Cádiz y el círculo del Estrecho. La génesis de un espacio cultural común

Monumento a las Columnas de Hércules en Ceuta. Obra del artista ceutí Ginés Serrán Pagán

Las columnas de Herakles

La expansión fenicia por el Mediterráneo, y su llegada a la zona del Estrecho, ha contado, desde el primer momento del proyecto colonizador fenicio, con una importante carga mitológica. Son muy prolíficas las referencias mitológicas que guardan relación con los confines del mundo y el viaje de Melkart. Según autores como Estrabón o Pomponio Mela, la expansión fenicia por el Mediterráneo se inicio con la conquista simbólica de los confines del mundo, que se manifiesta en las Columnas de Melkart. Partiendo de la propia mitología fenicia, Melkart fue el creador del Estrecho de Gibraltar, al separar con su extraordinaria fuerza dos montañas que en su origen estaban unidas. Esta heroica hazaña fue asimilada por los griegos, que, en su mitología, se la atribuyeron a Herakles. A pesar de ello, no todos los autores clásicos daban credibilidad mitológica a la referida proeza, como Estrabón, que a principios de nuestra era afirmaba que el origen del Estrecho no era otro que un antiguo lago, el cual, gracias al agua de la lluvia, llegó a crecer tanto que sus aguas acabaron por nivelarse con las del propio Océano Atlántico. No obstante, la comprensión de este mito hay que buscarlo en su aspecto histórico, ya que la llegada de un dios, ya sea del panteón fenicio o griego, al sur de la península ibérica aparece atestiguado por numerosos autores clásicos, como Diodoro de Sículo, Pomponio Mela o Asklepiades, por citar algunos, además del propio Estrabon.

                                          

Por ello no resulta difícil imaginar al propio Herakles o Melkart separando los peñones de Abyla y Calpe, como relata a continuación Pomponio Mela;


“Hércules mismo separó estas colinas que antes unían una cadena montañosa continua, así el océano hasta entonces parado por la masa de montañas pudo penetrar hasta las orillas que ahora baña...” 

Pero siguiendo la senda de la mitología, sería muy probable que el propio Herakles no arribara solo a las costas del estrecho, sino mas bien encabezando una expedición colonizadora. Según Salustio fueron los persas los acompañantes de Herakles, coincidiendo en sus afirmaciones con Estrabon y Pomponio Mela. Lejos del ámbito mitológico, podemos afirmar que era práctica común entre los colonos fenicios, el levantamiento de hitos terminales, que sirvieran para atestiguar, a través del tiempo, el haber llegado a un lugar determinado. Por ello las famosas columnas de Herakles no serían más que los hitos terminales de una expedición que simbolizaría la llegada de Herakles a occidente. Cosa distinta sería atrevernos a afirmar con rotundidad qué elementos, posiblemente arquitectónicos, se atrevió a erigir el heroico dios.
Si nos guiamos por las afirmaciones de Estrabón, es posible que se tratara de columnas, torres o altares, (10) aunque no contamos con elementos de juicio suficientes para decantarnos por uno de estos elementos en concreto. Acudamos entonces a Avieno y su “Ora Marítima”, donde afirma:
"Yacen dos islas entre las riveras de Europa y el césped líbico, conocidas como Columnas de Hércules…, allí existen dos altares y templos de Hércules…”


De aquí podemos obtener una información más clara y concreta sobre qué fue lo que realmente levantó Herakles en el Estrecho de Gibraltar a su venida, concretamente altares y templos, como bien hace en recordarnos Avieno. Y es muy posible que se tratara de estos dos elementos que el poeta latino se molesta en señalar, si tenemos en cuenta que los fenicios eran dados, al llevar a cabo una fundación, tras el ritual religioso, levantar un altar y fundar un templo al dios protector de la ciudad. Más aún, el modelo de templo exportado por los fenicios a occidente contaba con dos columnas en su parte frontal como elemento fundamental y distintivo.


Siendo algo más realistas, y alejándonos de esta visión mitológica de la realidad, debemos interpretar que una expedición colonizadora arribó en tiempos remotos a las costas del Estrecho de Gibraltar procedente de las remotas costas de Fenicia, y al momento del desembarco le siguió la edificación de altares y templos que sirvieran para marcar el final de una expedición culminada con éxito. Posteriormente a este hecho, la tradición popular de aquellos pueblos convirtió un acontecimiento humano en algo divino, atribuyéndole a Herakles, la creación del Estrecho de Gibraltar.


Independientemente de la controversia que ha podido suscitarse en torno a qué elementos fue capaz de separar Herakles con su magna fuerza, fuera lo que fuese (columnas, montañas, islas…), siempre existieron dudas acerca de su localización geográfica. En el siglo I d. C. este debate ya estaba abierto como refleja Estrabón en sus obras, manifestando que había quienes ubicaban las columnas en los dos promontorios del Estrecho, otros en las columnas del Herakleion gaditano, y finalmente no faltaba quienes señalaban su localización en dos pequeñas islas situadas en ambas orillas del estrecho.

Siguiendo al propio Estrabón y Avieno podríamos aventurarnos a situar ambas islas en la Isla de las Palomas, en su ubicación europea, y el Monte Hacho en la costa africana. Continuando con Estrabón, los íberos y libios situaban las columnas de Melkart en el mismo Herakleion gaditano, describiéndolas como robustas columnas de bronce de unos 8 codos de altura, y donde estaban registrados los gastos de construcción del templo. Pero el mismo Estrabón dudaba de esta afirmación, poniendo en cuestión que las mencionadas columnas de Herakles fuesen las del santuario de Gades, ya que no tenían inscritas la famosa consigna “Non Plus Ultra”, en lugar de una simple relación de gastos de la edificación del santuario. Ello se contraponía a la idea conmemorativa de una gran empresa marítima que poco tenía que ver con un catálogo más o menos extenso de gastos de construcción. Más aún, la existencia de columnas en la entrada a los santuarios fenicios era norma casi general en la construcción de los templos de tradición fenicia. Sin ir más lejos, en Tánger, Procopio nos apunta la existencia de sendas columnas de gran tamaño que se erigieron para conmemorar pasadas excursiones extranjeras y en la que se podía leer, ”Nosotros somos hijos de Josué, el ladrón, los expulsados de su patria legitima”, por lo que es probable que pudiera tener cierta relación con las columnas de Hércules.

                                                         Herakleion gaditano


Los autores clásicos no se ponen de acuerdo en sus afirmaciones al señalar una ubicación concreta, y la comparación de columnas con montañas era algo común en la antigüedad, así por ejemplo Homero hace referencia en sus textos a las columnas de Atlas, o Tácito, que cita la columna de Helgoboland, lo que hace aun mas difícil en establecer un punto geográfico concreto. Esta es la manera mitológica en la que Melkart llega hasta el Mediterráneo occidental, inaugurando un dilatado proceso histórico, como será la colonización fenicia. Pero un viaje a los confines del mundo, en los que se repite la hazaña de un dios peregrino como Melkart, tenía una dimensión cosmológica, como se advierte en muchos mitos orientales y griegos, en los que el propósito general no es otro que el de conseguir más poder, tanto por parte de la divinidad como de los humanos que la emulan. La llegada de Melkart al Estrecho, que posteriormente recibirá el nombre de las Columnas de Herakles de manos de los griegos, representa el símbolo de la llegada de la vieja civilización fenicia oriental a las lejanas tierras occidentales donde acabara arraigándose y transmitiendo su cultura.

La fundación de Gadir, un problema resuelto

La problemática de la fundación de Gadir, ha sido una cuestión que ha suscitado un largo debate entre los especialistas. Conocer con exactitud la fecha de su fundación es de vital importancia por aportarnos, en primer lugar, el momento en que se fundó en la península ibérica el primer establecimiento de carácter urbano, y, en segundo lugar, tener claro cuál es el referente teórico sobre la antigüedad de la presencia fenicia en occidente. Actualmente, y según la tradición literaria, podemos considerar como punto de partida de la presencia fenicia en occidente el relato fundacional de Gadir.

Este acontecimiento ha llegado a nuestros días a través de las obras de diversos autores clásicos, aunque señalando modos temporales distintos. El historiador romano Veleyo Patérculo, relaciona la fundación de Gadir con el retorno de los heráclitas, unos 80 años tras el final de la guerra de Troya. Plinio, por su parte, nos habla del templo de Melkart, afirmando que el de Lixus era algo más antiguo que el de Gadir, mientras que el de Útica tenía una antigüedad de unos 1178 años desde el mismo momento en que daba esta información (75 d. C.). Pomponio Mela coincide en sus datos con Veleyo Patérculo y Plinio, mientras que Estrabón consideraba que la fundación de Cádiz era algo posterior a la guerra de Troya. (Blázquez, J.M).


Fue a principios del siglo I a. C., cuando visitaba la ciudad de Gades, que Poseidonio de Apamea, filósofo griego, haciéndose eco de la noticia de hallarse en una de las ciudades más antiguas de occidente, según la tradición, reflejó la narración de los hechos que describían el momento fundacional de ciudad tan vetusta. El relato, recogido por Posidonio y transmitido por Estrabón (III, 5, 5) proviene, al parecer, de los sacerdotes del templo de Melkart en Gadir, y dice:

“Sobre la fundación de Gadir he aquí lo que dicen recordar sus habitantes: que un cierto oráculo mandó fundar a los tirios un establecimiento en las Columnas de Heracles; los enviados para hacer la exploración llegaron hasta el Estrecho que hay junto a Kalpe (Gibraltar), y creyeron que los promontorios que forman el Estrecho eran los confines de la tierra habitada y el término de las empresas de Heracles; suponiendo entonces que allí estaban las Columnas de las que había hablado el oráculo, echaron el ancla en cierto lugar de más acá de las Columnas, allí donde hoy se levanta la ciudad de los exitanos. Más como en este punto de la costa ofreciesen un sacrificio a los dioses y las víctimas no fueran propicias, entonces se volvieron. Tiempo después, los enviados atravesaron el estrecho, llegando hasta una isla consagrada a Hércules, situada junto a Onoba, ciudad de Iberia, y a unos mil quinientos estadios fuera del estrecho; como creyeron que estaban allí las Columnas, sacrificaron de nuevo a los dioses; más otra vez fueron adversas las víctimas y regresaron a la patria. En la tercera expedición fundaron Gadir, y alzaron el santuario en la parte oriental de la isla, y la ciudad en la occidental…”


Una tradición esta que, además, era sobradamente conocida en época antigua. Diodoro de Sicilia (V, 20) lo relata de la siguiente forma:

"En primer lugar fundaron en Europa, cerca del paso de las Columnas, una ciudad a la que, por ser una península, dieron el nombre de Gadeira, y en ella dispusieron todo como convenía a la naturaleza del lugar, así como un suntuoso templo dedicado a Heracles, e introdujeron magníficos sacrificios celebrados a la manera fenicia…”.


Más tarde Pomponio Mela (III, 46-47) escribía:


“Cerca de litoral que acabamos de costear en el ángulo de la Bética se hallan muchas islas poco conocidas y hasta sin nombre; pero, entre ellas, la que no conviene olvidar es la de Gades, que confina con el Estrecho y se halla separada del continente por un pequeño brazo de mar semejante a un río. Del lado de la tierra firme es casi recta; del lado que mira al mar se eleva y forma, en medio de la costa, una curva, terminada por dos promontorios, en uno de los cuales hay una ciudad floreciente del mismo nombre que la isla, y en el otro, un templo de Hércules Egipcio, célebre por sus fundadores, por su veneración, por su antigüedad y por sus riquezas. Fue construido por los tirios; su santidad estriba en guardar las cenizas (de Hércules); los años que tiene se cuentan desde la guerra de Troya…”

                                            Recreación yacimiento de Gadir

La presencia de Melkart en el santuario de Gadir, desde sus orígenes, hace que este se nutra de los mismos elementos cosmogónicos que el santuario de Tiro, configurando Gadir como una nueva Tiro fundada en el lejano Occidente, al igual que la Tiro oriental había sido fundada en el mito por Melkart tras la fijación en el mar de dos rocas flotantes.


Por otro lado, la fundación gadirita revela un claro carácter aristocrático, eso sí, si tenemos en cuenta la noticia transmitida por el historiador romano Justino (XLIV.5.2), que afirmaba que los restos de Melkart fueron trasladados de Tiro a Gadir, lo que conferiría a la fundación gaditana un carácter netamente monárquico o aristocrático. Esta afirmación, no lejos de ser producto de una literatura impregnada de una ficción literaria e incluso mítica, si serviría para que la aristocracia gaditana viera prestigiada su condición al conexionarse con la monarquía de la metrópoli fundadora.

Pues bien, en el periodo cronológico comprendido entre los siglos VIII a. C. y la primera mitad del siglo VI a. C., tiene lugar el desarrollo de la presencia fenicia en Iberia y norte de África, hecho que en su origen va ligado a la fundación de Gadir en 1.100 a. C. (según las fuentes escritas y recientemente confirmado por la arqueología). Esta fecha fundacional venia chocando tradicionalmente con los datos que arrojaban las fuentes arqueológicas, que, lejos de confirmarlo, situaba la antigüedad de Gadir en torno al siglo VIII a. C. Pero este panorama iba a cambiar, ya que en julio del año 2010 finalizaba una de las excavaciones arqueológicas más importantes puestas en marcha en los últimos años en la ciudad de Cádiz, dado su relevante papel a la hora de confirmar la verdadera fundación fenicia de esta urbe. Esta intervención arqueológica llevada a cabo en la capital gaditana por un equipo de arqueólogos, al frente del cual se hallaba Juan Miguel Pajuelo, y practicada en el solar que antaño ocupó el Teatro Cómico, ubicado en la c/ San Miguel, resultaron a todas luces reveladores. Dicho solar, situado en el punto más alto de la isla de Erytheia, ha dejado completamente expuesto a la vista del visitante la ocupación estable de tipo urbano más antigua de la ciudad. Así se ha podido documentar un ejemplo de planificación urbanística propia de las ciudades del Mediterráneo y que en este terreno, de aproximadamente 500 metros, se ha puesto de manifiesto con la salida a la luz de cuatro estructuras de hábitat, distribuidas en dos calles pavimentadas de finales del siglo IX a.C.

Dichos cuatro edificios, los cuales aparecen dispuestos en dos terrazas, responden a un claro uso residencial, y, por tanto, doméstico. Las estancias de este espacio habitable presentan forma rectangular y, en torno a ellas, se distribuyen el resto de dependencias, de forma que cada edificio correspondía a una unidad familiar. Cada una de estas viviendas presentan una cocina y un horno, ambos elementos necesarios para el desarrollo de la vida de sus moradores. Concretamente se han localizado cuatro hornos, todos ellos, similares a los que aún se siguen utilizando en lugares del Próximo Oriente. Otra característica a destacar de estas viviendas consiste en que muchas de las estancias incorporan en su interior unos apoyos de arcilla a modo de bancos, adosados a los muros, y que se ubicaban estratégicamente en los puntos donde se realizaban las tareas domésticas. Algo a destacar también, es que, en una de dichas viviendas, se ha vislumbrado indicios de un taller de alfarería, a tenor del hallazgo de grandes recipientes cerámicos que contenían tinte y fragmentos de punzones para la decoración cerámica.

                                              Yacimiento de Gadir. Teatro Cómico

Tan importante hallazgo viene a corroborar la fundación fenicia arcaica de la ciudad de Gadir, y tan solo se corresponde con una pequeña parte de este espacio urbanizado, ya que los restos se extienden más allá del solar excavado. Es la época fenicia arcaica la más importante del yacimiento, pero también se han documentado restos que van desde el Bronce final (siglo IX a. C.) hasta el periodo romano bajo imperial.


Las calles que han salido a la luz después de tantos siglos fueron conformadas como los ejes ordenadores de las mencionadas viviendas. Vías, estas, que fueron pavimentadas con arcilla, dejando huellas que demuestran que las calzadas tuvieron que volver a pavimentarse en tiempo posterior a un nivel por encima del suelo de las viviendas, posiblemente como consecuencia de la costumbre de verter directamente la basura a la calle. Sobre la zona de pavimento arcilloso se pueden observar restos de algunos animales (un gato) que quedaron fosilizados con el transcurrir del tiempo, así como huellas de bóvidos, que atestiguan el tránsito del ganado.

También se ha documentado restos óseos de dos individuos, uno perteneciente al siglo VIII a. c y otro, al siglo VI a. c, los cuales han sido sometidos recientemente a un análisis de ADN por la Universidad Complutense de Madrid a partir de las piezas dentales de ambos. Los expertos de esta universidad han conseguido trazar la línea materna de ambos individuos. Según este estudio, el primero de ellos presenta unas líneas genéticas vinculadas a poblaciones de Oriente Próximo, donde la presencia fenicia fue más importante, y por lo tanto este individuo sería de origen fenicio de primera o segunda generación, o lo que es lo mismo, hijo de padre y madre fenicios establecidos en la ciudad de Gadir. En cambio, el segundo de estos individuos presenta características diferentes, ya que, a pesar de que igualmente le fueron encontrados marcadores genéticos vinculados a pobladores fenicios, también se le ha detectado una línea muy actual en el occidente europeo, por lo que sería muy probable que su madre fuera europea, de la península ibérica posiblemente y su padre de origen fenicio.

                                Esqueleto yacimiento de Gadir. Teatro Cómico


Si tenemos en cuenta que el rito funerario habitual que se practicaba en Gadir era la incineración, rito funerario fenicio por excelencia, debemos suponer que ambos individuos murieron de forma accidental. Este hallazgo arqueológico viene a plantear nuevas líneas de investigación en el estudio de la realidad territorial de Gadir y su entorno. Por tanto, la localización de la ciudad arcaica de Gadir, y la posterior confirmación arqueológica de los textos antiguos, a mi juicio, pone fin al debate, que apuntaba a otros posibles lugares del entorno de la bahía gaditana como posibles puntos de localización de la primitiva Gadir, tal era el caso del poblado del Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María), cuyo más acérrimo defensor fue el profesor Diego Ruiz Mata.

Ruiz Mata defendía que la fundación fenicia arcaica se estableció en el Castillo de Doña Blanca, y en ese preciso lugar situaba la ciudad de Gadir. Más posible podría ser que existiera un patrón dual en cuanto al modelo de construcción y hábitat, es decir, por un lado en la isla de Erytheia, como atestiguan los recientes hallazgos del Cómico, y, por otro, en tierra firme, en el poblado de Doña Blanca, siguiendo el modelo urbanístico de Tiro. Estaríamos en la buena dirección, a mí entender, si consideramos a Gadir como un concepto plural, basado en la existencia de diversos asentamientos en distintos puntos, pero con su origen en un núcleo central radicado en la actual Cádiz. En este sentido se viene a manifestar J.M Blázquez, según el cual, Gadir estaría dispuesta topográficamente en torno a varios puntos de la bahía de Cádiz y constituida por diferentes lugares de hábitat, así como algunos espacios públicos como el templo de Melkart.

El mito de Gerión


Son varios los lugares donde los griegos sitúan la leyenda de Gerión y su pugna con Herakles, con el propósito por este último de hacerse con sus ricos rebaños de bueyes. Entre los diversos lugares del mundo conocido por los griegos, el desarrollo de esta leyenda la situó en la península ibérica, concretamente en la ciudad de Gadir o su entorno. Gerión, para la mitología griega era considerado una deidad infernal, de aspecto terrorífico, de una fuerza y características sobrehumanas, como revela su aspecto de ser de tres cuerpos. Para recurrir a las noticias más antiguas de este mito griego debemos remontarnos a la Teogonía de Hesiodo, poeta de la segunda mitad del siglo VIII a. C., que en la traducción realizada por A. Pérez y A. Martínez, leemos:

“Crisaor engendró al tricéfalo Gerión unido con Calirroe, hija del ilustre Océano; a este le mató el fornido Herakles por sus bueyes de marcha basculante en Eritehia, rodeada de corrientes. Fue aquel día en que arrastró los bueyes de ancha frente hasta la sagrada Tirinto, atravesando la corriente del Océano (después de matar a Orto y el boyero Eurition en su sombrío establo, al otro lado del ilustre océano)...”


Por otro lado, D. Pagel puso en relación los versos de Estesícoro con los datos que se recogen en la Biblioteca (2.5.10) de Apolodoro, obra probablemente del siglo I, en la que puede leer lo siguiente:


“Como décimo trabajo se ordenó a Heracles el ir a buscar el ganado de Gerión de Eriteia. Es ésta una isla situada en las proximidades del Océano, que ahora se llama Cádiz, habitada por Gerión, hijo de Crisaor y de Callírroe, la hija del Océano. Gerión tenía los cuerpos de tres hombres, crecidos juntos, unidos en uno por el vientre y divididos entre tres desde los costados y los muslos. Era propietario de un rojo rebaño. Euritión era su pastor y su perro guardián Orto, de dos cabezas, hijo de Equidna y de Tifón. Viajando a través de Europa a buscar el rebaño de Gerión, Heracles mató muchas bestias salvajes. Se fue a Libia, y al pasar por Tartessos levantó los dos pilares, uno a cada lado, en los límites de Europa y de África, como monumento de su viaje. A lo largo de su viaje fue abrasado por el Sol y él dobló su arco contra el Sol. El Sol, admirado de su atrevimiento, le dio una copa de oro, con la que atravesaría el Océano. Llegó a Eriteia, y se hospedó en el monte Abas. El perro lo divisó y se precipitó sobre él, pero le golpeó con su maza. Cuando el pastor vino a salvar al perro, Heracles le mató también. Menetes, que pastoreaba el rebaño de Hades en aquel lugar, le contó a Gerión lo sucedido. Gerión sorprendió a Heracles, al lado del río Antemo, en el preciso momento de llevarse el rebaño. Luchó con él, y le mato. Heracles embarcó el rebaño en la copa, atravesó el mar hacia Tartessos y devolvió la copa al Sol…”

De estos fragmentos se deduce que Gerión era un gigante constituido de tres cuerpos, que se valía del boyero Euritión, el cual custodiaba su rebaño de bueyes, día y noche, ayudado de un can de siete cabezas, Orto. Herakles recibió encargo de Euristeo, en su decimo trabajo, de entablar singular combate con Gerión y arrebatarle sus ricos rebaños para posteriormente conducirlos a Grecia. Al gigante, Herakles lo aniquiló en Eritehia (una de las islas del archipiélago gaditano), después de matar a Orto, con su clava y al boyero Euritión cuando acudía en auxilio de su perro. En el texto el autor se refiere a Eritehia, como rodeada de corrientes, lo que nos lleva a suponer que se trataba de una isla.

                                    Herakles ante Orto. Cerámica ática de figuras rojas


El traslado de los bueyes a la ciudad griega de Tirinto lo realizó a bordo de una nave redonda y robusta, apta para realizar viajes ultramarinos, a larga distancia, que se corresponde con la “copa”, regalo del Sol en el mito. En el poema que Estesicoro de Himera, poeta del siglo VI a. c, dedicado al gigante Gerión, situaba la isla de Eritehia en la desembocadura del rio Tartessos, posiblemente, el rio Betis, y por lo tanto en un lugar próximo a la ciudad gaditana. Heródoto, en el siglo V a. C.. también apunta a Hispania y en concreto a Gadir como lugar donde transcurrió el mito de Gerión;


“Cuando Heracles arreaba las vacas de Geriones llegó a esa tierra que en la actualidad ocupan los escitas y que a la sazón se encontraba desierta. Geriones, empero, residía lejos del Ponto, tenía su morada en una isla que los griegos denominan Eriteia, que se encuentra cerca de Gadeira, ciudad ésta situada más allá de las Columnas de Heracles, a orillas del Océano…”

Otros autores discrepan con estas versiones que sitúan a Gerión y su rebaño en Gadir, como Hecateo de Mileto, que en torno al siglo VI a. C, no situaba este mito en el entorno de Tartessos, y así lo transmite Arriano en su Anábasis (II, 16, 5-6). Según esto, situaba el escenario de la leyenda, en Ambracia, en el entorno del mar Jónico, siendo Arriano de la misma opinión. No obstante, a pesar de ello, en general los autores clásicos localizaban el mito de Gerión en el occidente de la península ibérica.


En conclusión, este mito griego y su localización en el área de Gadir se debe a Estesicoro de Himera, que gracias a sus poemas y viajes por Grecia contribuyó enormemente a la popularidad de este mito. Por el contrario, al parecer, el mito de Gerión en el entorno gaditano no tuvo gran aceptación entre la población fenicia de Gadir, ya que, según las noticias, no aparece reflejado en las puertas del Herakleion gaditano, si bien no se trata de un mito fenicio, sino griego. Por otro lado, la difusión de este mito y su ulterior localización en el sur de Hispania podría deberse a la riqueza ganadera de esta zona peninsular, sobre lo que Estrabón señaló:


“… de la abundancia de pastos y ganado deducen haberse formado la fábula de los ganados de Gerión…”


De el mito de la lucha entre Herakles y Gerión por la pugna de su ganado de bueyes, se puede deducir, más allá de la visión mítica del mismo, cómo a las lejanas tierras de Tartessos, llegó un valeroso caudillo colonizador, procedente del actual Líbano, gran navegante, conquistador y guerrero, que consiguió dominar por la fuerza a los pueblos indígenas de pastores. Según J. Malunquer, la representación de la lucha entre Gerión y Herakles no es otra cosa que el resultado del impacto cultural de dos pueblos, los indígenas de los ancestrales Tartesios, los ligures, por un lado, y los ancestrales de los fenicios, los tirsenos o cretenses, provenientes del extremo oriental del Mediterráneo, por otro.


Herakles era, por tanto, un caudillo que se enfrentó valerosamente al rey prototartésico Gerión en el delta del Guadalquivir, donde se localizaba la isla de Eritehia. Es posible que la referencia a los tres cuerpos de Gerión se refiera a una personificación de los tres brazos que forman el rio en el delta en su antigua desembocadura. Para otros autores los tres cuerpos del gigante vienen a referirse a tres ejércitos a cuya cabeza se encontraba cada uno de los hijos del rey Gerión. Podemos, pues, considerar el mito de Gerión como una alegoría de la derrota de Tartessos a manos de los primeros fenicios que arribaron al sur peninsular.


El jardín de las Hespérides


Según la mitología griega, las Hespérides eran las sobrinas de Atlas, las cuales habitaban en la Mauritania, en la morada de uno de sus tíos. Las Hespérides eran siete, y estaban dedicadas al cultivo de un extraordinario jardín en cuyos árboles brotaban ricas manzanas de oro, que, según se decía, poseían el don de la inmortalidad, objeto de la codicia no solo de los mortales, sino también de los dioses. A las puertas del jardín, y custodiando tan codiciado huerto, se hallaba un dragón de siete cabezas, el cual jamás dormía, estando siempre alerta con el fin de hacer desistir a cualquiera que osara penetrar en dicho jardín. Fue Euristeo quien encomendó a Herakles que se hiciera con tres de sus manzanas y las llevara ante él. Tan difícil empresa no hizo desistir al héroe, que, consciente del peligro que suponía, se apresuró a acudir a Atlas, rogándole que le prestara su ayuda y aletargara al dragón y así poder hacerse con tan anhelada fruta. Este accedió a las peticiones de Herakles, con la solemne condición de que mientras realizaba la misión encomendada, el propio Herakles soportara, sobre sus hombros, el peso de los cielos en sustitución suya.

                                              Mito del Jardín de las Hespérides

Una vez que Atlas estuvo de regreso con las tres manzanas en su poder, este intentó convencer a Herakles para que le dejara ser, él mismo, quien llevara las manzanas personalmente a Euristeo, eso sí, mientras el héroe continuaba sosteniendo por él la bóveda celeste. Herakles, desconfiando de las intenciones de Atlas, consiguió engañarle argumentando que accedía a su petición gustoso, pero que al no tener su fuerza y poder, debía construirse algo que le ayudara a aliviarse del enorme peso de los cielos mientras él regresaba de su viaje. Así consiguió Herakles entregar de nuevo el peso celeste a Atlas, que, engañado, no dudó en sostenerlo, al tiempo que depositaba sobre el suelo las manzanas doradas, lo que aprovechó Herakles para hacerse con ellas y marcharse. Finalmente los sagrados frutos, los regaló Herakles a Euristeo, Atlas y Minerva, la cual las devolvió definitivamente al Jardín.


En cuanto al lugar donde se hallaba este mítico jardín son muy diversos los lugares propuestos. Por ejemplo, para algunos autores estarían localizado en un bosque sagrado de Berenice, actual Benghazi, llamado primero Hesperís o Hespéride. Por su parte, Plinio habla de un jardín de las Hespérides situado geográficamente en la región de Tingis, en Mauritania, en la zona oriental de la costa septentrional africana. Apolonio de Rodas y Lucano (poeta romano del 39 d. C.) creían que el jardín de las Hespérides se hallaba en las proximidades del lago Tritón. Apolodoro habla de los pacíficos hiperbóreos, entre los que coloca a Atlas y a las Hespérides. No faltan los autores que establecen definitivamente tan magnífico jardín en la antigua Mauritania, en Lixus. En esta dirección, Plinio (NH, XIX, 63) dice a cerca de Lixus;


“Hay también una malva arbórea en Mauritania, en el opidum de Lixus, sito sobre un estero, lugar donde antes, estuvieron, según se cuenta, los huertos de las Hespérides, a doscientos pasos del Océano, junto al templo de Hércules, que dicen es más antiguo que el gaditano…”


En relación a la interpretación de este mito, no podemos obviar las claras semejanzas que presenta con respecto al mito judeocristiano del jardín del Edén. Ambos presentan casi los mismos elementos simbólicos. Por un lado, en ambos existe ese concepto de fruta prohibida, representado por la manzana. Igualmente, en ambos existe la presencia del símbolo de la bestia, la serpiente en uno, el dragón, en otro, que encarna el concepto de lo prohibido y de la inducción al pecado, mientras que las Hespérides hacen referencia al placer. Sin embargo, existe una clara diferencia con lo acaecido en la Biblia, y es que Herakles logra vencer al dragón, y, por tanto, al pecado y la provocación.


Al parecer, fue también en Lixus donde tuvo lugar el mito del enfrentamiento entre Herakles y Anteo, ya que según los primeros textos que  hacen referencia a esta ciudad, obra de Plinio el Viejo, nos habla del Palacio de Anteo, el cual se situaba justo al lado del jardín de las Hespérides. Anteo era nacido de Neptuno y la Tierra, y tenía la virtud de medir cien pies de altura.


Conocedor de su fuerza, obligaba a los viajeros a pelear con él, con los que se enfrentaba en desigual combate y a los que vencía con tremenda facilidad. Además se jactaba de haber prometido a Neptuno levantarle un templo tan solo con los cráneos de sus víctimas. En cierta ocasión Anteo reto a Herakles sucumbiendo a manos del héroe.

FRANCISCO JAVIER JIMENEZ MARTINEZ

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