Existen en la cueva de Altamira, y en otras cuevas y refugios de la cornisa cantábrica con demostración de arte paleolítico como en La Pasiega o El Castillo, una serie de representaciones que se alejan del normal despliegue de ese arte, referido esto a las representaciones de diversos animales del entorno durante el registro del Paleolítico superior.

Ese tipo de representaciones son llamadas "Ideomorfos", o sea, representaciones de ideas sin un preciso significado o no precisado aún por la investigación. Henri Breuil llamó a algunas de ellas "tectiformes", o sea, en "forma de cabaña".

Y pudiera ser que esas representaciones y dibujos descubiertos en Altamira y otros lugares del norte no estén tan exentas, no sólo de significado, sino de intención, como a simple vista, en un somero análisis, pudiera parecer.

En primer lugar y como fase previa al entorno cosmológico, se podría hablar de aquellas representaciones referidas al paisaje inmediato, aquellas que tratan de representar el lugar territorial, geográfico y paisajístico donde se desenvolvieran las peripecias de aquellas primitivas gentes.

Hay, en ese sentido, una lista de dibujos parietales, harto típicos de aquellos lugares y cuevas, de forma rectangular, algunos un tanto ovalados y compuestos de líneas horizontales y verticales en el centro, y que, según cierta interpretación, podrían tratarse de preciosos dibujos de la cornisa cantábrica, o sea, del lugar donde se ubicaba la cueva  -más cercana o más lejana-, o las cuevas donde aparecen esa clase de representaciones. Pero, al mismo tiempo, también podrían significar el uso de campamentos estacionales, unas veces en invierno, cerca o en la propia cueva, y otras en verano, es decir, que los campamentos se trasladarían al litoral marítimo. O también un registro de lugares o territorios de uso y confrontados  con otros territorios en el propio litoral, pero pertenecientes a otros grupos o tribus.

Así, esos dibujos en forma de rectángulos, ovalados, serían graciosos "mapas" de esa cornisa que da al Mar Cantábrico. Si esas representaciones se observan de frente, las dos líneas de arriba serían el borde superior de la cornisa y las otras dos las líneas del litoral marítimo. Siempre o casi siempre esos dibujos aparecen con unos intervalos de líneas verticales que significarían las frecuentes y típicas bajadas que cortan la cornisa o las desembocaduras de los ríos. Incluso se podría encontrar explicación para las forma ovaladas que vendría a significar  el horizonte curvo del mar o la propia forma circular del planeta. Justo a un lado  de esos croquis o mapas aparece representado el mar en forma de diversos líneas de puntos o pequeños círculos.

Así, Juan de la Cosa, también santanderino como ellos, tendría un preclaro y genuino antecedente de cartógrafo cuando se construyó sobre una piel de toro el primer mapamundi que incluía las tierras americanas descubiertas a su regreso de los viajes que hiciera con Cristóbal Colón.

Eso es lo que vendrían a representar esos "ideomorfos" en forma de rectángulo ovalado, maravillosos mapas elementales de la cornisa cantábrica. Señal preclara de la manera de observar el paisaje y territorio y la ubicación geográfica de aquellas gentes.

Existen justo al lado o en otros lugares de la cueva  -en El Castillo- otras llamativas representaciones en forma de cascadas de puntos rojos que tomaran varias direcciones. Pero con seguridad no se trata de representaciones o idealizaciones femeninas, de la mujer en la cueva, sino de representaciones de tipo práctico o técnico, aunque el uso de esos puntos, su interpretación, sea algo oscuro todavía. La particular idea es que podrían ser una especie de "agenda" donde se irían apuntando los años de ocupación de la cueva por el grupo o alguno de ellos que la frecuentaba. Los puntos entonces serían soles y cada sol sería el ciclo de un año, algo que es también de cierto aspecto cosmológico. Pero, al mismo tiempo, debe tratarse de anotaciones particulares de "alguien", esto es, de algún grupo especialmente interesado en ello.

En último término, del apunte sobre aquellas antiguas observaciones de tipo cosmológico de los habitantes de Altamira, y de otras cuevas del norte, habría que traer a cuento diversas representaciones de no muy gran tamaño, y también dispersas en las paredes de las cuevas en las que aparecen unos trazos en color rojo, de forma alargada y con una punta o pequeño semicírculo en un lugar intermedio de dichos trazos. Esos mismos trazos aparecen confrontados en paralelo y dejan un pequeño espacio entre ellos.

Podría pensarse que ese tipo de representaciones "ideomorfas" serían, sin más, unas simpáticas y singulares representaciones de la Vía Láctea, nuestra galaxia, o sea, el Camino de Santiago, tan famoso en esos lugares del norte y tan magníficamente observado en verano desde antiguo en esas latitudes.

Trazos enfrentados con un pico o pequeño disco, la Vía Láctea, que no tienen nada que envidiar a cualquier toma de gran angular de los telescopios modernos de esa galaxia, y que es utilizado por los artistas de aquellos lugares de muy diversas maneras.

En ocasiones esos trazos aparecen como enredados entre las patas de una gran cierva que contemplara los inúmeros bisontes desde un lugar preeminente. Esas representaciones de la galaxia quedarían así asociadas a la figura de la cierva con un significado de las piezas conseguidas o en relación con la posición preeminente de alguna señora del grupo.

En otra ocasión esos dos trazos se continúan con otro dibujo de tipo antropoide, como si de un formidable héroe o heroína se tratase y que sujetase o levantase con sus brazos la propia galaxia, o sea, representación del ascenso, en el cielo nocturno del verano del tan famoso Camino de Santiago. Queda por averiguar, no obstante, el significado de la precisa forma antropoide, si se trata de una mujer o si se trata de un hombre la figura representada.

Cualquiera podría  -yo mismo- observar eso en las tardes y noches del verano, cómo la constelación de "hérculis" recoge con sus brazos la galaxia y parece elevarla en el cielo con el transcurso de las horas nocturnas.

Ahí queda no más el conjunto de singulares figuras de lo que las gentes de Altamira y los otros lugares del norte pensaban de su entorno terráqueo, geográfico y cosmológico. Lejos esto mismo, sí, de complicados significados estereotipados de buscar ahí extrañas religiones primitivas. Significados de simple localización paisajística, atmosférica o de cómputo de los días y años y del fenómeno singular del paso de la galaxia en las noches de verano.

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