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Foto: Los descubrimientos se registraron en diferentes cuevas ubicadas en el transecto de 50 km radiales que abarca las zonas quintanarroenses de Muyil, Tulum y Chumpón. Foto Leyla Ortega. Proyecto GAM.
El cráneo de un hombre muerto hace más de 10 mil años; restos de megafauna y un altar maya prehispánico en un estado de conservación inaudito, se cuentan entre los hallazgos más destacados del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), registrados durante sus primeros seis meses de prospección arqueológica.
Foto: altar maya del periodo Posclásico Temprano (900-1200 d.C.), revestido todavía con estuco.
Tales descubrimientos se realizaron en diferentes cuevas ubicadas en un transecto de 50 km radiales que abarca las zonas de Muyil, Tulum y Chumpón, en Quintana Roo, primera ruta trazada por el GAM dentro de su iniciativa de investigación denominada “Localización de fuentes de agua ancestrales”. Liderados por el doctor Guillermo de Anda Alanís, estos trabajos contaron con los aportes de geólogos, biólogos, arqueólogos y exploradores subacuáticos, en virtud de que varios de los contextos se hallan en cavidades inundadas.
Para el arqueólogo, director del proyecto Gran Acuífero Maya, los hallazgos son relevantes por la información que pueden aportar sobre el cambio climático, los primeros pobladores de América —en particular en la península de Yucatán— y de las manifestaciones materiales de la ritualidad maya. Ello sin considerar los datos que también se obtienen sobre la hidrogeología de esta zona.
El cráneo humano se localizó cubierto por una capa de mineral endurecido, hallándose prácticamente completo y bien preservado por el equipo del GAM. El que se encontrara rodeado por estas concreciones, las cuales requieren de un goteo constante durante cientos de años, refiere que este elemento óseo estuvo expuesto en un ambiente seco antes de que subiera el nivel del agua en la cueva. De comprobarse mediante análisis arqueométricos la antigüedad del cráneo perteneciente a un hombre del periodo Precerámico, la cual podría rebasar los 10 mil años, “estaríamos ante un hallazgo único, en el contexto de la arqueología referente a los primeros pobladores de la zona”, expresó De Anda, también explorador de la National Geographic Society.
Al respecto, el grupo de geólogos encabezado por el especialista Agesandro García Arriola, explica que el hecho de que el mineral, posiblemente aragonito, cubra un resto óseo humano, le confiere a este último, la capacidad de fungir como indicador cronológico del desarrollo de espeleotemas (formaciones de las cavidades), de manera que se puede determinar su época y correlacionar la línea de tiempo que siguió la ocupación de los primeros humanos en la península de Yucatán, con la de algunos eventos geológicos de formación de estos sistemas.
El biólogo Arturo Bayona, responsable de los estudios medioambientales del proyecto GAM, advirtió que los análisis de muestras de agua del sitio donde se encuentra el cráneo, indican la posible alteración de las condiciones de preservación del material arqueológico sumergido, debido a los altos niveles de nitratos, fosfato, un pH ácido y detección de bacterias coliformes. La ubicación de un altar maya del periodo Posclásico Temprano (900-1200 d.C.), revestido todavía con estuco, fue otro de los resultados de las prospecciones hechas dentro de la investigación auspiciada también por el Banco de Desarrollo para América Latina, el Aspen Institute México, la Universidad Tecnológica de la Riviera Maya, la National Geographic Society y el Tecnológico Superior de Felipe Carrillo Puerto.
Dicho altar, reportado por el explorador subacuático y miembro del proyecto GAM, Robbert Schmittner, resulta el mejor preservado de los hasta ahora reportados en el área y en sus relieves presenta figuras antropomorfas, zoomorfas y algunas abstractas. Sobresale el nivel de conservación del estuco que lo recubre casi en su totalidad y la ofrenda, que consiste en un gran fragmento de estalagmita (formación calcárea que los mayas vinculaban con la fertilidad) que permanece in situ. En la cueva, de la que se hace un modelo digital con base en trabajos de escaneo y fotogrametría, también se registraron diversas ofrendas cerámicas y modificaciones arquitectónicas, tales como muros y senderos de piedra.
Los reconocimientos en trayectos circulares han resultado exitosos, anotó Guillermo de Anda. Las cavidades localizadas en el transecto antes citado siguieron deparando sorpresas al proyecto GAM, en una de ellas se observó la sección de una mandíbula de un ejemplar de megafauna, es decir, perteneciente a la última Edad de Hielo, con un antigüedad de por lo menos 10 mil años.
Tal fragmento óseo, que al parecer pertenece a un gonfoterio, presentaba al menos cinco piezas dentales todavía articuladas. Se harán más estudios y una digitalización del resto de mandíbula para conocer mejor su morfología y confirmar si pertenece a ese proboscídeo ancestral. Un objeto a destacar dentro de los hallazgos registrados de este periodo, corresponde a una vasija maya, posiblemente del Posclásico Temprano (900-1200 d.C.), hallada completa a 500 metros de la entrada de una gran cueva inundada y a 10 metros de profundidad.
Guillermo de Anda concluyó que “hasta el momento no se sabe de accesos cercanos a esta pieza cerámica, lo cual nos lleva a pensar que fue depositada cuando el nivel del agua era más bajo, durante alguna etapa de extremo estrés climático, ocasionado por una de las fuertes sequías documentadas por los paleoclimatólogos. Depósitos similares han sido registrados en otras zonas de la península de Yucatán, pero nunca a una distancia tan grande con respecto a la entrada”.
Fuente: Instituto Nacional de Antropología e Historia. INAH, 2 de diciembre de 2016
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