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Carlos Taranilla, autor de «El Santo Grial» - Cedida por el autor
Ni el cáliz de Valencia, ni el de León, es el que los primeros cristianos creyeron que Jesucristo sostuvo entre sus manos en la Última Cena. La reliquia más buscada del cristianismo se halla en paradero desconocido, según el historiador leonés Carlos Taranilla que en su libro «El Santo Grial» (Almuzara, 2018) aporta un dato, a su juicio, clave en este misterio. La copa sagrada «era de madera» y ninguna de las piezas candidatas cumple con esta condición «sine qua non», salvo el vaso de Nanteos, que los científicos datan en el siglo XIV.
A lo largo de casi 300 páginas, que han sido prologadas por Patrick Henriet, director de Estudios en la École Pratique des Hautes Études (París), Taranilla recorre de forma exhaustiva la leyenda y la historia de la reliquia religiosa, desmontando las hipótesis y expectativas que aquí y allá han surgido alrededor de este fabuloso recipiente.
¿Cuándo nació su interés por el Santo Grial? ¿Desde cuándo lleva estudiando el tema?
Siempre me ha encantado la belleza poética de los trovadores que dieron lugar al nacimiento del mito, tanto Chrétien de Troyes como sus continuadores. Ahora bien, en cuanto al Grial como objeto relacionado con el cristianismo, comencé a profundizar en 2014 cuando apareció una publicación leonesa que identificaba al cáliz de doña Urraca que se guarda en el Museo de la Colegiata de San Isidoro de la ciudad con la pieza en la que Jesucristo consagró el vino de la Última Cena. No compartía que habiendo llegado a la capital del reino cristiano más poderoso de la Península en el siglo XI, como sostenían sus autores, no hubiera sido recogido en ninguna crónica ni en ningún documento eclesiástico o civil de la época, tal como estuve confirmando a través de varias investigaciones que quedaron recogidas en un pequeño librito, hoy descatalogado, que llevaba por título «Breve Historia de las reliquias leonesas y sus relicarios» (Didot, 2014), y que, dicho sea de paso, fue luego anotado en las reseñas publicadas tanto por quien había sido el traductor y descubridor de los pergaminos árabes en los que, según los autores de «Los Reyes del Grial» (Reino de Cordelia), se basan sus tesis, como por el profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva, Alejandro García Sanjuán, en su trabajo publicado en noviembre de 2015, en «Revista de libros».
¿Por qué cree que el Santo Grial ha suscitado en la historia (y aún suscita) tanta curiosidad y tantas pasiones?
Para los creyentes no cabe duda que representa la reliquia cumbre. Para los perseguidores de mitos, la pieza más buscada a través de los siglos, considerada mágica por su relación con objetos míticos que proporcionan la abundancia (mitología celta) o la salud y la riqueza, como el elixir de la vida o la piedra filosofal. Para los escépticos no deja de ser un objeto que atrae las multitudes y, con la afluencia de visitantes, prosperan los negocios.
En su libro dice que «algo no encaja en aquellos primeros tiempos paleocristianos» porque «nadie escribió ni media palabra sobre la sagrada copa» y ese es uno de los mayores misterios que envuelve a la reliquia «por antonomasia» del cristianismo. ¿A qué cree que se debe este silencio? ¿Cuál es su teoría?
Es difícil creer que ocurrió así, pero se constata recurriendo a los Evangelios, Hechos de los apóstoles y Epístolas de san Pablo. Inexplicablemente, se hizo el silencio sobre la pieza que había tenido en sus manos Jesucristo durante la Sagrada Cena. Únicamente, a través de la tradición, se atribuye a san Pedro su guarda y custodia. Pero, nada más.
La Última Cena, de Juan de Juanes, que representó el cáliz de Valencia - Wikipedia
Es probable que quedara en poder del judío que cedió el cenáculo para celebrar el banquete pascual, el hombre que Cristo indicó a sus discípulos que se encontrarían (Lc 22:7-10) cuando le preguntaron: «¿Dónde quieres que preparemos para comer la Pascua?» (Mt 26:17). La cuestión sería ¿qué hizo, pues, el «anfitrión misterioso» con el sagrado vaso? ¿Lo guardó como un objeto más de la vajilla que acababa de sacar para el banquete pascual, sin darle mayor importancia que al resto de las piezas, puesto que como judío para él no existió la transubstanciación o consubstanciación de las especies? Es lo único que podemos pensar. Que fuese recogido con el mismo celo religioso con el que se guardaban de un año para otro y se pasaban de padres a hijos los utensilios de la cena, los mejores de la casa, pero sin alcanzar la trascendencia que le han dado los cristianos. Simplemente, se recogió para el siguiente año y otras bocas bebieron de él sin darle mayor trascendencia. Por eso los cristianos no volvieron a mencionarlo, simplemente porque no lo tenían en su poder.
¿Cuál es la primera referencia histórica a este objeto (independiente de las menciones bíblicas)?
Hasta fines del siglo IV no se conocen relatos de peregrinos venidos de Tierra Santa, en los que aparece algún dato sobre el sagrado Cáliz. En el año 383 lo cita el Itineratum del Pseudo Antonino de Piacenza y Egeria. En el «Breviarius A» —una guía de Jerusalén del año 400— aparece descrito en forma de cuenco, modelo estándar en tiempos de Cristo.
Los caballeros del rey Arturo, reunidos en la Mesa Redonda, tienen una visión del Grial - Wikipedia
¿La creación del mito del Santo Grial en la Edad Media, con Chrétien de Troyes, coincide con un auge del culto a las reliquias?
El culto a las reliquias comenzó a extenderse a partir del año 313 con la promulgación del Edicto de Milán, por el que el cristianismo dejó de ser proscrito, y continuó en pleno auge durante toda la Edad Media. El cuento de Troyes coincide con una época de gran fervor religioso, ya que estamos en tiempos de la III Cruzada.
¿Cuántas piezas candidatas a Santo Grial existen? Y de todas ellas, ¿cuál es la tradición más antigua?
Existen alrededor de una docena, si bien los análisis radiocarbónicos las han enviado a casi todas a la Edad Media. En España, la que tiene mayor tradición es el Santo Cáliz de Valencia, que efectivamente corresponde al siglo I.
En el libro es muy crítico con el cáliz de Valencia y aún más si cabe con la teoría del cáliz de doña Urraca. ¿Por qué ninguna de las dos piezas tienen opciones de ser el Santo Grial?
Aparte de que ambas son piezas de ágata y el que los cristianos consideraban como el auténtico de Cristo estaba tallado en madera, no existen pruebas históricas que avalen su relación, no ya con Jesucristo, que eso sería cuestión de fe, sino con el cáliz que los primeros cristianos tuvieron por sagrado. Ambos cuencos son de fabricación romana datables hacia el siglo I, pero entonces se fabricaban muchos en serie con idéntico formato. Que sean de época evangélica no significa que sean el que usó Cristo.
El Santo Cáliz de Valencia - ABC
El cáliz de Valencia solo se sustenta en una tradición que afirma que tras haber sido custodiada por san Pedro, que se la llevó consigo desde Jerusalén a Roma, la copa de Cristo fue enviada por san Lorenzo a la Península ibérica en el siglo III para salvarla de la persecución del emperador Valeriano. Un legionario natural de Huesca la habría llevado junto con una carta autógrafa del santo para certificar su autenticidad. Sin embargo, de todo esto no existe ninguna prueba. Dicho manuscrito nunca ha aparecido. El primer documento histórico en el que se menciona esta pieza, de 1399, hace constar la entrega del cáliz al rey Martín el Humano por parte de los monjes del monasterio de San Juan de la Peña, donde era custodiado. Existen otros documentos anteriores que lo mencionan, pero o bien se han perdido (como el de 1134) o bien citan un cáliz sin indicar que es el de la Última Cena (como el de 1135). U otro de 1322 en el que el rey Jaime II pide la sagrada pieza al sultán mameluco de Egipto, tirando así por tierra toda la historia de que san Lorenzo lo envió a Hispania.
En el caso del cáliz de León, ¿en qué se basa para decir que es una fábula, una pseudoinvestigación desacreditada?
Si el cáliz hubiese sido entregado al rey de León, Fernando I el Magno, como sostiene dicha pseudoinvestigación, es evidente que el hecho habría sido recogido en algún documento eclesiástico o civil. No puede ser que en aquella época en la que la posesión de reliquias otorgaba un gran prestigio, se callase la tenencia de la principal de ellas. Así mismo, según recogen las crónicas, cuando el rey presintió que iba a morir se dirigió a la iglesia de San Isidoro, se despojó del manto y la corona, se vistió de penitente, se cubrió la cabeza de ceniza y permaneció orando los dos días que aún vivió ante los restos sacros del templo. No se menciona para nada que pidiera la comunión en el cáliz que, según dicha pseudoinvestigación, hacía ya diez años que tenía en su poder. Por tanto, lo que parece evidente es que no lo tenía.
¿Qué expertos coinciden con sus argumentos?
Entre los expertos que sostienen estos argumentos, hay que citar al prestigioso hispanista Patrick Henriet, que en el prólogo de mi libro vuelve a hablar de «la reciente falsificación leonesa». Ya en junio de 2015 publicó en la revista científica «L’Histoire» una crítica contra las tesis que relacionan el cáliz de doña Urraca con el Santo Grial, calificándolas como «abracadabrantes» por su falta de erudición y afirmando que «el trabajo de historiador ha quedado ridiculizado», puesto que «no tiene nada de científico (...) son más falsificaciones que errores».
El profesor García Sanjuán, de la Universidad de Huelva, acusó a los autores de «incurrir en una lamentable confusión entre conocimiento histórico y fantasía», y subrayó además la «falta de análisis paleográfico, diplomático o radiocarbónico» de los pergaminos árabes en los que se basan las teorías.
El Cáliz de Doña Urraca - Efe
Carlos Ayala, de la Universidad Autónoma, y Carlos Estepa, del CSIC, también se posicionaron en contra, así como el propio traductor y descubridor de los susodichos pergaminos, el doctor en Filología Árabe Gustavo Turienzo. En una reseña publicada en diciembre de 2015 afirmó que de su contenido no se puede inferir el traslado de la pieza desde el Egipto fatimita a España, como sostienen los autores de «Los Reyes del Grial» (José Miguel Ortega y Margarita Torres). Así mismo, otro arabista, Luis Molina, de la Escuela de Estudios Árabes (CSIC) de Granada, también afirma que la traducción de los mismos se halla tergiversada y contiene «groseros errores» y que en ninguno de los textos se habla ni siquiera «de cáliz alguno».
Por tanto, son bastantes los avales de la comunidad universitaria, mientras las tesis contrarias no han recibido ninguno. Ni siquiera fue publicado su libro por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de León, donde la coautora es profesora, señal evidente de falta de rigor.
En el libro asegura que «el cáliz que según los Evangelios tuvo en sus manos Jesucristo en la Sagrada Cena era una pieza de madera» porque «así lo atestigua la cédula o authentica de su reliquia» que se guarda en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Apostólica Vaticana, pero ¿es ese documento suficiente para realizar dicha afirmación? ¿Qué validez histórica tiene esa cédula de la reliquia del cáliz que se conservaba en la capilla del Sancta Sanctorum de Letrán?
Ese documento tiene la solvencia de haber aparecido en el sancta sanctorum de las reliquias, la capilla de San Lorenzo in Pallatio de Letrán, donde se guardan las más importantes de la cristiandad. Según el fraile suizo Louis-Antoine de Porrentruy, autor del catálogo, en la cédula consta «un frammento di legno in un sacchettino di seta color bruno con talloncino in pergamena» («una astilla de madera en una bolsa de seda de color marrón con un pedazo de pergamino»). Esta cédula, catalogada con el número 27, ha sido datada en el siglo X, como también lo recoge Philippe Lauer en su obra «Le Trésor du Sancta Sanctorum».
Las «authentica» son documentos oficiales que transmiten validez fehaciente a un resto sacro desde el punto de vista cristiano, porque las reliquias son cuestión de fe, y la fe es «creer lo que no vimos», o sea, no está sujeta a la carga de la prueba. Las reliquias no pueden valorarse desde el punto de vista histórico. Para un cristiano, un resto sacro con su «authentica» que la certifica tiene valor probatorio.
¿Qué fue de esa reliquia? ¿Y de la copa? ¿Llegó a ser trasladada a Roma desde Jerusalén en el siglo IX o se perdió por el camino?
Una vez abierta en 1903 el arca cypressina en la que el papa León III (795-816) había reunido las reliquias más importantes del tesoro papal, y catalogadas las mismas en 1906, la mayoría quedaron en el arca de cedro mientras que los relicarios pasaron a los fondos del Museo Sacro y las cédulas o authentiques se incluyeron en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Apostólica Vaticana.
Sobre la copa en cuestión no se sabe nada más que, según el trabajo del profesor Manfred Luchterhandt, de la Universidad alemana de Göttingen, sobre los papas y la Loca Sancta de Jerusalén (2017), el objeto que era venerado por los antiguos cristianos de la Ciudad Santa como el auténtico Cáliz de la Última Cena fue trasladado a Roma entre los años 800-900, es decir, en unas fechas muy anteriores a las que los fatimíes controlaban Jerusalén. Por tanto, nada tendría que ver con el supuesto envío de esta pieza a la Península Ibérica en el siglo XI desde el Egipto fatimita, como sostiene el libro «Los Reyes del Grial».
Desde entonces, de la copa santa no se ha vuelto a tener noticia, solo de su reliquia. Quizá sucesos históricos como el «saco de Roma» de 1527 por las tropas imperiales de Carlos V se la llevaron por delante. O, si sigue existiendo, algo poco probable por el tipo de material en que estaba elaborada, hoy por hoy se halla en paradero desconocido.
Dice que desde la publicación de su libro, los nuevos candidatos a alzarse con la gloria de haber sido el auténtico Santo Grial habrán de cumplir con la condición sine qua non de ser de madera. ¿Hay algún candidato con posibilidades?
El único pretendiente que cumplía dicha condición es el vaso de Nanteos, en Inglaterra, pero la ciencia lo ha enviado al siglo XIV. No existe noticia de ningún otro.
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