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Tráiler de 'Pompeya'.
Fuente: ocio.levante-emv.com | 28 de abril de 2014
Llega a los cines Pompeya, una presuntamente épica superproducción dirigida por Paul W. S. Anderson y protagonizada por los televisivos Kit Harington (Juego de tronos) y Kiefer Sutherland (24).
La erupción del Vesubio es el telón de fondo en el que se desarrolla la historia de amor entre un joven esclavo convertido en gladiador, Milo (Harington), y una joven romana adinerada, Cassia (Emily Browning). Él está destinado a morir en la arena y ella es el objeto de deseo de un libidinoso y corrupto senador romano (Sutherland).
Estos son los mimbres que forman la armazón de este totalmente prescindible trance cinematográfico que es Pompeya.
Pero antes de echarnos las manos llenas de hollín a la cabeza y clamar a Júpiter por el honor del péplum mancillado, es menester revisitar la ficha del señor Anderson, de este Anderson, en IMDb. Un vistazo rápido y mascullaremos un resignado "se veía venir".
Alien vs. Predator, Death Race, tres entregas de Resident Evil o la última y vergonzante adaptación de Los tres mosqueteros son algunas de las muescas que ya tiene marcadas el revolver del amigo Paul W.S. en su culata. Méritos que, fácilmente, podrían darnos alguna pista de por dónde iban a ir los tiros.
Y es que, insistente en lo suyo, Anderson, este Anderson, ha probado con todo: monstruos xenomorfos contra cazadores alienígenas, zombies de videojuego contra su mujer, espadachines malos contra espadachines peores y ahora romanos contra romanos... e incluso romanos contra lava. Pero nada. No mejora.
Empeñado en esquivar cualquier elemento que haga de sus películas algo más que un espectáculo de pirotecnia vacío y en ocasiones sonrojante, en Pompeya vuelve a obsequiarnos con otro fallido aspirante a distendido blockbuster de disparatado guión y desangeladas actuaciones.
El dislate del libreto alcanza su cenit en varios diálogos sin pies ni cabeza que nos regalan algunos involuntarios momentos de comedia que consiguen eliminar cualquier atisbo de esa carga épica que presuntamente debía impregnar este batiburrillo entre Gladiator y Titanic.
De ellos no escapa ni siquiera el cara a cara final. El esperado Jon Nieve vs. Jack Bauer se salda con un sonoro "mala pécora" de Sutherland. Bauer estaba on fire. Literalmente.
Ni siquiera el innegable buen diseño de producción, sus tridimensionales virtudes visuales o su potente música logran compensar el desparrame de Anderson y su multitud de guionistas.
Tampoco ayuda el trío protagonista. Él, Harington, sin el Muro a la espalda pierde todo interés aunque se despoje del negro para lucir abdominales a las primeras de cambio. Ella, Browning, no es tan guapa para perdonarle su ausencia total y absoluta de gracia. Y el malo, Sutherland, simplemente pasaba por allí a recoger su cheque... y parece que le divierte bastante hacerlo disfrazado de romano.
Y entre dislate y dislate, entre los murmullos y las risas no buscadas, no podemos evitar llegar a una lapidaria conclusión: Lo que Anderson y cía perpetran en Pompeya no es cine de catástrofes, es cine catastrófico.
Al final el Vesubio arrasa con todo. Menos mal.
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