistadas por los cretenses y desarrolladas hasta un máximo de predominio incuestionable en aquellos lugares del Mediterráneo oriental.

             

El primer progreso manifiesto en la isla, según la norma del Neolítico, se advierte en la zona oriental de la isla, pues sería por allí por donde llegaron, desde las costas anatólicas, los productos exitosos del Neolítico y las gentes que lo trajeran por emigración o por comercio de esos productos. Sin embargo, a continuación, el progreso y la riqueza se advierte en el centro norte, en Cnosos y poblados vecinos, precisamente por su relación directa e inmediata con los lugares y el comercio de las Islas Cícladas.

             

Ahora, pues, lo que sucede en Creta es una confluencia de intereses que se manifiesta en esa forma precisa de comercio marítimo. En efecto, la mayoría de los productos que se suceden en la economía de los Palacios y la función de las poblaciones de la isla, encuentra su manera de expresión y desarrollo a través de esa clase de comercio.

             

El historiador Tucídides dice que Minos había colocado a sus hijos al frente de las colonias establecidas en las Islas Cícladas, y que había limpiado las costas de piratas. Es este historiador quien habla de “talasocracia” para referirse a Creta y su actividad política, económica y comercial en los territorios de su influencia.

             

Creta ocupa un lugar estratégico e inmejorable en el Mediterráneo oriental entre la península del Peloponeso y las Islas Cícladas, las costas de Asia Menor y la desembocadura del Nilo en Egipto. Su hegemonía marítima durante el II Milenio a.n.e., se debería a la clase de gentes que habitaron en la isla y al desarrollo conseguido, así como a esa magnífica posición entre los territorios y pueblos de aquellos lugares.  

             

El tráfico marítimo cumplió su misión. Las materias primas afluyeron a la isla, mientras hacia el exterior salían los productos de la tierra  -vino y aceite- y los artículos de las industrias, fábricas y artesanos cretenses. Muchos de sus objetos han sido hallados en Egipto, Chipre, la costa fenicia (Biblos, Ugarit, Ras-Samra), en Asia Menor y en Grecia e Islas Cícladas, en Sicilia y en Cerdeña. El jade de China, el ámbar de Escandinavia, el estaño de Europa, el marfil africano y los caballos de Asia, fueron importados desde Creta. En los sellos de los comerciantes cretenses figura el camello de Arabia y de Asia Central, el avestruz y el hipopótamo africano.

             

La Era de los Palacios en Creta, ya mencionada en la anterior historia académica, comienza, como bien se ha dicho, en el año aproximado del 2.000 años a.n.e., que es cuando se construyen, sobre otros anteriores, las magníficas edificaciones de la isla y dura hasta el año aproximado del 1.450 a.n.e., con un interregno hacia 1.700 a.n.e., en donde se produce una reconstrucción de esos palacios fortalezas después un período de catástrofes. La primera fase, por seguir la norma de la historia académica, es llamada de los Primeros Palacios y la segunda de los Segundos Palacios.

             

Además de esas famosas construcciones, los palacios, existen distribuidas en la isla un sinnúmero de menores construcciones de aspecto perfectamente autónomo e independiente, una especie de grandes casas o villas, que a su vez dispondrían de una función particular de aspecto social y económico, y que serían las encargadas de resolver los negocios de tierras, cultivo y rebaños a nivel elemental y nuclear en la mayor parte de la isla.

             

Otro aspecto a tener muy en cuenta es que los así considerados palacios cretenses habrían conseguido una unificación de las magníficas construcciones de aspecto social-particular en la antigüedad, es decir, como si el Zigurat –lugar social de administración, organización y producción, donde mandaban sobre todo los hombres- y el Palacio –lugar particular, residencia de los clanes poseedores de la riqueza y las tierras, y donde mandaban preferentemente las mujeres- en Mesopotamia, se aunasen en una sola y magnífica construcción, una especie de castillos-palacios de aspecto medieval en los que se unifica la dimensión social y artesanal de los mismos: talleres, fábricas, almacenes, escuelas, administración, y la dimensión social y clanística por la existencia de una corte y unas dinastías, algo de lo que habla su aspecto exterior, su decoración y la zonas reservadas de esas construcciones.

             

La cuestión más importante que se plantea ahora es la primera figura política que preside esos palacios, ya que existen salas de trono con su correspondiente asamblea alrededor en la mayoría de esas mansiones, pero sobre todo y más representativo en Cnosos. En concreto la cuestión de si en aquellos tronos se sentaron mujeres o fueran hombres quienes lo hicieran.

 

 

 

 

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