La "arqueología espacial" nos ayuda a saber exactamente donde se debe excavar

Sus ojos se han acostumbrado a buscar la aguja en el pajar. Después de años entrenando sus pupilas, Sarah Parcak es capaz de hallar tesoros faraónicos -huellas de templos, tumbas y ciudades enteras- que han permanecido ocultos e inaccesibles a las excavaciones convencionales. Le basta con lanzar un simple vistazo a los pliegues de una imagen captada desde un satélite remoto. No en vano la llaman la Indiana Jones del espacio. «Es una nueva disciplina, la arqueología espacial», explica a PAPEL la directora del departamento de Observación Global de la Universidad de Alabama. «Nuestro trabajo consiste en usar diferentes técnicas para localizar yacimientos arqueológicos a partir del uso de datos y algoritmos».

A sus 37 años, esta egiptóloga catapultada a la fama se ha convertido en la principal eminencia de un campo desconocido hasta ahora cuya denominación empleó por vez primera la NASA hace tan sólo una década. «No soy la pionera. Hay cientos de académicos especializados», esboza Parcak, nieta de un paracaidista curtido en la fotografía aérea durante la II Guerra Mundial. «He pasado los últimos 15 años centrada en esto. He dedicado más de 10.000 horas de mi vida a contemplar y estudiar imágenes por satélite hasta llegar a comprender lo que observaba».

Impermeable a la fatiga, Parcak escudriña las instantáneas de los lugares más recónditos que proporciona la mayor compañía de imágenes por satélites del planeta. «Rastreamos un área hasta determinar lo que oculta su paisaje, topografía o geología. Resaltamos las diferencias añadiendo diferentes colores a la tierra cultivada, las estructuras urbanas, la vegetación, el agua o los lugares arqueológicos. En todo este tiempo hemos hallado tantas pistas e identificado tantos objetos que confirmar todos los descubrimientos sobre el terreno me llevaría los años de vida que no tengo», bromea.

La tecnología ha comenzado a desvelar porciones de tierra vírgenes de miradas. Primero fueron los fogonazos en alta resolución arrojados por el satélite los que trazaron el complejo mapa de Tanis, una ciudad del Antiguo Egipto plantada en el delta del Nilo. El rastro de los muros de adobe, las calles y los grandes edificios residenciales que durante 3.000 años habían sobrevivido bajo las ruinas afloró en el análisis de Parcak. Luego fue el turno de los trazos de un anfiteatro romano localizados en una tierra de cultivo próxima al aeropuerto Fiumicino de la capital italiana. Su último acierto fue en junio, cuando su equipo anunció el hallazgo de una gigantesca plataforma rectangular enterrada en la villa nabatea de Petra, en el sur de Jordania. Las fotografías de drones y las imágenes por satélite -incluidas aquellas con infarrojos, usados para medir la radiación de energía- obraron el descubrimiento.

«Los fotogramas nos ayudan a concentrar nuestro trabajo, a saber exactamente donde se debe excavar. Por eso colaboramos con colegas de otras misiones arqueológicas y les cedemos el uso de las imágenes para que puedan confirmar nuestras pistas. Estamos ahorrando una gran cantidad de dinero y tiempo», celebra la especialista, consciente de que su aventura es una carrera contra el reloj. «Basta mirar lo que está sucediendo en Egipto, con la presión demográfica y el desarrollo urbanístico, o en Siria e Irak con el expolio y la destrucción del patrimonio. Si uno observa un mapa de Egipto de hace 10 años, se da cuenta de que muchos yacimientos han quedado completamente arrasados. Si no los encontramos ahora, desaparecerán para siempre», arguye Parcak, que colabora con las autoridades locales auscultando la tierra de los faraones y levantando acta de los lugares engullidos por el ladrillo y el pillaje. «La gente cree que el expolio comenzó tras la primavera árabe en 2011, pero lo que demuestra el mapa es que el robo de antigüedades arrancó dos años antes, coincidiendo con la crisis económica mundial. Es un fenómeno global cuya dimensiones desconocemos».

Un saqueo que amenaza el vasto tesoro que guardan las arenas del país más poblado del mundo árabe. «Calculo que los arqueólogos han descubierto y excavado menos del 1% de los vestigios del Antiguo Egipto», admite Parcak, volcada estos días en modelar su proyecto más ambicioso.

A principios de 2017 lanzará Global Xplorer, una plataforma financiada con el premio de un millón de dólares que le entregó hace un año el foro TED y que permitirá a cualquier internauta del mundo descubrir a vista de pájaro nuevos lugares arqueológicos o denunciar las marcas de un robo reciente. «Es una herramienta que puede cambiar la arqueología tal y como la conocemos. Hemos decidido comenzar en Perú porque es un país con una arqueología increíble y una muy buena cobertura satelital. El objetivo es democratizar el proceso de descubrimiento de lugares arqueológicos y convertir a los internautas en arqueólogos. Será una base de datos pero también un juego», detalla su artífice.

Y, mientras Parcak canta las bondades de la carrera espacial, el satélite ya campa a sus anchas por las expediciones que, asidas aún a la estampa de tumultuosas cuadrillas de obreros, horadan el terruño egipcio. «Por unos cientos de euros cualquier misión puede contar con estas instantáneas», explica la arqueóloga. «La calidad de los satélites está mejorando muy rápido, lo que nos permitirá en un futuro próximo visualizar mejor los potenciales hallazgos. Será una herramienta extremadamente poderosa. Vamos a ser testigos de los descubrimientos más formidables. Esto acaba de empezar. Justo ahora estamos aprendiendo a usar el satélite para detectar nuevos emplazamientos. Nos queda por hallar lo mejor de la historia de la humanidad. En Egipto, Perú y en cualquier rincón del planeta».

Fuente: Francisco Carrión | El Mundo, 21 de octubre de 2016

 
 
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