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El Joven Dryas
Cómo en los estratos de una colina artificial (un tell) y en los comienzos de un libro que fue recopilado hace 2.600 años, en Babilonia, se relataría la misma historia.
A continuación repito los versículos de la biblia:
Génesis 3-23
Y lo sacó Jehová del huerto del
Edén, para que labrase la tierra de
que fue tomado.
Este fragmento del mito es tan transparente que consideraba innecesario agregar más palabras que las que ya he referido en capítulos anteriores. Solo destacaré la palabra huerto.
Nuevamente podemos encontrar en este relato una coincidencia con nuestros actuales conocimientos; particularmente con la secuencia estratigráfica del gran sitio de la cultura natufiense de Abu Hureyra ya mencionado. Su primera ocupación, a fines del Mesolítico, tuvo un final dramático con el repentino cambio climático conocido como El Joven Dryas, esa breve e intensa era glaciar que duró casi 1.000 años; (el nombre Dryas fue tomado de una planta sub ártica). Los estratos del final de la primera ocupación de Abu Hureyra relatan una historia trágica ya que describen cómo los recursos se van extinguiendo en el paisaje y la lucha por reemplazarlos por medios cada vez más degradados. Los primeros pobladores de Abu Hureyra intentaron adaptarse a las nuevas condiciones, pero el clima cambiante los llevó a la inanición o a abandonar el lugar en la búsqueda de nuevos recursos. Durante el cambio climático hubo un largo silencio en el registro arqueológico. Cuando el clima volvió a caldearse hubo un repoblamiento de Abu Hureyra, pero la economía de sus nuevos habitantes había cambiado dramáticamente al transformarse en labradores como relatan los versículos citados de la biblia.
Esta secuencia esencial donde por primera vez se develan los cambios en la economía de las comunidades Mesolíticas tardías, a las economías Neolíticas tempranas, fue descubierta por el arqueólogo Andrew Moore con la colaboración del paleo botánico Gordon Hillman; durante una urgente excavación porque el sitio iba a ser sumergido por la construcción de una represa (1).
Quizás la maldición del suelo hecha por Yahveh en el primer libro del Génesis bíblico tenga un correlato con la intensa sequía y enfriamiento del clima que provocó ese repentino cambio climático. La sequía tuvo tal intensidad que redujo los niveles del mar Muerto y el río Eufrates dejó de fluir, lo que puede comprobarse con la mencionada secuencia estratigráfica de Abu Hureyra; en los últimos niveles de la primera ocupación del gran tell, desaparecen los restos de pescado y de caracoles. Todos los establecimientos natufienses fueron abandonados en esas fechas; el Levante y otras zonas de Oriente Próximo fueron transformándose en desiertos.
En el Génesis bíblico hay un fragmento enigmático; Adán y Eva vivían desnudos en el Jardín del Edén y podemos inferir en el contexto de un clima cálido. El texto siguiente anticipa la cita anterior de la expulsión de la primera pareja humana del Jardín del Edén:
Génesis 3-21
Y Jehová Dios hizo al hombre y
a su mujer túnicas de pieles, y los
vistió.
Habría un contraste marcado entre la desnudez y vestir prendas de pieles; esto parecería corresponder a una ruptura, a un clima cambiante. Además los autores del mito vuelven con dos nuevos lapsus (el anterior fue utilizar el verbo plantó) al emplear los verbos hizo y vistió, en lugar del verbo creó, más consustanciado con los actos de un Dios; hacer ropas de cuero y vestirse son tareas que encaran los mortales seres humanos para protegerse del frio. Y me pregunto, (como no tengo la máquina del tiempo), si lo que el mito describe como la expulsión del Edén en lugar de una causa, tuvo dos; la primera, esa gran sequía provocada por el Joven Dryas, con su correlato de hambrunas, como relata el mito acadio de “Atrahasis o el muy sabio”(2), que antecedió al posterior diluvio catastrófico de hace 8.000 años. Como reitero, la pequeña era glaciar habría causado una gran aridez y temperaturas más bajas, y hay un hecho importante que destacar: esos profundos cambios fueron repentinos en comparación con las prolongadas transiciones del Pleistoceno al Holoceno, y habrían empujado a algunas comunidades humanas a abandonar el cultivo de huertos arbóreos y volver a prácticas de caza y recolección. De esa abandonada y compleja economía ya se han descubierto restos de cultivos de árboles frutales en el valle del Jordán en torno a esas fechas (3).
¿Qué produjo esa severa réplica de la era glaciar, conocida como el Joven Dryas? Hay diversas teorías, pero en todos los casos se interrumpió la corriente cálida del Golfo, que conducía hacia latitudes septentrionales, la enorme energía calórica almacenada en las superficies tropicales del océano Atlántico. Por otra parte queda la pregunta de qué causa bajó repentinamente los niveles del dióxido de carbono en la atmósfera, y redujo drásticamente el efecto invernadero que condujo a la súbita glaciación.
Al retornar el clima cálido, esos pueblos habían cambiado radicalmente su economía al transformarse en labradores y cultivar unas pocas plantas anuales y luego a domesticar animales en un proceso donde la densidad de la población obligó a nuevas formas de organización. Durante el episodio del Joven Dryas estarían ocultas las causas y las transiciones que llevaron al inicio de la agricultura de cereales.
Una pregunta es qué ocurrió durante esos cientos de años, durante esa prolongada ausencia de datos arqueológicos. Aparece en el registro la punta de flecha cuidadosamente tallada, llamada “punta Harif” que coincide con el aumento de la aridez; este instrumento denota la supervivencia de nómadas del desierto mediante la caza de íbices, gacelas y liebres hasta que las condiciones climáticas empeoraron (4).
La siguiente reflexión me lleva a las laderas de los montes Tauro y Zagros, hogar de herbáceas como el trigo y la cebada; donde también medraban las ovejas y cabras salvajes. Estos pequeños ejemplares de la familia de los bóvidos, son especialistas en alimentarse de hierbajos que no podrían sostener a otros herbívoros, ya que pueden arrancar nutrientes hasta de los restos secos de los pastos. Como los otros bóvidos, en sus estómagos especializados habitan vastas colonias de bacterias que transforman las hierbas masticadas en útiles proteínas que son las que sustentan a estos animales. Además viven en rebaños; y cuando los cazadores intentan acorralarlas como hacían los natufienses con las gacelas al arrearlas por lechos secos de ríos hasta confinarlas en sitios donde procedían a sacrificar solo los machos jóvenes, manteniendo siempre parejas reproductoras, descubren con el tiempo que pueden manejar estos rebaños de cabras y ovejas de una forma como jamás habían logrado con las gacelas. Ambos recursos, los cereales y los pequeños animales están adaptados a condiciones más frías y áridas.
Y la pregunta es, ante la creciente aridez y el aumento de las bajas temperaturas en el Cercano Oriente, ¿dónde se produjo la conexión de los pequeños grupos humanos que luchaban por sobrevivir con esas nuevas formas de sustento ya descritas? ¿En qué escenarios con fuentes de agua accesible que llegaban de los glaciares de montaña, se produjo esa transición? En el breve mito sumerio “De como los cereales fueron introducidos en Sumer” (5), ya comentado, creo haber encontrado la respuesta: en la forma de valles profundos al abrigo de los vientos y caldeados por el sol. En algún momento algunas comunidades humanas encuentran como subsistir con una nueva economía, primero, recolectándolas, y luego cultivando esas plantas anuales con semillas como el trigo, la cebada, las lentejas y los garbanzos; que proceden a almacenar en pozos cuidadosamente preparados y enlucidos, para cuidar los granos de la humedad, de los insectos y los ratones. Y de esta forma tener una reserva de energía para varios meses.
La corriente general de la arqueología plantea que este es el origen de la agricultura; a lo largo de este libro he desarrollado otra hipótesis, considero que esto no es la invención de la agricultura sino una degradación de técnicas ya conocidas en un escenario desesperado. El escenario de una enorme crisis no es el más idóneo para inventar una nueva tecnología; esto me lleva a inferir con lo ocurrido durante el cambio climático, como una nueva prueba que antes había una primitiva agricultura, y se tomaron retazos de esos antiguos conocimientos para sobrevivir al precio que fuera y el precio de sobrevivir en esa nueva economía fue muy alto, pero no hubo otra alternativa que comenzar esas intensas labores ya descritas en el Génesis bíblico; y se produce un cambio en los roles, ya que los hombres toman el lugar de las mujeres en esta incipiente agricultura donde hay que roturar trabajosamente el suelo para poder sembrar, primero con palos de cavar con puntas afiladas y luego con azadas, y las mujeres son confinadas a descascarillar y moler los granos. El costo energético de sustentarse en la agricultura de cereales es muy superior al de las economías previas al Neolítico, y paradójicamente, esas intensas labores tornan irreversibles los cambios. La agricultura de cereales tuvo un parto traumático y ese carácter jamás la abandonó hasta nuestros días.
Cuando el clima comienza a caldearse nuevamente, ya hay establecida una nueva cultura con una economía radicalmente distinta a la que se vieron obligados a abandonar y buscan establecerse en nuevas geografías que permitan aprovechar mejor el clima templado. ¿Porqué razones no vuelven a encarar, ante esas mejoras climáticas, la primitiva agricultura, con árboles frutales, arbustos y plantas perennes? Como reflexiona el biólogo Josef Reichhoolf, un gramo de aceite de oliva es 10 veces más energético que un gramo de cereales silvestres. O el caso de las nueces y otros frutos secos como las algarrobas, las castañas y las avellanas, que también son energéticamente superiores (6). Las razones quizás haya que buscarlas dentro de los intrincados cerebros humanos; los cambios en los roles de los dos sexos ya estaban establecidos y quizás el trágico recuerdo de como esos recursos fueron extinguiéndose por el repentino cambio climático, fue formando en las mentes de los hombres una conclusión, esos cambios fueron producto de los designios inescrutables de los dioses. Otro serio problema fue: ¿qué pasaría si el clima volviera a cambiar? Esta prevención no estaba infundada como lo prueba la nueva remezón de la era glaciar que se produjo tiempo después del Joven Dryas y cuya duración fue más breve. Más adelante se torna imposible toda idea de una agricultura perenne, con las incipientes culturas guerreras que con antorchas podían destruir, en pocos minutos, huertos que habían tardado años en producir frutos. Y además la nueva economía obliga a poblaciones sedentarias con un uso más intensivo del suelo, y lleva inexorablemente a la desigualdad social.
Durante los miles de años que separan a estos aldeanos de las ciudades-estado, la agricultura de cereales fue siempre complementada con otros recursos, como los rebaños de cabras y ovejas a los que se agregan con el tiempo las vacas y los cerdos, y siempre la pesca, la caza menguante y la recolección de plantas y frutos silvestres. Las malformaciones posturales de las mujeres por pasar largas horas agachadas moliendo los cereales, descubiertas por la investigadora Theya Molleson, indican su importancia en la dieta diaria. Y sus datos sobre una mayor mortalidad de los lactantes denotan nuevas enfermedades (7), probablemente provocadas por el aumento de la población, una peor alimentación de las mujeres, y la vecindad con los animales domésticos. Todas consecuencias de la nueva vida en enjambres.
Luego de un breve intervalo se produjo esa nueva era glaciar que duró 400 años y culminó con la peor de todas la inundaciones posteriores a la glaciación del Pleistoceno; a partir de entonces el clima se estabilizó prácticamente hasta nuestros días, salvo pequeñas fluctuaciones como el año sin verano del 500 d. C. (provocado por una erupción volcánica), un período más cálido en la edad media, y otro más frío desde el siglo XVI al XIX. Lo que acabó con la colonia noruega de Groenlandia a fines de la edad media y lo que impidió al capitán James Cook descubrir la Antártida a fines del siglo XVIII.
(1) Andrew Moore, “Una aldea de colonos preneolíticos a orillas del Eufrates”, Investigación y Ciencia, número 37.
(2) Jean Bottéro y Samuel Noah Kramer, “Cuando los dioses hacían de hombres”, Akal, páginas 544-577.
(3) Mordechai E. Kislev; Anat Hartmann; Ofer Bar-Yosef, (2006). "Early Domesticated Fig in the Jordan Valley", Science, 312 (5778): 1372-4.
(4) William Ryan y Walter Pitman, “El diluvio universal”, Debate, página 221.
(5) Jean Bottéro y Samuel Noah Kramer, “Cuando los dioses hacían de hombres”, Akal, página 530.
(6) Josef Reichholf, “La invención de la agricultura”, Crítica, páginas 146-148.
(7) Theya Molleson, “La lección de los huesos de Abu Hureyra”, Investigación y Ciencia, número 217.
Capítulo de: "El Jardín del Edén. Como las Mujeres Crearon la Agricultura"
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