Esta muestra consiste en una reproducción a escala original, según los organizadores "única en el mundo", de las cuatro cámaras funerarias y las más de mil réplicas de la exposición especial, que pretende evocar la época dorada de los faraones con medios modernos.
La exposición "Tutankhamon: la tumba y sus tesoros"', que albergará la Casa de Campo de Madrid a partir del 21 de mayo, dará a conocer a los asistentes el tesoro funerario del legendario faraón tal y como fue encontrado por su descubridor Howard Carter en noviembre de 1922.
"Esta exposición está pensada para entretener y educar al mismo tiempo", explicaron los organizadores. Los interesados en asistir a 'Tutankhamon: la tumba y sus tesoros' podrán comprar sus entradas a partir del 22 de abril a través de la página web 'www.entradas.com' o llamando al teléfono 902.22.14.24. Además, la entrada incluirá unos tours guiados, tanto para mayores como para los más pequeños.
Para convertir en realidad esta iniciativa, un equipo internacional de expertos formado por prestigiosos egiptólogos y reconocidos organizadores de exposiciones han trabajado durante más de cinco años en su producción.
La exposición, que cosecha más de 1,3 millones de visitas, ha triunfado ya en ciudades como Zurich, Munich, Barcelona (con 160.000 visitantes), Hamburgo o Budapest.
"Alrededor de cien artesanos egipcios han trabajado minuciosamente durante años para construir todas las piezas del ajuar funerario siguiendo las técnicas tradicionales y utilizando los instrumentos más modernos", señalaron desde la organización.
El equipo creador del proyecto está formado por el conocido arquitecto de exposiciones Rainer Verbizh y por la distinguida directora Britta Wauer. Esta última, galardonada por su trabajo con el 'Premio de la Televisión Alemana' y el 'Premio Grimme', acepta la dirección de la película de la exposición 'Tutankhamon: la tumba y sus tesoros'.
La música que acompaña a la misma está escrita por el famoso compositor alemán Uwe Fahrenkrog-Petersen, que tiene en su haber más de 40 discos de oro y platino. Conocido por su trabajo en el grupo de pop 'Nena', en los últimos años Fahrenkrog-Petersen ha conseguido labrarse un nombre como productor y compositor de bandas sonoras en EE.UU., colaborando con figuras importantes de Hollywood como Steven Spielberg y Hans Zimmer.
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Un 'tutankamón' de mentirijillas
Una exposición de réplicas del ajuar del faraón invita a reflexionar sobre la copia
"Fue una visión absolutamente increíble". Así recordaba el egiptólogo James Henry Breasted la visita que hizo a la tumba de Tutankamón recién descubierta, guiado por el propio Howard Carter. El descubridor había dispuesto una sábana sobre la puerta de acceso y al correrla y revelar lo que había detrás, el efecto fue tremendo: los invitados retrocedieron involuntariamente unos pasos, tambaleándose. Luego, se les llenaron los ojos de lágrimas. Ese impacto de encontrarse de golpe ante el dorado ajuar completo de un faraón in situ parecía hasta ahora reservado a aquellos pocos privilegiados participantes en 1922 de un acontecimiento fabuloso, "que desde luego no volverá a repetirse nunca", como escribió el mismo Carter. Y sin embargo, hoy vuelve a ser posible vivir algo parecido, o al menos entender lo que pudo ser tamaña experiencia.
Una singular exposición alemana de copias, Tutankamón, la tumba y sus tesoros (producida por la empresa Semmel, especialista en macroconciertos) que actualmente se exhibe en Múnich y podrá verse del 6 de junio al 6 de septiembre en Barcelona (Museo Marítimo), incluye, además de reproducciones de un millar de piezas del ajuar de Tut realizadas concienzudamente por un equipo de artesanos egipcios, la reconstrucción tridimensional y a tamaño natural de tres espacios del sepulcro del faraón niño (antecámara, tesoro y cámara funeraria), con réplicas de todos los objetos que estaban allí acumulados, tal y como fueron hallados.
La exhibición es una buena excusa para reflexionar sobre la cuestión de las reproducciones y su uso cultural. ¿Tiene sentido emplearlas?, ¿es lícito?, ¿qué tipo de vivencia estética -si es que hay alguna- se puede tener ante ellas?, y ya puestos, ¿tiene maldición la copia de la tumba de Tutankamón? "No creo que fuera posible copiar las maldiciones egipcias, ni aunque existieran", ríe Wilfried Seipel, ex director del Museo de Historia de Arte de Viena, arqueólogo y egiptólogo y asesor científico de la exposición.
"Este tipo de exposiciones deben ser complementarias de las convencionales de los museos y no tratar de competir con ellas, ni sustituirlas", considera. "Debe presentarse muy claramente el hecho de que se trata de copias y es mejor no mezclar originales y reproducciones, para no confundir". Serán copias, recalca Seipel, pero sirven de "catalizador" para que la gente se interese por los originales, y eso es bueno.
El estudioso puntualiza que las copias jamás pueden ofrecer la fascinación de los originales, que son irreemplazables. "Es otra aproximación. Aunque reproduzcas muy bien el objeto, la firma, el alma artística del autor desaparece. El aura se pierde en una réplica".
A cambio, la copia del ajuar funerario de Tutankamón ofrece la impresión del conjunto en toda su grandeza, enciende la imaginación y permite comprender la disposición y funcionalidad originales de las piezas, lo que están lejos de conseguir los objetos auténticos aislados. Hay que recordar además, señala Seipel, que buena parte de los tesoros de Tutankamón, entre ellos las piezas más relevantes, ya no viajan desde los años sesenta. Y que su exhibición en el vetusto y destartalado Museo Egipcio de El Cairo deja mucho que desear. Seipel recalca que la exposición de copias "no es en absoluto Disneylandia: la información que la acompaña es rigurosa, obra de egiptólogos". Todo lo cual no ha impedido que el director del recoleto Museo Egipcio de Múnich se haya manifestado en contra de la muestra.
La impresión que producen esas escenografías, cargadas de una evocadora atmósfera de misterio y penumbras, es sin duda cautivadora. El visitante, olvidando la aplastante evidencia de que se encuentra en Múnich y no en el Valle de los Reyes en 1922, se sitúa frente a los dioramas y contempla apabullado las "cosas maravillosas" que se desplegaron ante los ojos de los descubridores. Ahí están -iluminados por viejos quinqués como los dispuestos por Carter- los carros de guerra apilados, los grandes lechos rituales, el trono, las ofrendas, los cofres... En el diorama de la cámara funeraria se puede ver, con el ánimo encogido, el enorme sarcófago de cuarcita y el primer ataúd de oro a medio extraer de él, suspendido en el aire con el sistema de poleas que montó Carter.
Pasado este ámbito mágico, al que preceden una serie de audiovisuales y secciones informativas, el visitante se encuentra con la exposición pormenorizada de los objetos a plena luz. Otra vez el sarcófago y los ataúdes, la capilla, las cajas, pero esta vez todo desplegado y a la vista. Algunas piezas están muy bien copiadas, aunque todas tienen una pátina extraña, de mentira (el oro no refulge o lo hace con el brillo del latón -¡Tutank-latón!-); otras, como las de alabastro, copiadas en resina artificial, resultan malas hasta casi lo grotesco. Entre las buenas reproducciones, los pequeños féretros para las vísceras, el carro montado, la momia renegrida; la máscara de oro: los organizadores aseguran que la copia permaneció tres días retenida en la aduana de El Cairo hasta que quedó claro que no era la original... En la tienda se pueden adquirir postales de las piezas falsas, lo que no deja de ser perturbador.
"El 80% de los tesoros de la tumba de Tutankamón eran de segunda mano", Nicholas Reeves, egiptólogo
Tutankamón, el joven faraón que apareció enterrado literalmente en oro, fue aún más desgraciado de lo que se piensa. No sólo murió -quizá asesinado- sin haber tenido tiempo de disfrutar mucho de la vida y tras ver cómo se desvanecían los sueños del que se cree era su padre, Akenatón, sino que fue sepultado con un ajuar prestado, de segunda mano, vamos. La mayor parte de los tesoros de su tumba, hallada intacta en el Valle de los Reyes en 1922 por Carter y Carnarvon, hasta un 80% de los maravillosos objetos que han fascinado a generación tras generación desde entonces, incluida la célebre máscara de oro que cubría su momia, eran reutilizados, reciclados, habían sido diseñados originalmente para otros difuntos reales, entre ellos Akenatón y su esposa Nefertiti (que habría reinado también como faraón). Esto es al menos lo que sostiene el egiptólogo británico Nicholas Reeves (Rochdale, 1956), uno de los más prestigiosos en su campo y que visita estos días la Feria del Libro de Madrid con su última obra bajo el brazo, el sensacional Akenatón, falso profeta de Egipto (Oberón, división de Anaya).
Reeves es autor de un buen número de las obras sobre el antiguo Egipto más sugerentes de los últimos tiempos, incluidos Todo Tutankamón (Destino) y Los grandes descubrimientos (Crítica), y realiza uno de los trabajos de campo más apasionantes que quepa imaginar: la búsqueda de materiales, e incluso tumbas nuevas, en el Valle de los Reyes. Su retrato de Akenatón, el faraón hereje que impuso el culto único a Atón, como un siniestro y mesiánico tirano ha suscitado controversia. 'Bueno, otra gente tiene otra opinión', acepta con una sonrisa Reeves. 'No digo que Akenatón fuera premeditadamente malvado, pero la política que siguió fue desastrosa para el pueblo egipcio'. Para Reeves, las anteriores interpretaciones de Akenatón como un místico pacífico estaban influidas por la época y por la perspectiva cristiana. 'Las influencias que he recibido yo de mi propia época me llevan a compararlo más bien con Mao, Hitler y Stalin'.
Reeves se ha especializado en una época particularmente peliaguda de la historia faraónica, el periodo amarniano (de El Amarna, el nombre moderno de la nueva capital a la que se trasladó Akenatón). 'Sin más evidencias, es posible que nunca lleguemos a aclarar todos los misterios de esa época. Lo que tenemos es como un puzzle en el que faltan el 90% de las piezas y del que carecemos del dibujo de la tapa'. Reeves busca respuestas en el Valle de los Reyes. 'Desde el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, todo el mundo dice que el lugar está agotado, que no queda nada por descubrir. Pero eso no es cierto'. Reeves está convencido de que hay puntos que no han sido excavados aún, ocultos bajo la inmensa capa (de cuatro metros de profundidad) de escombros de búsquedas anteriores. Y ahí podrían localizarse esclarecedores enterramientos de la época amarniana desconocidos -la momia de Nefertiti sería el gran premio-. Él dice haber hallado indicios, pistas: objetos sueltos con inscripciones significativas, rastros de los artesanos que construyeron los sepulcros...
'El escenario que planteamos es el siguiente: Tutankamón sube al trono tras la muerte de Akenatón y su misterioso sucesor Smenkara -seguramente Nefertiti con otro nombre-, y poco después se trasladan los restos de la familia de la necrópolis de El Amarna, en vías de abandono, al sitio tradicional de enterramiento, el Valle de los Reyes, en Tebas. La muerte repentina de Tutankamón provoca que se replantee todo ese proceso y se aproveche parte del ajuar funerario de esos enterramientos, que debían ser reubicados en el valle, para el joven faraón, cuya tumba y propio material no habían sido aún preparados. El resto lo vuelven a poner en las nuevas tumbas diseñadas para los viejos difuntos'. Esas tumbas serían la 55, la 56 y alguna otra por hallar.
El improvisado proceso explica el lío de identidades en la enigmática tumba número 55, en la que, según Reeves, la momia de un hombre hallada en 1907 es la del propio Akenatón, aunque metido en un sarcófago que inicialmente estaba destinado para una mujer, Kiya, esposa secundaria. Y lo que hay en la tumba 62, la de Tutankamón, es un masivo 'reaprovechamiento' de material de otros. 'Encontramos evidencias de cambios de nombre en los cartuchos de los sarcófagos y en muchos otros objetos. Y también modificaciones de diseño, piezas que no encajan, cosas raras. Por ejemplo, en el ataúd exterior de Tutankamón, el rostro que aparece es muy parecido al de una estatua colosal de Akenatón en Karnak, y en el ataúd medio la decoración de la parte inferior es típica del destinado a una mujer'.
Incluso la portentosa máscara de oro, el elemento más característico del enterramiento de Tutankamón, su rostro para la eternidad, es sospechoso de no haber estado destinado originalmente a su momia, afirma Reeves. 'Miré en su interior y ¡no podía creerlo!, hay una fina línea de soldadura, como si el rostro hubiera sido añadido al tocado, algo muy inusual. Quizá yo sea muy suspicaz, pero esa máscara no es de Tutankamón, puede que represente a Nefertiti o al mismo Akenatón'. Resulta triste morir joven y recibir un entierro de segunda mano. 'Bueno, hay que pensar que para los egipcios la tumba y su contenido son un máquina para transportar al muerto al otro mundo. Es un asunto práctico. En un mundo perfecto uno tendría su propio equipo funerario, pero Tutankamón era joven, murió de manera repentina y el sucesor debía cumplir rápidamente los ritos requeridos para subir él al trono'.
Uno de los libros de Reeves se titula Todo Tutankamón. Pero se ha dicho que la momia del joven faraón no está, digamos, completa; concretamente, que el pene, documentado por Carter al desenvolver el cuerpo, se ha extraviado. 'Nunca lo había oído. Es una buena historia. Me sorprendería que algo se haya perdido, porque Carter reenterró a Tutankamón con una tapa de cristal muy grueso. Pero yo no soy anatomista'. ¿Cree Reeves en la teoría del asesinato? 'Depende del día', ríe. 'Insisto en que soy arqueólogo y para esas cosas estoy en otras manos. Si me dicen que han encontrado una bala en el cráneo de Tutankamón, pues he de creerlo'.
Reeves es un gran especialista en Carter y Carnarvon, e incluso documentó los hallazgos de piezas escondidas en el castillo del lord en Highclere. ¿Cree que explicaron la verdad del hallazgo de la tumba de Tutankamón? 'Sabemos que entraron y la investigaron toda la primera vez, y luego fingieron ir descubriéndola, ir avanzando poco a poco, lo que resultaba más melodramático y por tanto mejor para la exclusiva del hallazgo que firmaron con The Times. Pero eso no significa que hicieran nada malo. Carter fue extremadamente profesional en el estudio de la tumba. Es cierto que debió haber aclarado todo esto'. En cuanto a si distrajeron para ellos objetos del ajuar, Reeves opina: 'Es fácil hacer acusaciones, pero no hay nada probado; la gente inventa mucho; en el escondrijo de Highclere, por ejemplo, pese a lo que se dijo, no había nada de la tumba de Tutankamón'.
Entre las sorpresas que han hallado ya en el Valle de los Reyes, Reeves señala una extraña capilla y restos de un muro que probaría que el lugar estaba dividido en cinco áreas diferentes, cada una bajo la protección de un dios y con puntos de control propios. 'Hay mucho que hacer en el Valle de los Reyes', sintetiza Reeves mientras sus ojos azul lapislázuli brillan con algo que no puede achacarse a la fiebre que arrostra a causa del infame clima inglés. 'Y muchas sorpresas aguardan; puede que no otro Tutankamón, pero ¿quién sabe?'.
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