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Fuente: elperiodico.com | Carles Cols | 25 de abril de 2014
Badalona ha decidido este año soplar las velas de la décima edición de su Magna Celebratio (una cita con la historia entre lúdica y cultural con la que la ciudad rememora desde el 2004 su época de mayor gloria, la romana) a lo grande, con festines, cerveza, luchas de gladiadores y, como espectáculo estrella, una recreación minuciosamente documentada de la que sin duda fue una de las bodas más trascendentales de la historia de la humanidad, la que unió a Augusto, oficialmente el primer emperador de Roma, con Livia, a la que Robert Graves envileció tal vez en exceso en Yo, Claudio.
Se cumplen ahora 2.000 años de la muerte de Augusto. Se podrían haber puesto en escena, pues, las últimas horas de aquel personaje. «Acta est fabula, plaudite». Fueron sus últimas palabras. «La comedia ha terminado, aplaudid». ¡Qué gran adiós! Tanto da, la boda es un buen homenaje.
La Magna Celebratio merece, antes que nada, una breve introducción. De ella se puede asegurar que si se celebrara en Barcelona sería sobradamente conocida. De cómo los límites de los términos municipales dentro del área metropolitana actúan como murallas psicológicas se ha hablado a menudo. Este es solo un episodio más, pero resulta especialmente interesante porque, a su manera, Badalona le saca en esto del peplum una notable ventaja a Barcelona, y eso ya es noticia. No solo tiene un museo romano premiado internacionalmente y de visita muy recomendable, sino que ahora incluso se permite el golpe de efecto de rendirle homenaje a Augusto, el emperador bajo cuyo reinado Barcelona se convirtió en provincia romana.
En su disculpa, hay que admitir que Barcelona tiene un fascinante pasado medieval que atender y Badalona no, pero aún abochorna en la capital el no muy lejano día (verano del 2011) en el que el descubrimiento del yacimiento romano de Villa Sagrera fue minusvalorado, se supone que por miedo a que entorpeciera las obras del AVE. Entonces, en Badalona iban ya por la séptima Magna Celebratio. La décima les pilla a los badaloneses mucho más doctos aún en la materia, pues este cita anual tiene mucho de parranda lúdica, de acuerdo, pero también es una buena oportunidad para avanzar en esta materia no académica de los cursos de historia recreativa.
Hace un año, por ejemplo, el reputado latinista Marc Mayer ya deleitó a la audiencia en el Museu de Badalona con una conferencia monográfica sobre la vida sexual de los emperadores romanos. La representación de la boda de Augusto y Livia programada para mañana por la noche es, si se desea, la segunda parte lógica y natural de aquella exposición. Es, además, una oportunidad para conocer con fidelidad cómo era un bodorrio hace 2.000 años, y también es una buena recomendación teatral para quienes quieran conocer de verdad cuán insondables pueden llegar a ser realmente las simas de la degeneración política.
AUGUSTO Y LIVIA Los actores Ramon Raventó y Sandra Anglarill.
El guión de esta suerte de documental teatralizado se ha construido a partir, cómo no, de la impagable aportación de Suetonio y su Vida de los 12 césares y de la mayúscula biografía escrita por Anthony Everitt hace un par de años, que a su manera rescata a Augusto de ese segundo plano gris en el que el cine y la literatura le han colocado, en beneficio de personajes más apetitosos, como su antecesor, Julio César (ahí hay que echarle la culpa a Shakespeare), Calígula (a este lo encumbró John Hurt en la mencionada adaptación televisiva del Claudio de Graves) y, por supuesto, Marco Antonio y Cleopatra, y eso que al primero le invitó a suicidarse, y lo hizo, y a la segunda parece que quiso esclavizarla. Ella prefirió la muerte.
Y es que Augusto, fundador de la colonia Barcino y al que Badalona rinde mañana homenaje, es un personaje desconcertante. Era austero en el comer y el beber. Se casó en terceras nupcias con Livia y, a pesar de que no le dio ningún hijo, se mantuvo a su lado durante 52 años. Visto así, casi aburre. Pero en realidad era un tipo terrible. Su hija Julia, fruto de un matrimonio anterior con Escribonia, así lo padeció. En su afán por controlar el Senado, la casó con cuatro hombres distintos a lo largo de su vida. A Tiberio incluso le obligó a divorciarse de su esposa para desposarse con Julia y ampliar así su radio de influencia. Total, que la pobre fue de cama en cama hasta que, de repente, su padre la desterró a Sorrento por viciosa y la castigó a ni siquiera catar el vino.
En resumen. La Magna Celebratio comenzó anoche y acaba el domingo. Por el camino son muchas y variadas las propuestas, pero la boda de Augusto y Livia despunta entre ellas, aunque solo sea por la saga que les sucedió en el trono imperial. Augusto era el emperador, padre de la etapa de más gloria de Roma, pero fue la sangre de Livia de la que descendieron en línea directa, entre otros, Tiberio, Claudio, Calígula y Nerón. Uno de los enlaces matrimoniales más trascendentales de la historia de la humanidad.
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