Uruk, la primera ciudad

En ésta ciudad de Uruk  -uno de los lugares más emblemáticos de la Historia del Mundo- sería necesario conceder algún margen para la reflexión y análisis que nos permita no sólo sospechar o dudar de los parámetros que desde siempre habrían regido la Prehistoria, sino permitir la aparición de otras fórmulas y otros caminos que promuevan  nuevas teorías y una interpretación más correcta de los materiales que ofrece la Arqueología y la Historia del Arte.

En este sentido la cuestión más importante quedaría resumida alrededor de la clase de sociedades humanas desarrolladas en Mesopotamia al principio de los tiempos  -entendido éste lugar como foco de invención neolítica y uno de los lugares clave para el nacimiento de la Civilización Occidental-  y que esta clase de sociedades podría revestir en su análisis profundo una serie de complejidades y derivaciones no contempladas en la historiografía moderna.

Al igual que en otros lugares del mundo, aquí en el sur de Mesopotamia, debió existir un inicial periodo de puesta en marcha del Neolítico, una fase sorprendente y revolucionaria durante la cual debieron verse alteradas de manera radical las viejas formas paleolíticas y las costumbres que desde cientos de miles de años habían usado y desarrollado la mayoría de los grupos humanos sobre las superficie del planeta. También aquí, en el medio secular de las primeras sociedades sedentarias entorno a las riberas de los ríos Tigris y Éufrates y las costas del Golfo Pérsico, debieron suceder fenómenos de especialización de los trabajos, necesidades y artesanías y una diferenciación de aspecto genérico  -femeninos y masculinos-  de los mismos.

En este proceso de especialización los hombres, cazadores y pescadores, pero también grandes artesanos y constructores, habrían cambiado sus viejas costumbres e instrumentos de caza  -las antiguas azagayas por el arco y las flechas-  mientras las artesanías se habrían dirigido a solventar las necesidades de la vida diaria, el tallado de diversas piedras para conseguir instrumentos con filo, construcción de las primeras chozas, canales para el riego de las huertas, fábrica de recipientes cerámicos para las necesidades de la casa, etc. Pero toda esta especialización entendida como señal de progreso y que su manifestación se advierte más hacia unos finales, es decir, hacia el final del Paleolítico como gran era del uso de la piedra y hacia el final de la gran era y formas sociales de los grupos nómadas.

Las mujeres que ya en los ambientes paleolíticos poseyeran sin duda su propia estrategia en el marco genérico de la especie, también habrían jugado su importante papel en los quehaceres diarios y la consecución de alimento en las eras cercanas al Neolítico y en esos lugares de Mesopotamia sur. Sería en este sentido su paciente observación de la naturaleza y el uso y manipulación de semillas y otros productos del medio natural  -raíces, esquejes-  lo que las habría conducido a una incipiente explotación  en huertas de diversas especies autóctonas, hortalizas, bulbos y otros vegetales y, una vez disponibles los productos exitosos del Neolítico, a la misma puesta en marcha de la agricultura y la ganadería. Así  mismo, podría conjeturarse en el medio femenino sobre una cierta especialización e invención en esos trabajos y los utensilios y fábricas usadas en los mismos. En efecto, desde los primeros aparatos rudimentarios para roturar la tierra o fabricar surcos en las huertas, acaso trozos de madera con la punta endurecida, hasta la invención de la hoz -las muestras más antiguas se llegan hacia los 10.000 12.000 a.n.e.), y otros utensilios, azadas, arados, que primero usarían la piedra y más tarde serían de metal, hasta la invención de fábricas como el hilado y los telares.

Sería precisamente en estos lugares de invención, de avanzada civilización y observación de las cosas, la naturaleza y el universo donde mejor podría apreciarse cómo esa demostración de habilidades, trabajos y producción de utensilios al final de la Era de la Piedra por parte de la mujeres y los hombres, lo que permitirá el planteamiento de unas ciertas cuestiones dentro de la propia función social y económica de la clase de humanos desarrollada en esos lugares.

Habría que suponer que también aquí en Uruk los primeros ambientes sedentarios de cabañas y huertas, campos de labor y accesos a la riqueza del río, comercio y especies fluviales, serían la causa más importante de la aparición de los primeros poblados en torno a calles, plazas y edificios centrales. Poblados que, una vez solventados con éxito los primeros problemas de sociedades comunes sedentarias, habrían supuesto una preclara demostración, saber hacer las cosas y distribución de trabajos entre las mujeres y los hombres que promovieran esa clase de sociedades.

La cosa se podría resumir en la cuestión crucial de si serían reinas o serían reyes las primeras autoridades de carácter singular en las ciudades mesopotámicas y en Uruk, como primera gran ciudad. 

Para la dilucidación de esta cuestión tan sólo habría que cometer una serie de transgresiones a la lectura prehistórica, transgresiones fáciles en la manera de interpretar el material procedente de las excavaciones y utensilios arqueológicos.

Quizás todas esas teorías suscitadas al raíz del descubrimiento de ciertas "listas reales" no se refieran precisamente a eso, a listas de reyes como una única o singular autoridad, sino a la reseña altisonante y manipulada por la acción del artista escritor de una serie de personajes importantes  -todos ellos masculinos-  que tuvieron una relevante función en la vida urbana, social y de los clanes y grandes familias de aquellos tiempos y la propia ciudad Uruk. Quizás esa autoridad única y singular no habría existido nunca en ciudades como Uruk ni en el resto de las ciudades de su categoría en Mesopotamia. Quizás en Uruk no mandaba nadie, sino la clase de gentes reunidas en su entorno, no habría autoridades únicas del tipo de alcaldes, reyes o personajes divinizados, sino la prístina y auténtica autoridad de las gentes y las leyes de quien más pudiese.

Tres cuestiones tan sólo para continuar con esta somera dilucidación de tipo social y genérico para estas originales y auténticas comunidades urbanas en Mesopotamia y alrededores.

En primer lugar algo muy simple, despistar de cualquier rescate arqueológico, sea del tipo del arte mueble o decorativo o del tipo grandioso de edificios u obras públicas cualquier significado o aspecto en relación con ritos o religión, con la existencia de templos o sacerdotes y otorgar a todo ello un significado más normal y arquetípico, más humano en otras palabras y propio de las funciones sociales y económicas y la especialización de esas funciones y trabajos en figuras y puestos, desde el último artesano hasta el jefe de la oficina central del zigurat.

Y bien es cierto que la religión existe, que los primeros dioses e ídolos aparecen y se nombran en lugares como Uruk y las otras ciudades en Mesopotamia en la alborada de su civilización. Pero es un hecho absolutamente innegable el primer carácter femenino de esas deidades y que sería, acaso algo después, cuando aparecieron los primeros dioses, la pura simpleza de los primeros dioses, dioses silábicos, balbucientes que se decantarían hacia un género u otro  -femenino o masculino-  según cómo les irían los negocios a las mujeres y los hombres en el ambiente social y económico de esas épocas. Es de suponer, además, otro hecho importantísimo que antes, en los siglos o milenios anteriores a esos dioses balbuciente, no existieron los dioses, otros dioses anteriores, fuesen de corte femenino o masculino.

Primer carácter femenino de esas deidades porque al mismo tiempo de la aparición insidiosa de esos nombres y esos ídolos sucede otro de los fenómenos prehistóricos clave para la comprensión de las sociedades mesopotámicas tres milenios antes del comienzo de nuestra era. Ese fenómeno no es otro que el misterioso ocultamiento   -no sólo en Mesopotamia sino en otros muchos lugares terráqueos-  de la presencia y autoridad de las ricas señoras que habían dominado durante todo el registro del Neolítico. Es entonces cuando ese sutil y paulatino ocultamiento de esas mujeres en el entorno social y político de las ciudades en Mesopotamia cuando sucede por curiosidad la aparición de los dioses y reglas precisas para su trato como es la religión.

Este simple hecho del paulatino ocultamiento de esas ricas señoras sería una de las más importantes causas para que no aparezca su figura y su nombre de una manera principal en los documentos escritos y las listas reales. Es decir, el desarrollo primigenio de la escritura sucede precisamente poco después de ese ocultamiento y en relación con otros hechos ajenos a lo mismo. Es ahora cuando el artista confeccionador de imágenes en tablillas de barro, artefactos escriturales, etc., comienza a realizar añadidos estrambóticos en las figuras de aspecto femenino y a conceder funciones espirituales a esas figuras, funciones espirituales e idolátricas que, si bien ayudan en su memoria, hacen, por así decirlo, despegar la figura real femenina de los asuntos terrenales y de sus posesiones en la vida de las ciudades y campos de labor.

Todo esto como una serie de asertos quizás algo apresurados o de aspecto peyorativo, pues aquellas ricas señoras seguirían existiendo, sin duda, incluso dentro del terrible ambiente bélico que se avecinaba, y no sólo en los lugares mesopotámicos, sino en el resto del mundo. El filósofo griego Aristóteles dice en sus escritos que todavía en su tiempo dos quintas partes de Grecia, que es casi la mitad del país, estaba en manos de las mujeres, de líneas herenciales matrilineales desde la antigüedad. En la misma Península Ibérica es posible que esas líneas herenciales matrilineales llegasen hasta épocas recientes del año 1.000 después de nuestra era.

Otro segundo hecho crucial en este sentido expuesto es la "formalización del hecho bélico", es decir, la puesta en marcha de la guerra como fórmula y supremo juez para arreglo de las discusiones y diferencias entre las diferentes ciudades en Mesopotamia. Esa formalización del hecho bélico sucede también de una manera gradual, escalonada, incluso cíclica y es uno de los fenómenos más importantes para su análisis en esos lugares y zonas cronológicas del surgir de la civilización.

Es de suponer que hacia el pasado y según las formas de "estado natural" impuesto por la autoridad de las mujeres y los hombres provenientes del Neolítico  -higiene de trato entre los humanos-  no se habría contemplado nunca el hecho de la guerra, la discusión organizada según las acciones de grupos armados con una sentencia o resolución hasta la muerte entre esos grupos. En Eridú y El Obeid y el resto de los antiguos poblados no había murallas, no se necesitaban, sería inútil buscarlas, nadie llegaría por la noche o por el día con armas y cuchillos para matar y robar los almacenes. Pero después sí, los problemas entre las ciudades aumentaron en importancia e intensidad  -Umma y Lagash-  y aparecieron las murallas y la gente con armas no sólo para defender esas ciudades, sino como algo normal en los caminos por labores policiales. Antes, entonces, no había ejércitos, después sí que los había, antes, entonces, no había policía, después sí que la había. Uno de los señores implicados en el asunto entre Umma y Lagash diría que, una vez conseguida su venganza, "el montón de los cadáveres de sus enemigos llegaría al cielo".

Pero el tener y mantener un ejército no es un negocio social y político cualquiera, se trata de gastarse el dinero y la riqueza. Acaso toda la riqueza y el dinero que existe, acaso la mayoría de los beneficios obtenidos en la comercialización de los excedentes. Esto puede ser otra de las causas más importantes del ocultamiento y desaparición de esa clase de ricas mujeres en las ciudades mesopotámicas. La defensa de las ciudades, la construcción de las murallas  -en Uruk eso fue algo mitológico-  se convertiría en uno de los negocios urbanos más importantes. Y, entonces, ¿quién pagaría todo ello? Pues la clase de gentes que tenía la riqueza, esas ricas mujeres y sus familias y clanes procedentes del Neolítico, de su bolsillo, pero sin duda también aquellos que manejaban los trabajos públicos, la gente del zigurat  cuyas arcas debieron resentirse en el intento. Se asiste ahora al nacimiento de una nueva sociedad, algo que llegará hasta nuestros días, la clase de mujeres y de hombres, de estados y naciones procedentes de la manifestación guerrera. Este nuevo modelo de sociedad vendrá a suponer una consagración de las maneras patriarcales en la que los hombres  -entes masculinos-   conseguirán con su fuerza y la herencia de sus hijos, sus cachorros, estamentos de poder casi total y una nueva y sorprendente configuración del estado en reinos e imperios.

Y una tercera cuestión para la dilucidación de esta importante cuestión genérica de las figuras de autoridad en las ciudades mesopotámicas tendría que ser la propia resolución interpretativa de los lugares de las ciudades  -distritos-, es decir, no en todos esos lugares, palacios, edificios de gobierno, oficinas de control, templos, tendrían que estar supeditados a la autoridad y propiedad de los hombres, sino sólo alguna porción de ellos, acaso la mitad, dejando el resto bajo el dominio y propiedad de las mujeres, posesión suya, particular.

En concreto habría que referirse aquí a la existencia de unos edificios considerados como "palacios", edificios y estancias de alrededor donde vivirían importante personas y desde donde administrarían sus negocios.

En la investigación arqueológica, en los estudios y teorías suscitados sobre las ruinas de ciudades como Uruk no parece advertirse de forma nítida las funciones de cada edificio, es decir, su dedicación práctica, para lo que sirvieran cada uno de ellos. Los edificios en una ciudad no se construyen "para nada" o "porque sí", con lo carísimos que resultan siempre, deben poseer una utilidad más o menos patente e importante en el organigrama social, económico y político de la urbe. Todos ellos, cada piedra o pared debe servir para algo. Y más en la antigüedad en su simpleza de función.

Aquí también habría que llevar a cabo un despiste de cualquier significado ritual o religiosos para esos edificios, así, todos o la mayoría de ellos dejarían de ser "templos", es decir cosas que no sirven "para nada" y pasar a representar un valor, una utilidad de función social o económica inmediata.

Pero repito, el ambiente habitacional para todos esos edificios no se encuentra ni mucho menos dilucidado. Es necesario, entonces, en su observación y estudio cometer transgresiones, emitir juicios arriesgados, acaso sorprendentes. Si existen entonces unos "palacios" en la demostración arqueológica de Uruk y de las otras ciudades en Mesopotamia Sur, habría que hacer dueñas de ellos a esa clase de ricas mujeres poseedoras desde antiguo y en líneas matrilineales de tierras y casas, negocios y aparatos y procedente todo ello del ambiente neolítico anterior. Si existen, así mismo, grandes edificios centrales, zigurats, de organización y control de la producción y los trabajos urbanos, de desarrollo del poder y consenso entre los estamentos sociales, habría que conceder su autoridad  a los hombres.

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