"Fenicios los hombres de la púrpura" por Mario Agudo y Andy García. Reportaje publicado en el blog de arqueología mediterraneoantiguo.com

Reportaje - fenicios: los hombres de la púrpura

La irrupción de los Pueblos del Mar, en el siglo XII a.C., provocó el declive de los grandes imperios del Oriente Próximo. Este acontecimiento favorece el auge de ciudades costeras como Tiro y Sidón, cuyos habitantes fijan sus objetivos comerciales y económicos en la cuenca Occidental del Mediterráneo, desplazándose hasta allí para fundar colonias y factorías que constituyen los ejes principales de explotación del territorio y vertebran a su vez la transformación de los pueblos indígenas, inducida por la superioridad técnica y cultural de los colonizadores. Los griegos denominaron a estas gentes phoínices, "hombres de la púrpura", debido a sus característicos tejidos teñidos con este color (phoinix), cuyo origen mítico apunta a que fue descubierto por Melkart para tratar de seducir a la ninfa Tiro. Sin embargo, los fenicios no se reconocían como una nación con identidad propia y solían denominarse según su ciudad de procedencia: tirios, sidonios o giblitas.

Fénicios en la península
Los fenicios vinieron a la península en busca de materias primas, fundamentalmente la plata y el hierro de Tartessos y estaño, material muy escaso en todo el Mediterráneo, según apunta José María Blázquez. En torno al siglo IX a.C. comenzaron los primeros contactos, de naturaleza exploratoria, fructificando en el siglo VIII a.C. con la creación de algunas colonias, la primera de todas Gadir. Según Veleyo Patérculo, fue fundada en el 1.100 a.C., pero esta datación no ha podido ser ratificada con ningún hallazgo arqueológico.
Progresivamente fueron desarrollándose asentamientos fenicios que tienen su ubicación como denominador común. Se establecen en desembocaduras de ríos (Toscanos o Chorreras, Málaga), en penínsulas (Sexi, en Almuñécar) o en islas (como la misma Cádiz). Los fenicios trajeron consigo, entre otros, el torno del alfarero, la metalurgia del hierro, el aceite, el vino, la gallina, los garbanzos, el asno y, especialmente, el alfabeto, que irrumpió de su mano en el panorama cultural tartessio e ibero. A parte de todo ello, su influjo se dejó notar de forma fundamental en la religión. Los dioses, mitos y rituales fenicios se expandieron de manera intensiva en toda la fachada costera del sur peninsular.

Religión urbana
A pesar de las referencias a la religión fenicia en las fuentes griegas y romanas, no conservamos ninguna versión directa de sus textos originales sobre mitología y liturgia, ni siquiera a través de los extractos de Eusebio de Cesarea de la historia fenicia de Filón de Biblos, redactada a la vista de documentos fenicios muy antiguos. Además de la ausencia de información, la que nos ha llegado no se ha librado de interferencias y contaminaciones de sus transmisores, lo que ha hecho que se equipare, en muchos casos, al mundo heleno. Así las cosas, los únicos registros contemporáneos que nos han llegado han sido breves textos epigráficos, a partir de los cuales es muy aventurado elaborar cualquier tratado sobre su religión.

Pese a todo, sí que tenemos algunas certezas. La primera y más importante es que la religiosidad impregnaba absolutamente todos los aspectos de la vida cotidiana de un componente sobrenatural, hasta el punto de que incluso existían conceptos divinizados, a la usanza griega, tales como la pobreza o a la vejez. La segunda es que, a pesar de que existía un dios común, padre de todos los dioses, cuyo nombre era El, todas las ciudades tenían su propio conjunto de divinidades, al que llamaban asamblea de los santos dioses o familia de los hijos divinos. En general, se trata de divinidades protectoras. Además de los dioses de cada ciudad, existían divinidades de las montañas, de los bosques, de accidentes geográficos o de actividades concretas. En tercer lugar, que las divinidades fenicias tenían un fuerte sincretismo con las mesopotámicas y, especialemente, con las egipcias.
En Tiro disponemos de una relación de dioses datada en el 675 a.C. gracias a un documento que ha llegado hasta nuestros días con el acuerdo entre el rey Baal y el monarca asirio Asarhadon. En ella se cita a Anat, Astarté, Baal-Shanem, Baal Malage, Baitylos, Baal Safon, Eshmun y Melkart. De todos ellos, fueron Astarté y Melkart los que tuvieron un mayor peso, el rey Hiram les consagró sendos templos en el siglo X a.C. Astarté encabezaba el panteón de Sidón, donde reyes como Eshmunazar o Tabnit se consideraban sus sacerdotes antes que monarcas. Junto a ella se veneraba a Eshmun, dios salutífero asociado a Asclepio. En Berito (Beirut), se rendía culto a una versión local de Baal, parecida a Poseidón, pues sembraba tempestades y terremotos con su tridente. En Biblos existieron dos templos principales, uno probablemente consagrado a Reshef, pero cuyo nombre no ha sido conservado en ninguna inscripción, y otro a Balaat, la señora de Biblos, que ocupaba un lugar preeminente entre los ciudadanos. Su iconografía era similar a la Hathor egipcia y fue asociada con Afrodita. Su pareja era El, caracterizado como el Ra egipcio. Como divinidad local de Biblos también se rindió culto a Baal Addir, el dios juvenil, el señor potente, que encarna la belleza masculina. Su nombre viene de la palabra fenicia Adon (señor), de ahí el Adonis griego.

Otros dioses fenicios menores fueron Yam, dios del mar y Khotar el dios de la técnica y de la artesanía, entre ambos debía existir un equilibrio para que a la hora de navegar todo llegase a buen puerto. Anat, ya mencionada, que era la hija de Baal y hermana de Aleyin, era una hermosa diosa del amor, los sacrificios y de la guerra. Aleyin era el dios de la lluvia y su enemigo era el dios del calor Muth, una vez más, entre ambos debía haber un equilibrio para que las cosechas fueran prósperas.

El panteón fenicio en Iberia
No era intención de los colonizadores imponer su religión, ésta viene dada por el intercambio de objetos y por el fenómeno del sincretismo. Sí era habitual, en cambio, que los pueblos que establecían colonias fuera de su territorio natural, construyesen un templo consagrado a su dios local más importante. Así fue como los tirios erigieron sendos templos a Melkart en Gadir y Lixus. Además, varias islas fueron consagradas a este dios, una cerca de Carthago Nova y otra cerca de Huelva. Melkart tuvo un papel fundamental en la colonización tiria, pues antes de fundar nuevos asentamientos, era consultado su oráculo. Encontramos templos consagrados en su honor en Chipre, Malta y Utica. Resulta una de las divinidades más significativas del sentido urbano de la religión fenicia; su propio nombre significa rey de la ciudad. La mitología le considera fundador de Tiro y, como se ha explicado, inventor de la púrpura. Es el dios que más se identificó con la mitología griega, pues se vinculó desde su inicio con Herakles y ambas personalidades aparecieron siempre fundidas. Su personalidad es la del hijo de un dios supremo del cielo (Zeus o Urano, según las versiones griegas) y de una diosa astral coincidente con Astarté. Es protector en la guerra y en la navegación, señor de la tempestad. Su iconografía original resulta imprecisa, pues santuarios fenicios como el de Cádiz no contenían efigie alguna, aunque se le identifica con la del héroe griego. También es un dios de la fecundidad, que muere y nace cada año, una réplica del Osiris egipcio, cuya resurrección daba lugar a una de las fiestas más importantes de Tiro, instituida por Hiram y vigente hasta la dominación romana.

La otra gran divinidad fenicia que llegó hasta la península fue Astarté, diosa de las batallas y de la fecundidad, deificada también como señora de los caballos y señora de los muertos. Se trata de una versión más de la diosa Madre. Quizás fue su relación con los caballos el aspecto que le granjeó su gran éxito en Iberia, pues es una tierra donde este animal era muy venerado. La Astarté fenicia fue llamada por los romanos Venus Marina o Noctiluca y se le atribuyó el don de la protección de la navegación. Encontramos lugares de culto prácticamente por toda la geografía del sur peninsular: cabo de Higuer (Cantábrico), cabo de Trafalgar, cabo de Gata, cabo de Baria, la cueva del Tesoro (El Rincón de la Victoria), Punta de la Nao (Cádiz) o la isla de Sebastián. También tenemos documentada la existencia de una gruta consagrada a Astarté en El Carambolo y otro santuario en Port Vendrés, en el cabo oriental de los Pirineos. Estrabón nos habla de un santuario a Astarté en Fósforo (San Lúcar de Barrameda, Cádiz).
Sobre Noctiluca, el poeta latino Rufo Fiesto Avieno dice en su Ora Marítima: “... y el río Malaca, junto con la ciudad del mismo nombre, que en el siglo pasado se llamó Menace. Allá, bajo dominio de los tartesios, hay una isla frente a la ciudad, consagrada desde antiguo por sus habitantes a Noctiluca. En esta isla hay asimismo una laguna y un puerto seguro. La ciudadela de Menace se halla por encima. Hacia donde esta región se aparta de las olas, se yergue el monte Siluro con su alta cumbre. A continuación sobresale una peña enorme  que se adentra en la profundidad de la mar. Una pineda, en otros tiempos frondosa, le dio nombre en griego; y el litoral se abaja hasta el santuario de Venus y el cabo de Venus. Asimismo en esta costa se alzaron antaño numerosas ciudades y abundantes grupos de fenicios controlaron antes estos lugares”.

Baal Hammón fue otro dios muy querido del panteón fenicio. Tuvo varios cabos consagrados a él, como el de Palos, en Murcia, del que nos da noticia Plinio o el de San Vicente, en Portugal. Estrabón nos describe cuál era el ritual que se oficiaba allí en su honor. No había templos ni altares, era un lugar sagrado al aire libre, muy del gusto fenicio. El ritual consistía en cambiar de lugar unas piedras, ofrecer una libación y volverlas a colocar exactamente en el mismo orden en el que estaban. No se podían ofrecer sacrificios ni pernoctar en el lugar.
Reshef fue otro dios fenicio del que han aparecido varios bronces en la península Ibérica: Huelva, Cádiz y Sevilla. Según algunos autores, son piezas aisladas y, por tanto, debieron ser importadas. Se trata de un dios guerrero, muy asimilable por los pueblos indígenas, que se pasaban todo el tiempo guerreando.
El Breviario de Évora, obra medieval que relata la muerte de las santas Justa y Rufina en Híspalis en el año 287 d.C., al comienzo del reinado de Diocleciano, describe el culto a Adonis en la ciudad hispana, introducido por los fenicios. Era un ritual para mujeres, en el que se ofrecían frutas, se colocaban jardines de plantas efímeras en los tejados y se lloraba y danzaba por la muerte del joven dios. Las Adonías de Biblos fueron también descritas por Luciano de Samosata, también se celebraron en Atenas y Alejandría. Lo esencial del mito consiste en expresar la muerte y resurrección de la vegetación. Estos festivales se prolongaron hasta el final de la Antigüedad, incluso se apunta que en Belén se le tributó culto en una gruta que, según la leyenda, fue donde luego nació Jesús.

A parte del ya mencionado templo de Melkart en Gadir, se han encontrado santuarios fenicios importantes en Cástulo, centro minero clave del Alto Guadalquivir, fechado entre los siglos VII y VI a.C.; El Acebuchal (Carmona), Torreparedones (Córdoba), Ilici y El Carambolo.

Magia y adivinación
Otro aspecto importante es que los fenicios no sólo trajeron sus propios cultos, sino que dieron a conocer en Iberia divinidades egipcias, es el caso de Bes, dios menor, con aspecto horripilante, pues es pequeño, patizambo y cabezón. Su aspecto arisco no le impide ser protector del hogar y, especialmente de la mujer, pues la ampara durante la concepción, el embarazo, el alumbramiento y el postparto. Su imagen estaba muy relacionada con las diosas Hathor e Isis y su imagen se difundió en gran número de amuletos. Los fenicios lo introdujeron, especialmente, en Ibiza. También, en forma de amuleto, se difundió la figura de Ptah. En todos los yacimientos fenicios, y especialmente en las tumbas, aparecen un gran número de amuletos de tamaños y materiales diversos, que constituían parte indispensable del ajuar personal. Los fenicios, al igual que los egipcios, eran muy dados a la magia, la adivinación y la superstición.

Por último, José María Blázquez apunta a que el influjo fenicio permitió la llegada a Iberia del mito de Gilgamesh, que podemos ver representado en el monumento funerario de Pozo Moro (Albacete). Allí se ve a un varón con un árbol en el que hay posadas unas aves, a hombros, auxiliado por dos ayudantes que sostienen los ramajes con horcas, rodeado de monstruos. La iconografía coincide totalmente con el mito. Gilgamesh, en su lucha contra el léon, es representado también en el cincurón de La Aliseda. También nos trajeron la representación del árbol de la vida, tan popularizado en Oriente. Aparece representado en placas de cinturón (Niebla, Huelva), en las hebillas de Carmona o Sanchorreja, en Osuna o en Cástulo.
Aunque la importancia de las necrópolis indica la existencia de unas claras concepciones de pervivencia después de la muerte, no puede asegurarse que los fenicios hubieran alcanzado un concepto de separación entre una parte material y otra espiritual en el ser humano; parece que el enterramiento se considera la última morada del difunto, dónde éste se mantiene en una especie de sueño definitivo, vinculado siempre a sus restos materiales sin poder evadirse aun más allá, aunque el contacto con las religiones orientales y sus propios rituales de resurrección de los dioses, puede hacer pensar que sí tuvieran algún hilo de esperanza en otra vida. Sí que es segura una cierta actividad del difunto en la esfera de lo sobrenatural, ya que se mantiene un culto a los muertos, con renovación periódica de ofrendas y la propia muerte tiene una personalidad divina. Encontramos las necrópolis más importantes en Sexi (Almuñécar), Cortijo de las sombras (Frigiliana, Málaga), Trayamar (Málaga), Casa de la Viña (Torre del Mar) y el Jardín (Málaga).

Autores
Mario Agudo Villanueva
Andy García Montes 

Fotografías
Foto 1 - cabeza masculina de estilo oriental encontrada en la Punta de la Nao (Cádiz). Siglos VI-V a.C. Museo de Cádiz. Autor: Mario Agudo Villanueva.
Foto 2 - Templo de los obeliscos – Obtenida de Wikimmedia Commons
Foto 3 - Imagen de Astarté. Museo de Cádiz. Autor: Mario Agudo Villanueva.
Foto 4 - Sierra de la Unión. El Cabezo Rajado (a la izquierda de la imagen, en segundo término) fue uno de los primeros puntos de explotación minera de los colonizadores fenicios, púnicos y romanos. Autor: Mario Agudo Villanueva.
Foto 5 - Vista general del cabo de Trafalgar. Lugar de culto a Astarté, Venus Marina o Noctiluca. Autor: Mario Agudo Villanueva
Foto 6 - Cabo de Palos. Lugar de culto a Baal Hammón. Autor: Mario Agudo Villanueva
Foto 7 - Sarcófagos antropomorfos fenicios de Cádiz. Museo de Cádiz. Autor: Mario Agudo Villanueva.
Foto 8 - Imagen del dios Bes en el Templo de Dendera, Egipto - Obtenida de Wikimedia Commons.

Bibliografía
"Historia de España Antigua: Protohistoria". VV.AA. Cátedra. Madrid, 1997.
"Los fenicios, señores del mar". Ramón Corzo. Historia 16. Madrid, 1988.
"Protohistoria y colonizaciones". Alicia Rodero Riaza. Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 1991.
"El impacto de la religión semita, fenicios y cartagineses, en la religión ibera". José María Blázquez.  Real Academia de la Historia, 1999.
"Los fenicios, transmisores de la cultura egipcia a Occidente". José María Blázquez. Real Academia de la Historia, 1999.
"Historia de Oriente Medio". José María Blázquez. Cátedra. Madrid, 1992.


Publicado por Mediterraneo Antiguo

Etiquetas: Roma Grecia Fenicios Egipto

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Comentario por enrique pradenas zuñiga el mayo 5, 2013 a las 1:05am

Interesante articulo ,por la precision de algunos conceptos basicos de esta cultura,ciertamente desconocia de muchos de los aspectos de la cultura de los Fenicios este artculo es preciso,vayan mis agradecimientos a Mario Agudo Villanueva y Andy García Montes,las fotos y bibliografia me parecen muy interesantes,Gracias por todo vuestr trabajo t muy especialmente a TERRAE ANTIQVAE,por esta publcacion...................

Comentario por Hispalois el mayo 11, 2013 a las 12:29am

Muy buena entrada. Solo un comentario menor: la frase "no puede asegurarse que los fenicios hubieran alcanzado un concepto de separación entre una parte material y otra espiritual en el ser humano" suena como si el autor considerase que la dualidad cuerpo/alma es una realidad objetiva que los fenicios aun no habían descubierto. Nada más lejos de la realidad: en esta entrevista, el profesor de psicología Paul Bloom explica muy bien que la dualidad cuerpo/alma es una ilusión innata, presente en los humanos desde la más tierna infancia. Lo que es verdaderamente un avance para una civilización es darse cuenta de que es solo eso, una ilusión.

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