Como respuesta a una idea de Carmen Leal (iniciar una cadena de poemas con temática histórica, mitológica o arqueológica), aquí van unos versos en los que Odiseo reflexiona sobre su existencia. Siempre inagotable en su simbolismo, Ulises llega en este fragmento de la mano de uno de mis poetas favoritos, Alfred Tennyson:

Me he vuelto un nombre;
pues siempre errando, con el corazón hambriento,
mucho vi y conocí: ciudades de los hombres,
y costumbres y climas, consejos y gobiernos,
y a mí mismo no menos, mas de todos honrado;
delicias de la guerra gusté, con mis iguales,
en los sonoros llanos de Troya, combatida
del viento; formo parte de todo lo que viera;
mas todo lo vivido es un arco, por donde
brilla el mundo no visto, cuyo límite siempre
más y más se disipa, cuando sigo mis rutas.
¡Qué hastío da el pararse, el alcanzar el fin,
aherrumbrarse sin el brillo de lo usado!
Como si vida fuese el respirar. Cien vidas
muy poco me serían y me queda ya poco
de la única mía: mas cada hora salvo
del eterno silencio un algo que me lleva
nuevas cosas; y fuera villanía
sólo por días breves, guardarme, aterorarme,
con mi espíritu ya encanecido, anhelando
irse en pos del saber, lucero que declina,
más allá de los límites del pensamiento humano...

(Traducción de J. Bofill y Ferro).

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