En estos cuentos, Anastassia Espinel, da vida a la piedra de las antiguas edificaciones romanas y a todas estas figuras de legionarios victoriosos y bárbaros derrotados que nos miran desde los frescos y bajorrelieves destinados a glorificar la grandeza de Roma, a través de los siglos. Con objetividad, trata de reconstruir el ambiente de la época y nos revela todo el dolor que debieron sentir los pueblos aplastados y humillados por Roma, dispersos en su inmenso territorio que se extendía desde los sombríos bosques de Germania hasta las arenas del Sahara y desde las costas del Océano Atlántico hasta las orillas del Éufrates. Cada uno de estos pueblos tenía su propia historia, costumbres y tradiciones; no se parecían en nada salvo en el hecho de haber sufrido toda la fuerza aplastante y destructora de la grandiosa maquinaria militar romana.

La belleza de sus cuentos es conmovedora, y tras cada una de ellos descubrimos a una escritora de gran sensibilidad, que sufre por las vicisitudes que han de vivir sus personajes: las victimas del más grande de los imperios, el Imperio Romano, fundamento de nuestra civilización occidental.
Fue Roma una sociedad civilizadora, que nos ha dejado el idioma que hablamos, el derecho que nos rige, grandes y bellas obras públicas, el urbanismo, la arquitectura, y hasta la filosofía, que si bien griega de origen, ha llegado a nosotros a través de Roma. Y hasta el Cristianismo, una de las principales religiones actuales nació en el seno del Imperio, se desarrollo y acabo sustituyéndolo. Pero también fue una sociedad violenta y cruel, que dejó tras de si muchas victimas que la historia olvidó enseguida, y que Anastassia Espinel ha rescatado para nosotros para darles vida y voz. Seguro que se lo agradecerán.
Pues este es el tema central de todas y cada una de las historias que nos cuenta, explicarnos como vivían y como se sentían, sus penas y alegrías, en fin las esperanzas de todos aquellos hombres y mujeres que habían sucumbido a la fuerza de la maquinaria de guerra romana, y para los cuales el concepto de “romanización” quizás fuese muy distinto del que hoy todos admiramos.

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