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Fuente:La Nación.com | 6 de enero de 2013
NUEVA YORK (The New York Times).-La producción de la miniserie de la BBC de 1976, Yo, Claudio , estuvo plagada de problemas. El espectro de la desafortunada versión cinematográfica de 1937 nunca finalizada, en la que actuaba Charles Laughton, tuvo mucho que ver. En un punto, el proyecto se detuvo cuando las negociaciones entre la BBC y la London Films, que poseía los derechos del esfuerzo de Laughton, se quebraron. Cuando la filmación realmente comenzó, los actores batallaron con todo, con el maquillaje y hasta con darle sentido a sus papeles como primeros gobernantes del imperio romano.
Pero Robert Graves, que escribió la novela original en 1934 y su continuación en 1935, Claudio, el dios , se mantuvo imperturbable. "Me he comunicado con Claudio", dijo entonces, "Y él me aseguró que iba a ser un éxito". Y realmente lo fue. Presentada por primera vez en los Estados Unidos hace 35 años, Yo, Claudio pasó los límites del sexo y la violencia de la pantalla chica y anunció sórdidos dramas familiares como Los Tudor, Los Borgia e incluso Los Soprano.
Yo, Claudio también atrajo una amplia atención sobre varias de sus estrellas, especialmente sobre Derek Jacobi, el aparentemente ingenuo personaje tartamudo, rengo y con tics que sobrevivió a décadas de asesinatos e intrigas para convertirse en el cuarto emperador de Roma.
"Le debo mucho a «Claudio» en ambos lados del Atlántico", aseguró Jacobi en una entrevista telefónica. "Si es que me ha hechizado, ha sido un fantasma benéfico."
Lo duradero de Yo, Claudio comenzó con los libros de Graves. Proyectados como las memorias secretas del mismo Claudio, estuvieron basados en estudios exhaustivos, pero a la vez impregnados de la imaginación de novelista. Tenían gran cantidad de embustes, perversión y otras deliciosas infracciones enfrentadas con la majestad de mármol de la antigüedad romana.
La versión televisiva, sin embargo, casi pierde ese lugar. "Fue muy mal recibida en las dos primeras semanas" recordó Sian Phillips, que interpretó a la emperadora Livia, "porque era muy diferente".
Esa diferencia se basaba en el tratamiento práctico que se le dio en la serie al material épico. A pesar del escenario imperial Yo, Claudio fue un esfuerzo de pequeño estudio, falto de grandes sets y extendidas escenas de batallas.
Al adaptar los tomos de Graves (que totalizan 1000 páginas en la edición rústica) a un poco más de 11 horas de televisión, el guionista Jack Pulman, que murió en 1979, los convirtió efectivamente en una telenovela, enfatizando las relaciones disfuncionales inherentes a cualquier clan numeroso. En varios sentidos consideró su obra como una comedia de una familia judía y como el tratamiento de una dinastía mafiosa.
"Acordamos desde el comienzo que no íbamos a hacer una pieza de época" dijo el director Herbert Wise de 88 años. "Queríamos hacerla contemporánea. Queríamos dejar en claro que la psicología humana no ha cambiado demasiado en los últimos 2000 años. No tiramos más la gente a los tigres, pero todavía peleamos".
Pulman hizo que la historia fuera más accesible al evitar el diálogo pseudoclásico que era una característica de las películas histórico-épicas. Cuando el emperador Tiberius (George Baker) trae encadenada a la cuñada de Claudio, Agripina (Fiona Walker, que se casaría con Wise), declara: "Querida, te ves como una tragedia griega". "Y tú como un absurdo romano" responde ella.
Pulman "fue un adaptador brillante", afirmó John Hurt, que interpretó al desquiciado emperador Calígula, "y su pasión literaria realmente surge de sus páginas. Es muy fácil de interpretar. Uno la aprende en cinco minutos".
Para compensar la modestia de la producción física, Wise exigió grandes interpretaciones "una actuación audaz y colorida" como lo expresó Phillips.
"Había sin dudas teatralidad en ella", aseguró Patrick Stewart, quien fue el comandante traidor de la Guardia Pretoriana, Aelius Sejanus (izquierda). "Muchos de los personajes eran realmente más grandes que la vida".
Pero lograr que romanos fuera de serie fueran creíbles fue todo un desafío. Brian Blessed, conocido como Augustus, dijo que al menos al inicio "estábamos todos rígidos, y pensábamos «esto no va a funcionar para nada»".
Jacobi recientemente se quejó, "El fantasma de Charles Laughton estaba sentado en mi hombro".
El maquillaje de ancianos utilizado por muchos de los principales actores fue también complicado; Jacobi encontró que podía sacárselo sin dolor sólo cuando se sumergía en una bañadera mientras respiraba con un snorkel.
Quizá ninguno de los intérpretes trabajó tan duro como Phillips, cuya intrigante Livia se libraba de cualquiera que se interpusiera entre el trono y su hijo Tiberius. Durante los primero ensayos ella trató en vano de encontrar motivos racionales para su crueldad. "No lo estaba logrando demasiado bien -dijo-. Yo lo sabía y ellos también. Se paraban allí y miraban un poco preocupados."
Finalmente, como afirma Wise en un documental que acompaña al DVD de Yo, Claudio: "Yo podía decirle: «Simplemente sé mala. Cuanto más mala seas, es más gracioso y más aterrador»".
Jacobi afirmó sobre la serie en su conjunto, "pienso que lo que la salvó es que fue hecha con tanto humor que no fue ofensiva" En el primer episodio, cuando Livia, en forma encubierta, envenena a Marcelo, sobrino de Augusto y heredero evidente, su doctor exclama: "¡Está vomitando lodo verde! Quizás es una buena señal", responde Phillips.
El programa está encabezado por una inolvidable secuencia de apertura, una serpiente que se desliza a través de un mosaico llevando un retrato de Jacobi y el título Yo, Claudio (fuente de muchas bromas fonéticas en inglés) acompañado por la instrumentación de Wilfred Josephs, que prácticamente siseaba la intriga maligna.
Contrariamente a la Roma imperial, Yo, Claudio puede muy bien ser imperecedera. El año pasado se anunció que HBO y la BBC2 se unieron para rehacer la miniserie, probablemente para 2013, a cargo del equipo creativo que produjo la serie de HBO Roma.
Pero al volver a considerar semanas atrás con cierta ironía la producción original, Wise recordó que no parecía destinada a la grandeza. En Gran Bretaña, el comentario de The Guardian de Yo, Claudio, dijo, comenzaba: "Debería haber una sociedad para impedir la crueldad a los actores". Y la importante Radio Times se negó a presentar la miniserie en su primera página. "Afirmaron que la gente no podría pronunciar los nombres", comentó Wise "ni que hablar de recordarlos".
Traducción de María Elena Rey.
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